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Más de tres millones de esclavos fueron comercializados desde el continente africano y dirigidos hacia las colonias británicas en América entre 1700 y 1810. Sin duda, aquel era un negocio lucrativo y con grandes poderes, que sólo sería vencido por la persistente fe y convicción de muchos de los promotores del abolicionismo, entre quienes estaba este particular político y reformador social: William Wilberforce (1759-1833).
La fe de William Wilberforce y el comercio de esclavos
Wilberforce nació en Hull, Yorkshire, Inglaterra, el 24 de agosto de 1759. Realizó sus estudios en el St. John's College de la Universidad de Cambridge. En 1780, a sus 21 años, entró a formar parte de la Cámara de los Comunes.
Entre 1784 y 1785 fue salvo por medio de la fe en el evangelio y, en consecuencia, inició importantes proyectos enfocados en el auxilio de los cientos de miles de esclavos. Fue así como puso en práctica los dos mandamientos en los que Jesús resumió toda la Ley. Debido a la influencia de John Newton (1725-1807), extraficante de esclavos y líder de la Iglesia anglicana, consideró su espacio en el Parlamento británico como una notable herramienta para la transformación social de Inglaterra y el Reino británico de su época.
Entre 1790 y 1830, participó en la Clapham Sect, también conocida como los “Santos de Clapham”, un grupo de cristianos evangélicos que hizo campaña contra la esclavitud y apoyó el trabajo misionero en Inglaterra y sus colonias. Una de las sociedades más prominentes de la Clapham Sect fue The Society for Effecting the Abolition of Slave Trade (en español, la Sociedad para la Abolición del Comercio de Esclavos), de la cual Wilberforce fue fundador junto a Thomas Clarkson (1760-1846), diácono y activista del movimiento; y al filántropo Granville Sharp (1735-1813). El reconocido economista y banquero Henry Thornton (1760-1815) también hizo parte de la asociación.
La Sociedad para la Abolición del Comercio de Esclavos fue establecida a partir de mayo de 1787 y se convirtió en pionera de los movimientos sociales modernos. Su estructura y organización llevaron a muchos británicos a ser escuchados. Además, logró calar profundamente en la sociedad a través de la propaganda antiesclavista que publicó en libros y folletos.
Una obra política determinante
En 1789, Wilberforce habló en la Cámara de los Comunes respecto al terror de la condición del esclavo en sus días. Aunque su discurso fue apasionado y enfático, sus opositores proesclavistas lograron superar la votación del proyecto de ley abolicionista con 163 votos, contra solo 88 a favor. Al año siguiente, Wilberforce nuevamente presentó su proyecto ante el Parlamento británico. Sin embargo, aunque la votación proabolición superó a sus contrincantes esclavistas, los levantamientos revolucionarios que se estaban gestando en Francia obligaron a postergar la ejecución de la Ley.
Wilberforce era sin duda un hombre persistente, afirmado en los principios cristianos del amor al prójimo y el cuidado de las viudas y huérfanos. Esto era evidente en su carrera política, especialmente en su posición contra el esclavismo. Su obra fue constante, sus debates eran abrumadores y su claridad sobre lo que debía ser “lo bueno” para las personas en general lo ubicó como un opositor político del mercado lucrativo de esclavos, provenientes de las colonias en África.
En 1805, Wilberforce logró sacar adelante un proyecto de ley que prohibía el comercio de esclavos en los territorios conquistados por el reino y que posteriormente incluiría la prohibición definitiva del tráfico de esclavos en las aguas del Atlántico británico.
Ese mercado arrasaba con la idea del valor intrínseco del ser humano como creación de Dios, hecho a Su propia imagen. Los hombres, mujeres y niños eran separados de sus familias en las tierras colonizadas, trasladados bajo condiciones de muerte, atiborrados en embarcaciones sin ningún tipo de seguridad, sin condiciones higiénicas básicas, apilados unos contra otros y vistos tan solo como mercancía. Con esto presente y tras una ardua investigación sobre el comercio, trato y condiciones de los esclavos en el Imperio británico, Wilberforce preparó el debate para prohibir el transporte de esclavos en embarcaciones propias del Reino Británico. A comienzos del siglo XIX, en 1806, se planteó esta propuesta, que finalmente fue aprobada con una mayoría abrumadora de 283 votos contra 16.
En busca de la abolición definitiva
Después de 1807, la Sociedad para la Abolición del Comercio de Esclavos promovió la creación de la Institución Africana, cuyo rol era garantizar la aplicación de las leyes abolicionistas que habían sido aprobadas. En 1823, Wilberforce, junto con Thomas Clarkson y otros antiesclavistas influyentes, dio forma a otro movimiento: la Sociedad contra la Esclavitud. Esta nueva asociación exigió cambios en las condiciones de vida de los esclavos y definió un plan para su emancipación definitiva.
Entre 1828 y 1830, la Sociedad contra la Esclavitud, que ya estaba conformada como una red a nivel nacional con auxiliares locales y regionales, respaldó las más de cinco mil peticiones presentadas al Parlamento que solicitaban la mitigación y abolición de la esclavitud. Luego, del Parlamento reformado de 1832 salieron muchos políticos de vieja data y esclavistas. Esto abrió las puertas para el ingreso de nuevas ideas, a tal punto que, el 28 de agosto de 1833, la Ley de emancipación de esclavos recibió el dictamen real para darle inicio a su libertad progresiva.
El objetivo alcanzado
El 31 de julio de 1838, todo esclavo en el Imperio Británico fue dejado en libertad. La larga lucha contra el sangriento e inhumano trato dado a los esclavos se hizo realidad sobre un extenso territorio a nivel mundial.
William Wilberforce es reconocido por haberse plantado en el Parlamento contra fuerzas contrarias que manifestaban abiertamente sus intereses económicos y de dominio social por encima del bienestar de sus prójimos. En esta lucha también se mostró el alcance del mensaje de Jesucristo a través de seguidores fieles como Wilberforce. Él y otros defensores de la libertad enfrentaron ideas preconcebidas como naturales, que sin duda contradecían no solo su fe, sus creencias y convicciones, sino lo que Dios ha establecido.
Tres días después de que su lucha en pro de la emancipación de los esclavos se convirtiera en ley, el 29 de julio de 1833, William Wilberforce murió. Dejó un poderoso legado de convicción, valorando más la imagen de Dios impresa en todos los seres humanos, que los parámetros socioeconómicos de su época. Su testimonio no solo impulsó a muchos en su época a alzar la voz en contra de los abusos a la humanidad, sino que hasta el día de hoy sigue animando a los cristianos a enfrentar la cosmovisión antibíblica de este mundo.