El hacer discípulos juega un papel fundamental en la vida cristiana. Algunas de las últimas palabras de Jesús antes de ascender a la diestra del Padre estuvieron relacionadas con este llamado: “Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo…”, Mt 28:19 (NBLA).
Pero, a pesar de que la Gran Comisión es uno de los principales mandatos de Cristo para Su pueblo, un gran número de cristianos no lo están obedeciendo. De acuerdo con un estudio realizado por el Grupo Barna en 2022, “Dos de cada cinco cristianos no están involucrados en el discipulado”. Muchos creyentes, cada vez más permeados por una cultura individualista y solitaria, han dejado de considerar como prioritaria su relación con otros hermanos y hermanas en la fe y su llamado de enseñarles a otros “a guardar todo lo que les he mandado”, Mt 28:20 (NBLA).
¿Qué significa “involucrarse en el discipulado”? ¿Qué implicaciones tienen para la iglesia estos hallazgos de Barna? ¿Qué pueden hacer los líderes para responder a esta tendencia?
Discipulado: un concepto moderno
En la Biblia, en su idioma original, no aparece la palabra “discipulado”. Lo más similar es el verbo mathēteuō, que se traduce como “hacer discípulos”, y según el contexto, puede significar predicar el evangelio para que las personas se conviertan a Cristo y se vuelvan cristianos, como vemos en Hechos 14:21; o ayudarlos a obedecer las enseñanzas de Jesús, como lo notamos en Mateo 28:19-20. En realidad, el concepto de “discipular” como una actividad de mentoría individual resulta bastante moderno.
Después de la Reforma protestante, la comprensión luterana del discipulado se desarrolló significativamente. Lutero rechazó la idea medieval de que las actividades religiosas eran superiores a la vida cotidiana, y enfatizó que todos los aspectos de la vida —ya sea en el hogar, el trabajo o la sociedad— podían ser realizados como actos de fe agradables a Dios. Esta visión del discipulado se basaba en vivir la vocación diaria, guiado por la Palabra de Dios.
Lutero vinculaba el discipulado con el arrepentimiento y la fe, lo que implicaba un ciclo continuo de morir al pecado por el poder del Espíritu Santo. Esta idea estaba respaldada por la instrucción catequética, los sermones y el uso de literatura devocional. El Catecismo menor de Lutero, diseñado para darle uso en los hogares, jugó un papel crucial en la enseñanza, pues promovió la meditación regular en las Escrituras, la oración y una comprensión profunda de los mandamientos de Dios.
En las tradiciones presbiteriana y anglicana, la catequesis también jugó un papel clave en la formación de los cristianos, y siempre hubo una estima muy alta por el llamado del creyente a vivir en santidad. Por ejemplo, en el capítulo 13 de la Confesión de fe de Westminster, vemos la creencia presbiteriana acerca de la conducta del creyente regenerado:
Aquellos que son llamados eficazmente y regenerados, (…) son además santificados real y personalmente por medio de la virtud de la muerte y la resurrección de Cristo, por Su Palabra y Espíritu que mora en ellos; (…) los llamados son más y más fortalecidos y vivificados en todas las gracias salvadoras, para la práctica de la verdadera santidad.
Sin embargo, como resalta el académico y teólogo luterano Robert Kolb, las creencias de Lutero, otros reformadores y sus discípulos sobre una vida de santidad, solo son un “equivalente” al discipulado moderno, pues este concepto no ha existido siempre en la tradición protestante.
Falta de discipulado: evidencia de una fe individual
Si bien Barna reconoció que una relación de discipulado no es una “conexión que se vea igual para todos”, esta fue la definición que usó para su investigación: “…los cristianos que estaban siendo discipulados y que también discipulaban a otros [son] aquellos que están plenamente comprometidos en una comunidad de discipulado”. Entonces, el concepto que tuvieron en mente quienes adelantaron estos estudios fue el de un proceso formal de mentoría uno a uno.
A partir de esta caracterización, encontraron que solo un poco más de uno de cada cuatro cristianos estadounidenses (28%) se encuentra en esta categoría de “comunidad de discipulado”. Otro 28% está siendo discipulado, pero no está ayudando a otros a acercarse más a Cristo, y un porcentaje muy pequeño (5%) solo está discipulando a otros. Esto nos deja con la elevada cifra de 39% de cristianos que no están involucrados en el discipulado, es decir, no están enseñando a otros ni siendo enseñados.
Ahora, la definición de “discipular” utilizada por Barna es problemática y a la vez profundamente reveladora. Si bien para muchos cristianos el discipulado consiste en tener sesiones formales de estudio o consejería bíblica, el Nuevo Testamento parece mostrar una dinámica mucho más amplia. En el mismo pasaje de Mateo, “hacer discípulos” tiene que ver más con llevar a otros a conocer la voluntad de Cristo y vivir como Él ordenó, pero no se nos dice el cómo. En su libro Discipular de la serie de 9Marcas, el teólogo y predicador Mark Dever dice al respecto:
Discipular [es] ayudar a otros a seguir a Jesús. (…) es hacer deliberadamente un bien espiritual a alguien para que él o ella sea más como Cristo. Discipulado es el término que utilizo para describir nuestro propio seguimiento de Cristo. Discipular es un subgrupo de eso, el cual significa ayudar a alguien más a seguir a Cristo.
Entonces, la definición de Barna es problemática porque limita el discipulado a los espacios formales de mentoría, cuando el ayudar a otros a seguir a Jesús puede, según la explicación de Dever, darse de muchas maneras orgánicas y grupales.
Aun así, los hallazgos de Barna son reveladores, pues muestran que muchos creyentes no se ven a sí mismos dentro de una dinámica de discipulado en su iglesia local. Si adoptamos la definición más amplia de “discipular”, la investigación evidenciaría que más de 3 de cada 5 (67%) creyentes sienten que no hay otros aportando a su crecimiento espiritual, y que un tercio (33%) de todos los cristianos no consideran estar ayudando a otros a seguir a Jesús.
Estos porcentajes dejan ver una dinámica individualista de la fe, en la que gran parte del crecimiento espiritual ocurre de manera personal y no colectiva. No sorprende que en la misma investigación Barna haya encontrado que “Más de la mitad de los cristianos sienten que su fe es completamente privada”. Esto no concuerda con la ilustración del “cuerpo” que ofrece Pablo en Efesios 4:16, en donde el fortalecimiento de la fe depende del aporte de todos los individuos, sin excepción: “todo el cuerpo, (…) conforme al funcionamiento adecuado de cada miembro, produce el crecimiento del cuerpo para su propia edificación en amor” (NBLA).
El impacto del discipulado en la santidad
Barna también indagó acerca de las motivaciones de los creyentes para involucrarse en el discipulado. Cuando se trata de discipular a otros, las principales motivaciones encontradas en las encuestas incluyen “acercarse más a Dios” y “desarrollar aún más su fe”. De manera alentadora, este estudio revela que ese es exactamente el resultado que muchos cristianos están experimentando. Las cifras muestran que quienes están en una “comunidad de discipulado” tienen más probabilidades de sentirse revitalizados por el tiempo que pasan con Jesús y de obtener un profundo gozo y satisfacción de su relación con Él.
¿Cómo llegaron a esa conclusión? Los encuestados tuvieron que responder en qué medida estaban de acuerdo con las siguientes afirmaciones:
- Mi relación con Jesús me trae un profundo gozo y satisfacción.
- Mi relación con Jesús impacta la manera en que vivo mi vida cada día.
- Me siento revitalizado cuando paso tiempo con Jesús.
Se hizo evidente que quienes estaban más de acuerdo con esas afirmaciones eran aquellos que estaban en una comunidad de discipulado, seguidos de quienes solo discipulaban a otros y quienes solo eran discipulados. En todos los casos, quienes menos estuvieron de acuerdo fueron los que no eran parte de la “comunidad de discipulado”. De manera gráfica, estos resultados se ven así:
Uno de los encuestados por Barna afirmó lo siguiente acerca del discipulado:
Me mantiene enfocado en la misión de Dios y en los valores del Reino. Estoy constantemente consciente de mi propio caminar. Saber que estoy invirtiendo en alguien más me anima a invertir en mí mismo, para no llevar a otra persona por el mal camino. Para otros, creo que es realmente alentador cuando alguien muestra un interés genuino en ellos.
Entonces, concluimos que participar en las dinámicas de discipulado en la iglesia trae grandes beneficios a la vida espiritual de los cristianos. Su impacto no solo produce un sentimiento satisfactorio, sino que tiene un efecto directo en la santidad de las personas. Dever explica el papel del discipulado en la corrección y la lucha contra el pecado:
Parte de ser cristiano es reconocer que el pecado nos engaña, y que necesitamos a otros creyentes para que nos ayuden a ver las cosas que no podemos ver por nosotros mismos. Unirse a una iglesia, frecuentemente lo digo, es como tirarle pintura al hombre invisible. Nuevos pecados se hacen visibles en el transcurso de nuestras relaciones de discipulado. De hecho, puedes liderar en una relación de discipulado invitando a otros a corregirte, y facilitando las cosas para que lo hagan. Pero debes temer más a Dios que al hombre, al estar dispuesto a corregir a otros cuando sea necesario, y arriesgarte a ser rechazado por ello.
¿Qué barreras hay para el discipulado?
Con el objetivo de ayudar a los líderes de la iglesia, Barna indagó sobre los motivos que impedían que muchos cristianos no ayuden activamente a otros a acercarse más a Cristo. Barna encontró que, en el caso de aquellos que afirman ser discipulados, pero no hacen lo mismo hacia otros, la principal barrera es que no se sienten calificados o capacitados (37% de este grupo señaló esta razón). Otras investigaciones adicionales de la firma muestran que la falta de interés en “hacer discípulos” está relacionada con el temor a no ser buenos en ello, de no tener suficiente conocimiento o de no ser la persona adecuada para la tarea. La crisis de confianza es un problema central.
¿Qué hacer al respecto? Barna encontró que, ya sea por esta precaución personal en torno al discipulado o por una indiferencia más general, algunos cristianos que no están haciendo discípulos parecen “solo necesitar un empujón”. Uno de cada cuatro dice que la práctica de discipular a otros no les ha sido sugerida (24%) o que no han pensado en ayudar a alguien a acercarse más a Dios (22%). En otras palabras, podrían ser más activos si otros les pidieran ayuda o si los líderes los animaran a involucrarse más intencionalmente.
Sin embargo, nuevamente la definición de “discipular” ofrecida por Barna es desafiante. Si las personas vieran el “hacer discípulos” de una forma más orgánica, ¿se animarían a tener un mayor involucramiento? Como explicó la autora Quina Aragon para Coalición por el Evangelio, muchos creyentes afirman nunca haber sido discipulados, pues no han recibido una mentoría formal de parte de alguien, pero esto impone “expectativas injustas” sobre la congregación:
Es posible que no tengas la oportunidad de reunirte con un hombre o una mujer mayor en Starbucks (…) una vez a la semana para estudiar Efesios. Puede que no tengas un líder de estudio bíblico que te contacte todos los días. Probablemente, los líderes de tu iglesia no tengan la capacitación necesaria para abordar todos los aspectos de tu trauma pasado o enfermedad mental. Esto no significa que no estés “siendo discipulado”. En su lugar, deberías preguntarte: ¿Estoy aprovechando los muchos medios de gracia que mi iglesia local ofrece? ¿Estoy escuchando y aplicando la predicación de la Palabra de Dios, participando en la Cena del Señor, asistiendo a estudios bíblicos y compartiendo con el pueblo de Dios mientras sirvo? Si lo estás haciendo, entonces estás siendo discipulado.
Una perspectiva como la de Aragon no solo ayudaría a más creyentes a ver que en efecto sí están siendo discipulados; también los animaría a involucrarse en los medios de gracia que ofrecen las congregaciones para el discipulado de todos. Al mismo tiempo, los cristianos sabrían que no necesitan ser consejeros profesionales para poder discipular a otros –aunque la consejería es una valiosa herramienta para servir al cuerpo de Cristo–; basta con participar activamente de las reuniones eclesiales y de las relaciones de hermandad, entendiendo que allí puede impactar la fe de otros con conversaciones bíblicas. Respecto a esto, Aragón Afirmó:
El discipulado a menudo significa simplemente estar presente. Significa orar junto a alguien en una reunión. Significa discutir lo que aprendiste del sermón. Significa cantar lo suficientemente alto como para animar a las personas a tu alrededor, incluso si tu voz no es digna de un coro. Significa vivir la vida cristiana de una manera que modele a Cristo e invitar a otros a vivirla contigo.
Referencias y bibliografía
Dos de cada cinco cristianos no están involucrados en discipulado | Barna
El discipulado en la tradición luterana | Concordia Theology