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A pesar de provenir de una familia muy rica, este joven se entregó en cuerpo y alma al llamado misionero. En su corta vida, rechazó una prometedora carrera en los negocios y una vida cómoda para viajar a medio oriente y llevar el evangelio a los musulmanes. La famosa frase de este joven misionero, “Sin reservas, sin arrepentimientos, sin vuelta atrás” se ha convertido en un ícono del llamado a las misiones.
Bienvenidos a este resumen de la vida de William Borden (1887-1913).
Deseo por Oriente
William Borden nació el 1 de noviembre de 1887 en Chicago, como el tercero de los cuatro hijos de un hombre rico que había hecho su fortuna en la explotación de plata. La madre de William se convirtió al Señor en la iglesia del famoso predicador y evangelista D. L. Moody (1837-1899), así que la crianza de los niños Borden estuvo fuertemente influenciada por la fe en Cristo. Como consecuencia, el pequeño William profesó una fe firme y fuerte desde niño.
Cuando ya era un adolescente, fue aceptado en la prestigiosa academia Hill School de Pensilvania. En 1904, cuando tenía 16 años, se graduó como uno de los mejores de su clase. Pero antes de ir a la universidad, los padres de William quisieron que su hijo tuviera una experiencia educativa de moda por aquel entonces: un año sabático.
Durante los siguientes once meses, Borden fue puesto bajo la tutela de Walter Erdman, un recién graduado del Seminario Teológico de Princeton que se había convertido en ministro y misionero. Así, Borden y Erdman emprendieron una travesía alrededor del mundo para visitar estaciones misioneras e iglesias en Japón, China, India, Egipto, Siria y Turquía. Desde allí, el joven escribiría una gran cantidad de cartas en las que describe lo maravillado que estaba por la cultura de Oriente. En una de ellas, escrita desde Japón, Borden les dijo a sus padres cómo este viaje estaba avivando un gran deseo en él.
“Nunca pensé muy seriamente en ser un misionero”, escribió, “pero cuando miro hacia el futuro, parece que lo único que puedo hacer es prepararme para el campo en el extranjero”. Sin embargo, parecía que la idea de las misiones entusiasmaba poco al padre de Borden. Sus amigos también creían que sería un desperdicio de vida el que el joven se dedicara a las misiones, sobre todo, teniendo un horizonte tan promisorio en los negocios. Las experiencias en el campo misionero animaban a Borden de una forma que la riqueza y la fortuna no lo hacían.
Borden regresaría a los Estados Unidos con un fuerte deseo de honrar a Dios, pero con el compromiso de iniciar su carrera en la Universidad de Yale. Durante los siguientes cuatro años, se dedicó al estudio y a los deportes. Hizo parte del equipo de boxeo, de yates y participó en atletismo. También fue nombrado presidente de la Phi Beta Kappa. Durante su primer año en Yale, Borden asistiría a una conferencia del Student Volunteer Movement. En la conferencia, hablaría Samuel Zwemer (1867-1952), un misionero que trabajaba entre los musulmanes chinos. El testimonio conmovió a Borden. Zwemer dijo en aquella conferencia que las misiones “No eran una expedición fácil ni una excursión de picnic.”
Borden decidió que su llamado era a las misiones entre los chinos musulmanes así que, durante en su segundo año en Yale, se puso en contacto con la CIM (China Inland Mission), pero le dijeron que esperara. Intentó de nuevo en su último año con la CIM y otras agencias misioneras, pero solo sería aceptado por la CIM hasta 1912, con la condición de que terminara sus estudios y fuera ordenado antes de ir al campo misionero.
Misión universitaria
Pero Borden no permitió que su deseo misionero nublara el llamado que tenía dentro de Yale. Desde su primer año, logró reunir a al menos 150 compañeros universitarios para un estudio bíblico semanal. También se comprometió con evangelizar y él mismo discipuló a los estudiantes más difíciles. Se cree que su misión dentro de la universidad llevó el evangelio a entre 1.000 y 1.300 estudiantes.
Durante su segundo año universitario, Borden también estableció una misión en New Haven, muy cerca de Yale. La ciudad, que era un puerto marítimo entre Boston y Nueva York, se había convertido en la estación de llegada de muchas personas de bajos recursos que vivían en condiciones precarias. El vicio y la vida desordenada también atraía a una gran cantidad de estudiantes. La misión en la que se involucró Borden, la Misión Yale Hope, en solo un año enseñaría el evangelio a al menos 17.000 personas y asistió a al menos 8.000 personas que no tenían donde dormir.
Se le preguntó a un teólogo británico que visitó New Haven por ese tiempo qué había sido lo más impresionante que había visto en los Estados Unidos, a lo que respondió: “La visión de ese joven millonario arrodillado en oración junto a un vagabundo en la Misión Yale Hope.” Gracias a que provenía de una familia muy adinerada, Borden pudo comprar un edificio y dotarlo con una capilla, un hotel y cocina, además de entregarse él mismo a las labores de la misión. También continuaría apoyando económicamente la labor del centro convirtiéndose en su principal benefactor.
El padre de Borden moriría en 1906, lo que impuso la presión sobre él de llevar adelante el negocio familiar y mientras, según algunos testimonios, rechazaba ofertas laborales constantes. Sin embargo, el corazón del joven estaba en las misiones. “Sin volver atrás”, escribiría al margen de su Biblia para animarse en esos momentos de confusión.
Camino eterno a las misiones
Después de graduarse de Yale, Borden pasaría tres años más estudiando en el Seminario Teológico de Princeton, donde compartió clase junto al famoso J. Gresham Machen (1881-1937). Mientras estudiaba allí, sirvió como maestro de escuela dominical en la Iglesia Episcopal Metodista Africana, al tiempo que empezaba a aprender árabe.
Una vez graduado, Borden se ordenaría en su iglesia local en Chicago, en la hoy conocida como Moody Church, para finalmente inscribirse en la China Inland Mission. Pero pasarían seis meses antes de ir al campo misionero, tiempo que Borden aprovechó para viajar con el Movimiento de Estudiantes Voluntarios a través de al menos 30 campus universitarios mientras les hablaba de la profunda necesidad de misioneros en el mundo.
A pesar de verse tentado a seguir trabajando entre los estudiantes, ya que le preocupaba mucho el clima liberal de las universidades, terminó por irse al campo misionero. Su objetivo era ir a la provincia de Gansu en China, una zona con una gran cantidad de población musulmana en medio de la cual ninguna organización misionera estaba trabajando.
Pero esta misión implicaba que Borden debía aprender árabe y tener un buen conocimiento sobre el islam. Así, el 17 de diciembre de 1912 viajó en dirección a El Cairo en Egipto, una partida que fue cubierta por los periódicos locales de Chicago. Tan pronto como llegó, se instaló con una familia siria en un barrio amigable con los cristianos coptos. Desde allí empezó a idear la forma de llevar copias de la Biblia a los 800.000 habitantes de la ciudad, mientras conocía al primer chino musulmán de la provincia de Gansu.
Pero tan solo tres meses después de su llegada a El Cairo, Borden contrajo una meningitis espinal y 19 días después, el 19 de abril de 1913, murió. Una vez que el anuncio de la muerte de Borden llegó a los Estados Unidos, los periódicos cubrieron la noticia y la historia de su vida, lo que convirtió al joven misionero fallecido en una figura muy popular. Muchas iglesias y organizaciones rindieron tributo a William Borden durante el siguiente año y todas las conferencias del Movimiento de Estudiantes Voluntarios en 1913 honraron su memoria. La fortuna del joven, de acuerdo con su voluntad, sería distribuida entre la China Inland Mission, la Nile Mission Press, Moody Church y varias organizaciones cristianas más.
El eco del impacto de la muerte de Borden regresó a El Cairo, donde algunos de sus amigos misioneros escribieron un testimonio del joven que sería traducido al idioma árabe, persa e indostaní. También se tradujo una versión china que sería distribuida en el país oriental y que abriría las puertas para nuevas estaciones misioneras. En el año 1914, la CIM fundó un hospital en la provincia de Gansu, a dónde Borden deseaba ir como misionero. El nuevo edificio fue nombrado Hospital Borden Memorial.
Una de las citas más famosas de Borden fue: “Sin reservas, sin arrepentimientos, sin vuelta atrás”, la cual hoy está estampada en su tumba en El Cairo. EL corto paso del joven William Borden por este mundo fue realmente inspirador. Su vida fue muy documentada, lo que ha permitido conocer muchos detalles sobre su celo evangelístico. Esta vida, interrumpida tan abruptamente, ha inspirado a innumerables misioneros durante el siglo XX y el siglo XXI a obedecer su llamado e ir al campo a llevar el evangelio hasta lo último de la tierra.
¿Y tú? ¿Qué piensas? ¿Cómo la frase “Sin reservas, sin arrepentimientos, sin vuelta atrás” de Borden te hace meditar en tu vida cristiana? ¿Cómo puedes usar los recursos que el Señor te ha dado para cumplir con la Gran Comisión? ¿Por qué crees que la corta carrera misionera de Borden es tan inspiradora?
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