Un día de los primeros años de la década de los 30 del primer siglo, Jesús de Nazaret, el Mesías, entra triunfalmente a Jerusalén el domingo previo a la Pascua judía. Con ello dio inicio a una sucesión de días, marcados por varios eventos sagrados, que luego serían unidos bajo la denominación de “semana santa”.
Tanto los Evangelios sinópticos como el joanico hacen un recuento de las palabras y obras de Cristo durante esta semana en Jerusalén, hasta Su resurrección el domingo siguiente a la Pascua.
Inspirados por aquella importante semana de hace unos 2000 años, muchas iglesias y cristianos alrededor del mundo celebran en la actualidad la Semana Santa, un tiempo litúrgico de reflexión y piedad basado en los eventos sagrados registrados en los Evangelios. Siguiendo la estructura narrativa de estos, tradicionalmente se conmemoran así:
- Domingo de Ramos: entrada de Jesús a Jerusalén en un asno.
- Lunes santo: maldición de la higuera, limpieza del templo y respuestas a acusaciones.
- Martes santo: anuncio de Jesús de Su propia muerte.
- Miércoles santo: complot de Judas con los sacerdotes.
- Jueves santo: celebración de la última cena.
- Viernes santo: crucifixión y pasión de Jesús.
- Sábado santo: sepultura y reposo de Jesús en la tumba.
- Domingo de resurrección: Jesús resucita de entre los muertos.
¿En qué fecha se celebra la Semana Santa? ¿Cuál es el origen histórico de esta celebración? ¿Qué importancia tienen los relatos antiguos? En este artículo abordaremos brevemente estas preguntas, especialmente a la luz de un documento conocido como La peregrinación de Egeria.
La fecha de la Semana Santa
Todo este tiempo litúrgico está muy arraigado en las culturas de tradición religiosa occidental, especialmente la católica romana, ortodoxa bizantina, anglicana, luterana, y reformada, entre otras. Regularmente, estos días son feriados y de descanso laboral, generalmente establecidos por ley. Se hacen en ellos peregrinaciones a lugares considerados como santos y servicios especiales en iglesias, como misas, liturgias y cultos.
Generalmente los cristianos celebran esta semana entre los meses de marzo y abril. La fecha varía cada año debido a que su determinación se basa en el calendario lunar, en lugar del calendario solar gregoriano que utilizamos para la mayoría de nuestras festividades y actividades cotidianas. La Semana Santa se celebra el primer domingo después de la primera luna llena que sigue al equinoccio de primavera en el hemisferio norte, que ocurre alrededor del 21 de marzo.
Este método de cálculo se estableció en el Concilio de Nicea en el año 325 d.C., con el objetivo de mantener una cierta uniformidad en la celebración de la Pascua entre las diferentes comunidades cristianas. Sin embargo, como el ciclo lunar no se sincroniza perfectamente con el calendario solar, la Semana Santa puede variar cada año entre el 22 de marzo y el 25 de abril. Así, esta semana y todas las fechas relacionadas con ella, como el Miércoles de Ceniza y la Ascensión, varían en su fecha cada año.
El origen histórico
Habiendo establecido la popularidad y la razón de la variación en la fecha de la Semana Santa, nos debemos preguntar, ¿cuál es el origen histórico de dicho tiempo litúrgico?
Establecer el origen exacto de varias prácticas litúrgicas en el cristianismo antiguo que se dieron después de la muerte de los apóstoles nunca es tarea fácil. Esto se debe, tanto a la carencia de registros documentados, como al hecho de que muchas surgieron orgánica y naturalmente entre las comunidades cristianas primitivas, sin ningún decreto escrito en alguna especie de “libro litúrgico” y sin ninguna “ordenanza eclesiástica”. La Semana Santa es una de esas prácticas.
No obstante, sí podemos conocer un origen inexacto más o menos preciso, el cual nos brinda pistas e indicios acerca de su origen más antiguo. Hacer esto puede ser útil para un redescubrimiento y renovación de esta celebración, viéndola, no como una mera tradición actual, sino como una antiquísima de los antiguos cristianos que vivieron más cerca del tiempo y el mundo de nuestro Señor Jesucristo.
Solo contamos con unas breves referencias a la consagración de ciertos días durante lo que hoy conocemos como la Semana Santa en las cartas de Dionisio el Grande y Atanasio de Alejandría, en las Constituciones apostólicas, y en los sermones de Padres de la Iglesia como Juan Crisóstomo y Agustín. No obstante, la historia antigua más informativa de una “semana santa” en la iglesia viene del relato de una viajera llamada Egeria, que visitó Jerusalén a finales del siglo IV, alrededor del año 380.
El relato de Egeria
Egeria, una mujer que vivía en Hispania, emprendió un viaje de tres años por Egipto, Israel, Palestina y Siria, documentando sus experiencias en un diario destinado a sus hermanas en España. Este diario, descubierto en el siglo XIX, se titula La peregrinación de Egeria y proporciona una visión única de esta semana en Jerusalén en el siglo IV.
Egeria describe detalladamente las celebraciones de la Semana Santa, comenzando con el Domingo de Ramos, donde el obispo y los fieles realizan una procesión con ramos, imitando la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén. Al respecto de esta celebración Egeria escribió:
...se lee el pasaje del Evangelio en el que los niños, portando ramos y palmas, salen al encuentro del Señor, diciendo: “Bendito sea el que viene en el nombre del Señor”, e inmediatamente se levanta el obispo, y todo el pueblo con él, y salen todos a pie de la cima del monte de los Olivos, yendo todo el pueblo delante de él con himnos y antífonas, diciéndose unos a otros: “Bendito el que viene en el nombre del Señor”. Y todos los niños del vecindario, incluso los que son muy pequeños para caminar, son llevados a hombros por sus padres, todos portando ramos, unos de palmeras y otros de olivos, y así el obispo es escoltado de la misma manera que lo fue el Señor antiguamente.
La celebración era una imitación de la histórica entrada triunfal de Jesús narrada en los Evangelios, en la que el obispo, representando a Cristo, hace una “procesión” junto con los fieles desde el monte de los Olivos, “donde el Señor ascendió”, hasta la basílica principal en Jerusalén. El uso de los ramos ya era acostumbrado tal como hoy en día.
El lunes santo, continúa Egeria, “todos se reúnen en la gran iglesia, que es el martyrium, donde se repiten continuamente himnos y antífonas hasta la primera hora de la noche y se leen lecciones adecuadas al día y al lugar, intercaladas siempre con oraciones”.
El martes santo es similar al lunes, celebrándose los servicios habituales, con la única diferencia de que el obispo “lee las palabras del Señor que están escritas en el Evangelio según Mateo, donde dice: ‘Miren que nadie los engañe’. Y el obispo lee todo ese discurso, y cuando lo ha leído, se hace la oración”.
Asimismo, el miércoles santo es similar al lunes y martes, aunque también con una diferencia en la lectura: “...el sacerdote se pone delante de las barandillas y recibe el Evangelio, y lee el pasaje en el que Judas Iscariote se dirigió a los judíos y declaró lo que debían darle para traicionar al Señor. Y cuando se ha leído el pasaje, hay tales gemidos y lamentos de todo el pueblo que nadie puede evitar conmoverse hasta las lágrimas”.
El jueves santo es especial, ya que “ese día se hace la oblación”, es decir, se celebra la comunión o la santa cena, y esto dos veces. Luego, en la noche, los fieles van al monte de los Olivos, donde se cantan himnos y se hacen lecturas de los Evangelios, para luego ir Getsemaní, “donde el Señor oró”, y donde “se lee el pasaje del Evangelio en el que el Señor fue capturado. Y cuando se ha leído este pasaje, es tan grande el gemido de todo el pueblo, junto con el llanto, que sus lamentos pueden oírse tal vez hasta la ciudad”.
El viernes santo ocurre algo aún más especial: se venera la santa cruz. Esta era una reliquia que supuestamente había sido descubierta por Elena, madre de Constantino, y que, según ella, era la misma que Cristo cargó y la misma en la que fue crucificado. Esta era venerada entonces en Gólgota, el mismo lugar de la crucifixión, donde Egeria estuvo presente. Por tanto, ella hace una descripción detallada de este rito:
Se abre el cofre y se saca (el madero), y tanto el madero de la Cruz como la inscripción se colocan sobre la mesa. Luego, cuando se ha puesto sobre la mesa, el obispo, mientras está sentado, sostiene las extremidades del sagrado madero firmemente en sus manos, mientras los diáconos que están alrededor lo custodian. Se hace así porque la costumbre es que el pueblo, tanto los fieles como los catecúmenos, se acerquen uno a uno e, inclinándose ante la mesa, besen el sagrado madero y den paso a otros (...) Y mientras todo el pueblo pasa de uno en uno, todos inclinándose, tocan la Cruz y la inscripción, primero con la frente y luego con los ojos; finalmente besan la Cruz y dan paso a otros, pero ninguno pone su mano sobre ella para tocarla.
Al día siguiente, sábado santo, se celebra nuevamente “la oblación” y se leen pasajes sobre la resurrección como preparación para el domingo, en el que, a su vez, se celebran servicios habituales, se cantan himnos de resurrección y se lee el pasaje sobre Tomás el incrédulo, quien no creía en la resurrección. Estos dos últimos días no resaltan mucho en el relato de Egeria, revelando que se le daba más importancia a los días jueves y viernes de pasión.
¿Por qué el relato de Egeria es importante?
Toda esta descripción de la celebración en la antigua Jerusalén ha servido en la historia reciente de la iglesia para conocer más acerca del origen de la Semana Santa.
De este relato podemos al menos saber que para el siglo IV ya se guardaba esta semana en Jerusalén, cuna de la iglesia primitiva. Aunque el siglo IV puede sonar muy distante del siglo I de los apóstoles, la verdad es que la distancia en años entre la vida de Santiago el hermano de Jesús, primer obispo de Jerusalén, y la historia de Egeria, es de alrededor de 200 años.
Además, el hecho de que la Semana Santa estuviera bien establecida en el tiempo de Egeria puede implicar que ya tenía un buen bagaje de años, décadas o quizá de siglos, probablemente acercándose al tiempo de los apóstoles, o al menos al de los obispos jerosolimitanos del siglo II.
En cualquier caso, el relato de Egeria presenta un origen inexacto muy antiguo, justo en el periodo de transición entre la iglesia martirizada y prenicena y la iglesia imperial y post nicena, y durante el obispado del famoso Cirilo de Jerusalén.
Sin duda, la visita de muchos peregrinos a Jerusalén durante aquel tiempo resultó en que estos llevaran varios rituales de la Semana Santa a otras tierras, como el uso de ramos, las procesiones y la veneración de la cruz. Dichos rituales han llegado hasta nuestros días, y son parte de esta celebración semanal actual, especialmente entre los católicos romanos, los griegos/rusos ortodoxos y los anglicanos episcopales.
Implicaciones actuales
¿Qué implicación tiene para los cristianos de hoy conocer la forma en la que los cristianos de 1600 o 1700 años atrás celebraron la Semana Santa? ¿Deberíamos imitar las mismas ceremonias?
Más allá de los ritos, este corto análisis histórico nos revela la importancia de la Semana Santa para la iglesia antigua como un tiempo especial de devoción, piedad y reflexión, inspirado en los últimos días de nuestro Señor, especialmente Su pasión y resurrección, de acuerdo con las historias de los Evangelios. Aún en la actualidad esas historias y esos Evangelios son el corazón de esta semana, y nunca deberían dejar de serlo.
Así que, como los antiguos cristianos de Jerusalén, acompañemos con nuestra mente y corazón al Señor durante esta semana, desde su triunfal entrada, pasando por su más severa humillación, hasta su gloriosa exaltación. Como dice la carta de Pablo a los Filipenses: “...a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte”.
Y tú, ¿cómo celebras la Semana Santa? ¿De qué formas el conocer algo de la historia del nacimiento histórico de la Semana Santa te hace sentir conectado con nuestros hermanos del pasado? ¿Cómo la celebración de la Semana Santa nos puede llevar a reflexionar sobre el hecho más importante de toda la historia redentora de Dios?
Bibliografía: Frank C. Senn, Introduction to Christian Liturgy (Fortress Press: Minneapolis, 2012); The Pilgrimage of Etheria, trad. M. L. McClure y C. L. Feltoe (Society for Promoting Christian Knowledge, 1919); Chloe Breyer, Egeria and the Holy Week Liturgies en slate.com (6 de abril de 2007); Kat Moon, What to Know About the Origins and Meanings of the Major Holy Week Rituals en time.com (12 de abril de 1019).
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