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Mahoma es la figura humana más importante para los más de 1800 millones de musulmanes en el mundo. Lo consideran el último profeta enviado por su deidad, Alá, para proclamar la verdad y orientar a la humanidad. Según ellos, Alá dio su palabra a los hombres a través de muchos profetas y mensajeros a lo largo de la historia, pero la mejor y última revelación llegó a través de Mahoma, cuyo mensaje superó y suprimió todo lo anterior.
El islam, como sistema de fe, tiene dos fundamentos principales: la palabra de Alá y el mensajero de Alá, el Corán y Mahoma respectivamente. Los musulmanes afirman que la palabra de Alá es perfectamente aplicada por el último mensajero de Alá y que, para comprenderla, hay que verla aplicada en su vida. El factor común de estos dos fundamentos es Mahoma. Él es el recipiente del mensaje divino y el ejecutor ejemplar del mismo. Mahoma es de vital importancia para todos los musulmanes.
Sin embargo, a pesar de su importancia, la mayoría de los musulmanes sólo tienen un conocimiento convencional de él. Muchos aspectos de su vida y sus enseñanzas siguen siendo un misterio para ellos. El asunto es aún peor para los que no siguen el islam, quienes suelen carecer incluso de los detalles básicos sobre el hombre venerado por miles de millones de personas. Entonces, ¿en dónde se puede obtener más información sobre Mahoma?
Los recursos fiables que detallan la vida de Mahoma son escasos. Sorprendentemente, el propio Corán lo menciona por su nombre sólo cuatro veces y no proporciona detalles específicos (Q 3:144; 33:40; 47:2; 48:29). Además, las fuentes musulmanas que proporcionan detalles sobre sus enseñanzas y obras presentan aparentes discrepancias y contradicciones; todas ellas fueron escritas al menos dos siglos después de su supuesta muerte.
¿Qué sabemos realmente de Mahoma? ¿Quién era para sus seguidores y sus contemporáneos? ¿Existió realmente? ¿Qué predicó? Este artículo pretende arrojar luz crítica sobre estas cuestiones analizando al Mahoma de la tradición, al Mahoma de la leyenda y al Mahoma de la historia.
El Mahoma de la tradición
Según las tradiciones musulmanas, Mahoma nació en La Meca en el año 570 y murió en Medina en el 632 (La Meca y Medina están situadas en la actual Arabia Saudita). Su padre, Abdullah, murió cuatro meses antes de que Mahoma naciera. También, según la tradición, el advenimiento de Mahoma estuvo acompañado de varios signos físicos y prodigios cósmicos. Supuestamente, su madre Amina no tuvo dolores de parto y, cuando él nació, surgió una luz celestial en la habitación.
Además, la noche de su nacimiento en La Meca, una mansión de Persia –a unos mil kilómetros de distancia– tembló y catorce de sus pilares se derrumbaron. Incluso el fuego sagrado de la tierra de Persia,que había ardido constantemente durante un milenio, se apagó misteriosamente. Aunque estos signos puedan parecer falsificaciones inventadas para ensalzar la figura de Mahoma, muchos musulmanes creen de todo corazón que ocurrieron.
Estas tradiciones fueron escritas por narradores musulmanes del califato abasí, que vivieron siglos después de la supuesta vida de Mahoma. Pretendían transmitir una imagen del profeta del islam a los cristianos y judíos que residían en las tierras conquistadas, las cuales se convirtieron en un califato. Según su razonamiento, si el nacimiento de los profetas Moisés y Jesús estuvo acompañado de signos y prodigios, el de Mahoma se produjo a su debido tiempo. Esta afirmación, sin embargo, plantea un problema porque el Corán insiste en que el único milagro que Mahoma realizó fue el Corán mismo (Véase Corán 6:37; 11:12; 13:7; 28:48; 29:50-51).
Las tradiciones musulmanas afirman que Mahoma era pastor y comerciante, conocido entre los mecanos como “El honesto” y “El digno de confianza”. Una mujer rica, Khadija, lo contrató y más tarde lo amó y le propuso matrimonio, aunque era quince años mayor que él. En cuanto a su trayectoria religiosa, las tradiciones afirman que Mahoma nunca adoptó el culto politeísta de su pueblo en Arabia. Siempre se inclinó por adorar a la única deidad verdadera, Alá, en contraste con la adoración de ídolos de sus parientes de La Meca en el santuario conocido como la Kaaba. Mahoma se recluía en una montaña aislada de La Meca para meditar y adorar a Alá.
Según la tradición, el ángel Gabriel se le apareció a Mahoma cuando tenía cuarenta años y le declaró que Alá lo había elegido para ser profeta con un mensaje claro e inigualable: Alá es uno, y sólo uno. Esta tradición muestra por qué el islam predica un monoteísmo estricto: la deidad es una, sin pluralidad. Tras resistirse inicialmente al llamado, Mahoma empezó a predicar el islam sólo a sus parientes de La Meca y lo hizo en secreto, pues temía las represalias de los paganos de La Meca.
Cuando algunos descubrieron su predicación monoteísta, dice la tradición, empezaron a perseguirlo a él y a su puñado de seguidores. El sufrimiento y la miseria continuaron durante trece años, ya que todos los que aceptaron el islam fueron perseguidos por los adoradores de ídolos de La Meca.
Tras esos años de persecución, Alá ordenó a Mahoma y a sus pocos seguidores –unos treinta hombres– que emigraran de La Meca a Medina, un oasis cercano, donde podrían evitar el hostigamiento. Allí, Mahoma creció en poder, se convirtió en estadista y comenzó a lanzar incursiones y expediciones militares contra tres grupos: paganos árabes en Arabia occidental, judíos en Medina y sus alrededores, y tribus cristianas en las fronteras bizantinas de la Gran Siria. Las tradiciones musulmanas describen a Mahoma como un comandante militar exitoso, ayudado por Alá y al frente de guerreros musulmanes en incursiones en las que mataba infieles, se apoderaba de tierras y posesiones, y extendía el dominio y el poder.
Aunque esta imagen militante pueda parecer extraña en el mundo actual, es el retrato que los historiadores musulmanes hicieron de su profeta. Ellos, al parecer, deseaban retratarlo como un hombre apoyado por la deidad –lo que se evidenciaba en las ganancias económicas y el dominio político acumulados–, aunque esta imagen incluyera la matanza de mucha gente y el saqueo de riquezas.
En una de esas expediciones militares, dice la tradición, una mujer judía invitó a Mahoma a una comida casera después de que matara a su padre, a su hermano y a su tío. Cuando Mahoma aceptó la invitación, ella asó un cordero y envenenó la carne. Esta comida fue la causa de la muerte de Mahoma como mártir, aunque, según se nos invita a creer, el veneno permaneció en su sangre durante cuatro años antes de que sucumbiera a sus efectos.
El Mahoma descrito aquí es el de la tradición musulmana, o simplemente el “Mahoma tradicional”. Es el que vive en la mente de los seguidores religiosos de Alá, que son versados en las fuentes islámicas. Entre este grupo los detalles sobre la vida de Mahoma son importantes y se aprecia lo que dice la tradición.
Sin embargo, muchos musulmanes no son tan sofisticados y celosos en cuanto a los detalles de esta narración.
El Mahoma de la leyenda
Mientras que el Mahoma tradicional procede de fuentes islámicas antiguas (aunque se escribieron siglos después de su muerte) el Mahoma legendario procede más de la imaginación popular y el folclore. Muchos musulmanes nominales o culturales se aferran al retrato legendario del profeta, uno ideal, en el que es el mejor en todo. Para ellos, el islam suele ser una identidad cultural. Siguen esa religión porque nacieron en ella, no porque hayan estudiado las fuentes islámicas.
Muchos musulmanes nominales veneran y reverencian a este Mahoma legendario, a veces hasta el punto de rendirle culto. Aunque en muchos casos éste no coincide con el retrato tradicional de las fuentes islámicas tradicionales, los musulmanes culturales pueden no prestar atención a las diferencias. Su Mahoma es un mosaico construido a partir de tres partes entrelazadas: algunas ideas del Corán, algunas tradiciones difundidas, y amplios elementos místicos y míticos.
En las mentes de estos musulmanes culturales, por supuesto, este Mahoma no es legendario, es el real. Vive, escucha, ve. Visita los hogares, cura a los enfermos y, para algunos, posee poderes divinos. Es, sencillamente, el mejor ser humano que jamás haya existido. Muchos musulmanes cultos, es decir, los que aprecian al Mahoma tradicional, consideran heréticos y blasfemos numerosos elementos de esta leyenda.
Desde un punto de vista crítico, ni el Mahoma de la tradición ni el de la leyenda describen al verdadero. Aunque apreciado por muchos musulmanes, el legendario sólo existe en la mente y la memoria de quienes creen. Del mismo modo, el tradicional procede de fuentes muy alejadas de su vida y parece ser, en gran medida, la elaboración de los musulmanes medievales, quienes querían presentar a un profeta a sus comunidades y a los no creyentes de su entorno.
El Mahoma de la historia
Entonces, ¿hubo un hombre llamado Mahoma que vivió en la Arabia del siglo VII y predicó un mensaje religioso? La respuesta es sí; todas las consideraciones razonables indican que lo hubo. Podemos llamarlo el “Mahoma histórico”. Es posible saber de él a partir de fuentes independientes, es decir, escritas por no musulmanes que fueron contemporáneos (o casi contemporáneos) a su vida y carrera en Arabia. Resulta que muchos de ellos, en su mayoría cristianos, vivieron en Arabia en el siglo VII y conocieron a alguien llamado Mahoma. La mayoría de ellos lo describieron de forma desfavorable. ¿Quién era según ellos?
Algunos de estos no musulmanes describieron a Mahoma como un predicador sin dar detalles sobre su mensaje. Otros hablaban de él como un comerciante, un pastor, un señor de la guerra que iniciaba combates, un rey conquistador, un legislador o un falso profeta. En particular, los cristianos que residían cerca de Arabia —algunos de ellos testigos oculares de Mahoma— intentaron comprender quién era realmente aquel hombre. Así, apoyándonos en sus testimonios, podemos reconstruir una imagen mejor del presunto profeta del islam.
Una fuente griega del siglo VII, Doctrina Jacobi nuper Baptizati (en español “Doctrina de Jacobo recién bautizado), se refiere al “profeta que ha aparecido con los [árabes]” de una manera desfavorable: “Él es falso, pues los profetas no vienen armados con una espada”. Aquí encontramos la descripción de un falso profeta anónimo que apareció entre los árabes y era un asaltante tribal. Los eruditos sostienen que esta fuente griega fue “supuestamente compuesta en África, en julio de 634”. Si Mahoma murió realmente en 632 (como afirma la tradición), entonces esta referencia griega data de sólo dos años después de su presunto fallecimiento. Si tenemos en cuenta que otros numerosos registros sitúan su muerte unos años más tarde, en 634-635, entonces esta referencia tiene un valor aún mayor.
Aunque la Doctrina Jacobi no menciona explícitamente a Mahoma, otra fuente siríaca del mismo año sí lo hace. Los eruditos sostienen que este documento ofrece la primera referencia explícita al profeta en una fuente no musulmana. Data precisamente del viernes 7 de febrero del 634 y se atribuye al sacerdote siríaco Tomás el Presbítero, quien afirmó: “Hubo una batalla entre los romanos y los árabes de Muḥammad (…) Los romanos huyeron, dejando atrás al patricio Bryrdn, a quien mataron los árabes. Allí fueron asesinados unos 4000 pobres habitantes de Palestina, cristianos, judíos y samaritanos. Los árabes asolaron toda la región”.
Este informe sugiere que en el 634 un sacerdote del actual Irak estaba al tanto de Mahoma y sus guerreros árabes. Es plausible suponer que un señor de la guerra vivía en Arabia y dirigía ejércitos militares, saqueando aldeas y matando a cristianos y otras personas. De hecho, este registro siríaco refuerza nuestra confianza en la fuente griega Doctrina Jacobi, que se refería a un supuesto profeta entre los árabes sin mencionar su nombre. Ambas fuentes datan del mismo año, pero proceden de dos regiones diferentes.
En la misma línea, Sofronio, patriarca de Jerusalén de 634 a 638, hablaba de los árabes y de Mahoma en sus sermones. Entre 636 y 637, describió “las atrocidades y victorias de los árabes”, que “invaden los lugares que no les están permitidos, saquean ciudades, devastan campos, incendian pueblos, prenden fuego a las iglesias sagradas, derriban los monasterios sagrados”. Para él, estos guerreros eran “los árabes vengativos y que odian a Dios”, “que insultan la cruz, a Jesús y el nombre de Dios, y cuyo jefe es el diablo”.
Así pues, para Sofronio y algunos de sus contemporáneos cristianos, los guerreros tenían un jefe —equiparado al diablo— que dirigía a los árabes para atacar a los cristianos e insultar a su Dios y a Jesús.
Es cierto que Sofronio no menciona explícitamente a Mahoma. Sin embargo, una descripción similar en una fuente siríaca del año 637 se refiere directamente a él: “Las tropas árabes derrotaron decisivamente a las fuerzas bizantinas” y “muchos pueblos fueron destruidos por la matanza de [los árabes de] Muḥammad”. Aquí, un cristiano habla específicamente de Mahoma como el líder de los guerreros árabes que asaltaban a los cristianos.
Por lo tanto, basándonos en fuentes contemporáneas no musulmanas, podemos concluir de forma plausible que hubo un hombre llamado Mahoma en la Arabia del siglo VII. Dirigió tropas de árabes, atacó a cristianos y a otras personas, y tenía un mensaje religioso que insultaba a Dios, a Jesús y a la cruz. La ventaja de estas es su proximidad cronológica a Mahoma; su desventaja radica en la escasez y brevedad de sus descripciones. Por el contrario, los registros musulmanes son numerosos y están llenos de detalles, pero también son tardíos y poco fiables desde un punto de vista crítico.
El profeta y el libro
En definitiva, hay tres Muhammad: el tradicional, el legendario y el histórico. En la práctica, los musulmanes no distinguen entre los tres. Sólo tienen un Mahoma, apreciado, respetado y valorado en sus corazones y mentes. Para ellos, él vino como el último profeta de Alá y entregó la escritura perfecta, el Corán, que —a diferencia de otras revelaciones, incluidas las escrituras judías y cristianas— Alá mismo custodia y protege contra la corrupción.
Ahora se plantea una cuestión importante: ¿quién es Mahoma en la vida cotidiana de los musulmanes y cómo pueden los cristianos conversar con ellos sobre él?
Para los musulmanes, el Corán es el mensaje que Mahoma proclamó, no el que escribió. Alá dictó palabras a Mahoma a través de Gabriel, que dieron como resultado el Corán. Es importante que los cristianos comprendan esta creencia. Para los seguidores del islam, la palabra de Alá y su último profeta son sagrados y venerados. Por respeto, nunca pueden depositar el Corán en el suelo. Suelen besarlo y tocarlo con la frente en señal de honor y veneración. Del mismo modo, cada vez que se menciona el nombre de Mahoma, los musulmanes repiten una frase honorífica: —“la paz sea con él”— para enfatizar su reverencia. Estos dos fundamentos son tan sagrados que son esencialmente incuestionables en la vida cotidiana de los musulmanes.
Los fieles al islam creen que el Corán es totalmente inerrante e infalible. También Mahoma, como último mensajero de Alá, es infalible. La gran mayoría de los musulmanes sostiene que nunca se equivocó porque todos los profetas, según esta religión, son inmunes al error. Esta es una de las razones por las que la mayoría de los musulmanes suelen horrorizarse cuando escuchan las enseñanzas judías y cristianas de que David cometió adulterio. Para ellos, los profetas son inmunes al pecado y no pueden equivocarse.
Tal vez ahora podamos entender por qué la noción de pensar críticamente sobre Mahoma o su mensaje es insondable para los musulmanes. Para ellos, es un profeta que proclamó perfecta y puramente un mensaje divino y lo vivió al pie de la letra: no se aceptan cuestionamientos ni dudas. A lo largo de la historia, muchos seguidores y no seguidores del islam han sufrido graves persecuciones o han padecido la muerte por atreverse a cuestionar lo sagrado. Muchos seguidores de Mahoma se enfurecen cuando se burlan de él o se cuestiona el Corán.
A pesar de la frecuencia con la que los musulmanes han perseguido a los no musulmanes hasta hacerlos callar durante siglos, los cristianos, desde los inicios del islam, siempre se han enfrentado a ellos en relación con Mahoma y su mensaje. Muchos pensadores cristianos cuestionaron a Mahoma, su carácter, sus actos y sus enseñanzas, incluso en presencia de islamistas poderosos y de élite.
Tres formas de implicar a los musulmanes
Al considerar a los musulmanes de nuestras propias ciudades y barrios, les animo a hablar con ellos sobre la fe. Incluso, no es imposible hablar sobre la vida y las enseñanzas de Mahoma; sólo se requiere sabiduría para abordarlas. En nuestros días, los musulmanes están cuestionando su fe como nunca antes, en parte debido a la información fácilmente accesible sobre el profeta del islam en internet, a la que apenas se podía acceder hace algunas generaciones.
He aquí, pues, tres puntos a tener en cuenta al hablar con los musulmanes sobre Mahoma:
En primer lugar, si quieres relacionarte con los musulmanes lo mejor que puedas, lee y estudia a Mahoma y su mensaje. Hablar con ellos con conocimiento de causa es mucho mejor que ignorar lo básico. Aprender sobre Mahoma y el Corán a partir de fuentes cristianas fiables te abrirá grandes horizontes para plantear buenas preguntas y responder a otras mientras les hablas sobre el evangelio de Cristo.
En segundo lugar, ama y respeta a los musulmanes como personas creadas a imagen y semejanza de Dios. Al mismo tiempo, recuerda que ningún cristiano está obligado a respetar ninguna ideología, incluido el islam. Del mismo modo, aunque amemos a los musulmanes, no tenemos por qué adorar a Mahoma, sobre todo porque su vida y sus enseñanzas contienen afirmaciones anticristianas y herejías condenadas por la Biblia. Los cristianos no necesitamos utilizar el título honorífico tras la mención de este profeta, ni mostrar ninguna reverencia particular por él para atraer a los musulmanes. Basta con ser respetuosos con los musulmanes y no sentirnos intimidados al hablar con ellos. Los cristianos tienen respuestas convincentes y plausibles, y deben ser audaces. Además, los musulmanes en general valoran la asertividad y la confianza.
En tercer lugar, si tienes que referirte a Mahoma, especialmente en las primeras etapas de una relación, simplemente di “tu profeta” al hablarles a otras personas. Sin embargo, suelo animar a los cristianos a que eviten hablar de él cuando apenas conocen a un musulmán. El tema acabará surgiendo. Si un musulmán te pregunta tu opinión al respecto, te sugiero que le digas: “Créeme, amigo mío, no importa lo que yo piense de Mahoma. Yo sé más de Cristo, y quiero que veas su amor y su salvación”. Abrir la Biblia y hablar de Jesús siempre es prudente.
Cuando te presionen para que des tu opinión sobre Mahoma, podrías indicar: “Amigo mío, Mahoma es tu profeta y te respeto. He leído mucho sobre él porque sé que es importante para ti. Tú eres importante para mí. Sin embargo, yo no creo en él como tú; si creyera, me haría musulmán”. Después de entablar una amistad más profunda con un islamita, puede que llegue el momento de hacer preguntas críticas sinceras sobre Mahoma.
Nuestro objetivo final no es destruir a Mahoma, sino magnificar y honrar a Cristo. Así pues, habla con los musulmanes sobre el Mesías. Predica la Palabra y llega al mundo. Los musulmanes están aquí, en nuestros patios traseros, más cerca de lo que crees. El evangelio de la esperanza es su necesidad fundamental.
Este artículo fue traducido y ajustado por el equipo de redacción de BITE. El original fue publicado por A.S. Ibrahim en Desiring God. Allí se encuentran las citas y notas al pie.