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Este hombre pasó de ser un apasionado católico que odiaba la reforma a ser un fuerte reformador de la iglesia de Inglaterra. Su apasionada predicación lo llevó a ser considerado el mayor predicador de la Reforma inglesa. Su valiente martirio es un verdadero testimonio de lo que significa ser transformado por la verdad de las Escrituras.
De papista obstinado a reformado
Hugh Latimer nació en 1485 en Thurcaston, Leicestershire, Inglaterra, en la familia de un próspero granjero. Fue educado en la Universidad de Cambridge y elegido miembro del Clare College en 1510. Recibió una Maestría en Artes en 1514 y fue ordenado sacerdote en 1515. En 1522 fue nominado para los cargos de predicador y capellán universitario. En el desempeño de sus funciones oficiales, continuó con estudios teológicos y recibió el título de Licenciado en Divinidad en 1524. Siendo un estudiante de teología y un católico fervoroso, debatió en muchas ocasiones con otros alumnos que se apegaban a los principios de la Reforma.
Mientras ejercía su ministerio en Cambridge llegó a ser conocido como un importante predicador durante los siguientes 20 años. En sus propias palabras, fue un “papista obstinado.” Más adelante él mismo escribiría sobre este periodo: “Yo era un papista tan obstinado como cualquiera en Inglaterra, tanto que cuando hice mi bachillerato en divinidad, todo mi discurso fue en contra de Philip Melanchthon, la mano derecha de Lutero.”
Pero en 1525 entró en contacto con las ideas de la reforma a través de un grupo de jóvenes teólogos de Cambridge, liderados por Thomas Bilney (1495-1531), que estaban siendo influenciados por las ideas de Martín Lutero (1483-1546). Un encuentro con Bilney tuvo lugar luego de un fuerte discurso anti-reforma que predicó Latimer. Bilney lo siguió a su casa y le rogó que escuchara su confesión. Esa "confesión" resultó ser determinante para Latimer. A partir de ese momento Latimer empezó, como él mismo lo dijo posteriormente, a “oler la Palabra de Dios, y abandonar la enseñanza que había recibido.”
Desde entonces, Latimer cambiaría completamente de bando y enfilaría toda su capacidad intelectual y comunicativa a defender las verdades bíblicas que se estaban propagando por toda Europa. Comenzó también a acompañar a Bilney en sus visitas a los enfermos, los pobres, los abandonados y los presos, buscando atender sus necesidades. Enseñaron a los que no conocían el evangelio y trataron de llevar a los hombres al arrepentimiento.
Predicación herética
Latimer comenzó también a predicar en los púlpitos de la Universidad, lo que tuvo un gran impacto en muchos de los que lo escucharon. Thomas Beccon (1511-1567), más tarde capellán de Thomas Cranmer (1489-1556), dijo sobre la predicación de Latimer: “Nadie, excepto el terco e incircunciso de corazón, se apartó de su predicación sin sentirse afectado por un gran aborrecimiento del pecado.”
La predicación era muy importante para Latimer, pues era el medio de salvación. Él mismo dijo: “Quita la predicación y quitarás también la salvación.” También se oponía firmemente a los ministros de su tiempo que predicaban con poca frecuencia, si es que lo hacían. Él dijo: “En muchos lugares de las Escrituras se declara cuán necesaria es la predicación (...) Esto es lo que más lucha contra el diablo: todo su estudio ha consistido en destruir este oficio.”
En su nuevo círculo, Latimer se hizo amigo de los principales reformadores, entre ellos Thomas Cromwel (1485-1540), quien en poco tiempo se convertiría en primer ministro del Rey. También se haría amigo de Thomas Cranmer, quien a la postre se convertiría en Arzobispo de Canterbury. Cranmer había invitado a varios reformadores del continente y Latimer aprovechó la oportunidad para pasar largas horas conversando con ellos.
Con convicciones renovadas, pronto Latimer comenzó a predicar públicamente sobre la necesidad de la traducción de la Biblia al inglés. Esto significaba un movimiento peligroso en tanto que la primera traducción del Nuevo Testamento de William Tyndale (1494-1536) había sido prohibida recientemente. A principios de 1528, Latimer fue llamado ante el cardenal Thomas Wolsey (1473-1530) y recibió una amonestación y una advertencia.
Mientras su amigo Bilney moría en las llamas bajo cargos de herejía en 1531, Latimer era acusado de cargos por predicación herética, pues a pesar de que oficiaba como sacerdote oficial, sus ideas reformadas influían fuertemente en su predicación. Pero Latimer negó todos los cargos. Luego, en enero de 1532, se negó a suscribirse a algunos artículos de fe que afirmaban la existencia del purgatorio y la necesidad de venerar a los santos. Como era de esperarse, Latimer fue excomulgado y encarcelado hasta que firmara una sumisión completa. Sin embargo, después llegaría a un acuerdo con las autoridades y sería liberado.
Otra faceta del ministerio de Latimer fue su valentía para proclamar las verdades bíblicas ante cualquier persona, incluyendo al rey. Latimer resolvió declarar la verdad de Dios incluso si le costaba la vida. Son legendarias sus confrontaciones y exhortaciones bíblicas casi suicidas ante Enrique VIII (1491-1547). Algunos hablaron posteriormente sobre él diciendo: “Moisés, Jeremías y Elías no declararon el verdadero mensaje de Dios a sus gobernantes y pueblo con un espíritu más sincero, una mente más fiel y un celo más piadoso que Latimer.”
Las semillas de la doctrina protestante
Ya para 1536 se consideraba a Latimer como uno de los líderes más importantes de la Reforma en Inglaterra. Después de 10 años de predicación sobre el tema de una Biblia en inglés, junto con la persuasión del arzobispo de Canterbury Cranmer y la presión de Thomas Cromwell, se produjo el fin deseado: el rey acordó que la Biblia en inglés se usara libre y abiertamente.
Sin embargo, la caída de Thomas Cromwell y los indicios de que la iglesia estaba caminando hacia la práctica de un catolicismo ortodoxo, lo obligaron a renunciar a su cargo eclesiástico en 1539, en gran medida porque se oponía a los Seis Artículos, decisión que disgustó a Enrique VIII. Entonces el rey lo silenció durante los últimos ocho años de su reinado y lo encarceló parte de ese tiempo. Durante el resto del reinado de Enrique VIII, Latimer permanecería en las sombras, pasando varios periodos encarcelado en la Torre de Londres.
Con el ascenso de Eduardo VI (1537-1553), los cambios hacia el protestantismo, liderados por Thomas Cranmer, se hicieron reales rápidamente. Esto le dio a Latimer, ya anciano para entonces, la oportunidad de exhibir sus muchos talentos. Latimer denunció los males morales, sociales y judiciales. Siempre predicó con la autoridad de las Escrituras más que con su propia opinión. Según J. C. Ryle: “Con toda probabilidad, ninguno de los reformadores sembró las semillas de la doctrina protestante tan amplia y eficazmente entre las clases medias y bajas como Latimer.” En un sermón posterior ante Eduardo VI, le suplicó que no permitiera que la predicación decayera. En su sermón le dijo al Rey: “que la predicación no decaiga: porque si la predicación decae, la ignorancia y la brutalidad volverán a entrar.”
Una vez reincorporado en el ministerio, Latimer tomó la decisión de negarse a asumir de nuevo su obispado, ya que quería ser libre para predicar sin temor a polarizarse. Esta decisión fue muy acertada ya que pudo predicar sin restricciones. En adelante, sus sermones generalmente atraerían a grandes multitudes, lo que le permitió convertirse en una figura clave en la popularización del mensaje de la Reforma en Inglaterra.
El precio de la predicación
Sin embargo, la popularidad traería un precio. Cuando la católica María I (1516-1558) ascendió al trono, Latimer ya estaba marcado como un proscrito. Como consecuencia, en septiembre de 1553, Latimer fue arrestado y acusado de traición. Fue llevado a Oxford para ser juzgado. Pasó casi dos años como preso en la Torre de Londres, mientras la vejez, su mala salud, el aislamiento y las penurias de la cárcel hacían estragos en su cuerpo.
Latimer y Nicholas Ridley (1500-1555), otro importante reformador, se encontrarían por última vez el 16 de octubre de 1555 en la hoguera en Oxford. Latimer estaba vestido con una túnica y un gorro, mientras Ridley llevaba aún su atuendo de obispo. Se colocaron espalda con espalda en una estaca común con una cadena alrededor de sus cinturas. Justo antes de que las llamas se encendieran, los dos hombres oraron. Las últimas palabras que Latimer le dijo a su amigo Ridley mientras ardían, fueron: “Ten confianza, maestro Ridley, y tengamos valor; este día encenderemos una vela en Inglaterra que, por la gracia de Dios, confío que jamás se apagará.”
Su fe en que Dios sostendría la obra del evangelio en su nación se hizo realidad. Tan solo tres años después de la muerte de Latimer, la reina María murió y el trono pasaría a manos de su media hermana Elizabeth (1533-1603), quien establecería el protestantismo en Inglaterra.
Hugh Latimer vivió en una de las épocas más complejas de la historia de Inglaterra. Vivió durante el gobierno de al menos cuatro reyes: Enrique VII, Enrique VIII, Eduardo VI y María I. Esto le permitió a Latimer experimentar de primera mano los rigores de un deseo de reforma permanentemente reprimido por los monarcas. Sin embargo, Dios le permitió experimentar también la maravillosa acogida que tuvieron las ideas reformadas durante el gobierno de Eduardo VI.
A pesar de la política cambiante y de los tiempos turbulentos en los que vivió este reformador, Latimer sembró la semilla para que Inglaterra pasara de ser un reino católico a ser un faro de la Reforma. Desde entonces, fue conocido como el “Apóstol de los ingleses.” Hugh Latimer, Nicholas Ridley y Thomas Cranmer son conocidos hoy como los Mártires de Oxford. Se conmemora su memoria con un monumento erigido muy cerca del lugar de su ejecución.
Latimer predicó cientos de sermones, pero solo quedaron cuarenta y uno. Estos sermones fueron copiados mientras Latimer predicaba, lo que resultó ser bastante difícil, ya que los copistas luchaban por mantenerse al día con su elocuencia y fluidez. Los sermones revelan especialmente a un predicador que era capaz de adaptarse a su audiencia mientras explicaba un texto bíblico en su contexto, daba a conocer los puntos doctrinales, enfatizaba en lecciones morales y advertía contra los errores de la Iglesia Romana. Sin ninguna duda Latimer fue un gran predicador, lo que le valió el reconocimiento de muchos grandes de la historia que siguieron su legado posteriormente, entre ellos Charles Spurgeon (1834-1892). El historiador del siglo XX Patrick Collinson (1929-2011) lo describió una vez como uno de los más grandes predicadores de habla inglesa del siglo XVI.
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