Vladimir Lenín murió hace casi un siglo, pero el fundador del sistema totalitario de control del comunismo soviético todavía sigue vivo en la nación más poblada del mundo. Esta es la principal conclusión que se extrae de las actuales condiciones geopolíticas en China, donde el Partido Comunista Chino (PCC) recientemente concluyó su Congreso Nacional del Partido y reafirmó en su puesto a Xi Jinping como Secretario General y como el primero al mando de la dictadura china.
Como Secretario General del PCC, Xi ahora es el líder chino más poderoso desde Mao Zedong. Xi se encuentra visiblemente orgulloso de este hito, pero esta es una herencia con un pasado oscuro y los desafíos para el mundo y para los habitantes de China se pueden sentir claramente. Como fundador del Partido Comunista Chino y como dictador por un cuarto de siglo, Mao se convirtió en el peor asesino en masa de la historia humana, siendo responsable por la muerte de más de 60 millones de ciudadanos chinos (tanto de forma directa como indirecta).
Después de la muerte de Mao, su sucesor Deng Xiaoping hizo reformas. Por muchos años, el Partido Comunista Chino se embarcó en un proceso de apertura y China ilusionó a los negocios occidentales y líderes políticos con su aparente abandono de la economía marxista dirigida y la adopción de una forma de capitalismo con características autóctonas. Tales esperanzas inspiraron los trillones de dólares de inversión europea y estadounidense que llegaron rápidamente a China durante las últimas décadas, y la correspondiente normalización de las relaciones diplomáticas de Beijing con los líderes políticos occidentales.
China pudo haber liberalizado su economía y disfrutado de años récord de crecimiento, pero al mismo tiempo mantuvo su sistema político leninista maoísta de un solo partido para el control del gobierno y del ejército. Hay una línea estrecha directa desde la masacre de la plaza de Tiananmen en 1989, cuando el Partido Comunista asesinó a miles de manifestantes pro democráticos, y hasta el Congreso del Partido Comunista de 2022, cuando Xi Jinping afianzó su control como dictador (vitalicio hasta ahora, si es que nada cambia en las reglas de juego).
Los sinológos perspicaces (analistas del sistema político chino), que se esfuerzan por leer lo que pasa en los pasillos del Politburó, notaron que los discursos interminables de Xi Jinping en el Congreso del Partido Comunista eran significativos más por lo que él no decía que por lo que decía. Durante las últimas dos décadas, los líderes del PCC confiadamente introdujeron la idea de que China estaba en un periodo de “oportunidad estratégica”, y que la “paz y el desarrollo permanecían como temas importantes de esa era”. Ambas frases estaban pensadas para tranquilizar a las audiencias extranjeras y locales sobre las buenas intenciones de China y sobre su compromiso para priorizar el crecimiento económico sobre la agresión internacional. Xi ha terminado con este modelo. Él mantiene un punto de vista del mundo y de la situación de China en él que manifiesta un mayor sentido de agresividad y de competencia con las naciones occidentales.
El compromiso de China con la anexión de Taiwán
Ahora, en lugar de hablar del “ascenso pacífico de China”, Xi Jinping ha alertado de “tormentas peligrosas” en marcha y ha emitido renovadas amenazas sobre la isla de Taipei, también conocida como Taiwán y que reclama ser una nación soberana. Sus declaraciones amenazantes de que la reunificación de la isla democrática con China continental “debe” y “puede”, sin duda, ser llevada a cabo, echan por la borda cualquier compromiso de negociaciones pacíficas. No podemos dudar de esto, esto es una amenaza del uso de la fuerza contra Taiwán.
A principios de agosto de 2022 vimos este renovado compromiso de China con la reunificación con Taiwán, por cualquier medio, después de la visita de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, a la Isla. El 3 de agosto Euronews reportó que la visita de Pelosi a Taiwán había disparado las tensiones entre China y Estados Unidos.
Euronews señaló:
China ha afirmado que la visita de Pelosi pone en peligro su integridad nacional. Beijing ve la Isla como una provincia escindida que acabará controlando. La agencia de noticias china Xinhua, anunció que el país realizará una serie de operaciones militares con fuego real en las cercanías de la Isla del 4 al 7 de agosto. Solo durante el martes, China invadió cerca de veinte veces el espacio aéreo de Taiwán.
Efectivamente, China llevó a cabo ejercicios militares en el espacio aéreo de Taiwán luego de la visita de Pelosi. Estas maniobras dispararon de nuevo una tensión aguda entre las dos potencias. Muchos efectivamente temen que China invada Taiwán, tal y como hizo Rusia en Ucrania, lo cual coloca la estabilidad global en un nuevo punto de tensión. Todos ya sabemos las consecuencias que ha tenido la guerra en Ucrania: millones de desplazados en territorio europeo, miles de muertos, una guerra comercial entre Europa y Estados Unidos contra Rusia y elevados precios del gas, el petróleo y los alimentos que están afectando a las personas más vulnerables del planeta.
El escenario de una invasión china en Taiwán podría ser mucho más preocupante, dado el continuo compromiso de los Estados Unidos por defender la soberanía de la Isla.
Las esperanzas de reformas democráticas están muriendo en China
El Congreso del Partido Comunista de China también ha terminado con cualquier esperanza que quedaba en la comunidad de negocios de Occidente de que el compromiso y el progreso económico podrían ayudar a reformar el PCC y la sociedad china. Al suprimir las últimas y pocas voces reformistas del actual Comité del Politburó, y al enfatizar la seguridad por encima de la economía, Xi reafirmó lo que ha sido claro durante un tiempo hasta ahora: Él prioriza el poder sobre las ganancias, y la ideología comunista sobre el pragmatismo. Durante varios años, él también ha endurecido el control del Partido Comunista sobre la comunidad de negocios de China al purgar o cooptando las actividades de los empresarios y millonarios como el CEO y fundador de Alibaba, Jack Ma.
O para ponerlo de otra manera: Mientras que durante todo este tiempo el Partido Comunista Chino ha abrazado la ideología del fundador de la Unión Soviética, Vladimir Lenín, bajo el mandato de Xi, también ha descubierto a Karl Marx.
Una doctrina oficial de ateísmo
La ideología comunista incluye una doctrina oficial de ateísmo, y la hostilidad del estado contra cualquier organización religiosa independiente. Xi Jinping y sus aliados dentro del partido comunista han estudiado el fin del comunismo en la Unión Soviética, y ellos adscriben el colapso del comunismo soviético en gran parte a la pérdida de la fe de la gente en el marxismo leninismo y a la resiliencia de los cristianos que vivían en medio del control del Telón de Acero.
No es sorpresa, que otro de los rasgos distintivos del gobierno de Xi Jinping es la escalada de persecución contra los cristianos chinos y el control endurecido sobre las actividades religiosas. Es bastante diciente también el miedo y el odio del Partido Comunista hacia la religión, tanto que un medio de comunicación estatal chino describió al periodista William Inboden, del medio de comunicación cristiano World, como un “académico de derechas” comprometido en “una campaña extrema para derrocar pacíficamente el sistema socialista chino”, simplemente por el apoyo de este periodista a un ministerio cristiano que trabaja por la libertad religiosa en China.
Diferencias notables entre la Guerra Fría y la situación en China hoy
Los cristianos no están unidos en su postura contra el autoritarismo chino
Una diferencia clave entre la Guerra Fría y ahora es que en la lucha contra el comunismo soviético, los protestantes evangélicos tuvieron el decidido apoyo del papa Juan Pablo II, quien dirigió un anticomunismo desde el Vaticano. Sin embargo, el actual obispo de Roma, el Papa Francisco, ha tomado una posición diferente hacia el comunismo chino. Es bastante diciente que la misma semana en que Xi Jinping consolidó su poder, el Vaticano renovará un acuerdo con las autoridades chinas en el que se le concede poder al Partido Comunista para seleccionar obispos católicos chinos.
No obstante, las relaciones entre China y el Vaticano están lejos de ser idílicas. El Papa y la iglesia católica son considerados como agentes extranjeros, y por esto mismo el gobierno chino ha creado su propia versión del catolicismo, la iglesia católica oficial, en contraposición a la iglesia católica clandestina y leal al Papa. En los últimos años el Vaticano ha tratado de llegar a acuerdos con el gobierno chino para superar la división entre la iglesia oficial y la iglesia clandestina en un esfuerzo por garantizar una iglesia única y en comunión. Al mismo tiempo, el Vaticano considera que mantener buenas relaciones con el Partido Comunista Chino es clave para la supervivencia del catolicismo en el país oriental.
Y aún así, en medio de los esfuerzos del Vaticano por forjar buenas relaciones con China, el Papa ha lanzado algunos dardos contra el régimen chino. En un libro reciente el Papa dijo: “Pienso frecuentemente en los pueblos perseguidos: Los Rohingya, los pobres Uighueres, los Yazidi”. El vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores de China rechazó la caracterización de los uigures musulmanes como un pueblo perseguido y dijo: “El gobierno de China siempre ha protegido los derechos legales de las minorías étnicas igualmente”.
Con todo lo anterior, la posición de Francisco se encuentra bastante lejos de ser similar a la de Juan Pablo II en contra del comunismo soviético.
China tiene un poder mucho más notable que el de la Unión Soviética en su tiempo
Otra de las grandes diferencias clave entre la Guerra Fría y la China de hoy, es que mientras el comunismo soviético era mucho menos organizado y su economía realmente flaqueaba en múltiples aspectos, la China de hoy es un sistema de profunda disciplina y el país cuenta con un desarrollo económico notable. China está de hecho avanzando en el proceso de construcción de una sociedad más hermética y de control férreo. Hoy la tecnología de vigilancia sirve a los propósitos de la dictadura china, con cámaras de reconocimiento facial que se encuentran en una gran cantidad de espacios públicos, al tiempo que en las filas del Partido Comunista sólo pueden ascender aquellos que adscriben de manera fiel y estricta al programa ideológico de Xi Jinping.
China además es un actor internacional con un amplio poder. Su iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda, un proyecto de infraestructura que busca comunicar al país con el resto del mundo, ha colocado a China como el principal prestamista para múltiples obras de ingeniería tanto en Asia como en África. Así mismo, China ha buscado exportar su modelo de gobierno autoritario, aliándose con países hostiles a las ideas democráticas. Hoy China es el principal aliado de Corea del Norte, ha apoyado al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela, a Daniel Ortega en Nicaragua, a Vladimir Putin en Rusia y se ha negado a condenar abiertamente la Guerra de Rusia en Ucrania.
El país asiático también es el principal propietario de los bonos de deuda del Tesoro Americano y recientemente ha profundizado sus ambiciones de ser independiente tecnológicamente de las naciones occidentales. En este afán de desarrollo, China está impulsando su industria crítica de semiconductores, buscando desacoplarse de proveedores extranjeros, y precisamente por ello, el gobierno de Biden ha impuesto sanciones y restricciones a las compañías tecnológicas que exportan y negocian con China en esta industria.
De manera que si la Unión Soviética era a finales de los años ochenta un tigre de papel, con un poder mucho más menguado en el escenario internacional, el poder que ha amasado China a lo largo de las últimas décadas lo posicionan como un actor internacional que difícilmente puede ser contrarrestado de manera efectiva.
Los cristianos del mundo no pueden conformarse con ver desde lejos lo que ocurre en China
China también se ha mostrado mucho más coercitiva en materia de libertad religiosa y derechos humanos que su contraparte soviético. Los cristianos chinos tienen hoy razones fundadas para temer al régimen y sus acciones. En este escenario, los cristianos del mundo no pueden conformarse con mirar desde lejos lo que les sucede a sus hermanos en la fe. Tal y como lo expresa el periodista William Inboden de World:
Los cristianos estadounidenses (y de otras partes del mundo) deben estar conscientes que se vienen días duros en la batalla por China. Los cristianos de Estados Unidos deben apoyar a los cristianos chinos y a los demás defensores de la libertad religiosa mientras se posicionan firmemente en contra del Partido Comunista Chino. La primera Guerra Fría finalizó hace una década, pero ahora una nueva Guerra Fría está en frente de nosotros.
¿Significa esto que los cristianos deben aliarse con los poderes de Occidente?
Mientras que China representa un claro desafío para la libertad religiosa, no debemos olvidar que el mundo hoy no es el mismo del que era en la Edad Media. Ya no se puede equiparar al cristianismo con las palabras Civilización Occidental. El cristianismo dio forma a la civilización occidental, esto es cierto, pero las potencias de Occidente no se pueden catalogar como cristianas. Se puede decir tal vez que en algunos lugares la mayoría de la población es cristiana, pero esto no significa que las políticas que orientan a nuestras naciones o la filosofía de vida imperante en Occidente sea el cristianismo.
En este sentido, si bien es cierto que China y las potencias occidentales están luchando por el dominio y el liderazgo político y económico mundial, esto no significa que los cristianos deban alinearse con uno u otro bando.
Occidente, aunque democrácito y más abierto que China, está moldeado hoy por una religión laica. Esta religión laica, el liberalismo, que si bien tiene principios positivos y valores compartidos con el cristianismo, también entraña serias amenazas a la libertad humana. El liberalismo encuentra puntos de decadencia cuando se enfrenta a problemas como la verdad moral. Filósofos liberales occidentales como John Rawls han llegado a plantear la necesidad de una sociedad en la que la moral esté definida exclusivamente desde el punto de vista subjetivo y en la que el estado desempeñe un papel mínimo gestionando la convivencia de los ciudadanos. En obras como Teoría de la justicia y Liberalismo Político, Rawls deja claro que el estado no debe buscar promover ningún fin moral en la sociedad, y además debe dejar que cada individuo persiga sus propios fines sin importar si estos son morales o no. Para Rawls, el estado debe ser neutral entre concepciones rivales de bien y la justicia que imparte no es una “concepción completa del bien”.
Esta filosofía de la justicia y del derecho es fundamentalmente la que ha dominado la vida política americana durante el siglo XX y gran parte del siglo XXI. A ella se le puede responsabilizar del auge de doctrinas como el relativismo moral y el hedonismo contemporáneo que caracteriza a las sociedades occidentales. En ella el ser humano no es un fin en sí mismo o un ser con un propósito arraigado en el bien, sino más bien un agente que siempre busca la realización de su propio placer e interés. A este tipo de liberalismo puede también responsabilizarse por un liberalismo económico sin ningún tipo de control que termina generando grandes desigualdades sociales, pobreza, amplia miseria social, decadencia moral y una acumulación de riqueza sin precedentes históricos que hubiera escandalizado e indignado abruptamente a profetas bíblicos como Amós y el primer Isaías, críticos férreos de la injusticia social y de la idolatría al mundo material.
Al mismo tiempo, las naciones occidentales (guiadas por este liberalismo o haciendo uso de este como excusa) también han promovido actitudes colonialistas sobre la base de una pretendida superioridad cultural, o incluso racial, tal y como lo atestiguan las más recientes guerras de Irak y Afganistán, así como la depredación ambiental y explotación que llevan a cabo múltiples compañías multinacionales de países desarrollados en las naciones del tercer mundo.
Si miramos a la situación actual global, es claro que ninguna de estas dos ideologías, comunismo chino y liberalismo, han hecho que el ser humano sea más libre. En algunos lugares del mundo el ser humano es oprimido por regímenes autoritarios que inhiben su libertad en la práctica de la fe y de expresión, en otros lugares el ser humano es oprimido por sus propias pasiones, el egoísmo, los poderes económicos y una total indiferencia al valor del bien y lo sagrado; y finalmente en otras partes del mundo el ser humano es oprimido en todos estos sentidos de forma indiscriminada.
Cuando se trata de las potencias políticas y económicas globales podemos recordar aquellas frases de Jesús en el evangelio:
Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo... (Mateo 20:25-27).
Al final, los cristianos no estamos llamados a elegir entre un bando u otro, ya que fácilmente podríamos ponernos del lado de los tiranos de los que habló el Señor. Más bien estamos llamados a seguir el evangelio y a Jesús; a ser testigos de Él dondequiera que vayamos.
Las razones de la persecución a los cristianos en China
Hoy los cristianos siguen siendo perseguidos en múltiples partes del mundo, y como es apenas obvio, China no es la excepción. Esta nación mantiene un control férreo sobre sus ciudadanos. No solo busca el control de sus cuerpos, sus comportamientos y actitudes, sino también el control de sus mentes. Cualquier crítica al régimen comunista es vista como sedición y es rápidamente reprimida. Es apenas entendible como según el registro de Puertas Abiertas, China es la nación número 17 en su lista de vigilancia de persecución.
Cómo es la persecución a los cristianos en China
De acuerdo a Puertas Abiertas la persecución a los cristianos en este país es muy alta y principalmente es atribuible a la opresión comunista y gubernamental. En el país hay unos 98 millones de cristianos (entre protestantes, ortodoxos, anglicanos, no denominacionales y católicos) y todos ellos, de alguna u otra manera, se encuentran en la mira del gobierno.
La vigilancia en China se encuentra entre las más opresivas y sofisticadas del mundo. La asistencia a los lugares de culto es estrictamente monitoreada y muchas iglesias se ven forzadas a cerrar tras alguna inspección del gobierno, sea que pertenezcan a las iglesias autorizadas por el gobierno o no. En China sigue siendo ilegal que las personas menores de 18 años asistan a los templos. Todas las iglesias fueron obligadas a permanecer cerradas en medio de las restricciones por el COVID-19, pero algunas más permanecieron cerradas incluso cuando las restricciones por la pandemia empezaron a levantarse.
Los líderes cristianos son generalmente el objetivo de la vigilancia del gobierno, y un muy pequeño número de ellos han sido secuestrados. “Ellos simplemente desaparecen”, dice una fuente de Open Doors. “Ellos solo aparecen meses después de un tipo de arresto en instalaciones gubernamentales, donde fueron reeducados”.
Si bien estas son las formas de persecución principales a los crisitanos, a las que se pueden sumar la hostilidad de las familias tradicionalmente musulmanas o budistas si descubren que un familiar se ha convertido a Cristo, también es importante señalar las razones de la persecución.
El evangelio es contracultural: se opone a los valores del mundo
Tradicionalmente se asume que la persecución a los cristianos es algo natural, algo que tiene que suceder en un mundo pecaminoso, incluso se ve como la simple manifestación de las profecías bíblicas, tal y como la que se expresa en Mateo 10:22. A veces simplemente es instintivo pensar que se trata de un libreto tradicional en el que los buenos son perseguidos por los malos (fácilmente llegamos a olvidar que ninguno de nosotros es justo por sí mismo o por sus propias acciones, sino solamente por la misericordia divina). Se tiende también a pensar que la persecución respondería a los típicos estereotipos del cine, de los relatos morales y de la historia. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja que todo esto.
Durante el siglo XX, los cristianos también fueron perseguidos en Estados Unidos, pero no todos ellos fueron hostigados y perseguidos de la misma forma, algunos fueron incluso perseguidos por quienes aparentemente eran sus hermanos en la fe. En muchas otras partes del mundo también sucede así: En Rusia la iglesia ortodoxa tradicional se encuentra aliada con el gobierno para impedir la evangelización y el proselitismo de las nuevas iglesias.
En el caso de Estados Unidos, solo aquellos cristianos que se levantaron contra el status quo terminaron siendo víctimas de la violencia y la hostilidad gubernamental. Personajes como Martin Luther King, Dorothy Cotton y los teólogos James H. Cone y Cornel Roland West, estaban inspirados fuertemente por el mensaje evangélico y defendieron la idea de que Cristo no está satisfecho con el estado actual de pecado y opresión en el que se encuentra el mundo. Varios de ellos denunciaron el pecado de la codicia y de egoísmo que promueve el sistema económico imperante. Por estas mismas actitudes, ellos fueron vistos con recelo por parte del gobierno y terminaron siendo objeto de ataques y persecución.
Los cristianos del primer siglo también tenían que andar con cuidado, tal y como nos lo recuerda la historia de las persecuciones de la iglesia primitiva. En medio de un mundo imperial en el que el César era considerado un dios y al mismo tiempo único rey, proclamar la existencia de otro rey resultaba algo subversivo. Las relaciones en el mundo imperial romano estaban basadas en el servilismo, la adulación, la codicia y la opresión. Allí solo era posible ascender socialmente si te entregabas al poder del imperio y jugabas con sus propias reglas. Sin embargo, los cristianos propusieron un nuevo modelo de vida, un modelo de sociedad en el que todos eran hermanos y se apoyaban mutuamente. (Hechos 2:44-46).
El modelo de vida cristiano era decididamente contracultural y se oponía a los intereses y costumbres de los poderes del imperio. No resulta extraño que muchos de ellos terminaran en las fauces de los leones o crucificados. Aunque tampoco se puede pasar por alto que las causas de la persecución tenían razones identitarias, ya que los paganos veían al nuevo grupo de creyentes como una rareza ajena a sus valores y a sus dioses.
Pero el mensaje cristiano no sólo fue contracultural en las ocasiones señaladas. La historia abunda en ejemplos en los que los cristianos han anunciado la emergencia de un Reino nuevo que se opone a los valores y poderes del mundo. Personajes como Pedro Valdo, Dietrich Bonhoffer, Maximiliano Kolbe, León Tolstoi, William Booth, entre muchos otros han sido testigos de esta actitud evangélica.
Si la realidad histórica de la persecución la extrapolamos al contexto chino, vemos que no se trata simplemente de que los líderes chinos sean ateos y tengan una filosofía política distinta al cristianismo. Podemos estar seguros de que los instruidos jefes del Partido Comunista Chino conocen muy bien las implicaciones transformadoras, políticas, sociales y espirituales del cristianismo. La historia ya ha dado bastante pruebas de ello. Si bien es cierto que el Reino de Dios anunciado por Jesús tiene un cumplimiento definitivo fuera de este mundo, también es cierto que la Palabra de Dios ya empieza a transformar, y de forma contundente nuestra realidad. En la Carta a los Romanos, el apóstol Pablo señala que la “Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo”. (Romanos 8:22-39). Pablo se refería a la tensión implícita que ha dejado el pecado en el mundo. La creación gime por la realización del Reino de Dios, los pobres piden justicia, los oprimidos anhelan ser restaurados y la sangre de los asesinados clama al cielo (Génesis 4:10). Y ciertamente Jesús no es indiferente, tampoco nosotros podemos ser indiferentes a las huellas de miseria y dolor que ha dejado el pecado en el mundo.
El libro de los Hechos de los Apóstoles nos relata que Jesús pasó su vida haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo. (Hechos 10:38). Sus discípulos hicieron lo mismo (Hechos 3:5) y estaba bastante claro que Jesús les había ordenado desempeñar un papel transformador en su realidad inmediata (Lucas 10:1-12).
Semejante promesa, y al mismo tiempo tal mandato de implicación en nuestra realidad, no es algo que sea indiferente a quienes detentan el poder. Los líderes chinos lo saben muy bien. Por este motivo, ellos no se pueden dar el lujo de permitir la diseminación de un mensaje que clama por un nuevo tipo de sociedad y en el Reino de Dios y su justicia, antes que el control político sea la demanda central de los ciudadanos.
Si vemos los textos bíblicos, entendidos a la luz de su realidad histórica, es claro también que los líderes de las potencias actuales no se sientan muy cómodos con una Biblia en la que se promete la destrucción de imperios y el final de los reyes y palacios reales. El libro del profeta Amós podría hacer que los líderes del Partido Comunista Chino se sientan fácilmente avergonzados por el trato que le han dado a las minorías étnicas y religiosas del país. “Así dice el Señor: ‘Mi sentencia en contra de Edom por sus muchos crímenes será sin apelación. Porque ha perseguido con espada a su hermano Israel ahogando todo sentimiento de piedad, porque le tiene un odio siempre vivo y le guarda un rencor que nunca pasa’”. (Amós 1:10). ¿No son acaso las mismas actitudes que se reprochan a Edom, las que ha cometido el gobierno chino en contra de los uigures, los budistas tibetanos y los cristianos en China?
Consecuencias de la nueva realidad política china para los cristianos
La sed de control político por parte de los líderes comunistas chinos los lleva a sospechar del poder transformador del evangelio. Es claro que aunque se hayan posicionado en defensa del estado, antes que de la dignidad humana y la justicia, no les sobra razón en sus sospechas.
Y mientras Xi Jinping afianza su control sobre las entidades políticas chinas y sobre la misma sociedad, cuánto más necesario es un modelo de vida basado en la auténtica libertad que solo puede provenir de Cristo mismo.
Podemos desde ya adivinar que la persecución y las hostilidades religiosas contra los cristianos y otras minorías religiosas y étnicas se incrementarán en esta nueva etapa política que ha iniciado China. Si bien el evangelio no se agota en un modelo político y no demanda de nosotros la construcción de una sociedad utópica (algo que siempre ha recalcado justamente la ortodoxia evangélica), este sí nos invita a ser agentes transformadores de nuestra realidad como agentes del Reino de Dios. Esta posibilidad de justicia y el llamado a nuevas formas de relación humana siempre será algo inquietante y apasionante. Fue esta justamente la razón por la que el mensaje de Jesús suscitó tantas esperanzas en la Judea oprimida por la bota del Imperio en el primer siglo.
Hoy, mientras China se consolida como un estado con un impulso mucho más dictatorial, los cristianos del mundo están llamados a permanecer alerta frente al pecado de la opresión y a denunciarlo abiertamente. No solo se trata de que alcemos la voz por nuestros hermanos perseguidos en China, sino de que promovamos esa justicia que desde ya anuncia el reinado divino en todo el mundo. Como cristianos, las terribles noticias que nos llegan hoy desde China, no nos deben hacer vacilar en nuestro compromiso con el evangelio. También, esta nueva etapa en la historia política del país oriental es un momento que nos interpela a orar tal y como el mismo Jesús nos enseñó, de manera que se haga la voluntad divina de Justicia y de Gracia (Mateo 6:10) y para que el Señor manifieste su misericordia aún frente aquellos que se le oponen (Mateo 5:44).
Con información de Worl Open Doors, Euronews y Nueva Revista.
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