En las últimas décadas del siglo pasado, los expertos y académicos pronosticaban el fin de las religiones, y las estadísticas parecían confirmarlo. Pero hoy las religiones no solo siguen vivas, sino que entre ellas ha surgido con fuerza una nueva categoría: la espiritualidad. Aunque este no es un concepto nuevo, cada vez está teniendo más presencia en la vida cotidiana. Ahora es común escuchar a personas decir: “No soy religioso, pero soy muy espiritual”.
Para entender mejor qué es la espiritualidad, hablamos con el pastor Samuel E. Masters, fundador de la Iglesia Bíblica Bautista Crecer en Córdoba, Argentina. Obtuvo su doctorado en Espiritualidad bíblica en el Southern Baptist Theological Seminary, y es rector del Seminario Bíblico William Carey. Recientemente publicó su nuevo libro, En espíritu y en verdad: una introducción a la espiritualidad bíblica.

La primera pregunta tal vez sea la más obvia: ¿qué es la espiritualidad?
Cuando empecé a estudiar todo esto, me sorprendió la gran cantidad y variedad de definiciones que existen, a veces contradictorias. Finalmente, encontré dos de Alister McGrath, que de hecho cito en el libro.
La primera es más general y se refiere a la espiritualidad en términos difusos. McGrath dice que es “la búsqueda de una vida religiosa plena y auténtica, involucrando la coordinación de las ideas distintivas de una religión y la experiencia de vivir con base en y dentro del marco de esa religión”. Aunque es una definición útil, también es muy amplia porque podría aplicarse a cualquier religión, o incluso a una “no religión”.
La segunda definición es más puntual. McGrath dice que “la espiritualidad es el desarrollo en la vida real de la fe religiosa de una persona; es lo que la persona hace con lo que cree”. Eso nos ayuda mucho a entender qué es. Casi todo el mundo piensa que existe un dios y tiene sus propias ideas sobre cómo es. Estas ideas tienen implicancias reales en la vida, pues el individuo actúa con base en ese entendimiento, y a eso nos referimos cuando hablamos de espiritualidad: lo que hacemos con lo que creemos.

Entonces, ¿qué relación tiene la espiritualidad con la religión y la cosmovisión?
Cuando hablamos de cosmovisiones, nos referimos tanto a grandes categorías como a una multiplicidad de enfoques, ya sean religiosos o seculares. Cada individuo puede tener su propia cosmovisión, es decir, sus ideas en cuanto a todo lo que lo rodea. Si tenemos una pregunta como: “¿Qué es el universo y dónde estoy yo ubicado en él?”, la respuesta será una cosmovisión. Y de nuevo, estas ideas tienen implicancias para el individuo, ya que inciden en sus valores y su forma de vivir.
En ese punto nos acercamos a la espiritualidad, que es la puesta en práctica de la cosmovisión de cada individuo, especialmente de sus ideas religiosas. Lo que cada uno cree en cuanto a Dios informa su cosmovisión, que luego alimenta la espiritualidad. En inglés existe un dicho que expresa la manera natural en que fluyen los conceptos: “la cultura está río abajo de la religión”. Del mismo modo, la religión, la cosmovisión y la espiritualidad están interconectadas de tal forma que es difícil separarlas.
En tu libro haces una distinción entre una espiritualidad ‘poiética’ y 'mimética’. ¿A qué te refieres con esto?
Sigo un poco la línea de Carl Trueman, quien a su vez se basa en la obra del filósofo Charles Taylor; ambos autores abordan el tema de los efectos de la modernidad y posmodernidad en el individuo. Taylor habla de un individuo expresivo, aunque yo prefiero hablar de un “individuo autónomo”, es decir, el individuo moderno o posmoderno, que piensa que por su propia expresión puede crear su realidad. En este contexto aparecen los conceptos de poiesis y mimesis.

Poiesis se refiere a la construcción de algo, mientras que mimesis hace referencia a la imitación. Una de las ideas principales de mi libro es que existen, básicamente, dos tipos de espiritualidad. La primera, basada en la construcción, dice: “Yo creo mi propia realidad”. Es autofabricada, algo muy común en el mundo occidental. Lo interesante de las espiritualidades ‘poiéticas’ es que se van construyendo a partir de una selección de elementos aislados de otras religiones, pero no hacen un traspaso exacto.
El segundo tipo de espiritualidad es la ‘mimética’, que depende de una revelación para desarrollarse. En este caso, el propósito del individuo no es generar una nueva espiritualidad, sino seguir e imitar una que le ha sido revelada. El cristianismo, al ser bíblico, es ‘mimético’.
En cuanto a las espiritualidades ‘poiéticas’ o fabricadas, hoy vemos que las religiones orientales están teniendo un gran éxito en nuestra sociedad. ¿Por qué crees que son tan atractivas para el mundo occidental?
Para empezar, creo que no las conocemos bien. Si las conociéramos de verdad, no nos parecerían tan atractivas, porque en realidad son religiones terribles. En mi libro trato de describirlas un poco. Por ejemplo, para el budismo el propósito es llegar al “nirvana”, que es una idea muy antioccidental.
En el nirvana, el “yo” individual desaparece; es absorbido con su personalidad por el gran todo y deja de existir. La personalidad individual es como una energía que es absorbida. El individuo pierde su conciencia y eso es lo único que la persona debería anhelar. La meta final del budismo es que el hombre se apague para no sentir el dolor de la existencia.
Para el budismo y el hinduismo, la existencia es sufrimiento, así que todo se trata de escapar del sufrimiento y de la existencia misma. Son metodologías para un suicidio espiritual. Si la gente entendiera esto, cambiaría mucho la percepción que tiene de estas religiones. Pero no solo la meta final es terrible; el mismo camino también lo es. En el libro hago una descripción de los pasos que se deben dar para llegar al estado del nirvana; es algo que, según esta misma creencia, pareciera que solo el Buda puede lograr.

El hinduismo también es una religión terrible; no es políticamente correcto decir eso hoy, pero es la verdad. Lo que nosotros conocemos en Occidente son versiones aguadas, adaptadas a nuestros gustos. Es como la comida “mexicana” en Argentina: no tiene nada de picante y nada de mexicana (aclaro que me gusta mucho la comida mexicana). Pasa lo mismo con estas religiones, de las cuales solo conocemos las versiones adaptadas a nuestros gustos y sensibilidades.
Entonces, lo que las hace tan atractivas es, justamente, que son muy flexibles. Cada persona toma elementos aislados de esas religiones, lo que le gusta y le hace bien. Un poco de meditación o de “kundalini yoga” porque nos ayuda a centrarnos, pero no tomamos en cuenta el contexto desde el cual surgen estas prácticas. Esta flexibilidad es muy útil para la espiritualidad ‘poiética’.
A su vez, esta flexibilidad permite una falta de compromiso, porque cada individuo toma lo que quiere y hace una construcción a su propia medida, sin tener que rendir cuentas a un cuerpo de creencias. Esa es la gran virtud de la espiritualidad ‘poiética’, que puede inventar sus propias reglas de juego. Por eso es tan atractiva para el actual “individuo soberano” de la posmodernidad, porque finalmente estas religiones no lo juzgan.
Por ejemplo, muchos hablan del karma, pero si lo entendieran se darían cuenta de que es terrible. No se puede escapar de él y, al final, es peor que el concepto bíblico del pecado, porque ni siquiera existe la posibilidad del perdón. Aunque existe la posibilidad de intentar equilibrar las cosas, para el karma todo lo que hacemos nos afecta de tal forma que no podemos escapar. En estas religiones orientales no hay a quién acudir en arrepentimiento, no existen el perdón ni la gracia; solo la ley mecánica del karma, que es aplastante.
¿Crees que estas religiones orientales han influido de alguna manera en el cristianismo?
Las religiones orientales se han metido en la Iglesia, porque la misma Iglesia cayó en esta idea ‘poiética’ de la espiritualidad. Por ejemplo, el movimiento del “iglecrecimiento” (Church Growth Movement) sostiene, entre otras cosas, que la función de la Iglesia es suplir las necesidades percibidas de las personas. Entonces, si quieres que tu congregación crezca, debes hacer entrevistas para conocer cuáles son esas necesidades.
El problema es que las personas, por sí mismas, no pueden percibir su verdadera necesidad: el perdón de sus pecados. Entonces, la Iglesia se ocupa de ayudar a la gente a tener un matrimonio exitoso, ser mejor padre o mejorar las finanzas personales; todo lo que los individuos perciben como necesario. Pero nunca se aborda el meollo del problema, que es el pecado, ni que la solución es Jesucristo. De este modo, las congregaciones mismas se están moldeando a los gustos del “individuo soberano”.
Esto es muy evidente en el movimiento neocarismático, que se ocupa de suplir esas supuestas necesidades, con el agregado de ofrecer una experiencia mística. En sus cultos buscan, por medio de una manipulación psicológica, generar una catarsis emocional que produzca esa experiencia mística. Algo parecido sucede en las religiones orientales: generan un supuesto estado espiritual que puede ser útil a nivel psicológico, pero que en realidad no cambia nada a nivel espiritual.

Hoy en Occidente hay un crecimiento del ateísmo y el agnosticismo, representantes de la “no religión”. Sin embargo, la mayoría de personas aún se consideran espirituales. ¿Es posible crear una espiritualidad desde la no religión o desde las ideologías?
En muchos casos la ideología ha reemplazado a la espiritualidad, comformándose como una pseudo espiritualidad. Volvemos al individuo soberano, al individuo en el centro. Esta es una visión teológica: Dios no es el centro de todo, el hombre lo es. Hoy se busca una máxima libertad de expresión para crear nuestras propias identidades. Cada individuo decide qué ser, y es el único con la potestad de tomar esta decisión; cada persona es un pequeño “dios” en su propia vida.
El problema es que a este pequeño dios le hace falta protección, pues sigue siendo vulnerable. Entonces se crea otro dios protector: el Estado, que debe garantizar los derechos del individuo soberano, incluso a pesar de su radicalismo. Actualmente, esta es la “religión” de muchas personas que aseguran no ser seguidores de una.
Esto puede evidenciarse en cualquier charla sobre política. Hoy es muy difícil entablar una discusión racional sobre política, porque la discusión adquiere matices religiosos. No es simplemente una discusión técnica sobre variables económicas, sino que, en el fondo, es una discusión sobre la identidad como tal; se pone en cuestión el proyecto de autodivinidad de cada individuo. Se expresa la cosmovisión de cada persona; es su religiosidad llevada a la práctica, su espiritualidad.
Al final, se convierte en una cuestión espiritual (aunque se trate de una falsa espiritualidad), porque sigue la línea de la gran mentira de Génesis: “Si quieres, puedes ser como Dios”. Un ejemplo de esto es la creencia popular de que la ley decretada por los cuerpos legislativos del Estado puede crear diversas identidades de género para los individuos.

Tu libro es una introducción a la espiritualidad bíblica, más que a la espiritualidad cristiana. ¿Por qué haces esta distinción entre “cristiana” y “bíblica”?
En el sentido estricto, no debería haber una distinción entre ambos términos. Pero lamentablemente hoy debe hacerse.
El hecho de que se hayan introducido tantas ideas no bíblicas dentro de las iglesias, incluidas las de ciertos dominios intelectuales, hace que una distinción entre “lo cristiano” y “lo bíblico” sea necesaria. Creo que el mejor ejemplo es el de la consejería bíblica. La psicología cristiana tiende a ser integracionista y ha llevado a que en la práctica de la consejería cristiana se mezclen conceptos de diversas fuentes. Pero el nuevo movimiento de la consejería bíblica busca ser fiel a la revelación de Dios en Su Palabra.
Pasa lo mismo en cuanto a la espiritualidad. Hoy se leen muchos libros cristianos sobre espiritualidad que mezclan conceptos de la psicología y la autoayuda con algunos versículos bíblicos. Entonces, tenemos que usar la palabra “bíblica” para aclarar a qué nos referimos, porque el término “cristiano” ahora está cargado de conceptos no bíblicos.
Por último, los libros sobre espiritualidad suelen tener un enfoque muy individual y personal, pero en el tuyo hay muchas referencias a la comunión y a la comunidad. ¿Cuál es la relación entre la espiritualidad y la comunión?
El hiperindividualismo ha afectado mucho a la Iglesia, produciendo la idea de que la espiritualidad es algo privado. La frase “es mi forma de relacionarme con Dios” es muy común. Pero esto no es bíblico. Es cierto que hay elementos individuales en la espiritualidad bíblica, como la oración privada que enseña Jesús en Mateo 6. Pero en todo el Nuevo Testamento vemos la preponderancia de la oración en comunidad dentro del contexto eclesial.
En la espiritualidad bíblica hay dos dimensiones: una personal, de las disciplinas; y otra comunitaria, en el contexto de la congregación. Durante un buen tiempo me pregunté cuál es la relación entre ambas y la Reforma protestante nos deja una idea que es de mucha ayuda: los medios de gracia.
Cuando entendemos que las Escrituras dan prioridad a los medios de gracia, nuestra perspectiva se transforma. Los medios de gracia están ligados a la revelación divina: la predicación de la Palabra; las ordenanzas o sacramentos, que son la Palabra ilustrada y participada; y la oración. Estos son los canales aprobados por Dios para bendicir a Su pueblo.
La gracia divina nos llega por estos medios, que se practican exclusivamente en la Iglesia. La predicación de la Palabra cada domingo es un medio de gracia y hay bendición espiritual para quienes asisten y escuchan. La Cena del Señor es dada a la Iglesia y administrada por la Iglesia, y hay bendición para quienes participan.

La prioridad debe estar en los medios de gracia. Michael Horton señala que la piedad de la Reforma es mejor entendida como una piedad que “baja de la Iglesia a la familia y hacia el individuo”. Debemos participar, primeramente, de los medios de gracia antes de ocuparnos de las disciplinas espirituales. Este es un orden que va en contra de nuestra mentalidad, porque el hiperindividualismo ha penetrado tanto en la Iglesia y ha formado tanto nuestro pensamiento, que siempre queremos empezar por el “yo”. Pero las disciplinas espirituales dependen de los medios; son las extensiones privadas de los medios de gracia practicados en la comunidad.
Además, la relación entre ambas dimensiones es que la espiritualidad solo se puede vivir en el contexto comunitario. Recibo los medios de gracia y practico lo que recibo en el contexto de la Iglesia. Esto se ve muy claro en las cartas del apóstol Pablo, que tienen una primera parte doctrinal, seguida de la aplicación, que siempre es comunitaria. Incluso, el pecado individual tiene efectos en el contexto comunitario, como se puede ver en las cartas a los Corintios. Hoy existe la idea de que cada uno decide lo que hace con su cuerpo, pero esto no es bíblico. Pablo enseñó que el pecado de uno afecta a toda la Iglesia. La verdadera espiritualidad bíblica siempre regresa a la dimensión comunitaria.
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