Jeremiah Burroughs (aprox.1600-1646) fue un puritano inglés no conformista, que resultó contradictorio para algunos. Mientras desempeñó un papel determinante en la defensa de las convicciones particulares y la pureza litúrgica, también abogó por la catolicidad cristiana, siendo conocido como “el pacificador evangélico”.
Burroughs fue apreciado por sus homólogos como un teólogo y predicador excepcional que amaba las Escrituras, pero también a la Iglesia. Richard Baxter, un distinguido pastor y teólogo puritano, se refirió a él así: “Si todos los episcopales hubieran sido como el arzobispo Ussher, todos los presbiterianos como Stephen Marshall, y todos los independientes como Jeremiah Burroughs, las brechas de la Iglesia se habrían curado”. Y antes del nacimiento de Charles Spurgeon, Thomas Brooks, otro predicador y puritano no conformista, llamó a Burroughs: “el príncipe de los predicadores”.
Burroughs fue estudiante del Emmanuel College de Cambridge, conocido como “la universidad más puritana de Inglaterra”. Puritanos como John Cotton, Thomas Hooker, Stephen Marshall, Thomas Brooks, Thomas Watson y muchos otros cursaron estudios allí. Junto a teólogos del calibre de Thomas Goodwin, Philip Nye, William Bridge y Sidrach Simpson, Burroughs formó parte de los denominados “hermanos disidentes”, las voces representativas del congregacionalismo en la Asamblea de Westminster durante la década de 1640. A ellos, la tradición bautista reformada (representada por la Confesión Bautista de Fe de Londres de 1689) los considera “copartidarios teológicos” por su defensa y contribuciones a favor de dicho gobierno eclesiástico.

Burroughs es mayormente conocido por una compilación de sermones en los cuales explica cómo el cristiano puede mirar de forma práctica la providencia de Dios y cuál debe ser la disposición de su corazón frente a cualquier situación. Bajo el título La joya rara del contentamiento cristiano, que se convirtió en un clásico de la piedad puritana, describe esa virtud, a la que denominó “un secreto”.
Jeremiah Burroughs falleció a una edad relativamente temprana. Sin embargo, a pesar de que su trayectoria ministerial no fue tan prolongada como la de sus contemporáneos, encarnó muchas de las marcas de su época con fidelidad. Su influencia y aportes para la ortodoxia cristiana resultan innegables.
Entonces, ¿quién fue Jeremiah Burroughs y por qué deberíamos apreciar su ministerio y contribuciones?

Primeros años: vida temprana y formación de un puritano
Jeremiah Burroughs nació alrededor del año 1600 en Londres, Inglaterra, y fue bautizado en 1601. En 1617, resultó admitido como estudiante pensionado en el Emmanuel College. Esta institución, fundada en 1584 por Sir Walter Mildmay sobre las estructuras de un antiguo convento dominico, tenía un propósito claro: convertirse en el principal semillero de ministros puritanos para la Iglesia de Inglaterra. Bajo este ambiente de ferviente reforma y rigor académico, Burroughs comenzó su formación técnica y espiritual; en 1621 se graduó de Licenciatura en Artes y en 1624, de una maestría en la misma área..

Su tutor fue Thomas Hooker, un destacado ministro inglés, predicador y puritano inconformista, que emigró a Nueva Inglaterra (América) a raíz de la oposición religiosa a sus ideales puritanos; se le conoce como el padre fundador de la Colonia de Connecticut. Su mentoría, y la de otras figuras, influyó significativamente en Burroughs y lo posicionó como un puritano no conformista, es decir, un reformado inglés que se oponía a las enseñanzas y prácticas de la Iglesia nacional. En particular, fue allí donde se construyeron los cimientos de su futura creencia respecto a cómo debería ser gobernada la Iglesia.

El auge del disidente: inconformismo con la uniformidad eclesiástica y la tiranía política
Al salir de Cambridge, Burroughs empezó su ministerio en dos congregaciones en la Anglia Oriental, una región situada al este de Inglaterra en la cual el puritanismo era fuertemente influyente. De 1627 a 1631, ejerció como predicador en Bury St. Edmunds, Suffolk, asociado con Edmund Calamy o “El Viejo”, quien adquirió notoriedad como predicador y escritor en la ciudad. Como puritanos, ambos tenían un celo ferviente por el Día del Señor (domingo). Por eso se negaron a leer el Libro de los deportes del rey Jacobo I, en donde este declaraba que actividades como el baile, la voltereta, el tiro al arco y otros juegos de la época eran recreaciones lícitas luego del servicio dominical matutino. Ellos veían esto como una profanación a un día que debía guardarse con reverencia y solemnidad. Posteriormente, Burroughs fue designado como párroco de la iglesia en Tivetshall, Norfolk, en 1631.

En ese entonces, Inglaterra tenía cierto grado de tensión a nivel político y religioso que fue aumentando cada vez más, en especial para los disidentes. En 1625, tras el deceso de Jacobo I, su hijo Carlos I se convirtió en rey hasta 1640, periodo conocido como “Los once años de tiranía” o “el reinado personal”. Cuando inició su reinado absolutista, surgió un temor a que el papismo retornara a Inglaterra. Ese miedo aumentó con el ascenso de William Laud como arzobispo de Canterbury, quien se decidió a imponer una uniformidad eclesiástica rígida, a erradicar el calvinismo y a impulsar ritos que los puritanos desaprobaban.

El conflicto estalló cuando, en 1633, el rey reeditó el Libro de los deportes y decretó que cualquier ministro que se negara a leerlo en la liturgia sería destituido de su cargo eclesiástico. Burroughs, viendo esto como una profanación del día de reposo, se negó rotundamente. Esta postura le valió la persecución directa de Matthew Wren, aliado de Laud, quien imponía prácticas supersticiosas y prohibía las predicaciones vespertinas en el Día del Señor. Él suspendió y finalmente destituyó a Burroughs de su cargo en 1637 por su rechazo a las políticas eclesiásticas. Muchos otros puritanos cercanos a Burroughs, como William Bridge y Edmund Calamy, sufrieron el mismo castigo.

El exilio a Róterdam: el camino hacia la catolicidad y autonomía de la Iglesia
Con un rey que gobernaba sin fiscalización de ninguna clase (pues ya había disuelto el Parlamento) y un arzobispo que imponía sus políticas eclesiásticas so pena de castigo, tanto ministros puritanos como muchos otros ciudadanos, llegaron al punto de tener que abandonar la nación. En 1637, luego de su destitución, Burroughs decidió huir a Róterdam, en las Provincias Unidas (hoy Países Bajos), por temor a ser juzgado por el Court of High Commission (Tribunal de Alta Comisión), el máximo organismo de justicia de la Corona para asuntos eclesiásticos que condenaba a cualquier opositor.
Así, el régimen “laudiano” creó una generación de exiliados que, más allá de sus convicciones teológicas sobre el gobierno de la Iglesia, “en carne y hueso” terminaron confirmando su escepticismo hacia cualquier sistema eclesiástico absolutamente vertical. No obstante, lo que pareció una derrota teológica y eclesiástica para los no conformistas como Burroughs, en realidad, fue una incubadora. El exilio fue el punto de inflexión para distinguir a los puritanos independientes o congregacionalistas de los presbiterianos, ya que los primeros llegaron a la conclusión de que no se debía reemplazar una estructura nacional controladora por otra, sino defender la autonomía de las iglesias locales. Las Provincias Unidas, que por mucho tiempo habían estado cautivas por el yugo romanista de la corona española, se convirtió en una “embajada puritana” y permitió que estos hombres cultivaran y aplicaran con mayor precisión sus creencias.

Cabe considerar que una significativa línea de teólogos renombrados habían pastoreado a las congregaciones inglesas en Róterdam. Por eso fue que, en 1637, Burroughs se trasladó para allá; aceptó ser maestro en una congregación independiente en la que el reputado Dr. William Ames, observador en el Sínodo de Dort y profesor de teología en la Universidad de Franeker, lo había precedido hasta su muerte. Bridge, quien también había sido destituido por el obispo Wren en Norwich, salió de Inglaterra, se reunió con Burroughs en Róterdam y enseñó junto a él. En la ciudad también se encontraba Sidrac Simpson, otro puritano independiente que se les uniría en un futuro no tan lejano para defender el gobierno congregacionalista frente a la Asamblea de Westminster.

Fue en Róterdam que ellos y otros independientes pudieron desarrollar libremente sus convicciones teológicas sobre qué era y cómo debía gobernarse la Iglesia. Especialmente ejercieron su eclesiología práctica conocida como gathered churches (iglesias reunidas), es decir, congregaciones conformadas por verdaderos creyentes (santos visibles) que pudieran dar un testimonio creíble de su profesión de fe y fueran gobernadas de forma local y autónoma. Esto se oponía a una congregación que supeditara la pertenencia de sus fieles a su lugar de nacimiento o ubicación geográfica.
En este sentido, debido a que en las Provincias Unidas existía una mayor tolerancia hacia las distintas posturas teológicas —a diferencia de la rigidez impuesta en Inglaterra—, Burroughs pudo afirmar su creencia de que la unidad cristiana en medio de la diversidad (es decir, la catolicidad) no era una utopía.
El regreso a Londres: la caída del laudianismo y el ascenso de “la estrella de la mañana”
Hacia la década de 1640, el régimen de Carlos I y la influencia de William Laud comenzaron a desmoronarse debido a los conflictos militares con Escocia y las tensiones con el Parlamento. Tras años de absolutismo, el Parlamento Largo tomó el control, debilitando la autoridad del monarca y llevando al arresto de Laud, quien sería ejecutado en 1645.
Con el laudianismo en retirada, el Parlamento invitó a los ministros exiliados a regresar para ayudar en la reconstrucción religiosa del reino. Burroughs regresó a Londres en 1642, asumiendo un rol protagónico como uno de los arquitectos del nuevo sistema eclesiástico, pero también como ministro de la ciudad. Allí, se convirtió en el pastor de dos de las iglesias más influyentes de la ciudad: Stepney y St. Giles en Cripplegate

Como Burroughs predicaba a eso de las siete de la mañana, llegó a ser conocido como “La estrella de la mañana de Stepney”. Pero este apodo no era solamente por ministrar en un horario matutino; su predicación era excepcional y equilibrada. Su elocuencia, profundidad y rigurosidad bíblica y teológica cautivaron tanto como ese tono pastoral —tan cálido y sencillo— con el que exponía a la audiencia. Fue invitado en distintas oportunidades a predicar ante la Cámara de los Comunes y la Cámara de los Lores en el Parlamento. Burroughs estructuraba sus enseñanzas y sermones utilizando la famosa casuística puritana, un método atribuido a William Perkins (considerado el arquitecto del puritanismo), que consistía en usar principios bíblicos generales aplicados a casos cotidianos para fomentar un autoexamen y cultivar un discernimiento práctico.

La asamblea: conformación de los hermanos disidentes
Desde su regreso del exilio, la influencia y trabajo de Burroughs fueron creciendo de manera considerable en toda Inglaterra, al punto que, para 1643, fue designado como miembro de la Asamblea de Westminster. Este comité fue convocado por el Parlamento Largo, en el edificio de la antigua Abadía de Westminster en Londres (de ahí su nombre), con el fin de establecer las riendas para una reforma eclesiástica, pues creían que se había distanciado de su espíritu de reforma primigenia, especialmente en atención a las políticas de Laud y Carlos I, las cuales se acercaban al romanismo. Esta asamblea estuvo conformada por una delegación de presbiterianos escoceses, 121 teólogos ingleses y 30 laicos (20 de la Cámara de los Comunes y 10 de la Cámara de los Lores). Uno de sus temas más controversiales fue el del gobierno de la Iglesia.
Como explica el Dr. James Renihan en su obra Edificación y belleza: la eclesiología práctica de los bautistas particulares ingleses, la mayoría se decantó por una posición presbiteriana: un gobierno eclesial nacional con tribunales o asambleas ascendentes que proponen una especie de Iglesia centralizada bajo el poder de presbíteros. Sin embargo, un pequeño grupo (aunque por ello no menos formado y capacitado) argumentó en contra de dicho modelo, ofreciendo en su lugar una forma donde las iglesias locales no estuvieran subordinadas a otras. Se trató de Philip Nye, William Bridge, Sidrach Simpson, Thomas Goodwin y Jeremiah Burroughs, los llamados “Hermanos disidentes”.

Este es un momento clave, pues para evitar malentendidos, es necesario precisar que Burroughs y su grupo no compartían la visión radical del brownismo, que abogaba por una democracia eclesial sin autoridad pastoral. En su lugar, ellos propusieron un “camino intermedio”: un modelo que evitaba tanto el autoritarismo del presbiterianismo como el desorden del independentismo extremo.
Esta postura quedó plasmada en 1644 en su obra Una narración apologética, donde defendían una eclesiología orgánica y bíblica. Para reforzar su posición, se apoyaron en las contribuciones de teólogos afines como Cotton, cuyas obras ayudaron a cimentar esta senda intermedia entre el sistema presbiteriano y el separatismo radical. Burroughs, fiel a su espíritu conciliador, buscó la reconciliación en el Comité de Acomodación. Sin embargo, al no lograrse un consenso que respetara la autonomía local, declaró con firmeza en 1646 que “prefería sufrir o emigrar en lugar de someterse a un gobierno eclesiástico presbiteriano coercitivo”.

Una partida temprana: muerte y contribuciones de Jeremiah Burroughs
En 1646, Jeremiah Burroughs murió prematuramente. Con tan solo 46 años, falleció a raíz de unas complicaciones surgidas por la caída de un caballo unas semanas antes. Algunos también sugieren que se agotó física, mental y emocionalmente, a razón de los intensos conflictos que se presentaron en sus últimos años, como el estallido de la Primera Guerra Civil inglesa (1642-1646) y las divisiones cristianas por el choque entre posturas teológicas.

Burroughs es una de las figuras claves en la constitución, defensa y perfeccionamiento del congregacionalismo, un gobierno eclesiástico que procuró un equilibrio en el ejercicio del poder de la Iglesia de acuerdo con las Escrituras. Después de su fallecimiento, sus amigos y colegas más cercanos, como Bridge, Goodwin y Nye, se dedicaron a recopilar y publicar sus sermones y tratados —siendo estos la mayoría de sus libros—, los cuales fueron altamente valorados en su época. Entre estas obras, podemos mencionar algunas de las principales:
- El mal de los males o La excesividad del pecado: comprende 345 páginas divididas en 67 capítulos que tratan acerca del pecado e instan a los cristianos a no ceder a este incluso si deben optar por la aflicción.
- Una exposición de la profecía de Oseas: esta obra magna de 699 páginas fue terminada por Thomas Hall y Edward Reynolds, dos de sus amigos cercanos. Años más tarde, Charles Spurgeon se refirió a la obra como “magistral” y un “vasto tesoro de exposición vivencial”.
- Temor evangélico: cómo desarrollar un corazón tierno que tiembla ante la Palabra de Dios. La reverencia es un término arcaico en nuestros días. En cambio, para Burroughs “La razón por la que los hombres adoran a Dios de manera ligera es porque no ven a Dios en Su gloria”. Se trata de compilaciones de sermones sobre Isaías 66:2 y 2 Reyes 22:19.
- La reconciliación del Evangelio: un tratado compuesto por 379 páginas, divididas en 81 capítulos, en las que expuso 2 Corintios 5:19-20. En esta obra, Burroughs aborda la reconciliación que ofrece el Padre a través del Hijo y cómo la obra expiatoria de Cristo es el único medio de reconciliación con Dios.
- La adoración evangélica: la manera correcta de santificar el nombre de Dios. Este tratado de 400 páginas, basado en Levítico 10:1-3, es un llamado a la corrección, seriedad, reverencia y sobriedad en el culto a Dios. Burroughs insta a una adoración bíblica del Trino Dios, a través de los medios que Él instituyó y sin considerar “adaptar” o “innovar” ninguna cosa en el proceso.
Pero Burroughs es más conocido por dos obras que se relacionan con virtudes que él cultivó y lo distinguen de una manera excepcional:
- Irenicum a los amantes de la verdad y la paz: su disidencia católica (lo que podría parecer un oxímoron a simple vista) y su complacencia en la Providencia divina (contentamiento cristiano), sin lugar a dudas constituyen las contribuciones más significativas que dejó para la Iglesia de su momento, pero también para la posteridad cristiana.
Como puritano, Jeremiah era una especie de “contradicción de términos”. En sus días, el “puritanismo” era sinónimo de “intolerancia”, pero él se convirtió en una figura emblemática en Inglaterra, hasta tal punto que incluso historiadores lo consideran “el génesis intelectual de la tolerancia”. En sus tiempos, la uniformidad religiosa era entendida como “estabilidad”. En ese sentido, tolerar la disidencia no solo era considerado un error, sino incluso una forma de cisma o herejía, por lo que era condenada con severidad. Aún así, Burroughs propuso el “disensum irénicum” (disenso pacífico), una manera de balancear los distintivos particulares sin sacrificar la comunión evangélica de la Iglesia. En otras palabras, catolicidad práctica.

Su idea era revolucionaria y radical para su época: una nación protestante que permitiera la convivencia pacífica entre distintas tradiciones reformadas y ortodoxas. Irenicum es una compilación de los últimos sermones que predicó, en los que mostró que “toda diferencia en religión no es una religión que difiere”. Él no defendía el relativismo moderno; su postura se resumía en la famosa máxima atribuida a Agustín de Hipona: “En lo esencial, unidad. En lo dudoso, libertad. En todas las cosas, caridad”. Su corazón católico se podía apreciar en una expresión en latín y griego que se encontraba en la puerta de su estudio: “Opinionum varietas et opinantium unitas non sunt hasustata” (“La variedad de opinión y la unidad de opinión no son incompatibles”). La disidencia católica de Burroughs es, entonces, una muestra práctica para las iglesias de nuestros tiempos de “la unidad en la diversidad”.
- La joya rara del contentamiento cristiano: en definitiva, es la obra devocional por la cual Burroughs es mayormente conocido. A través de doce capítulos, el autor desarrolla y “redescubre” el misterio que el apóstol Pablo puso en estas palabras: “...he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación” (Fil 4:11). Su valor reside no solo en su profundidad bíblica, sino en que fue escrito y enseñado durante la Primera Guerra Civil, un tiempo convulso para Inglaterra.

Burroughs definía esta virtud como “esa disposición espiritual dulce, interna, tranquila y llena de gracia, que se somete libremente y se deleita en la voluntad sabia y paterna de Dios en todas las condiciones”. Explica que es una inclinación informada por el carácter divino, de modo que el cristiano vive descansando en la Providencia del Señor, sin importar las circunstancias. Lejos de ser un “truco psicológico”, es una disciplina espiritual que debe ser aprendida.
Para elaborar este texto, utilizó el método casuístico y aplicó las medicinas del Evangelio. Expuso las excelencias de este “santo arte” o “misterio” —denominado así por él— y las lecciones de Cristo para inclinar el corazón del creyente hacia esta actitud piadosa. También explicó que actitudes como la murmuración, el descontento o la ansiedad no son más que manifestaciones de desconfianza en el poder y control de Dios sobre todas las cosas, y por ende son pecaminosas.
En un prefacio de la obra, los Hermanos disidentes se refirieron a Burroughs así: “Este hombre digno, especialmente en sus últimos tiempos, estuvo rodeado (por la bendición de Dios sobre él) con una gran confluencia de lo que podría expresar contentamiento a un vasto espíritu de su rango y llamamiento”. Sus editores puritanos afirmaron que el título de la obra se destilaba naturalmente de la riqueza misma de la pluma de Burroughs.

Integridad en la tormenta
La vida de Jeremiah Burroughs fue un testimonio de integridad en medio de la tormenta. Desde su exilio en las Provincias Unidas hasta sus días como 'estrella de la mañana' en Londres, demostró que la verdadera paz no depende de las circunstancias externas, sino de una disposición interna hacia Dios.
Para Burroughs, la esencia de su mensaje se resumía en una convicción: “Estar bien capacitados en el misterio del contentamiento cristiano es el deber, la gloria y la excelencia del cristiano”. En una época como la nuestra, cuando la Iglesia enfrenta altos índices de ansiedad, su legado nos recuerda que el remedio no es ir a terapia, sino el santo arte de contentarnos en cualquier situación. Como dijo Pablo más adelante: “Todo lo podemos en Cristo que nos fortalece” (Fil 4:13).
Referencias y bibliografía
La joya rara del contentamiento cristiano (2023) de Jeremiah Burroughs. Lima, Editorial Teología para Vivir, ed. Jaime D. Caballero, p. xxiv.
Jeremiah Burroughs | Banner of Truth
Thomas Hooker, clérigo colonial estadounidense | Britannica
La vida y la muerte de William Laud de Abigail Sparkes | Historic UK
William Prynne, panfletista inglés | Britannica
William Laud, Arzobispo de Canterbury | Britannica
Tribunal de Alta Comisión, tribunal eclesiástico inglés | Britannica
Jeremiah Burroughs (1600–1646): Evangelio y Revolución | YouTube
Carlos I de Inglaterra de Mark Cartwright | World History Encyclopedia
Jeremiah Burroughs: Vida y curiosidades del teólogo contento de Lisi Clark | Protestante Digital
La historia de la Asamblea y la Confesión de Westminster de Romel Xavier Q | Bite Project
Asamblea de Westminster | Britannica
Edificación y belleza: La Eclesiología Práctica de los Bautistas Particulares Ingleses (1675–1705) (2020) de James Renihan. Santo Domingo, Editorial Legado Bautista Confesional.
Las llaves del reino de los cielos (2023) de John Cotton. Santo Domingo, Editorial Legado Bautista Confesional.
Los puritanos: Jeremiah Burroughs de Tim Challies | Volvamos al Evangelio
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