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Robert Cleaver Chapman (1803 - 1902) intentó hacer todo lo posible por ser olvidado, pero Dios intervino en nuestro favor.
Como el hombre inusualmente humilde que era, a Chapman le habría complacido que no hubieras oído hablar de él, y la mayoría de los cristianos no lo han hecho. Probablemente, habría protestado porque estoy llamando tu atención sobre él aquí, pero lo hago de todos modos porque sé que serás enriquecido al conocerlo. Y dudo que le moleste ahora, habiendo vivido en el cielo durante casi 120 años.
Te sorprendería saber que fue uno de los cristianos más influyentes en la Inglaterra del siglo XIX. Muchos líderes ingleses prominentes de esa era, cuyos nombres sí conoces, como Charles Spurgeon, J.C. Ryle, Hudson Taylor, George Müller, incluso el Primer Ministro Gladstone, conocían, amaban y reverenciaban a Robert Chapman, y buscaban su consejo. ¿Por qué? Como lo explican Alexander Strauch y Robert Peterson en Agape Leadership: Lessons in Spiritual Leadership from the Life of R.C. Chapman (en español, Liderazgo ágape: lecciones sobre liderazgo espiritual de la vida de R. C. Chapman):
Se volvió legendario en su tiempo por su comportamiento amable, su paciencia, su bondad, su juicio equilibrado, su capacidad para reconciliar a personas en conflicto, su absoluta fidelidad a las Escrituras y su amoroso cuidado pastoral.
En resumen, era la hermosa y (tristemente) rara forma en que Chapman amaba a los demás lo que dejaba muy claro a todo el mundo de quién era discípulo: “En esto conocerán todos que son Mis discípulos, si se tienen amor los unos a los otros”, Juan 13:35 (NBLA). Spurgeon le llamó “el hombre más santo que he conocido”.
De su nacimiento a Barnstaple
Robert nació en 1803, hijo de Thomas y Ann Chapman. Desde temprana edad, fue evidente que era muy inteligente. A los quince años, dejó su hogar para ser aprendiz de abogado en Londres. Sobresalió en su aprendizaje y a los veinte años se convirtió en abogado de la Corte de Common Pleas y de la Corte del Tribunal del rey. Un par de años después, inició su propio bufete de abogados. Otros abogados experimentados veían un futuro profesional prometedor para Robert.
Pero durante su aprendizaje también experimentó una creciente hambre espiritual. Un abogado cristiano de más edad se hizo amigo de Robert y le invitó a la capilla John Street, donde, bajo la predicación evangélica de Harington Evans, Chapman, de veinte años, comprendió el evangelio y se convirtió.
En los años siguientes, Chapman se involucró cada vez más en el ministerio de John Street Chapel y Evans le enseñó a predicar. Pero a medida que aumentaba su interés por estudiar la Biblia y participar en la difusión del evangelio, disminuía su interés por la abogacía.
Finalmente, a los veintinueve años, Chapman abandonó completamente la abogacía y aceptó convertirse en el pastor de una pequeña iglesia bautista llamada Ebenezer Chapel en Barnstaple, un pueblo de unos siete mil habitantes en el suroeste de Inglaterra. Ministraría allí durante los próximos setenta años.
Líder ágape
Antes de convertirse en pastor, Chapman había decidido, no solo predicar a Cristo, sino vivir a Cristo. Cuando asumió el liderazgo pastoral en la Capilla Ebenezer, tuvo amplia oportunidad para ejercer su resolución.
Ebenezer tenía tantos conflictos internos, que había agotado a tres pastores en los dieciocho meses antes de la llegada de Chapman. No solo eso, sino que algunas de las convicciones teológicas de Chapman diferían significativamente de las de la iglesia. La situación parecía propicia para otro pastorado breve, pero eso no ocurrió. ¿Por qué?
Porque Chapman realmente creía en el poder de la oración perseverante y la practicaba. Tenía una confianza suprema en el poder de la palabra predicada fielmente y con oración para transformar a la gente. Decidió ser pacientemente persistente y tierno con la gente. En lugar de exacerbar las tensiones al intentar implementar cambios teológicos y estructurales con prisa, incluso aquellos sobre los que sentía una fuerte convicción, Chapman los encomendó a la oración, predicó y enseñó la Biblia fielmente, y extendió a la gente un amor tenaz y perseverante. Eventualmente, la mayoría de las personas en la iglesia abrazaron lo que Chapman enseñaba y modelaba.
División en la iglesia
Pero no todos abrazaron sus enseñanzas, lo que proporcionó a Chapman una oportunidad muy diferente de vivir a Cristo de una manera aún más profunda.
Dos años después de iniciar su ministerio, a pesar de hacer todo lo posible por evitarlo, un pequeño grupo de miembros de Ebenezer se separó para formar su propia iglesia. No solo eso, sino que este grupo exigió que el resto de la iglesia abandonara el edificio, ya que se consideraban el remanente fiel de las convicciones originales de la iglesia. En respuesta a esto, Chapman hizo algo inusual: lideró al resto de los santos en Ebenezer (el grupo mayoritario) a ceder el edificio al grupo disidente. Creía que era mejor ser agraviado que poner en vergüenza el nombre de Cristo en la ciudad debido a peleas internas por una propiedad. Los santos de Ebenezer se las arreglaron durante algunos años hasta que pudieron construir lo que más tarde se conocería como la Capilla de la Calle Grosvenor.
Pero esto no resultó ser excepcional para Chapman. Practicaba este tipo de amor en todos los niveles, grandes y pequeños. Frecuentemente daba a las personas necesitadas con quienes se topaba, literalmente, su propio abrigo, o regalaba el último dinero que tenía, incluso si era para pagar su tiquete de tren de regreso a casa desde algún lugar. Esto sucedía con cierta regularidad y, cuando ocurría, Chapman subía al tren y simplemente pedía al Señor que proveyera su tarifa, lo que siempre sucedía. Los huéspedes que pasaban la noche en su casa siempre encontraban sus zapatos limpios y colocados en la puerta por la mañana. Como muchas de las personas que asistían a su iglesia eran empleadas domésticas que tenían horarios de trabajo precisos, él procuraba que las reuniones comenzaran y terminaran siempre a tiempo.
Como puedes imaginar, el constante y piadoso liderazgo ágape de Chapman a lo largo de décadas fomentó una cultura de amor en la iglesia que lideró, y sus efectos perduraron más allá de su vida. Una generación después, la iglesia resultante del pequeño grupo disidente terminó reverenciando a Chapman. La Iglesia Grosvenor sigue siendo un testimonio evangélico próspero para Cristo en Barnstaple hasta el día de hoy.
Pacificador bienaventurado
Chapman se hizo conocido por la forma amable y tierna con la que trataba a las personas. Pero eso no significaba que no fuera resuelto. Se mantenía firme en sus convicciones bíblicas y una vez le dijo a un amigo: “Mi tarea es amar a los demás, no buscar que los demás me amen”. Pero, dado que era tan consistentemente paciente y amable, incluso en desacuerdo, otros tendían a amarlo.
Un hombre fuerte en las Escrituras, lleno de sabiduría y profundamente preocupado de que la iglesia de Jesús no se desviara hacia la infidelidad, Chapman fue involucrado en numerosas controversias teológicas y conflictos entre líderes eclesiásticos. Realmente lamentaba el daño que el orgullo y la impaciencia de los líderes causaban en el cuerpo de Cristo. Practicaba rigurosamente, y alentaba a otros a practicar, la exhortación de Pablo: “El siervo del Señor no debe ser rencilloso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido. Debe reprender tiernamente a los que se oponen”, 2 Timoteo 2:24-25 (NBLA).
En los casos en que las personas se enojaban con Chapman y se alejaban, él siempre los buscaba, haciendo todo lo posible por estar en paz con ellos (Romanos 12:18). Y mientras la tensión y la distancia permanecieran, como lo dice Robert Peterson en Robert Chapman: Apostle of Love (en español, Robert Chapman: apóstol del amor),
Chapman se refería a ellos como “hermanos amados y deseados” (Fil 4:1). Su tristeza era genuina. No había en él ningún sentido de “mejor que se haya ido”. No sentía alivio alguno al terminar con aquellos que (...) se oponían a él y no tendrían más comunión cristiana con él. Estos eran sus “hermanos cuya conciencia los llevaba a rechazar mi compañía y a privarme de la suya.”
Apóstol del amor
Desde su llegada a Barnstaple hasta el final de su vida, debido a su profundo amor y preocupación por las almas de las personas, Chapman fue un evangelista incansable. En palabras de Peterson:
Hablaba con la gente en la calle y en sus casas o habitaciones. Con frecuencia celebraba reuniones evangélicas en las casas de trabajo y hablaba individualmente con los indigentes (...) Comenzó a predicar al aire libre (...) y llegó a ser muy bueno en ello.
Muchos vinieron a Cristo gracias al testimonio personal de Chapman.
También llevaba en su corazón a las naciones no alcanzadas e intercedía diariamente por ellas. Sentía una carga particular por España. Aprendió español por sí mismo y realizó tres viajes largos diferentes, caminando por todo el país durante varios meses en cada viaje, con el objetivo de evangelizar personalmente a los españoles perdidos y para animar a los pocos cristianos allí. También pasó tiempo en Irlanda haciendo lo mismo.
Chapman desarrolló una amistad con Hudson Taylor y fue un intercesor entusiasta, un apoyo financiero y un representante en el Reino Unido para la Misión al Interior de China. Amaba a George Müller y su obra de orfanatos en Bristol, y Müller consideraba a Chapman como uno de sus consejeros más confiables.
Chapman nunca se casó, pero raramente estaba solo en su hogar porque lo convirtió en un lugar de refugio y refrigerio para los trabajadores cristianos cansados y desanimados. Muchos pastores y misioneros fueron profundamente alentados al pasar tiempo con y recibir consejo de este santo gentil y piadoso.
Ejemplo digno de examinar
Robert Chapman tuvo un ministerio largo y fructífero: vivió hasta los 99 años y no dejó mancha alguna de fallo moral. Predicó su último sermón en la Capilla de la Calle Grosvenor cuando tenía 98 años (¡y duró una hora y cuarto!) Estuvo espiritual, mental y físicamente saludable y vigoroso hasta el final, evangelizando, visitando, aconsejando, enseñando y, especialmente, intercediendo. Luego, el 2 de junio de 1902, sufrió un derrame cerebral, que lo llevó a su muerte diez días después, el 12 de junio.
Una de las razones por las que no hemos oído más sobre Robert Chapman es que buscó permanecer anónimo. Le molestaba el fenómeno de la celebridad cristiana en su época y no quería que la gente pensara en él más de lo que deberían. Desalentó la mayoría de los esfuerzos por publicar sus sermones y otros escritos, e incluso quemó la mayoría de sus papeles personales para desalentar la tendencia que veía de convertir a los líderes en héroes póstumos, porque, como alguna vez dijo, “Lo que es más precioso a los ojos de Dios suele ser lo que menos notan los hombres”.
Robert Chapman no quería que la gente lo mirara a él; quería que miraran a Jesucristo. No quería distraer a otros de Cristo, y, por supuesto, tenía razón sobre esto: nadie supera a Jesús como modelo de liderazgo amoroso. Nadie ha mostrado un amor mayor (Jn 15:13). Más que nadie, necesitamos seguir “mirando a Jesús” (Heb 12:2).
Pero creo que vale la pena examinar a Robert Chapman, y ojalá no hubiera destruido sus documentos. Estoy agradecido a Robert Peterson y Alexander Strauch, quienes han recopilado la mayor parte de lo que hay sobre Chapman en útiles biografías. Jesús dijo: “En esto conocerán todos que son Mis discípulos, si se tienen amor los unos a los otros”, Juan 13:35 (NBLA). Chapman se tomó ese “si” muy en serio; vivió ese versículo.
Necesitamos tantos modelos de ese tipo de amor como sea posible.
Este artículo fue traducido y ajustado por Giovanny Gómez Pérez. El original fue publicado por Jon Bloom en Desiring God. Allí se encuentran las citas y notas al pie.
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