La doctrina de la Trinidad, aunque evidente en la Biblia, fue difícil de comprender para muchos desde los inicios del cristianismo. En la segunda mitad del siglo II, muchos dentro de la iglesia acusaban la existencia de una especie de triteísmo. Se creía que la convicción trinitaria se enfrentaba con el dogma fundamental de la fe de Israel y de la creencia cristiana: solo hay un Dios. No solamente las Escrituras judías, sino también Jesús y los apóstoles hablaron de Dios como “único”.
Sin embargo, a pesar de esta verdad fundamental e inequívoca, el cristianismo primitivo se refería a Dios como Padre, Hijo y Espíritu. ¿Cómo dar armonía bíblica y lógica teológica a estas afirmaciones? Alguien intentó dar una explicación (aunque no fue el único): se trata de Sabelio, un maestro cristiano del siglo III.
El sabelianismo a los ojos de sus críticos
Sabelio corrió la suerte de otros personajes del cristianismo antiguo que fueron catalogados como “herejes”: todo lo que se sabe de sus vidas y doctrinas no proviene de ellos mismos, sino de sus opositores. Él no dejó nada escrito que haya sobrevivido hasta nosotros, locual esto dificulta bastante una comprensión objetiva de su pensamiento. Hoy solo podemos ir a sus críticos, analizar lo que ellos dijeron que él creía y quedarnos, al menos, con aquellos datos en los que todos concuerdan —la mayoría de las citas patrísticas que usaremos provienen de los trabajos de Reinhold Seeberg, Adolf von Harnack, Hubertus R. Drobner, J. N. D. Kelly, David Prestidge y Philip Schaff—.
La enseñanza de Sabelio, como concuerdan los heresiólogos antiguos y estudiosos modernos, era la identificación del Dios único con la unicidad personal: en Dios no solo hay una naturaleza divina, sino también una sola Persona que es exclusivamente única, identificada como el Padre. Al mantener esto, se creía que la identidad de Dios se resguardaba bajo los lineamientos teológicos base de las Escrituras judías y cristianas. Con razón Sabelio fue llamado “el más original, profundo e ingenioso de los unitarios anteriores a Nicea” por el teólogo e historiador suizo Philip Schaff.
¿Cómo lidiar con las referencias evidentes en las Escrituras a un Padre, un Hijo y un Espíritu Santo? Para Sabelio, la presencia de este lenguaje en la Biblia era innegable. Por otro lado, comprendía tales títulos o nombres bajo un fuerte y vivo sentido divino. ¿Acaso esto significa que son tres dioses distintos? No. Sabelio concluyó que se trataban de “modos” en los que el único Dios verdadero se ha revelado en la historia, o al menos eso es lo que nos dicen sus críticos. Schaff se refiere a su visión como una trinidad modal, no una tripersonalidad.
Para Sabelio, hay un Padre, un Hijo y un Espíritu, pero que no se comprenden como personas divinas distintas —como subsistencias individuales, podríamos decir, aunque usemos una palabra poco precisa—, sino más bien, como diversos modos del progresivo revelamiento divino del ser de Dios en el mundo. A todas luces esto es, como lo expresa el académico Charles Kannengiesser, una “confusión hipostática”. El Doctor en Filosofía Lucas F. Mateo Seco lo resume así:
[El sabelianismo cree que] Dios se habría manifestado primero en la Persona del Padre como Creador, después en la Persona del Hijo como redentor, y finalmente en la Persona del Espíritu Santo como comunicador de vida y santificador. En todas estas intervenciones, Dios sería siempre la misma Persona.
Un pensamiento así no debe sorprendernos: era el resultado evidente de afirmar la unicidad de Dios y la divinidad de Cristo, pero sin creer que fueran dos personas distintas y, por lo tanto (según Sabelio), dos dioses diferentes, lo cual violaría expresamente el monoteísmo judío y cristiano. Para Sabelio no había problema en que Dios tuviera diferentes nombres o títulos en las Escrituras, como Padre, Hijo y Espíritu, sino que, para él, estos hacían referencia a un solo ser divino que era uno numéricamente.
Una doctrina así, presentada en pleno siglo III, convertía a cualquiera en un candidato especial para la excomunión. Sabelio lo sabía y fue excomulgado alrededor del año 260.
Interpretaciones de la Trinidad
Antes, durante y después de Sabelio, esta interpretación de la trinidad no era algo completamente extraño. Existen varias fuentes que dejan ver que en muchos casos de la teología del siglo III se identificaba al Padre con el Hijo, basándose en la creencia en un solo Dios. En el capítulo 28 de Adversus Praxean (Contra Práxeas), Tertuliano criticó a Práxeas por enseñar que Cristo era el Padre. Por su parte, en el libro V de su “Refutatio Omnium Haeresium” (Refutación de todas las herejías), Hipólito de Roma respondió a Noeto, quien dijo que el Padre y el Hijo son el mismo.
Incluso el obispo de Roma, Calixto, admitió ciertamente que el Logos es el Hijo, pero al mismo tiempo profirió que es también el Padre, solo que con un nombre distinto, no habiendo distinción personal real entre el Padre y el Hijo-Logos, sino solo el hecho de que el Hijo era el Padre pero en forma humana y visible, como se describe en el libro VII de la misma obra de Hipólito. Con el tiempo, Calixto modificó su doctrina.
Para nuestra sorpresa, hay un número creciente de pensadores que creyeron lo mismo. Sin embargo, el lugar de Sabelio en todas estas corrientes trinitarias como interpretaciones tempranas del misterio de Dios fue decisivo. Bajo el nombre de “sabelianismo” se comprende toda una teología trinitaria que desde sus inicios fue rechazada por la iglesia: el monarquianismo modalista, que enseña que Dios es una única Persona, pero que se manifiesta en diferentes modos o formas a lo largo del tiempo (Padre, Hijo y Espíritu Santo).
Un concepto fundamental en la reflexión de Sabelio, y del cual se ha escrito bastante, era “prósopon” (prósōpon), que en griego significa “delante de la cara, máscara”. Adolf von Harnack explicó que fue usada –como se confirma en el acuerdo de sus opositores en este tema–, no para referirse a una persona en el sentido posterior que tuvo en el lenguaje teológico y que tanto definió la fe trinitaria y cristológica en siglos siguientes, sino a modo de “forma de manifestación”, como energías sucesivas que se iban manifestando. Por lo tanto, en Dios habría tres prósopon: tres energías que se manifiestan y revelan como Padre, Hijo y Espíritu.
Entiéndase bien “prósopon”, no como persona o subsistencia individual (como sería entendida después por la teología de la iglesia), sino simplemente como forma de revelación, como manifestación visible de sucesión divina que podía, dependiendo del tiempo y la ocasión, ir y venir, cambiar una y otra vez. Así, Dios puede ser lo que quiera de acuerdo a Su propósito y obrar por tanto de una manera acorde a Su nueva máscara de manifestación: Padre, Hijo o Espíritu.
En esta perspectiva sabeliana, toda la historia de la salvación en la Biblia refleja, en sus respectivas épocas, la identidad de la revelación que el único Dios unipersonal ha determinado mostrar a los hombres. Según el erudito Manlio Simonetti, en esta visión de la historia de la salvación: “un único Dios se manifiesta como Padre en el Antiguo Testamento, como Hijo en el Nuevo Testamento bajo la encarnación, [y] como el Espíritu Santo cuando se derramó a sí mismo sobre los apóstoles en Pentecostés”.
Como hemos mencionado, no es posible conocer con precisión la metodología trinitaria de Sabelio; lo que se afirma al respecto puede ser completamente cierto, parcialmente cierto o simplemente erróneo. Sin embargo, los antiguos nos han dejado algunos comentarios sobre el tema. Según Epifanio de Salamina, Sabelio recurría a la analogía del tricotomismo y la naturaleza del sol. No es tan seguro que haya usado estas comparaciones, pero su sentido sería el siguiente: el cuerpo es un solo objeto, del cual se habla como carne, alma y espíritu; o el sol, que siendo un solo objeto, sin embargo, posee la energía, el calor y la forma. Si se puede hablar de estas realidades por cómo se manifiestan, lo mismo podemos hacer con Dios bajo los principios modalistas: Dios, que es uno solo, se manifiesta como Padre, Hijo y Espíritu.
Una buena intención, un resultado desastroso
Los últimos años y experiencias de Sabelio son desconocidos. Sin embargo, su figura quedó marcada como la del hereje que, a causa de su error, encaminó la reflexión de la iglesia sobre el misterio de Dios hacia el camino de la fe nicena (325) y, posteriormente, constantinopolitana (381).
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Este pensador quiso conciliar dos partes de la revelación cristiana que no parecían tener sentido en la cabeza de muchos. No era un marcionista –que rechazaba el Antiguo Testamento–; menos aún un ebionita o adopcionista –que negaba la realidad divina del hombre Jesús–. Su proyecto era dar una explicación a la doctrina de la unicidad del Dios cristiano, que se reveló como un Dios único y a la vez Padre, Hijo y Espíritu. Aunque su proyecto partió de una buena intención —explicar dos elementos que parecen contradictorios en la revelación perfecta de Dios—, su resultado fue desastroso.
Su interpretación de Dios cayó en el extremo del error teológico. Su figura está junto a los muchos pensadores que fueron más allá de los límites de la reflexión cristiana, y su ejemplo nos llama hoy a ser precavidos en cuanto al pensamiento de la fe. Pero, gracias a Dios, con Sabelio no acabó la discusión. Tuvieron que pasar muchos años, a través de calurosas y penosas controversias, para que la iglesia llegara a confesar al fin la fe común sobre el Dios Trino de la Biblia. La fe de los cristianos sobre este tema fundamental y su respectiva praxis quedarían soldadas por los esfuerzos de personajes como Atanasio, Novaciano y los Capadocios, pero ese es tema de otro artículo.
Referencias y bibliografía
History of the Christian Church II de Philip Schaff, p. 152.
History of the Christian Church III de Philip Schaff, p. 153.
Encyclopedia of Ancient Christianity. IVP Academic: Downers Grove, Illinois, 2014, 1: p. 600; 3: p. 445.
Dios, Uno y Trino de Lucas F. Matteo Seco (Eunsa: Navarra, 2008), p. 197.
History of Dogma III de Adolf von Harnack, 1, p. 84.
Panarion, No. 62, 1.
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