El mundo musulmán luce demasiado alejado para la iglesia latina, sin embargo, las mezquitas son cada vez más comunes en las grandes ciudades de la región. Aunque el islam sea la religión de mayor crecimiento, está lejos de ser una amenaza para el cristianismo latino, de hecho, las jóvenes comunidades musulmanas presentan una oportunidad única para el evangelismo en América Latina. Aun así, no se trata de una oportunidad sencilla debido a las tensiones y conflictos que existen.
Para este desafío de evangelización, será útil considerar el recorrido del islam en Latinoamérica y la situación en la Triple Frontera, punto neurálgico en la región.
Breve historia del islam en América Latina
Aunque el islam parezca ajeno a la historia latinoamericana, su presencia puede rastrearse hasta épocas bastante tempranas1. Existen relatos sobre algunas figuras legendarias como la del mansa Abubakari II, del imperio de Malí, quien parece haber organizado al menos dos viajes hacia el océano del oeste (atlántico). La leyenda dice que partió desde la desembocadura del río Senegal y parece haber llegado hasta la costa noreste del actual Brasil.
Otro relato antiguo cuenta el viaje realizado por ocho aventureros (los Mugarrirun), que partieron desde Lisboa hacia el mar de nieblas, con dirección oeste, con la intención de alcanzar los límites de las aguas, según se creía en la época. Al parecer, llegaron hasta unas islas habitadas, que algunos relacionan con el Caribe. Ninguno de estos relatos reúne las pruebas suficientes para asegurar que sus protagonistas hayan llegado realmente a América, lo más seguro es que se hayan tratado de las islas de la Macaronesia.
Los verdaderos inicios del islam en América Latina pueden establecerse, con mayor certeza, durante el descubrimiento y la conquista del Nuevo Mundo. Se cree que los españoles y portugueses que llegaron a América tenían entre sus filas algunos musulmanes que practicaban su religión en secreto, debido a la dura persecución que sufrían en los años siguientes a la Reconquista. De todos modos, es muy difícil establecer una cifra de los musulmanes que llegaron para esa época, aunque seguramente haya sido muy baja, debido a que la mayoría de los expulsados de España emigraron hacia el norte de África. También se cree que entre los esclavos africanos hubo musulmanes, algo que es bastante posible, pero los registros son aún más escasos allí.
Más allá de las conjeturas, hay registro de individuos puntuales que practicaban el islam en privado durante la colonización, pero nunca se conformó una comunidad religiosa en América. Habrá que esperar algunos siglos para ello.
La siguiente etapa del islam en nuestro continente salta hasta la década de 1870, cuando hubo una gran inmigración de árabes hacia América, a quienes los registros solían anotar como “turcos”. Eran en realidad sirios-libaneses que escapaban de los conflictos internos del Imperio Otomano, de ahí la asociación con Turquía. Esta primera ola de inmigración contenía en su mayoría a cristianos ortodoxos y católicos maronitas que huían de la persecución, y tuvieron bastante éxito integrándose a sus nuevos países debido a esta cercanía religiosa.
También aquí, es muy posible que algunos musulmanes hayan sido parte del contingente, pero se estima que para no sentirse “fuera” de su comunidad y sufrir aún más el desarraigo, hayan cedido sus creencias religiosas para poder integrarse mejor. Algunos pocos mantuvieron una suerte de “espiritualidad islámica” en el ámbito privado, pero al carecer de las instituciones necesarias para practicar su religión la práctica fue declinando.
Una gran cantidad de sirio-libaneses emigró hacia la región del Cono Sur, que para aquellos años prometía un crecimiento equiparable al de los Estados Unidos. Fue así como una gran cantidad de árabes procedentes del Levante llegó a fines del siglo XIX y comienzo del XX, formando grandes comunidades en Argentina, Brasil y Chile. Pero tampoco en estos años llegó a establecerse una comunidad islámica en la región.
El flujo de inmigrantes árabes se mantuvo desde entonces y eventualmente, aquella preponderancia inicial de cristianos entre los inmigrantes sirio-libaneses se fue revirtiendo. Las continuas guerras y crisis económicas han sido razones más que suficientes para mantener este flujo migratorio y se cree que alrededor de la década de los ’70 y ’80 llegaron una gran cantidad de musulmanes.
La llegada en masa de musulmanes también significó cambios internos en la comunidad árabe latina. Los ortodoxos y maronitas que habían llegado previamente tuvieron una alta integración al contexto católico, que implicó que muchos elementos de la identidad árabe se disuelvan con el paso de los años. Los nuevos inmigrantes musulmanes, por el contrario, luchaban por mantener su cultura de origen. Esta fuerte apelación a la identidad árabe ha sido señalada como la mejor herramienta para el crecimiento de la comunidad islámica en América latina.
También debe señalarse que nuevas comunidades islámicas adquirieron mayor visibilidad y presencia gracias a hechos de gran resonancia mediática. De manera paradójica, los atentados terroristas en Argentina (1992 y 1994), Estados Unidos y otros países del mundo, sirvieron para llamar la atención sobre las comunidades musulmanas locales. Para muchos significó realizar grandes esfuerzos por distanciarse de las imágenes asociadas el terrorismo internacional y el extremismo religioso, lo que fomentó las actividades de la comunidad por darse a conocer.
Otro factor sumamente importante ha sido la ayuda de algunos gobiernos de países islámicos, en especial Irán y Arabia Saudí, que financiaron la construcción de mezquitas y centros culturales en varias ciudades de América Latina. Esto también ha sido clave para fortalecer la joven comunidad islámica en suelo latino.
La religión de más rápido crecimiento
En cuanto a cifras, es extremadamente difícil establecer una cantidad certera de musulmanes en América Latina. Principalmente, porque la cuestión de la religión siempre ha sido de poco interés para los gobiernos locales, que apenas ofrecían la categoría de “no-católicos” en los censos y relevamientos demográficos. Aunque en las últimas décadas han prestado atención a protestantes y evangélicos, el islam todavía sigue ausente en la mayoría de las estadísticas.
Pew Research Center publicó un informe2 estimando que en América Latina y el Caribe existían unos 840.000 musulmanes para el año 2010. Según otras fuentes, la región solo contaba con apenas unos 381.000; incluso algunos organismos arrojaban cifras más bajas aún. La estimación se complica más por el hecho de que algunas fuentes árabes-islámicas suelen publicar datos con números inflados, según sus intenciones proselitistas. La Organización Islámica para América Latina (OIAL) aseguraba que había 6 millones de musulmanes y un periódico egipcio llegó a hablar de 17 millones de musulmanes en Latinoamérica.
Lo que parece ser seguro, es que Argentina es el país con mayor cantidad de musulmanes en la región. El Centro Islámico de la República Argentina (CIRA) aseguraba que para 2005 había 700.000 musulmanes en el país. De cualquier forma, es muy difícil establecer una cifra confiable, especialmente después del estallido de la guerra civil siria en 2011, que ha causado un gran flujo de movimiento entre América Latina y Medio Oriente, en ambas direcciones.
El informe de Pew Research sobre el futuro de las religiones indicó que el islam es la religión con más rápido crecimiento en la actualidad. Según su pronóstico, para el año 2050 los musulmanes representarán un tercio de toda la población mundial. Pero, aunque sea la religión de mayor crecimiento en todo el globo, Latinoamérica aparece como la excepción. Se prevé un muy bajo crecimiento de la población musulmana en estas latitudes, llegando a apenas un millón de musulmanes en América latina y el Caribe para mediados de siglo. La cifra es muy baja si se contempla que la OIAL asegura que ya existen 700.000 solamente en el territorio argentino y si se compara la tasa de crecimiento del islam en otras regiones. Sin embargo, solo se trata de previsiones estadísticas y tanto las migraciones, la tasa de fertilidad, como las conversiones religiosas, podrían modificar las cifras considerablemente.
El caso de la Triple Frontera
Las comunidades islámicas en la región son muy inusuales, pero existen algunos ejemplos bien establecidos. Guyana representa un caso particular, ya que el islam es una de las tres religiones mayoritarias junto al cristianismo y el hinduismo. Esta gran diversidad religiosa fue posible gracias al trasplante de comunidades efectuado por el Imperio colonial inglés. Muchos musulmanes llegaron desde el subcontinente indio como mano de obra para las colonias inglesas en América del sur.
Como se ha dicho, Argentina contiene a la mayor población árabe-musulmana de la región, dispersada por todo el país. Un caso llamativo es el pequeño pueblo de La Angelita, en la provincia de Buenos Aires, única localidad del país con un 40% de habitantes árabes musulmanes. Otras comunidades muy pujantes se desenvuelven en las principales ciudades, como en Buenos Aires y Córdoba. Pero una zona en especial ha sido el foco de la controversia en los últimos treinta años, que ha involucrado a una floreciente comunidad islámica.
La llamada Triple Frontera es el encuentro de los límites de Argentina, Brasil y Paraguay, una zona donde existe una gran comunidad de árabes musulmanes y que ha sido señalada como refugio del terrorismo yihadista internacional. La Triple Frontera (TF) es una zona extremadamente gris, que combina turismo internacional, una inmensa zona franca, gobiernos permisivos y controles fronterizos totalmente porosos. Esta coyuntura ha ayudado a que la zona se preste para actividades ilícitas, contrabando y la proliferación del crimen organizado.
Se cree que la TF es el punto de encuentro entre cárteles de droga centroamericanos, islamistas radicales y las mafias chino-coreanas, entre otras organizaciones criminales, bajo la complicidad de los gobiernos y autoridades locales que hacen la vista gorda a lo que sucede en sus jurisdicciones. De cualquier modo, es difícil establecer con certeza lo que allí sucede y cuanto de estas sospechas son ciertas, justamente por tratarse de actividades y organizaciones que prefieren mantenerse en las sombras.
Cuando sucedieron los ataques terroristas en Argentina en 1992 y 1994, la Triple Frontera fue señalada como el punto clave para la llegada y salida de los atacantes. Las sospechas crecieron aún más luego de los atentados del 11 de septiembre de 2001, cuando Estados Unidos puso bajo la lupa a todas las zonas con presencia musulmana cercana a sus fronteras. Desde entonces, los servicios de inteligencia han estado monitoreando las actividades de la TF.
Pero las acusaciones no tienen que ver con el reclutamiento de yihadistas o extremistas, porque la comunidad es en realidad pequeña y compuesta por comerciantes y empresarios. La sospecha pasa por el flujo de dinero que señala a la TF como un centro de financiación para los grupos armados de Siria y El Líbano, como Hezbollah o el Estado Islámico.
En el contexto de la “guerra contra el terrorismo”, operación a gran escala iniciada por los Estados Unidos y sus aliados, luego de los atentados del 2001, la región de Medio Oriente ha sufrido severas guerras y conflictos. Situación que se suma a la delicada situación árabe-israelí, que ya lleva varias décadas de lucha. Esta suma de conflictos de gigantes proporciones ha envuelto a todo el mundo en una dinámica sangrienta durante las últimas dos décadas y ha movilizado muchos jóvenes musulmanes a participar activamente de la guerra, especialmente desde Europa. La participación es concebida como un acto de resistencia a los invasores extranjeros y como una prueba de su verdadera fe musulmana. Pero también significó un flujo de dinero para sostener la causa, una red que se extiende hasta Sudamérica y se vincula con el narcotráfico, el contrabando y actividades ilícitas.
Allí es donde las miradas se dirigen a la TF, una zona de gran actividad económica y pocos controles, particularmente adecuada para levantar financiamiento. Las sospechas no son gratuitas; en septiembre del 2018 fue detenido Assad Ahmad Barakat en Foz do Iguazú, la ciudad brasileña en la Triple Frontera. Barakat es señalado como agente clave de Hezbollah, encargado de manejar las finanzas de la organización para toda América Latina y el Caribe. También se sabe de actividades ilícitas que otras figuras operan en Ciudad del Este (Paraguay) y Foz do Iguazú (Brasil) 3.
El contexto global y las acusaciones alimentan el sentimiento de islamofobia, que en última instancia sólo perjudica aún más la delicada situación. La TF representa un desafío complejo para la región en muchos sentidos, y también para la iglesia latina en su misión evangelística.
La Triple Frontera como campo misionero
La Triple Frontera se presenta como un espacio multicultural que roza lo caótico, y el paisaje religioso expresa esas mismas características. Foz do Iguazú es la ciudad brasileña de la TF y en ella conviven diversos grupos religiosos: Testigos de Jehová, mormones, Iglesia Universal, evangélicos de distintas denominaciones, musulmanes, cultos afro-brasileros y hasta un templo budista. Los líderes religiosos de la ciudad, en general suelen expresarse positivamente ante este crisol de religiones que conviven pacíficamente.
Del lado paraguayo, Ciudad del Este continúa con esa diversidad, pero destaca la presencia de comunidades étnicas con una gran visibilidad, como la comunidad árabe musulmana. Al cruzar el puente, la Mezquita Muhammad puede ser percibida rápidamente, mientras que por las calles es común ver mujeres con chador y hombres en turbantes, escenario que inevitable remite a cualquier ciudad de Oriente Medio. Pero a diferencia del lado brasilero, esta diversidad puede definirse como más “estática”, ya que no hay tanta comunicación entre las diferentes confesiones religiosas.
Comparada a estas, Puerto Iguazú es apenas un pueblo de poco peso, muy alejado de esta gran diversidad religiosa que puede verse en las ciudades vecinas. El catolicismo goza de centralidad gracias a su estatus de religión oficial, mientras que en los barrios periféricos existe una gran actividad evangélica y pentecostal.
La Triple Frontera en su conjunto, pero especialmente el continuo urbano entre Brasil-Paraguay (Foz do Iguazú-Ciudad del Este), propicia la convivencia de diversas confesiones mundiales y presentan un escenario único para la iglesia latina, ya que la diversidad religiosa es un fenómeno inusual en América Latina.
En ese sentido, el contacto con los musulmanes de la zona podría significar una oportunidad para abordar uno de los desafíos más grandes para el cristianismo: evangelizar el mundo musulmán. Siempre se ha apuntado a la ventana 10-40 como aquellas latitudes históricamente más difíciles para las misiones cristianas. Esta porción del mundo incluye a la mayor parte del mundo islámico y las zonas más conflictivas en la actualidad.
Estos conflictos que acarrean varios siglos han revivido desde los ataques a las torres gemelas en 2001 y se han intensificado después de veinte años de guerras. Como efecto de estos hechos, muchos musulmanes han radicalizado sus posturas y otros se han vuelto a la defensiva adoptando una actitud hermética. En el mundo cristiano también ha crecido un sentimiento de islamofobia. Este combo de sentimientos enfrentados provoca un encuentro lleno de tensión entre ambas religiones, que dificulta la evangelización de inmigrantes árabes musulmanes.
Pero a pesar de estas tensiones que también existen en ella, la Triple Frontera aún ofrece un escenario particular para evangelizar a musulmanes, fuera del contexto de presión que viven en sus países de origen. Cualquier acercamiento a la religión cristiana sería prohibida y castigada en muchos de aquellos países, pero en la TF el contacto es inevitable. Solo resta ver la forma en que esto sucederá y para eso trabajan muchas organizaciones y agencias cristianas.
Esto no quiere decir que las conversiones lleguen a ser más “fáciles”; se sabe que el desarraigo y la nostalgia suelen alimentar las convicciones religiosas y la identidad de origen. Tampoco los inmigrantes están del todo libres de presión, ya que su familia y comunidad aún ejerce influencia en la decisión de los individuos. Aún así, el amparo legal de la libertad de culto asegura que nadie sea juzgado o impedido de profesar la religión que desee, y esa es una condición a favor de la evangelización.
Hay agencias misioneras trabajando en la Triple Frontera, conscientes de esta valiosa oportunidad que también sirve como entrenamiento previo para misioneros a países musulmanes. Al tratarse de un centro neurálgico para la población musulmana en América Latina, se convierte en un punto estratégico para la evangelización y una ventana para penetrar en el hermético mundo islámico.
REFERENCIAS
1- El repaso histórico y varias reflexiones son una síntesis del trabajo de H. Taboada (2010) El islam en América Latina: del siglo XX al XXI. UNAM.
2- Pew Research Center (2015) The future of world religions: population growth projections, 2010-2050. Chapter 2: population projections by religious group: Christians. Consultado en: www.pewforum.org
3- El medio Infobae ha publicado una serie de investigaciones en 2019, escrita por Gustavo Sierra y otras más en 2021, por George Chaya. Allí exploran los vínculos del terrorismo y el narcotráfico en la Triple Frontera. También existe una extensa investigación académica sobre las dinámicas de la TF, que han servido para describir el escenario religioso en este artículo, en especial de Silvia Montenegro (2007).
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