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La Biblia, especialmente la versión Reina-Valera, incluye el rótulo “San” en los títulos de los Evangelios para referirse a sus autores. Esto puede generar preguntas: ¿por qué Casiodoro de Reina incluyó estas denominaciones? ¿No es algo propio solamente del catolicismo? ¿Qué deberíamos pensar los protestantes sobre los “santos”? ¿Cómo nació este título para referirse a figuras clave en la historia de la iglesia? ¿Podríamos o deberíamos usarlos?
Origen y uso histórico de “santo”
El término “santo” tiene sus raíces en la palabra latina sanctus y su equivalente griego es ἅγιος (hagios), que significa “santo”, “sagrado” o “apartado”. Aparece 229 veces en el Nuevo Testamento –que fue escrito en griego– y el uso generalizado que se le dio fue para referirse a los creyentes de la iglesia. En consecuencia, cuando en una declaración de fe, como la del Credo de los Apóstoles, afirmamos que creemos en la “comunión de los santos”, realmente estamos diciendo que creemos que todos los creyentes, tanto los vivos como los muertos, son parte del Cuerpo de Cristo y comparten la comunión cristiana con la iglesia universal de todos los tiempos.
¿Cómo pasamos del uso bíblico del término “santo” al uso histórico del mismo para hacer referencia a ciertos personajes relevantes? Para responder a esa pregunta, debemos hablar de la “canonización”, el proceso de convertir a un personaje en santo. Según la RAE: “En la religión católica, [significa] declarar solemnemente santo y poner en el catálogo de ellos a un siervo de Dios”. Así, existe un proceso dentro del catolicismo para que alguien llegue a ser considerado “santo” y sea agregado al santoral.
En contraste, al hacer un cuidadoso análisis de la historia de la iglesia, no hay ningún registro de los primeros siglos que indique la existencia de un proceso formal para nombrar como santos a los apóstoles o padres de la iglesia. Ellos, como seguidores directos de Jesús y como importantes teólogos y líderes cristianos de los primeros siglos, respectivamente, fueron reconocidos y “venerados” –respetados por sus grandes virtudes y ejemplo– de manera espontánea por las primeras comunidades cristianas. La gente los consideraba santos por su cercanía a Jesús y por sus contribuciones a la fe. Por ejemplo, los apóstoles fueron honrados desde muy temprano con iglesias que les fueron dedicadas y con la celebración de días especiales para recordarlos.
Los documentos más antiguos en los que se utilizó el título “santo”, y que datan de entre el siglo I y el II, son las cartas de Ignacio de Antioquía para varias de las comunidades cristianas. Con frecuencia, Ignacio se refirió a los apóstoles como “santos apóstoles”. También, los padres de la iglesia, como Agustín y Jerónimo, fueron venerados por sus enseñanzas y escritos que ayudaron a formar las doctrinas cristianas. Pero tampoco hubo un proceso formal para declararlos santos; más bien, su piedad fue reconocida por el consenso de los fieles.
En su obra De Viris Illustribus (en español, De los hombres ilustres), Isidoro se refirió a Agustín con gran respeto y lo reconoció como un santo, aunque no usó explícitamente el título “San”.
La canonización dentro de la Iglesia católica
El proceso formal de canonización comenzó a desarrollarse en la Iglesia católica alrededor del siglo X. El 3 de enero del año 993, el Papa Juan XV proclamó santo a Ulrico de Augsburgo, a petición de Otón III, un gobernante alemán. Antes de este evento, la veneración de los santos era un fenómeno local y espontáneo, confirmado solo por los obispos locales. A Ulrico de Augsburgo le siguieron una serie de canonizaciones, como cuando Juan XVIII permitió el culto a cinco mártires polacos, y Benedicto VIII declaró santo al ermitaño armenio Simeón de Mantua.
En 1153, Gualterio de Pontoise fue la última persona canonizada por una autoridad diferente al Papa, cuando el arzobispo de Ruan, Hugo de Boves, lo declaró solemnemente santo. En 1170, un decreto de Alejandro III creó todo un proceso dirigido por el Papa que cerraba la posibilidad de las canonizaciones sin la aprobación papal. Desde entonces, la lista de los santos aprobados por Roma no dejó de crecer: en 1756, Alban Butler registró en una de sus obras a más de 1400 santos, y en una actualización publicada a mediados del siglo XX, la lista ya ascendía a más de 2500. La edición de 2004 del Martirologio Romano contenía más de 7000.
Los seguidores del catolicismo romano veneran a los santos por su ejemplo de fe, virtud y piedad; los consideran héroes de la fe, antepasados espirituales e intercesores. Una vez canonizados, partes del cuerpo del difunto se convierten en reliquias sagradas (de primera clase), así como sus pertenencias (de segunda clase) y los objetos que tocaron su cuerpo (de tercera clase). Estos elementos son utilizados en medio de cultos o festividades religiosas, o se ponen bajo los altares. Algunas iglesias se construyen sobre sus restos.
Por otro lado, la Iglesia ortodoxa comparte similitudes con el catolicismo en la veneración de santos, usando un proceso de canonización llamado “glorificación”. Para ellos, la santidad se reconoce por la vida virtuosa. Además, creen en la intercesión de los santos, veneran íconos y reliquias, y celebran numerosos días festivos con énfasis en la liturgia y tradición iconográfica.
Uso del término “santo” en corrientes protestantes
Mientras que las Iglesias católica y ortodoxa practican la intercesión y veneración de reliquias, los protestantes en general rechazaron radicalmente estas prácticas durante la Reforma protestante. Las corrientes anglicana, luterana y reformada no tienen un proceso formal de elevar a personas al nivel de “santos”, con un significado distinto al de creyentes. Veamos la posición de esas tres tradiciones respecto a este tema:
- Los luteranos respetan a los santos y consideran sus vidas como ejemplos inspiradores. Tienen un “Calendario de los santos”, que incluye conmemoraciones de figuras importantes de la fe e incluye días festivos para recordar a reformadores, mártires y otros personajes significativos. Además, en él se recuerdan las vidas de creyentes destacados dentro del luteranismo, como Martín Lutero, Philipp Melanchthon, Dietrich Bonhoeffer, entre otros más.
- Los anglicanos recuerdan a los santos principalmente como ejemplos de vida cristiana y modelos a seguir. También cuentan con un Calendario de los santos y celebran a figuras importantes tanto de la tradición anglicana como de la historia de la iglesia. Además, recuerdan las vidas de personajes importantes dentro del anglicanismo, como Hugh Latimer, Thomas Cranmer o Allen Gardiner, entre muchos más.
- Las iglesias reformadas generalmente no celebran a los santos de manera formal. Sin embargo, sí recuerdan a figuras importantes de la fe durante ciertos servicios o eventos, aunque no con un calendario específico dedicado a ellos. En lugar de venerar a los santos, respetan y estudian las vidas de figuras importantes de la historia como modelos de fe y conducta.
¿Por qué Casiodoro de Reina utilizó el título “San”?
Casiodoro de Reina tradujo al español la Biblia. Su versión, que luego fue revisada por Cipriano de Valera, se convirtió en la más popular en nuestro idioma. Siendo que este erudito fue uno de los personajes más importantes de la Reforma española, ¿por qué designó con el título “San” a los escritores de los Evangelios? Estas son algunas de las posibles razones:
- El respeto a la Palabra de Dios.
- El reconocimiento a una práctica que para su tiempo ya era común en la tradición cristiana e incluso estaba arraigada en la cultura y teología cristianas.
- Facilitar la aceptación y comprensión de la Biblia para quienes ya estaban familiarizados con la convención.
Así, es probable que su decisión estuviera más relacionada con la audiencia que iba a leer la Biblia en español y no con sus propias convicciones reformadas.
El uso del apelativo “San” en nuestros días
Este breve recorrido histórico nos anima a recordar lo que dice el Nuevo Testamento sobre el significado de “santo”: todos aquellos que tenemos al Espíritu Santo, es decir, que somos santos delante de Dios por la obra de Cristo, y que seguimos siendo santificados por medio de Él, somos llamados así. Entonces, como lo vemos en muchos pasajes de la Escritura, el apelativo “santo” aplica a cualquier creyente (Col 3:12), y los cristianos protestantes estamos de acuerdo con esta verdad.
¿Qué implicaciones crees que puede tener el usar el título “san” para referirse a los apóstoles o a los padres de la iglesia en nuestros días? ¿Cuáles crees que son los mitos que existen alrededor del uso de estos términos dentro de las iglesias evangélicas?
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