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Durante su reinado, Inglaterra se afirmó vigorosamente como una gran potencia europea en política, comercio y artes. Aunque su reino se vio amenazado por graves divisiones internas, la combinación de astucia y coraje de Elizabeth ayudaron a unificar a la nación contra enemigos extranjeros y a afirmar a Inglaterra como una nación protestante.

Un hogar separado
Elizabeth I nació el 7 de septiembre de 1533 como la hija de Enrique VIII (1491-1547) y su segunda esposa, Ana Bolena (1501-1536)[1]. Dado que el rey esperaba ardientemente que Ana diera a luz a un heredero varón, el nacimiento de una niña fue una amarga decepción. Antes de que Elizabeth cumpliera tres años, su padre hizo decapitar a su madre por cargos de adulterio y traición. El impacto emocional de estas intrigas en Elizabeth, que había sido criada en un hogar separado, nunca se conoció. Lo que sí se observó fue su seriedad y madurez precoz.
Cuando en 1537 la tercera esposa de Enrique, Jane Seymour (1508-1537), dio a luz a un hijo varón, llamado Eduardo, Elizabeth se ocultó cada vez más detrás de la pompa de la corona. Pero ella recibió una educación rigurosa normalmente reservada para los varones. Estudió lenguas clásicas, historia, retórica y filosofía. Además de griego y latín, ella adquirió fluidez en francés e italiano que en años posteriores la ayudarían en la diplomacia. También estudió teología, absorbiendo los principios del protestantismo.

Ascenso al trono
Con la muerte de Enrique en 1547 y el ascenso al trono de su frágil hermano Eduardo, de 10 años, la vida de Elizabeth dio un giro peligroso. Eduardo VI (1537-1553) murió solo 6 años después y tras su muerte María, media hermana de Elizabeth, ascendió al trono. María estaba seriamente dispuesta a regresar a Inglaterra al seno de la Iglesia de Roma, lo que despertó una amarga oposición protestante.
A pesar de que durante este tiempo Elizabeth profesó ser católica y leal a María, muchos protestantes y católicos asumieron que su profesión de fe y lealtad eran falsas, algo que nunca se supo, ya que sus posiciones religiosas privadas siempre fueron un misterio.

Tras la muerte de María I de Inglaterra (1516-1558) en 1558, Elizabeth llegó al trono en medio de campanas, manifestaciones patrióticas y otros signos de júbilo público. De este modo, los súbditos se aseguraron de que bajo Elizabeth, Inglaterra había regresado, cautelosa pero decisivamente, para seguir el curso de la Reforma Protestante.
La reina comenzó de inmediato a formar su gobierno. Redujo el tamaño del Consejo Privado, en parte para purgar a algunos de sus miembros católicos y en parte para hacerlo más eficiente; comenzó una reestructuración de la casa real, equilibró cuidadosamente la necesidad de continuidad administrativa y judicial con el deseo de cambio, y reunió a su alrededor a asesores experimentados y confiables.

Gobernando en un mundo patriarcal
Muchos empezaron a cuestionar que una mujer solitaria dirigiera a Inglaterra, pero los abogados de la corona elaboraron una teoría legal mística conocida como "los dos cuerpos del rey". Esta teoría decía que cuando ella ascendió al trono, todo su ser estaba profundamente alterado: su "cuerpo natural" estaba casado con uno inmortal, un "cuerpo político". En otras palabras, su cuerpo físico estaba sujeto a las imperfecciones humanas, pero el cuerpo político era atemporal y perfecto. Por lo tanto, el género de la reina no era una amenaza para la estabilidad y la gloria de la nación.
Esta teoría reforzó el culto a Elizabeth como la Reina Virgen casada con su reino. Aunque fue una creación gradual, gran parte de este mito se empezó a crear también por el desinterés de Elizabeth por casarse. Pero esto era preocupante, pues si Elizabeth moría sin hijos, la línea Tudor llegaría a su fin. La heredera más cercana era María, Reina de Escocia, nieta de la hermana de Enrique VIII. María, fiel a Roma, fue considerada por los protestantes como una amenaza que podría evitarse si Elizabeth produjera un heredero.
El matrimonio de la reina era fundamental, no solo por la cuestión de la sucesión, sino también por la diplomacia. Inglaterra, aislada y militarmente débil, necesitaba urgentemente las alianzas de un matrimonio de su reina. Es poco probable que Elizabeth alguna vez haya tenido la intención seria de casarse. Aunque pacientemente recibió peticiones de matrimonio y escuchó consejos, nunca se decidió.
Probablemente en el centro de esa decisión estaba una falta de voluntad para comprometer su poder. Lejos de tratar de calmar la ansiedad, la reina parecía aumentarla y usarla, ya que era experta en manipular facciones. Esta habilidad se extendió más allá de las negociaciones matrimoniales y se convirtió en una de las características de su régimen. Elizabeth tenía un don excepcional para combinar demostraciones calculadas de intransigencia con demostraciones igualmente calculadas de gracia y, en raras ocasiones, una prudente disposición a ceder.

Religión, autoridad y protestantismo
Elizabeth restauró el protestantismo. La Ley de Supremacía de 1559 revivió los estatutos antipapales de Enrique VIII y declaró a la reina gobernante suprema de la iglesia. Para los protestantes, incluidos los exiliados del reinado de la Reina María, que acababan de regresar a Inglaterra desde Ginebra y otros centros de reforma, estas medidas parecían mínimas e inadecuadas. Estos protestantes empezaron a ser llamados “puritanos”[2].
Pero cada una de las demandas de los puritanos eran repugnantes para la reina. Ella sentía que las reformas habían ido lo suficientemente lejos y que cualquier agitación adicional provocaría desorden público y socavarían su autoridad. Elizabeth, además, no tenía ningún interés en sondear las convicciones internas de sus súbditos; siempre que pudiera obtener la uniformidad pública y la obediencia, estaba dispuesta a dejar que las creencias privadas del corazón permanecieran ocultas.
Muchos de los temores de Elizabeth estaban relacionados con María, reina de Escocia, que había sido expulsada de su propio reino en 1568 y se había refugiado en Inglaterra. La presencia de la mujer a la que la Iglesia Romana consideraba la legítima reina de Inglaterra le planteó a Elizabeth un serio problema político y diplomático. Ella juzgó que era demasiado peligroso dejar que María se fuera del país, pero al mismo tiempo rechazó firmemente el consejo del Parlamento y de muchos de sus consejeros de que María debería ser ejecutada.
Cuando se descubrió una conspiración contra Elizabeth, María Estuardo fue culpada y condenada. Durante tres meses la reina dudó, pero luego firmó la sentencia. Cuando le llegó la noticia de que su prima María I de Escocia (1542-1587) había sido decapitada, Elizabeth respondió con dolor y rabia. Al parecer siempre se arrepintió de haber firmado la sentencia.

Movimientos políticos
En 1570, el papa Pío V (1504-1572) excomulgó a Elizabeth y absolvió a sus súbditos de cualquier juramento de lealtad que pudieran haberle hecho. Así, Elizabeth estaba bajo una gran presión para involucrarse más en la lucha continental entre católicos y protestantes.
Durante años, Elizabeth había jugado con los intereses rivales de Francia y España, pero a mediados de la década de 1580 se hizo claro que Inglaterra no podía evitar una confrontación con España. El rey español, Felipe II (1527-1598), había comenzado a reunir una enorme flota que navegaría a los Países Bajos, uniría fuerzas con un ejército español, y luego procedería a una invasión de la Inglaterra protestante. Siempre reacia a gastar dinero, la reina había autorizado fondos suficientes durante su reinado para mantener una flota de barcos de combate, a los que se podrían agregar barcos de la flota mercante.
Cuando en julio de 1588 la Armada Invencible, como se le llamó a la gran armada española, llegó a aguas inglesas, los barcos de la reina derrotaron a la flota enemiga. En un intento de regresar a España, dicha flota fue destruida por terribles tormentas.
La imagen de la reina
Elizabeth poseía un vasto repertorio de vestidos fantásticamente elaborados y joyas exuberantes. Su pasión por el vestido estaba ligada al cálculo político y a una aguda autoconciencia sobre su imagen. Siempre controló los retratos reales que circulaban, y sus apariciones en público eran deslumbrantes muestras de riqueza y magnificencia.
Al final de su vida sufrió episodios de melancolía y mala salud, y mostró signos de debilidad creciente. Jacobo VI de Escocia (1566-1625), hijo de María Estuardo, fue designado como su sucesor, mientras que Elizabeth murió en silencio el 24 de marzo de 1603. La nación acogió con entusiasmo a su nuevo rey, pero en unos pocos años los ingleses comenzaron a expresar nostalgia por su reina. Mucho antes de su muerte, ella se había transformado en una poderosa imagen de autoridad y orgullo nacional.

La religión de Elizabeth I
Elizabeth fue un personaje misterioso en cuanto a su fe. Aunque aprobaba muchas prácticas protestantes, le molestaban otras, y tenía gusto por algunos rituales y tradiciones de la Iglesia de Roma. Ella quería que su iglesia atrajera tanto a los católicos como a los protestantes. La jerarquía y las formas tradicionales se adaptaban a su gusto conservador. Ella simpatizaba poco con los extremistas que querían despojar a la Iglesia de sus galas, música coral y vestimentas. Quería que su iglesia fuera popular entre su gente, y que el catolicismo se extinguiera naturalmente cuando la gente recurriera a la religión que ella había establecido. En esto tuvo mucho éxito. Para 1603, el año de su muerte, los ingleses eran generalmente protestantes y los católicos eran minoría.
Durante su reinado se afirmó el protestantismo y muchos de los exiliados protestantes regresaron a Inglaterra. Con Elizabeth, la nación marcharía de una vez y para siempre por la senda del protestantismo a través de la consolidación de la Iglesia Anglicana. Aunque nos parezca extraño, debemos reconocer que Dios usó a Enrique VIII y a su hija Elizabeth I para el cumplimiento de su plan, aunque sus vidas no reflejaran de forma clara el carácter del evangelio.
¿Y tú? ¿Qué piensas? ¿De qué forma ves avanzar el plan de Dios en medio de una sociedad que no reconoce nuestra fe? ¿Consideras que la religión y la política deberían tener puntos de encuentro? ¿Puedes glorificar a Dios por la forma en la que ha usado a personajes aparentemente egoístas y malintencionados para llevar a cabo Su propósito?
[1] Puedes conocer más sobre Enrique VIII en el siguiente enlace:
[2] Puedes conocer más sobre el Puritanismo en el siguiente enlace:
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