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Este hombre fue una de las figuras más importantes en el despertar misionero del movimiento evangélico moderno. Infatigable e intrépido, fue una de las personalidades más importantes de la historia bautista.
Un estudiante prominente
Andrew Fuller nació el 6 de febrero de 1754 en la ciudad de Wicken, Cambridgeshire, Inglaterra. Sus padres Robert y Philippa Fuller se dedicaban a cuidar granjas productoras de leche. Cuando Andrew tenía tan solo siete años, sus padres decidieron irse a vivir a un poblado llamado Soham, a unos cuatro kilómetros de Wicken. Una vez allí, la familia se unió a una iglesia bautista particular en la que Fuller sería formado en la teología hipercalvinista, prevaleciente entre los bautistas particulares de su tiempo.
A principios de 1769, cuando tenía alrededor de quince años, Fuller empezó a experimentar una fuerte convicción de pecado que desembocaría en su conversión a finales del mismo año. En abril del año siguiente, sería bautizado y se volvería miembro de la iglesia bautista de Soham.
En poco tiempo, la iglesia empezó a notar que el joven Fuller tenía dones peculiares que lo hacían apto para el ministerio. Pronto el pastor titular tuvo que dejar la iglesia, así que Fuller, a pesar de tener solo 17 años, asumió el papel de predicador. Unos años después, cuando tenía 21 años, fue admitido como pastor. Aunque no contaba con una educación formal, Fuller fue un gran estudiante, así que a partir de 1771 se interesó mucho en los temas teológicos del momento. Por ese tiempo leyó toda la literatura pertinente a la que tuvo acceso. Un año después de ser nombrado pastor, se casó con Sarah Gardiner, quien también era miembro de la iglesia. La pareja tendría once hijos, de los cuales ocho murieron en la infancia.
En pro del evangelismo
En 1782 Fuller dejaría su trabajo como pastor en Soham pues fue invitado a pastorear una iglesia en Kettering, Northamptonshire. Su estancia como líder espiritual de esta iglesia fue decisiva en su formación doctrinal. Estando allí, rechazó el “alto calvinismo”. Para Fuller, ese “alto calvinismo” hacía un énfasis en la soberanía de Dios en la salvación hasta un punto que negaba el ofrecimiento gratuito del evangelio y obstaculizaba seriamente el evangelismo efectivo. Fuller creía que, si se aceptaba dicha perspectiva, el creyente tendría poco o nada qué decirle a los inconversos.
Su trabajo en la promoción de las empresas misioneras de la iglesia bautista inglesa comenzó hacia 1784, en gran parte, gracias a la influencia de los hermanos Wesley y George Whitefield. Su posición al respecto quedaría plasmada en su libro The Gospel Worthy of All Acceptation, en español El evangelio digno de toda aceptación, cuya primera edición aparecería en 1785. La segunda edición de 1801 aparecería con un subtítulo que decía “El deber de los pecadores de creer en Jesús.” Fuller quería dejar claro que la fe en Cristo es el deber de todos los hombres que escuchan o tienen la oportunidad de escuchar el evangelio. Este libro tendría, a la postre, un gran impacto en la perspectiva misionera de gran parte de la denominación bautista.
Sin embargo, Fuller no quería apartarse de las enseñanzas tradicionales de los bautistas particulares que tenían una tradición calvinista. En cambio, buscaba ser fiel a las doctrinas centrales de la tradición reformada histórica. Su objetivo era hacer que los predicadores hicieran más énfasis en las obligaciones universales del arrepentimiento y de la fe que solo podían ser transmitidas por el evangelio.
Fuller también cultivó su perspectiva teológica y filosofía ministerial al estudiar ardientemente las Escrituras y las obras de los reformadores, los puritanos del siglo XVII (especialmente John Owen (1616-1683)), los primeros bautistas ingleses (como John Bunyan (1628-1688) y John Gill (1697-1771)), y los escritos de Jonathan Edwards (1703-1758). Fuller también aceptó la influencia de los misioneros John Eliot (1604-1690) y David Brainerd (1718-1747) en muchas de sus obras.
La lucha por las misiones
En 1792 su esposa Sarah falleció, dejando un tremendo vacío en su vida. No obstante, el trabajo para Fuller no se detuvo, ya que tan solo unos meses después de la muerte de su esposa, en octubre de 1792, se daría la fundación de la Sociedad Bautista Particular para la Propagación del Evangelio entre los Paganos, más tarde conocida como Sociedad Misionera Bautista. Esta sociedad es fundamental ya que fue a través de ella que fue posible el envío, en 1793, del primer misionero bautista a la India: William Carey (1761-1834). El papel de Fuller en esta iniciativa fue tan importante y reconocido, que sería el secretario de la Sociedad Misionera Bautista hasta su muerte.
Pero la labor de concientizar a los creyentes de la necesidad de las misiones no fue fácil. Fuller representaba a la misión en giras por todo el país con el objetivo de recaudar fondos. Realizó cinco importantes giras por Escocia y también estuvo en Gales e Irlanda. Fuller confiaba en el Señor para llevar adelante la obra misionera, así que también promovió entre las congregaciones bautistas una reunión de oración mensual por la propagación del evangelio y el reino de Cristo hasta los confines de la tierra. Además, escribió al menos 167 artículos promocionando las misiones en varias revistas evangélicas reconocidas y escribió muchos folletos, sermones y ensayos al respecto.
El compromiso de Fuller con la Sociedad Misionera Bautista no fue motivado solo por sus convicciones en cuanto a la necesidad del evangelismo, sino también por su profunda amistad con William Carey. Él y dos amigos más, John Ryland (1753-1825) y John Sutcliff (1752-1814), se habían comprometido a apoyar el trabajo misionero en la India mientras Carey estuviera vivo. Fuller creía que la esencia de la misión estaba en la singularidad de Cristo y la responsabilidad cristiana de proclamarlo. Para Fuller, la traducción de la Biblia y la evangelización debían tener prioridad. Aunque los hindúes no deseaban ni buscaban las Escrituras cristianas, ignorar y descuidar a alguien en un estado inconverso era incompatible con el amor de Dios.
No obstante, las batallas de Fuller no estaban solo limitadas al tema de las misiones. Se encontró en permanente disputa con los bautistas calvinistas radicales y con los bautistas generales. También tuvo que lidiar con las ideas deístas, intelectualistas y liberales que estaban entrando en la iglesia con mucha fuerza. Además, fue un fuerte oponente de la trata de esclavos británica y, aunque no era anglicano, era un conocido de William Wilberforce (1759-1833) y de otros abolicionistas. Así mismo, fue un pastor de pastores que ejerció una influencia no pequeña para la doctrina evangélica y una visión misionera a través de los muchos sermones de ordenación que predicó.
Pero ahí no terminaba la tarea de Fuller. Además de ser un apologista e impulsor misionero, ejercería un ministerio pastoral muy importante en su iglesia en Kettering, que consideraba su principal labor. Durante sus treinta y tres años allí, de 1782 a 1815, la membresía de la iglesia se duplicó con creces, pasando de 88 a 174 miembros, y la cantidad de personas que llegaron a escuchar sus sermones llegó a ser de miles. Esto obligó a la administración de la iglesia a adaptar el edificio para que pudiera recibir a más personas.
A pesar de no contar con formación universitaria, Andrew Fuller fue reconocido por sus contemporáneos como el teólogo bautista más preeminente de su época, y recibió el título de “doctor honoris causa” en teología, tanto de Princeton en el año 1798, como de Yale en 1805.
Un gran legado misionero
Pese a su gran capacidad de trabajo y a su importante labor, el cuerpo de Fuller no tenía la capacidad de sostener su agitada vida. En 1793 sufrió un accidente cerebrovascular que le dejó secuelas, como dolores de cabeza constantes y una salud muy afectada. Según testimonios, en los últimos quince años de su vida rara vez estuvo bien de salud.
Fuller cayó gravemente enfermo en septiembre de 1814 y en los siguientes meses su salud se deterioró irreversiblemente. Su último sermón en Kettering fue el 2 de abril de 1815 y murió un poco más de un mes después, el 7 de mayo, a la edad de 62 años. Se estima que a su funeral asistieron al menos unas dos mil personas.
Fuller quiso que su funeral fuera presidido por su gran amigo John Ryland, quien predicó un sermón basado en Romanos 8:10. El sermón del funeral incluyó un breve relato de sus últimos días y la siguiente declaración hecha en su última carta a Ryland:
“He predicado y escrito mucho contra el abuso de la doctrina de la gracia, pero esa doctrina es toda mi salvación y todo mi deseo. No tengo otra esperanza que la salvación por mera gracia soberana y eficaz a través de la expiación de mi Señor y Salvador”.
Es difícil comprender las razones por las que la labor misionera de William Carey sufrió tanta oposición por parte de su propia denominación, pero es más fácil comprender este antagonismo cuando estudiamos la vida y el trabajo de Andrew Fuller. La desviación de las verdades de las Escrituras estaba matando la denominación bautista en Inglaterra. Sin embargo, y en parte gracias al trabajo de Fuller, la denominación se revitalizó y llegó a ser parte de uno de los movimientos misioneros más grandes e influyentes de la historia.
Muchos en su época, y aún después de ella, pudieron hacer eco de las palabras de su muy íntimo amigo William Carey, que dijo que “lo amaba”. Cerca del comienzo del sermón fúnebre que John Ryland predicó para Andrew Fuller en 1815, Fuller fue descrito como “...quizás el escritor teológico más juicioso y capaz que jamás haya pertenecido a nuestra denominación ‘bautista calvinista’”, mientras que Charles Spurgeon describió una vez a Fuller como “...el más grande teólogo de su siglo.”
La influencia de Fuller llegaría a ser tan grande que el calvinismo evangélico llegó a ser conocido en Inglaterra como “fullerismo”. Fuller se ganó una reputación con sus libros, especialmente, por oponerse pública, clara y sistemáticamente a cualquier doctrina que él creía que estaba socavando a la iglesia y a su misión. Sus numerosos escritos ocasionales y manuscritos de sermones revelan un gran amor por el mensaje del evangelio. Promovió con pasión que la verdad bíblica e histórica del calvinismo defendía totalmente el ofrecimiento del evangelio a toda persona sin excepción alguna.
Finalmente, puede que Andrew Fuller nunca haya ido al campo misionero en el extranjero, pero su profundo amor por los perdidos y su labor por difundir la necesidad de asumir la responsabilidad de llevar adelante la Gran Comisión entre los evangélicos ingleses marcó un gran legado en la labor misionera posterior.
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