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Con tres palabras memorables, "Dr. Livingstone, supongo", Palabras que el periodista Henry Morton Stanley ensayó de antemano, David Livingstone se volvió inmortal. Stanley se quedó con Livingstone durante cinco meses y luego se fue a Inglaterra para escribir su éxito de ventas, How I Found Livingstone. Livingstone, mientras tanto, se perdió de nuevo en una zona inhóspita. Un año y medio más tarde, murió en una choza de barro, arrodillado en oración junto a su cama.
Bienvenidos a este resumen de la vida de David Livingstone (1813-1873).

Un llamado a las misiones
David Livingstone nació el 19 de marzo de 1813 en Blantyre, Escocia en medio de una familia piadosa. Livingstone no pudo permitirse una educación formal. Desde niño tuvo que trabajar en una fábrica de algodón. Mientras trabajaba, ponía un libro delante de él para leer. De esta forma pudo tener una buena educación que le abrió puertas en el futuro.

A los 25 años, Livingstone quedó cautivado por un llamado dirigido a médicos misioneros a China, así que se matriculó en una escuela de medicina en Glasgow y finalmente se postuló en la Sociedad Misionera de Londres. Debido a que carecía de credenciales teológicas, no fue aceptado al principio. Para cuando fue aceptado, la Guerra del Opio (1839-1860) había estallado en China, y no era aconsejable enviar misioneros allí. Poco después, Livingstone conoció a Robert Moffat (1795-1883), quien fue pionero en una misión en el sur de África. Livingstone puso su mirada en ese continente y luego de recibir su título en medicina se unió al equipo de Moffat en 1841.

Luego de dos años de aprendizaje junto a Moffat, partió para Mabotsa, trescientos kilómetros tierra adentro, donde fundó una misión junto a su esposa Mary, hija de Moffat. Pero allí tuvo dificultades con otro misionero, así que decidió ir más lejos, hasta la aldea de Chonuana donde estuvo tres años y bautizó al jefe de la tribu. Pero debido a una sequía, la tribu tuvo que desplazarse y Livingstone y su familia también. Después de moverse por varias zonas, Livingstone decidió que su familia regresara a Inglaterra desde Ciudad del Cabo mientras él se internaba al interior de África. A partir de entonces se iniciaron las famosas expediciones de Livingstone.

Su meta era abrir un "Camino Misionero" o "Carretera de Dios", que tenía el objetivo de llevar el "cristianismo y la civilización" a los pueblos no alcanzados.

Un misionero inconforme
Pero Livingstone se resistía a las políticas de misiones "conservadoras". El patrón era ir a un pueblo a la vez, ganar conversos, construir una iglesia y seguir adelante solo cuando esa iglesia estuviera bien establecida. Pero era un proceso demasiado lento para Livingstone. Él veía que las condiciones eran malas para la evangelización en África. La ignorancia de la cultura africana, combinada con las agrias experiencias de los africanos con los comerciantes de esclavos, creaba una gran resistencia para el evangelismo.
¿Por qué no infiltrarse en el interior de manera positiva, ayudar a los africanos a desarrollar su propio comercio y aprender sobre sus costumbres? Esto podría no construir iglesias a corto plazo, pero podría crear condiciones que serían más favorables para la evangelización futura.

Livingstone tenía poca paciencia con las actitudes de los misioneros que habían absorbido "la mentalidad colonial" con respecto a los nativos. Cuando Livingstone habló en contra de la intolerancia racial, los afrikaners, un grupo de colonos europeos blancos, intentaron expulsarlo, quemando su estación y robando sus animales.
También tuvo problemas con la Sociedad Misionera de Londres, quien sintió que sus exploraciones lo estaban distrayendo de su trabajo misionero. Sin embargo, a lo largo de su vida, Livingstone siempre se consideró a sí mismo principalmente como un misionero.

A las Cataratas Victoria
A fines de 1852, con su familia instalada de manera segura en Inglaterra, Livingstone emprendió una primera expedición. Ya había descubierto el río Zambezi. Tenía que venir de algún lado. Tal vez podría encontrar una ruta fluvial interior a través del continente desde el Océano Índico hasta el Atlántico. Esto abriría oportunidades comerciales para los pueblos nativos y, en el proceso, denunciaría a los comerciantes de esclavos.
El viaje hacia el oeste fue difícil, plagado de enfermedades, sequías y ataques de tribus hostiles y animales salvajes. Finalmente llegó al Atlántico en 1854 y pudo haber navegado desde allí a Inglaterra, pero había más exploración por hacer. Se aventuró nuevamente hacia el este, llegando a la costa en 1856.

En un viaje épico de tres años desde el Océano Atlántico hasta el Océano Índico, Livingstone exploró el río Zambezi de 1.700 millas de largo, descubriendo en el proceso las Cataratas Victoria. Desde allí navegó hacia Gran Bretaña, donde fue recibido como un héroe. La exploración de territorios inexplorados era muy aclamada en aquellos días. La Real Sociedad Geográfica le concedió los más altos honores. Visitó varias universidades para hablar sobre sus experiencias inspirando en el proceso a muchos estudiantes a convertirse en misioneros en África. El relato de sus viajes, Missionary Travels, escrito en 1857, fue un éxito de ventas.

La desafortunada expedición Zambezi
En 1858, el gobierno británico financió una segunda expedición para investigar los recursos naturales del sudeste de África y abrir el río Zambezi para la navegación. Livingstone buscaba navegar 1,000 millas por el Zambezi en un barco de vapor de latón y caoba para establecer una misión cerca de las Cataratas Victoria. El bote era de tecnología de punta, pero resultó demasiado frágil para la expedición y como consecuencia naufragó después de encallar repetidamente en bancos de arena.
Su esposa Mary, que había regresado a África y que acababa de dar a luz a su sexto hijo, murió en 1862 durante la misión. Finalizando su fallida expedición, un atribulado Livingstone regresó a Inglaterra en 1864.

La última expedición
Pero Livingstone no se daba por vencido. Partió por su cuenta por última vez en 1866 a su amado continente. Esta vez para buscar la fuente del Nilo.
Pasaron los años sin noticias de él. Algunas expediciones salieron a buscarlo. La más famosa de esas expediciones involucró a Henry M. Stanley (1841-1904), reportero del New York Herald, en 1871. Al encontrar a Livingstone por fin en Uyiyi, en el lago Tanganica, pronunció esa gran frase, "Dr. Livingstone, supongo". Pero Stanley no pudo convencerlo de que volviera a casa. En agosto de 1872, con una salud precaria, el viejo explorador estrechó la mano de Stanley y emprendió su viaje final.
Livingstone murió en 1873. Fue encontrado de rodillas con las manos unidas en actitud de oración en una choza. Su corazón fue enterrado bajo un árbol en África y su cuerpo fue devuelto a Inglaterra. Allí, este gran misionero fue honrado con un entierro en la Abadía de Westminster.

El legado del misionero y explorador
Cuando Livingstone llegó a África en 1841, el continente era llamado el "Cementerio del Hombre Blanco", y la región era tan exótica como el espacio exterior. Aunque los portugueses, holandeses e ingleses estaban explorando el interior, los mapas africanos tenían áreas inexploradas en blanco: sin carreteras, sin países, sin puntos de referencia. Livingstone ayudó a volver a dibujar los mapas, explorando lo que ahora son una docena de países, incluidos Sudáfrica, Ruanda, Angola y la República del Congo, e hizo que Occidente se diera cuenta de la continua maldad de la esclavitud africana.

Livingstone recorrió miles de kilómetros tomando notas de todo lo que veía, haciendo observaciones geográficas, atendiendo a los enfermos y predicando el evangelio. Pero por sobre todo, ganándose el corazón de los africanos. Sus crónicas registran que estuvo más de veintisiete veces postrado en cama por fiebres, pero pronto recobraba sus fuerzas y continuaba explorando.

También desafió las ideas prevalecientes de misiones en su día. Tenía una visión para el bienestar económico y espiritual combinado de los pueblos africanos, pero parecía evitar la mayor parte de la mentalidad colonialista de sus contemporáneos. Aunque su obra evangelística no fue muy grande, su valentía por encontrar nuevas rutas y dibujar los mapas de la inhóspita África central allanó el camino para que nuevos misioneros tuvieran una ruta que les permitiera adentrarse para llevar el evangelio. El trabajo de Livingstone creó las condiciones para el crecimiento del cristianismo. Un siglo y medio después de su muerte, la iglesia africana se sigue extendiendo.
"Traído por manos fieles sobre tierra y mar", dice su lápida, "David Livingstone: misionero, viajero y filántropo. Durante 30 años pasó su vida en un esfuerzo incansable por evangelizar a las razas nativas, explorar los secretos por descubrir y abolir la trata de esclavos".