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España ha sido el bastión de la religión católica por más de cinco siglos, pero hoy el panorama está cambiando a gran velocidad.
Cuando las ideas reformistas llegaron a Europa en el siglo XVI, la Inquisición suprimió cualquier intento por desafiar el catolicismo romano como la única religión del Imperio español. En el siglo XX, la dictadura de Franco, de ideología nacionalcatólica, estuvo aliada con el fascismo nazi, y se encargó de oprimir la libertad de culto y pensamiento.
Pero, sin importar cuánta persecución haya experimentado a lo largo de los siglos, la iglesia protestante nunca ha dejado de existir en el sur de España. Incluso hoy, cuando el catolicismo aún predomina como la religión principal, la iglesia evangélica sigue avanzando a un ritmo sin precedentes, pues ha crecido más de diez veces en los últimos 25 años.
En BITE tenemos una gran pasión por la historia de la iglesia y por cómo llegamos a ser lo que somos; sabemos que muchos cristianos han ministrado el evangelio hasta el punto de derramar sangre y creemos que conocer la historia de nuestra fe nos ayuda a ver la fidelidad de Dios y a continuar con nuestra misión. Por eso, queremos desentrañar la historia de la iglesia evangélica que está creciendo en el sur de España, específicamente en Sevilla, Córdoba, Granada y Málaga.
El gobierno musulmán
La Alhambra (palabra árabe que significa “ciudadela”) es una majestuosa fortaleza ubicada en Granada que refleja la sofisticación del arte y la arquitectura islámicos en España. Este complejo palaciego, que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2004, es solo una muestra del florecimiento cultural y científico de la región de Andalucía mientras en ella convivieron católicos, judíos y musulmanes por siglos.
En el 711, los musulmanes derrotaron a los visigodos en la batalla de Guadalete y conquistaron la península ibérica, a la cual llamaron Al-Ándalus, de donde viene el nombre “Andalucía”. Debido a la reconquista de los pueblos españoles del norte, la región dominada por los musulmanes se fue reduciendo poco a poco durante los siguientes siete siglos. Finalmente, en 1492, los españoles, bajo el reinado de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, terminaron el asedio de Granada y le dieron fin al gobierno musulmán en la península. Desde entonces, Andalucía hizo parte del Imperio español, y el catolicismo romano predominó como su religión principal.
La Mezquita de Córdoba es un reflejo del cambio cultural y religioso que se dio en aquella zona. En el siglo VIII, cuando la ciudad se convirtió en la capital del Califato de Córdoba, fue un lugar clave de culto musulmán. Eso fue hasta el siglo XI, pero tras la reconquista católica, se convirtió en una catedral de esa religión.
El Nuevo Mundo y la Reforma española
El mismo año en que los musulmanes fueron expulsados, Isabel y Fernando patrocinaron a Cristóbal Colón para descubrir una nueva ruta por la cual llegar a Asia por el oeste. Colón no llegó a India sino al Nuevo Mundo, donde comenzó la colonización de los territorios americanos. Este suceso impulsó la economía del Imperio y lo transformó en una potencia mundial, dando inicio al famoso siglo de oro español.
A través del río Guadalquivir llegaba todo el comercio que venía de las colonias hasta Sevilla, la ciudad conocida como la “más bonita del mundo”, a la que antiguamente se la llamó “La puerta de las Indias”. Además, recibía a personas provenientes de cualquier rincón del planeta que querían ser parte de la aventura en el Nuevo Mundo. A medida que el Imperio español se extendía y su poder e influencia aumentaban, Europa estaba siendo conmovida por la Reforma protestante. Respecto a esto, Andrés Messmer, decano del Seminario Teológico de Sevilla, comentó:
Sevilla fue el centro cultural y económico de España; puedes verla como una Roma del primer siglo. Pablo quería llegar allí para que el evangelio se difundiera por todo el Imperio, y habría sido igual con el protestantismo. Si la Reforma hubiera echado raíces en Sevilla, probablemente el protestantismo habría llegado al Nuevo Mundo, porque desde ahí salían los barcos para esa zona. Sabemos que los escritos de los reformadores llegaron allí, pero lo habrían hecho con libertad de culto y de evangelizar, y eso habría cambiado por completo la historia del Nuevo Mundo.
En definitiva, en el Siglo de Oro español no todo fueron buenas noticias para España, al menos no desde el punto de vista espiritual. Cuando Martín Lutero clavó las 95 tesis en Wittenberg, denunciando a una Iglesia católica corrupta que alejaba a sus feligreses de Cristo y las Escrituras, solo se convirtió en el portavoz de un movimiento multinacional, ya que en muchas partes de Europa se sentía un malestar hacia el poder e influencia del Papa.
España, y particularmente la región del sur, no fue la excepción a este movimiento que se dio en todo el continente. La Sevilla bulliciosa y cosmopolita que conectaba África, Asia y las Américas, atraía toda clase de ideas y personas, y sin duda fue influenciada por el ambiente de renovación religiosa que venía desde el centro y norte de Europa. Hay historiadores que equiparan a la Sevilla del siglo XVI con Nueva York en la actualidad.
El Monasterio de San Isidoro del Campo, en Santiponce, cerca de Sevilla, fue influenciado por el pensamiento reformado español, gracias a predicadores como Juan Gil, Constantino de la Fuente y Casiodoro de Reina, quienes hicieron un gran trabajo en el estudio de los Textos Sagrados. Aunque menos documentados que el de San Isidoro, otros monasterios también fueron influenciados por el pensamiento reformador español, como los de San Pablo, Santa Paula y Santa Isabel. Pero, si Sevilla y otras ciudades españolas tenían todas las características para que se diera la Reforma, ¿por qué predominó el catolicismo?
La Inquisición
El Mercado de Triana fue construido sobre el desaparecido Castillo de San Jorge, una fortaleza que recuerda a uno de los más grandes enemigos de la Reforma: la Inquisición española. Este lugar sirvió como sede del Tribunal del Santo Oficio, y fue central para los juicios y encarcelamientos de esa época.
Inicialmente, la Inquisición española tuvo el propósito de descubrir a judíos que se habían convertido falsamente al catolicismo, así como a cualquier otro que fuera considerado hereje, como los musulmanes. Los “autos de fe” eran ceremonias públicas organizadas por la Inquisición en las que se anunciaban y ejecutaban las sentencias contra los herejes y apóstatas, lo cual incluía penitencias, castigos y, en ocasiones, la quema en la hoguera. El primer auto de fe en España ocurrió el 6 de febrero de 1481 en el Prado de San Sebastián, en donde fue enjuiciado el judío Diego Susón. Samuel Alonso, historiador de la Reforma española, señala al respecto:
La Inquisición es como la goma de borrar que quita cualquier expresión de fe fuera de la línea roja que en ese momento marcaba la Iglesia católica romana. Por lo tanto, toda expresión de fe, ya fuera musulmana, judía o protestante, estaba terminantemente prohibida y era perseguida. No había libertad en el ejercicio de la fe, a no ser que realizaras la misma fe que te exigía la Iglesia católica de Roma.
Cuando se terminó el gobierno musulmán en la península con el asedio de Granada, muchos musulmanes decidieron quedarse en España. Hubo intentos de convertirlos al catolicismo romano, e incluso, con la llegada de las ideas reformistas, algunos se hicieron protestantes. Pero, al final, la gran mayoría de ellos fueron perseguidos y procesados por la Inquisición.
Poco a poco, dicha institución asumió un papel clave para detener el avance de la Reforma. A diferencia de otras ciudades europeas, la Reforma en Sevilla sufrió una opresión brutal, lo cual dio origen a la leyenda negra española. Si bien no toda la propaganda anticatólica y antiespañola fue cierta, sí es verdad que muchos líderes religiosos e intelectuales que se opusieron a la Iglesia católica romana experimentaron persecución, tortura y la muerte.
Algunos de los pensadores protestantes más importantes de Sevilla fueron capturados por la Inquisición, como Constantino de la Fuente –quien en su momento fue capellán del príncipe que se convirtió en Felipe II– y Juan Gil, destacado teólogo y predicador. En aquellos tiempos, Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, quienes fueron los editores de las dos primeras Biblias traducidas al español –la Biblia del Oso y la Biblia del Cántaro respectivamente– tuvieron que huir de Sevilla a Ginebra. En Santiponce está la estatua de Casiodoro de Reina, que es, si no el único, al menos el más reconocido monumento erigido para honrar la memoria de un protestante en España.
Junto con los religiosos protestantes, también fueron oprimidos los escritos propios de la Reforma. Un personaje reconocido por esto fue Julián Hernández –también conocido como Julianillo–, quien fue capturado por la Inquisición en 1557 por introducir en la ciudad libros prohibidos. Esto dijo Andrés Messmer al respecto:
En aquella época, en España, los protestantes no tenían ningún poder y la Iglesia católica romana lo tenía todo. ¿Qué estaban persiguiendo? Ni a malhechores ni a criminales; estaban persiguiendo a quienes querían compartir el evangelio y decirle a la gente “Dios te ama, quiere perdonar tus pecados, Él quiere una relación contigo”. Esa fue la dinámica entre los protestantes y la Iglesia católica romana en el siglo XVI, y eso se encarna en la figura de Julianillo, quien fue detenido por la Inquisición después de haber cometido un error: le entregó un libro a la persona equivocada y fue martirizado en el auto de fe de 1560.
Hacia el final de su vida, Carlos V le dijo a su hijo Felipe II que si no resolvía el problema del protestantismo, saldría de su jubilación y lo haría él mismo. Así, poco a poco, en Sevilla y las demás ciudades españolas, se fue apagando la llama de la Reforma, lo cual dejó al catolicismo romano como la única religión propia del Imperio español.
Influencia reformada indirecta: siglos XVII, XVIII y XIX
La influencia de la Reforma protestante en España entre los siglos XVII y XIX fue notablemente limitada en comparación con otros países europeos, debido al firme control ejercido por la monarquía hispánica y la Iglesia católica. A través de la Contrarreforma, España se consolidó como un bastión del catolicismo, resistiendo la difusión del protestantismo por medio de la censura, la Inquisición y una fuerte política de uniformidad religiosa.
Durante el siglo XVII, el contexto español estuvo marcado por la rigidez del absolutismo monárquico y la influencia dominante de la Iglesia católica, la cual buscaba preservar la ortodoxia religiosa y combatir cualquier forma de herejía. A pesar de esta resistencia, la globalización del comercio y las comunicaciones con otras naciones europeas permitió cierta penetración de las ideas reformistas, aunque estas influencias fueron en gran medida filtradas y adaptadas a un contexto católico. Al preguntarle a Samuel Alonso si había protestantes en los siglos XVII y XVIII en el sur de España y cuál era la percepción de la población en general acerca del protestantismo, él explicó:
Infelizmente tenemos pocas evidencias históricas de que esto fuera el caso, debido también a la férrea persecución que había. Si había conversiones al protestantismo, se vivía una fe oculta, secreta, o se acababa huyendo a países protestantes para poder ejercer con libertad la fe.
Un ejemplo de un religioso reformado en ese siglo fue Juan de Nicolás y Sacharles, quien se convirtió al protestantismo y se refugió en Inglaterra. Su obra se centró en relatos autobiográficos que desencadenaron la controversia anticatólica y su propia conversión, con los cuales desafió la predominancia católica. Otro ejemplo es Juan Aventroot, un prominente impulsor de la Reforma protestante en los territorios españoles durante el siglo XVII. Su esfuerzo más notable fue la introducción de la primera edición castellana del Catecismo de Heidelberg en 1627.
Pero el siglo XVIII, conocido como el Siglo de las Luces, trajo consigo una apertura hacia las corrientes de la Ilustración, que promovían el uso de la razón, el cuestionamiento de la autoridad y el interés por la ciencia y la educación. Aunque estas ideas compartían similitudes con los principios protestantes y se desarrollaron en el contexto del protestantismo en otros países europeos, en España se mantuvieron dentro de un marco católico.
Con la llegada del siglo XIX, los cambios políticos y sociales se intensificaron, especialmente con las invasiones napoleónicas y los subsecuentes movimientos liberales. Durante el Trienio Liberal (1820-1823), España experimentó una breve apertura hacia ideas más progresistas, incluyendo cierta tolerancia religiosa. Sin embargo, la restauración de la monarquía absolutista frenó estos avances, reinstaurando el control estricto sobre otras expresiones religiosas y culturales.
Con todo, la limitada apertura a la tolerancia religiosa dio sus frutos. Ejemplo de ello fue Ramón Montsalvatge, considerado por algunos como el primer protestante catalán. En la década de 1840, se convirtió al protestantismo después de estudiar teología y tener serias dudas acerca de la interpretación de la Biblia por parte de la Iglesia católica. En 1855, se embarcó hacia América y llegó a Cartagena de Indias, en la actual Colombia. Allí, apoyado por la Sociedad Bíblica Americana, hizo una labor evangelística con la que impactó a miles de personas.
Algunos evangélicos migraron, pero otros se quedaron en ese intento de establecer una iglesia protestante nacional. El español Julio Díaz, teólogo y doctor en Filosofía en Estudios Teológicos, dijo sobre este tema:
Lo que hicieron los evangélicos españoles que se vieron obligados a migrar a otros países fue implicarse activamente en dar a conocer las necesidades espirituales en España. Allí los evangélicos estaban siendo perseguidos y reprimidos. Motivaron a agencias misioneras en esos lugares a comprometerse en la obra misionera en nuestro país. De estas personas que intentaron dar a conocer las necesidades en España, encontramos a Francisco de Paula Ruet o a Manuel Matamoros. Los que se quedaron siguieron realizando su labor evangelizadora y de difusión bíblica. También intentaron crear un proyecto común: una iglesia unificada, pero no fue posible por las diferencias denominacionales. Sin embargo, de ese proyecto quedó algo: lo que llamamos la iglesia evangélica española, que supone la unión de varias denominaciones históricas.
En los siglos XVII, XVIII y XIX, nunca se logró establecer un protestantismo sólido en España. Si bien su influencia es innegable, también fue silenciosa e indirecta. Pero esto comenzaría a cambiar a finales del siglo XIX y comienzos del XX.
El franquismo
Carlos V, rey de España y emperador del Sacro Imperio Romano, no fue el único gobernador autoritario que persiguió a la iglesia protestante. Francisco Franco, dictador de España entre 1939 y 1975, también reprimió cualquier intento por desafiar el dominio católico.
En dos períodos de la historia española anteriores a Franco, llamados las “Repúblicas”, hubo intentos por establecer una libertad religiosa. La Primera República, entre 1873 y 1874, que hizo parte del llamado “Sexenio democrático”, promovió un marco más liberal, pero fue un intento fallido, aplacado por la restauración borbónica.
Luego, entre 1931 y 1939, se dio la Segunda República. Esta acabó con la monarquía, persiguió a los católicos, fue recibida con júbilo por protestantes y otros grupos religiosos, hizo ambiciosas reformas sociales y políticas, y estableció la separación entre la Iglesia y el Estado. Sobre esto, Julio Díaz comentó:
Tanto la Primera República en el siglo XIX como la Segunda República en el XX supusieron una mejora sustancial de las condiciones de los protestantes españoles. Aunque crearon un clima favorable a la evangelización, tampoco pudieron ser muy bien aprovechadas porque las condiciones sociales y políticas del momento eran muy tensas: la Primera República apenas duró un año y en la Segunda República había mucha crispación. Por lo tanto, los intereses de los españoles estaban más en otras cosas que en el mensaje que los protestantes podíamos predicar.
Un punto clave de la actividad intelectual para la Segunda República fue la famosa Universidad de Sevilla, que fue fundada en 1505. Sin embargo, este régimen democrático fue muy controvertido desde el principio, lo que llevó a las sublevaciones de los nacionales en 1936, que dieron inicio a la Guerra Civil Española. En Córdoba todavía se conmemora el recuerdo de la Segunda República, junto con Sevilla y Málaga, entre otras. Durante la Guerra Civil, Sevilla fue capturada por las fuerzas de Franco y se convirtió en un importante centro logístico nacionalista. Luego de tres años, en 1939, los nacionales que estaban bajo el mando de Francisco Franco ganaron, y le dieron inicio a la extensa dictadura conocida como “el Franquismo”.
Franco lideró un gobierno de mano dura en España. Aparte del ejército y la falange, uno de sus pilares principales fue la Iglesia católica. Después de que el catolicismo fue rechazado durante la Segunda República, volvió a tomar un papel protagónico en la sociedad española.
Durante la dictadura, los templos y escuelas asociados con el protestantismo fueron cerrados, y muchos pastores y fieles fueron ejecutados o desterrados. Durante el tiempo de la Segunda Guerra Mundial, los protestantes eran sospechosos de ser “judeomasones” o “comunistas”. Díaz dijo que en aquella época “empezó una durísima represión contra los protestantes, entre otros motivos, porque los identificaban con los valores y principios de la República”. Salvo en Madrid, en donde debían guardarse las apariencias por los embajadores que venían de otros lugares, en toda España solo se podían hacer cultos protestantes de manera clandestina.
Cuando los Aliados ganaron la Segunda Guerra Mundial, derrotando a los antiguos aliados italianos y alemanes de España, se permitió algo de libertad religiosa. Sin embargo, durante toda la dictadura de Franco, la presencia predominante del catolicismo puso una fuerte presión sobre los protestantes. Además, aunque el gobierno estadounidense había aprobado su inclusión en el Plan Marshall, España quedó por fuera al negarse a permitir una completa libertad religiosa.
Algunos de los mensajes habituales que se veían en edificios protestantes eran “abajo Lutero y su familia”, “iros a Inglaterra” o “viva el Papa”. Los fieles debían esperar años para recibir una autorización para casarse por lo civil o para inscribir a un recién nacido con un nombre ajeno al santoral. Los protestantes no podían ser enterrados junto con el resto de la población, sino en un cementerio donde estaban los abortos, los suicidas, los agnósticos y los judíos. En el servicio militar, los jóvenes soldados podían pasar años en prisión si no se arrodillaban y hacían una jura a la bandera.
Esta opresión siguió hasta casi el final de la dictadura. En 1973, dos años antes de la muerte del dictador, un pastor metodista de Barcelona fue procesado a causa de un artículo en el que denunciaba la falta de libertad religiosa. Después de la muerte de Franco, este asunto se abrió de manera muy lenta y progresiva, de forma que tan solo hasta hace menos de 30 años se reconoció la categoría laboral de “pastor”. Díaz anotó lo siguiente sobre este tema:
Indudablemente, para las iglesias evangélicas o protestantes en España la muerte de Franco abrió un nuevo espacio de esperanza y de libertad. De hecho, se inició una transición política que culminó con la Constitución de 1978, la cual reconoció libertades como la religiosa, de conciencia, de reunión, de expresión, que históricamente habían sido negadas a los protestantes. Desde entonces, ha habido un desarrollo progresivo, quizás más lento de lo que quisiéramos, pero progresivo, hacia el alcance de estas libertades. Sí podemos decir que la situación actual que vivimos en España no tiene comparación con ninguna otra etapa histórica precedente, pero seguimos todavía anhelando alcanzar esas plenas libertades que están reconocidas en la Constitución.
La fidelidad de Dios
Sin duda, la iglesia protestante ha atravesado muchos momentos de persecución, opresión y tiranía. Pero, la fidelidad de Dios ha estado siempre allí, permitiendo que la fe bíblica y centrada de Jesucristo permanezca en un remanente. Con todo, la historia no acaba aquí, porque muchos creyentes en el sur de España están marcando una nueva época para la iglesia evangélica.
¿Qué pasará ahora en esta región? ¿Por qué en un país principalmente católico hay un crecimiento acelerado de las iglesias evangélicas? ¿Este ritmo se mantendrá en los próximos años? ¿Cuáles son los desafíos que amenazan la fe protestante, tanto desde un punto de vista numérico y social, como espiritual y doctrinal?
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En Cristo,
Giovanny Gómez Director de BITE |