Este jugador de críquet británico abandonó una prometedora carrera y una gran herencia familiar para llevar el Evangelio a los perdidos. Con un carácter osado y determinado, hizo de China, India y África su campo misionero.
El pastor maestro de Grace Community Church dedicó su vida a honrar a Cristo. Su ministerio, en el que la exposición de la Palabra y la exaltación del Nombre sobre todo nombre fueron centrales, edificó a miles de cristianos por décadas en todo el mundo.
Tomás de Aquino es considerado por varias tradiciones como uno de los grandes teólogos de la Edad Media. Su vida combinó fe, erudición y controversia, y su obra, especialmente la Suma teológica, marcó la historia del pensamiento de la cristiandad.
Aunque es poco conocido, Hilario de Poitiers desempeñó un papel crucial en las disputas trinitarias del siglo IV. Su defensa del Credo Niceno y sus escritos influyeron decisivamente en figuras como Agustín y Ambrosio.
“No hay ni una pulgada cuadrada en todo el dominio de nuestra existencia humana sobre la cual Cristo, quien es soberano sobre todo, no exclame: ‘¡Mía!’” Esta convicción de Abraham Kuyper lo llevó a redefinir la cultura neerlandesa.
John Wesley fue el fundador del metodismo. Para este clérigo, teólogo y evangelista inglés, el mundo entero era su “parroquia”. ¿Por qué podemos decir que su influencia y su legado permanecen hasta hoy?
Katharine Barnwell dedicó su vida a traducir la Biblia a lenguas que nunca habían sido escritas. Su legado transformó comunidades enteras al poner la Palabra de Dios en su idioma del corazón.
Amado por sus discípulos, perseguido por sus ideas y recordado por su trágico amor con Eloísa, Pedro Abelardo encarnó la tensión entre razón y fe, deseo y deber, pensamiento libre y ortodoxia eclesiástica.
Aunque su posición en la controversia arriana fue ampliamente criticada, sus escritos, especialmente “Historia Eclesiástica”, se han convertido en una fuente invaluable para comprender los primeros siglos del cristianismo.
John Newton fue marinero, comerciante de esclavos y, más tarde, pastor anglicano y autor del himno Sublime gracia. Su vida refleja la complejidad moral del siglo XVIII y el poder transformador de la fe, llevando a un infiel e irreverente a convertirse en un amoroso ministro.
Fue uno de los más prominentes defensores del cristianismo ortodoxo. Desde su cátedra en Princeton, se opuso al avance del pensamiento naturalista con una erudición sin igual. Su legado, aún vigente, radica en sus miles de páginas escritas sobre Cristo, la inspiración bíblica y la gracia divina.
La compasión solía ser un lujo ajeno al campo de batalla. Pero este banquero suizo, guiado por una fe inquebrantable, convirtió la caridad en regla: fundó la Cruz Roja, inspiró los Convenios de Ginebra y ganó el primer Nobel de la Paz.
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