Hacia finales del siglo XIX, tanto en el panorama externo como interno del evangelicalismo y el protestantismo, la idea de una mujer afroamericana evangelista, misionera y prominente oradora era improbable. La esclavitud y fuerte segregación eran realidades que estaban muy presentes en la sociedad de aquella época. Sin embargo, Amanda Berry Smith cambió eso a través de su servicio, transformándose en un referente para la época a pesar de cuán impensable era que personas de su raza y género fueran protagonistas.
Amanda poseía un gran carisma, mucha devoción y un gran talento para comunicar. Todo esto la llevó a realizar campañas evangelísticas por varios lugares. En uno de ellos, un testigo dejó el siguiente registro:
Durante el verano de 1876, mientras asistía a un campamento en Epworth Heights, cerca de Cincinnati, me llamó la atención una dama de color vestida con un atuendo muy sencillo, (...) que estaba ocupada en exponer una lección bíblica a una pequeña audiencia. (...) Sus comentarios sobre la lección bíblica no me impresionaron particularmente, y no fue hasta la tarde del mismo día, cuando por casualidad estaba arrodillado cerca de ella en una reunión de oración, que quedé impresionado de que era una persona de poder fuera de lo común. (...) Levanté la cabeza y a poca distancia, probablemente a no más de dos metros de mí, vi a la hermana de color de la mañana arrodillada en posición erguida, con las manos extendidas y el rostro radiante. De repente ella había estallado con una canción triunfante, y aunque me sorprendió el cambio en el orden de la reunión, al instante quedé absorbido de interés por la canción y la cantante. Algo parecido a un resplandor sagrado pareció descansar sobre el rostro oscuro que tenía ante mí, y en un segundo sentí que ella poseía un raro grado de poder espiritual. Ese algo invisible que estamos acostumbrados a llamar poder, y que ningún creyente cristiano nunca posee excepto como uno de los frutos del Espíritu de Dios que mora en nosotros, era suyo en un grado marcado.

Su infancia: entre la esclavitud y la fe
El matrimonio compuesto por Samuel Berry y Mariam Matthews Berry sufría los rigores de la esclavitud. De hecho, cuando Amanda nació el 23 de enero de 1837 en Long Green, Maryland, estaban retenidos en granjas adyacentes, por lo cual heredó la condición de esclava. En 1893, Amanda publicó una autobiografía sobre sus orígenes, en la cual señaló:
Nací en Long Green, Maryland, el 23 de enero de 1837. El nombre de mi padre era Samuel Berry. El nombre de mi madre, Mariam. Matthews era su apellido de soltera. El nombre del amo de mi padre era Darby Insor. El nombre del amo de mi madre, Shadrach Green. Vivían en granjas contiguas. No poseían un número tan grande de personas negras como algunas que vivían en el vecindario. Se decía que mi padre y mi madre tuvieron cada uno un buen amo y una buena ama. Después de la muerte del amo de mi padre, su joven amo, el Sr. E., y él quedaron a cargo del lugar. Habían crecido juntos, pero como mi padre era el mayor de los dos y un sirviente digno de confianza, su ama dependía de él y muchas cosas le fueron confiadas a su cuidado.

En esa época, el sistema se había flexibilizado y permitía la posibilidad de comprar la libertad. Con mucho esfuerzo, Samuel Berry, además de trabajar de día como fabricante de escobas, laboró en las noches con el objetivo de juntar dinero suficiente para comprar su libertad y la de su familia. Aquellas largas jornadas incluían caminar varios kilómetros labrando los campos hasta la 1 o 2 de la madrugada, y dormir solo un par de horas. Respecto a aquella época, Amanda cuenta que su padre: “...habiendo pagado por sí mismo, estaba ansioso por comprar a su esposa e hijos”.
En cuanto a su formación académica, esta se vio limitada, ya que no había escuelas disponibles para afroamericanos y asistir a una escuela para blancos era prácticamente imposible. Sin embargo, recibió enseñanzas profundas en el área espiritual, pues su madre y abuela eran unas creyentes comprometidas y habían participado en varios avivamientos metodistas que se desarrollaron en su área. Sobre su conversión, ella relató:
Hubo una reunión de campamento metodista celebrada en lo que en ese momento se llamaba Cockey's Camp Ground. Creo que estaba a unas veinte millas de distancia, y la joven ama, con varios otros jóvenes, asistió a esta reunión. Mi madre fue para ayudar y atender a la señorita Celie, como siempre lo había hecho. Era una reunión campestre, a la antigua y muy popular. Estos jóvenes fueron simplemente como a una especie de picnic, para pasar un buen rato mirando. Eran presbiterianos acérrimos y no tenían afinidad con ese tipo de eventos. Fueron más por curiosidad, para ver a los metodistas gritar y alborotarse, que por cualquier otra cosa; porque sí gritaban y se alborotaban en aquellos días, tremendamente.
El artículo continúa después del anuncioPor supuesto que fueron respetuosos. Entraron a la reunión de la mañana y se sentaron en silencio para escuchar el sermón; luego se propusieron caminar la otra parte del día, mirando alrededor y pasando un rato agradable. Mientras estaban sentados en la congregación, el ministro predicó en demostración del poder y del Espíritu Santo. Mi madre dijo que fue un tiempo maravilloso. El Espíritu del Señor se apoderó de mi joven ama, y ella fue poderosamente convencida y convertida allí mismo, antes de dejar el lugar; maravillosamente convertida al estilo antiguo; al modo de gritos y aleluyas.
Sin duda, esto disgustó a quienes estaban con ella. Estaban terriblemente incómodos. Todo se echó a perder y no sabían cómo llevarla a casa. Trataron de persuadirla, pero gracias a Dios, ella fue impactada profundamente. Luego se rieron un poco de ella. Entonces la reprendieron y la ridiculizaron; pero no pudieron hacer nada con ella. Después le rogaron que se callara; le dijeron que si se quedaba callada y esperaba hasta que llegaran a casa y esperaba hasta la mañana, ellos estarían satisfechos.
Mi madre estaba muy contenta de que el Señor hubiera respondido a su oración y a la de su abuela. Al escuchar a mi madre contar esta historia, ha llorado como si hubiera sido hace apenas unos días. Mi madre solo se había convertido dos años antes y siempre había orado por la señorita Celie, por lo que su corazón saltaba de alegría cuando la señorita Celie se convirtió.
Cuando tenía 13 años, Amanda dejó su casa para trabajar como empleada doméstica y comenzó a asistir a una iglesia metodista. Así pues, su vida laboral comenzó muy tempranamente. Se cuenta que la joven Amanda trabajó como cocinera ganándose una reputación por sus galletas y el pollo frito. También se hizo conocida como la mejor lavandera de ropa de la zona. Sus jornadas eran extenuantes: llegaban a extenderse hasta por doce horas y luego seguía trabajando en el planchado. Se cuenta que, cuando la fatiga la vencía, apoyaba la cabeza en el borde de la ventana y dormía solo unos minutos.

Madurez y servicio cristiano
Su vida espiritual se vio fuertemente influenciada por el movimiento de santidad que surgió del metodismo wesleyano. Aquel movimiento carismático, conocido bajo muchos nombres, se caracterizaba por el hecho de que sus predicadores enfatizaban en el poder del Espíritu Santo para involucrar a todas las personas en la obra de Dios, independientemente de su sexo, raza o clase social.
Respecto a su vida personal, contrajo matrimonio con Calvin Devine y tuvieron a la única hija de Amanda, Mazie, que vivió hasta la edad adulta. Sobre esto, comentó:
En septiembre de 1854, me casé con mi primer esposo, C. Devine, en una ceremonia oficiada por el reverendo Nicholas Pleasant, un ministro bautista en Columbia. Mi padre no se opuso a que me casara, solo adujo que era bastante joven, y yo también lo creía, pero aun así, como tantos jóvenes, dije: “Pero bueno, sé que puedo seguir adelante”.

A pesar de las expectativas positivas de Amanda, Calvin no resultó ser un esposo ideal:
A veces podía hablar de religión con mucha sensatez; pero cuando las bebidas fuertes le vencían, lo cual lamento mucho decir que ocurría con bastante frecuencia, entonces era muy profano e irrazonable. Tuvimos dos hijos. El primero murió; la otra, mi hija Maze, ahora está casada y vive en Baltimore.
En 1855, ocurrió un giro inesperado y trágico para la familia: comenzó una guerra, para la cual Calvin se enlistó y nunca regresó a casa. Más tarde, Amanda reflexionó sobre su primer matrimonio en sus memorias: “Mi primer marido no era cristiano en absoluto, ni yo tampoco lo era cuando me casé con él”. Al ser una mujer joven, pronto volvió a casarse. Aquello ocurrió en 1865, cuando unió su vida a la de James Smith. Él trabajaba en un hotel y Amanda era cocinera en una residencia privada, de manera que sus ingresos fueron insuficientes para mantener a la familia. Además, dentro de sus expectativas, estaba que, como matrimonio, sirvieran a tiempo completo en la iglesia. Sobre esos tiempos, ella escribió:
Me sentí muy desilusionada, tal vez había esperado demasiado de mi marido. Era predicador local y diácono ordenado en la Iglesia AME [Iglesia Episcopal Metodista Africana]. (...) Una razón para casarme por segunda vez fue que podría tener un hogar cristiano y servir a Dios de manera más perfecta. Pensé que casarme con un predicador sería lo ideal, aunque a pesar de eso, oré fervientemente pidiendo luz y guía del Señor, y creo que ahora él me la dio, pero no caminé en ella. Cuánto lo he sentido muchas veces desde entonces. Le dije a mi esposo que, desde mi conversión, sentía que era mi deber ser evangelista. Estuvo totalmente de acuerdo con todo y me dijo que se estaba preparando para unirse a la Conferencia y así dedicarse al trabajo itinerante. Él explicó y razonó todo muy bien y, por supuesto, había aprendido a amarlo, y eso contribuyó en gran medida a que todo pareciera muy plausible, a pesar de la luz que el Señor me había dado. Le dije que el Señor sabe que el deseo profundo de mi corazón es trabajar para Él y que podría ayudar mucho a mi esposo en su trabajo. Había visto y conocido la influencia de la esposa de un ministro, y cuánto podía ayudar a su marido u obstaculizarlo en gran medida en su trabajo. El Sr. Smith dijo que ese era el tipo de esposa que quería.
Sin embargo, James nunca concretó su carrera como ministro. Además, se suscitaron conflictos matrimoniales por la muerte prematura de varios de sus hijos. Aquellas diferencias fueron insalvables y, cuando James falleció por un cáncer de estómago en 1869, ya vivían separados. Hacia 1870, Amanda comenzó a predicar y cantar en reuniones campestres de santidad en 1870, y finalmente se hizo conocida por ambos talentos. De esta manera, a sus 29 años, se convirtió en viuda por segunda vez y en madre soltera, y comenzó a trabajar como ayuda doméstica. Por muchos años, sus días consistieron en lavar pilas interminables de trastos, restregar ropa y limpiar pisos.

Intenso servicio y trabajo evangelístico
Así es como, entre 1869 y 1878, Amanda comenzó a predicar por todo el sureste de los Estados Unidos. Fue durante este tiempo que ella adoptó un estilo que la distinguía: un vestido sencillo y un sombrero de los que usaban los cuáqueros. De acuerdo con Jamie Janosz, la razón detrás de su estética era “mostrarse decidida y enfocada en lo que Dios le asignara hacer, no en su apariencia”.
Así pasaron aquellos años, en los cuales combinaba su trabajo doméstico con el servicio, hasta que su ministerio se amplió hacia el extranjero en 1878, cuando comenzó una visita a Inglaterra. Allí entabló amistad con Hannah Whitehall Smith y Mary Broadman, y comenzó a recibir invitaciones para predicar en todo el Reino Unido. Fue así como se transformó en la primera evangelista internacional negra.
Posteriormente, fue a la India como misionera. En ese contexto, el obispo metodista James M. Thoburn la animó a escribir su autobiografía, siendo él mismo el autor de la introducción. Así fue como nació su autobiografía, cuyo título traducido al español es: “Una Autobiografía. La historia de los tratos del Señor con la Sra. Amanda Smith, la evangelista de color; contiene un relato de su vida de fe y de sus viajes por América, Inglaterra, Irlanda, Escocia, India y África como misionera independiente”. El objetivo era que registrara y compartiera los principales aspectos de su vida y ministerio.

Luego, pasó los siguientes ocho años en el oeste de África: viajó en diversos medios de transporte, visitó numerosas aldeas, enseñó y habló a favor de los niños y las mujeres oprimidas. También ayudó a iglesias, estableció sociedades de templanza y trabajó para tratar de mejorar la condición de las mujeres y la educación de los niños en Liberia y Sierra Leona. Durante todo ese tiempo, no dejó de pasar necesidades —que en algunas ocasiones se volvían abrumadoras—, pero nunca dejó de recibir su sustento. Por ejemplo, le llegaban cheques para satisfacer necesidades específicas justo en el momento preciso.
En aquella temporada, también trabajó con misioneros metodistas, incluido el obispo William Taylor, quien además le tenía gran estima, como queda evidenciado en una carta que envió a otro hombre:
Mi querido hermano:
Aquí le presentaré a nuestra querida hermana, la señora Amanda Smith. Como sabrán, la hermana Amanda es una de las evangelistas más notables de estos días tan agitados en los que vivimos. Ella es miembro de nuestra iglesia, está bien acreditada y es propiedad de Dios en todas partes, en Estados Unidos, Inglaterra y la India, como una maravillosa trabajadora salvadora de almas para el Señor Jesús.
Le escuché suplicar por Liberia en nuestra reciente Conferencia general. Su oración será respondida en un gran avivamiento de la obra de Dios en Liberia, a través de la agencia de la hermana Amanda, con el concurso de sus iglesias. Estoy seguro de que harás todo lo posible para abrirle el camino. Dios los bendiga a todos. Amén. Tu hermano en Jesús, William Taylor.

Gracias a su trabajo, fue reconocida y apreciada por afroamericanos y blancos. Sobre aquellos tiempos, Amanda dejó el siguiente registro:
Todo este tiempo fui miserable, pero oraba fervientemente y le pedía al Señor que me fortaleciera, y Él siempre lo hacía, pero ahora veo que lo más sabio hubiera sido que hubiera descansado por completo, porque esa era mi verdadera necesidad, y la fuerza que usé en la oración debería haberla gastado en descansar. Creo que esto hubiera sido del agrado de Dios. ¡Qué erudito tan aburrido he sido en Su escuela y, sin embargo, Él ha sido tan paciente conmigo!
El ministerio de Smith en esos países fue tan intenso y prolífico que Taylor comentó sobre su trabajo: “había hecho más por la causa de las misiones y la templanza en África que los esfuerzos combinados de todos los misioneros antes que ella”.
Días finales y legado
Aunque pasó largos años sirviendo en el extranjero, hacia el final de su vida regresó a Estados Unidos, donde sirvió cuidando a niños afroamericanos. Fundó el Orfanato y hogar industrial Amanda Smith para niños de color abandonados e indigentes, en Harvey, Illinois, en 1899. Además, fundó y editó el periódico mensual The Helper, que tenía dentro de sus objetivos aumentar la recaudación de fondos para la escuela.
En 1893, también colaboró con la fundación The National Association for the Advancement of Colored People (Asociación Nacional para el Avance de las Personas de Color). Lamentablemente, a pesar de sus incansables esfuerzos para recaudar fondos, la escuela no pudo lograr el sustento suficiente. A sus 75 años, dejó el proyecto y se mudó a una casa en Sebring, Florida, donde falleció el 25 de febrero de 1915, un mes después de cumplir los 78 años.
Amanda Berry Smith fue muy querida por su hermosa voz y sus sermones inspiradores. Gracias a ello, en 1878, se convirtió en la primera evangelista internacional negra. Trabajó en Inglaterra, Irlanda, Escocia, India y varios países africanos durante doce años. Aunque nunca fue establecida de manera formal como misionera u obrera a tiempo completo, trabajó de manera perseverante para llevar a muchos a Cristo. Respecto a este asunto, ella señaló que: “El pensamiento de la ordenación nunca pasó por mi mente, porque había recibido mi ordenación de aquel que dijo: ‘No me has elegido a mí, pero yo te he elegido y te he ordenado, para que puedas ir y llevar fruto’”.

A modo de balance y reflexión sobre sus primeros años y posterior desarrollo, Janosz comentó:
También como Amanda, podemos alabar a Dios mientras lavamos trastes, o llevamos a cabo nuestras tareas domésticas diarias. Como Amanda, podemos negarnos a dejar que nuestra identidad sea conformada por la ropa que usamos, el color de nuestra piel o los números que marque una báscula. Como Amanda, podemos deliberadamente dejar de enfocarnos en [nosotros mismos] y dirigir nuestros esfuerzos hacia las necesidades del mundo a nuestro alrededor.

Amanda Berry Smith destacó por su fervor, llamados a la justicia en la sociedad y trabajo en misiones. Sus largos años de esfuerzo lejos de las fronteras fueron una gran fuente de inspiración para que muchas mujeres se involucraran de manera más activa en los ministerios, especialmente dentro de las iglesias AME y en las metodistas en general. Pero, ¿qué opinó Amanda Berry Smith sobre sus años de vida y trabajo? Encontramos estas palabras al cierre de sus memorias:
Y ahora cierro el último capítulo de este pequeño libro, que ha sido una gran tarea para alguien tan inexperto en un trabajo de este tipo. No ha habido ningún intento de mostrar una pizca de retórica o habilidad intelectual, sino simplemente la simple historia del trato de Dios con un gusano. Si, después de todo, nadie se acerca más a Dios y a una consagración más profunda, me sentiré tristemente decepcionada; porque todo mi objeto y deseo es que Dios haga de él una bendición para todos los que lo lean; y con este deseo y oración lo envío al mundo. Y especialmente oro para que muchos de mi propio pueblo sean conducidos a una consagración más completa, y que el Espíritu del Señor pueda venir sobre algunas de las mujeres más jóvenes que tienen talento y que han tenido mejores oportunidades que las que yo he tenido, y por eso debemos hacer un mejor trabajo para el Maestro; para que cuando yo haya caído en la batalla y no pueda más, ellas tomen el estandarte y lo lleven, con la inscripción profundamente grabada en el corazón y en la vida: “Sin santidad, nadie verá al Señor”.
Referencias y bibliografía
Amanda Berry Smith (1837-1915) por Wilma J. Johnson |Black Past
Nuestra herencia – Parte 3 | CBE International
En el Nombre del Evangelio | CBE International
10 Awesome Women Pastors from History | CBE International
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