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En las últimas décadas hemos visto a la política ampliar su influencia, ya no limitada solo a lo macrosocial, o la macroeconomía. Hoy la política debate acerca de temas como la sexualidad, la vida y lo moral. Ante esta expansión, muchos cristianos han sido los primeros en acusar a la iglesia de estar dormida, insinuando que debería estar más involucrada en las cuestiones políticas de sus países. ¿Pero son realmente válidas estas acusaciones?
En este breve repaso se enumeran las experiencias evangélicas en política en Latinoamérica durante las últimas décadas, para intentar esbozar las etapas de esta relación complicada. Sería muy difícil recopilar todas las experiencias, además de comprender cada una de ellas en profundidad. Cada país cuenta con sus propias dinámicas políticas, pero una mirada general permite trazar un recorrido común entre las diferentes experiencias.
Partidos evangélicos en América Latina
La primera experiencia significativa sucedió en Guatemala, con la llegada de Efraín Ríos Montt al gobierno. Hombre de carrera militar con reputación de recto, se presentó y perdió las elecciones de 1974, aunque muchos aseguran que fue perjudicado con fraude. Estuvo en España algunos años y volvió a su país para reinventar su carrera política: abandonó el catolicismo y se convirtió en líder evangélico y dirigió su propia iglesia El Verbo, desde donde acrecentó su popularidad.
En marzo de 1982 participó del golpe de estado que lo puso a la cabeza del gobierno durante un año. En el marco de la guerra fría y la lucha contra el marxismo, Ríos Montt dirigió Guatemala con mano dura, siendo acusado de ordenar masacres entre los campesinos mayas ixil. No logró eliminar la corrupción en su propio gobierno y quedó él mismo envuelto de acusaciones de malversar fondos públicos a través de su iglesia evangélica. Fue derrocado en agosto de 1983, aunque continuó en la vida pública y política hasta su muerte en 2018. Fue una figura controversial; sus defensores afirman que detuvo el avance marxista y evitó la anarquía en la que se hundía Guatemala. En 2013 fue condenado a 80 años de prisión por genocidio y crímenes de lesa humanidad, aunque luego la condena quedó anulada.
En 2016, el evangélico Jimmy Morales llegó a la presidencia. Profesor en teología por el Seminario Teológico Bautista, fue apoyado por los sectores de derecha, entre ellos las iglesias evangélicas. Llegó al poder con una gran aprobación de la opinión pública, pero su imagen se desplomó a lo largo de su mandato, al verse envuelto en escándalos de corrupción y financiación ilícita de su campaña. En 2020 fue sucedido en el gobierno por Alejando Giammattei, político católico conservador y de derecha, a quien los evangélicos han demostrado su apoyo también.
Otro representante evangélico en la política guatemalteca fue Harold Caballeros. Abogado y fundador del ministerio El Shaddai, una iglesia de más de 12.000 miembros en el país y filiales en otros lugares de América y Europa. Luego de más de 20 años se retiró del ministerio para fundar el partido Visión con Valores (VIVA), una propuesta republicana y liberal. Actualmente Caballeros se mantiene al margen de la política, pero el partido continúa participando en alianzas con otros partidos de derecha.
En Costa Rica surgió en 1982 el Partido Alianza Nacional Cristiana (PANC), que no obtuvo mayores logros hasta el 2006, cuando adhirió al Movimiento Libertario y un año más tarde desapareció. Ex miembros del PANC fundaron en 1995 el Partido Renovación Costarricense (PRC), logrando poner al abogado y pastor Justo Orozco en la Asamblea Legislativa. En general, este partido ha logrado resultados muy pobres y ha entrado en negociaciones con otros partidos de derecha, de cara a las próximas elecciones presidenciales de 2022.
Pero tal vez el partido confesional más importante de Costa Rica sea el Partido Restauración Nacional. Fundado en 2004 por el pastor Carlos Avendaño, quien renunció al PRC y armó su propia plataforma política. En las elecciones de 2018 su candidato presidencial, Fabricio Alvarado, logró casi el 25% de los votos, forzando así una segunda vuelta. Finalmente sería derrotado en el ballotage, pero consiguiendo varios puestos en la Legislatura.
Las experiencias en Venezuela iniciaron en 1987, cuando la Organización Renovadora Auténtica (ORA) se presentó a elecciones prometiendo “gobernar Venezuela según la biblia evangélica”; obtuvo dos representantes en el Congreso. Durante la siguiente década irá quebrándose debido a diferencias internas y derrotas electorales, hasta su disolución en el año 2000. Reapareció bajo el liderazgo de Luis Reyes Castillo y desde 2013 ha apoyado continuamente al régimen de Nicolás Maduro.
En 2018, el pastor Javier Bertucci, de la Iglesia Maranatha Venezuela, lanzó su carrera política mediante su partido “El Cambio”, afirmando ser “luz entre las tinieblas” para derrotar a Nicolás Maduro y traer un cambio en el país. Desde 2010 enfrenta cargos por contrabando y asociación ilícita, y en 2016 estuvo involucrado en el escándalo de los Panama Papers. En las elecciones de 2018, su partido logró captar el 10% de los votos, para conseguir así cuatro diputados. El ex militar y pastor Alfonso Campos es otro de los líderes del partido.
Fue en Perú donde sucedió, tal vez, la primera participación significativa de los evangélicos en política. Partidos sin mayor trascendencia aparecieron en la década de los ‘80, como el Frente Evangélico FE (1980) y la Asociación Movimiento de Acción Renovadora (1985), hasta que en las elecciones de 1990, el ingeniero Alberto Fujimori logró llegar a la presidencia con el apoyo de los evangélicos. Existen muchos mitos acerca de la influencia evangélica en el triunfo de Fujimori, pero lo cierto es que los evangélicos eran apenas una fuerza más dentro del bloque y una minoría religiosa en el país, por lo que es poco probable que hayan logrado inclinar la balanza. Aunque es cierto que el apoyo evangélico fue real.
La victoria electoral dispuso que 18 representantes evangélicos lleguen al Congreso de Perú, y el pastor Carlos García García asumió como segundo Vicepresidente de la República. Pero el entusiasmo duró poco, pues Fujimori se fue desvinculando de sus bases evangélicas y finalmente tomó el Congreso en el autogolpe de estado de 1992. El pastor García se opuso al golpe y al giro autoritario de Fujimori, debiendo buscar asilo en la Embajada Argentina. Luego se alejó de la política, dedicado al ministerio y en 2002 recibió la Medalla de Honor de parte del Congreso de Perú, por su defensa y compromiso con la verdad y la democracia.
Fujimori se mantuvo en el poder hasta el año 2001, cuando una serie de escándalos desembocaron en una crisis política. El arquitecto y pastor evangélico Humberto Lay Sun fue invitado a participar de comisiones anticorrupción, iniciando así su propia carrera política. Fundó el partido Restauración Nacional (RN) en 2005, junto a otros líderes evangélicos, para participar de las elecciones generales del año siguiente. En 2016, RN participó de la Alianza para el Progreso, con Lay Sun como candidato a segundo vicepresidente, pero éste renunció a su candidatura luego de que se conocieran escándalos políticos dentro de la Alianza. Sin mucha más participación, Lay Sun abandonó la Restauración Nacional y volvió al ministerio. El partido se refundó y adoptó una tendencia más liberal en materia social, alejándose así de sus raíces evangélicas.
Nicaragua es otro caso particular. En 1992 se fundaron dos partidos confesionales pero sin mayor trascendencia. En 1995, el pastor Guillermo Osorno fundó el partido Camino Cristiano Nicaragüense (CCN), con el argumento de que su país necesitaba un gobernante evangélico. Un grupo de pastores disidentes se separó para formar el Movimiento Unión Cristiana (MUC) en el 2000. Seis años más tarde, otro grupo de pastores disidentes lanzó Alternativa para el Cambio. Los tres partidos son actualmente aliados al presidente Daniel Ortega, del Frente Sandinista de Liberación Nacional (histórico partido de izquierda), quien lleva en el poder desde 2007.
Por otra parte, el Partido de Restauración Democrática (PRD), bajo el liderazgo del pastor Saturnino Cerrato, pretendía enfrentarse en las próximas elecciones al régimen de Ortega. Sin embargo, otro grupo de pastores evangélicos presentaron una denuncia contra el PRD y Cerrato de “traicionar sus valores evangélicos”, debido a una alianza con otros partidos. Esto fue suficiente motivo para la insólita cancelación del partido de bases evangélicas, gracias a la denuncia de pastores cercanos al actual presidente.
Por su parte, México vio el surgimiento de su primer partido evangélico en 1995, con el Frente de la Reforma Nacional (FRN), pero sin logros significativos. En 2006, el abogado Hugo Eric Flores Cervantes fundó el Partido Encuentro Social (PES), de cuño evangélico pero más bien pragmático en su dinámica. En 2017 participó en alianza con el tradicional partido de izquierda (Partido del Trabajo), que llevó a la presidencia al candidato de Morena, Andrés Manuel López Obrador.
Flores Cervantes se reconoce evangélico, como muchos que participan en su espacio político, aunque asegura que PES no es una plataforma confesional. Actualmente el partido ha cambiado su nombre a Encuentro Solidario.
Finalizando con las experiencias latinas, Colombia figura como uno de los países con más partidos evangélicos en su historia. Durante la renovación de la Constitución de 1991, algunos espacios evangélicos participaron de la Asamblea. Desde entonces, los partidos evangélicos colombianos han girado siempre alrededor de una figura fuerte del movimiento neopentecostal. En 1990, Cesar Castellanos, fundador del G12, inició el Partido Nacional Cristiano (PNC). Luego el partido Compromiso Cívico Cristiano con la Comunidad (C4), fundado 1992 por iniciativa de la familia Chamorro (Cruzada Estudiantil y Profesional Colombia), y en 2000 se fundó el Movimiento Independiente de Renovación Absoluta (MIRA), bajo el liderazgo de la pastora María Luisa Piraquive.
MIRA es el partido confesional que más votos ha logrado en la historia de Colombia y actualmente forma parte de la coalición que llevó a Iván Duque al poder en 2019. Otros líderes evangélicos participan de partidos políticos no confesionales, la mayoría de tendencia conservadora y de derecha. Más recientemente, en 2017 una agrupación de varias iglesias pentecostales fundó el partido Colombia Justa-Libres, que ha logrado 3 escaños en el Senado.
Etapas de la relación entre los evangélicos y la política
Este repaso se enfoca en las experiencias de partidos confesionales que empezaron a surgir desde 1980 en adelante, con los evangélicos y pentecostales como grupos protagonistas. Pero las relaciones con la política vienen desde el periodo de las independencias americanas. Las iglesias protestantes históricas vieron en la independencia de España una oportunidad para ganar mayores libertades religiosas, por lo que apoyaron a los nuevos gobiernos para asegurarse la libertad de culto. Estas iglesias históricas (anglicana, metodista, etc.) seguirán ligadas a las vanguardias políticas durante los siguientes años, adoptando más tarde la teología liberal alemana y con un perfil muy cercano a la teología de la liberación, pero sin involucrarse en el partidismo político.
La presencia de evangélicos y pentecostales en América Latina es más reciente, creciendo con fuerza desde 1950 y 1960, gracias a los esfuerzos de misioneros de Estados Unidos. Desde entonces pueden identificarse al menos cuatro etapas de relación con la política. que pueden variar según las dinámicas propias de cada país.
1. Separación de la política
Durante los años ‘60 y ‘70 la postura de los evangélicos fue más bien de distancia sobre el mundo político, considerado como un lugar mundano y lleno de tinieblas. Cualquier incursión en la política debía ser evitada. En plena “Guerra Fría”, el contexto de aquellos años fue muy combativo, las posturas ideológicas eran sostenidas con armas, por lo que involucrarse en política significaba correr mucho peligro. La experiencia en Guatemala, con el dictador Efraín Ríos y las masacres cometidas en la lucha contra los insurgentes, sirve como ejemplo de aquello que se buscaba evitar.
Este distanciamiento también pudo estar determinado, en alguna medida, por la actitud de los mismos misioneros estadounidenses. Al ser ajenos a las culturas donde llegaban, establecían un patrón de conducta ajeno a la realidad política y social donde vivían, más por ignorancia que por mala voluntad. Este patrón de conducta era adoptado por los nuevos convertidos.
2. Búsqueda del reconocimiento
A medida que los evangélicos crecían, se hizo necesario revertir la imagen negativa que pesaba sobre esta “secta”, como era conocida. Es aquí cuando comienzan las primeras incursiones en el ámbito público, buscando reconocimiento del Estado y la sociedad y hasta cierta igualdad de trato con la Iglesia Católica. Se crearon los primeros partidos confesionales, como fue en Costa Rica o Perú. La intención no era alcanzar puestos de gobierno, ya que la política seguía siendo un espacio prohibido, sino lograr reconocimiento legal y social.
En medio de los gobiernos dictatoriales de la época, los evangélicos se mostraron como una religión capaz de aportar al orden y la paz social. Con ese testimonio ganaron consideración de los diferentes gobiernos, aunque en materia política lograron poco. Sin embargo, se inició un inquietud para mayor participación.
3. Política “desde arriba”
La década de 1990 significó el fin de la mayoría de las dictaduras en América Latina, lo cual provocó una apertura democrática. Nuevos grupos y actores sociales se lanzaron a la carrera política y los evangélicos no fueron la excepción. Con gran entusiasmo, muchas iglesias y pastores iniciaron sus primeras experiencias partidistas, la mayoría de las veces con más fracasos que logros. Había una fuerte intención de “cristianizar” la política, como objetivo clave para solucionar las graves problemáticas sociales que habían dejado las dictaduras.
La estrategia “desde arriba” hace referencia al plan de poner un presidente que pudiera gobernar acorde a los valores cristianos. Conquistar los espacios centrales de poder era la prioridad para transformar las naciones. Para esto era necesario que los ciudadanos evangélicos votasen a uno de los suyos, pero esto rara vez sucedió. La mayoría de los evangélicos siguieron votando a los partidos que tradicionalmente votaban, como el caso del peronismo en Argentina. El caso en Perú también ilustra estas experiencias de decepción política, cuando Fujimorí marginó a los evangélicos que le habían ayudado a llegar a la presidencia. Luego de este periodo de decepción, prevaleció una apatía política que también existió en el resto de la sociedad hacia fines de los ‘90.
4. Política “desde abajo”
Cuando el modelo neoliberal empezó a sufrir crisis en varios países de América Latina, muchos evangélicos apoyaron a los nuevos referentes políticos de izquierda, como una salida a los graves problemas. Aunque estos modelos lograron estabilizar las economías de varios países, también pusieron en marcha una fuerte agenda progresista.
Estas políticas, alejadas de los valores cristianos tradicionales, movilizó a los evangélicos para recuperar los espacios perdidos, pero con una estrategia diferente a las últimas experiencias. Esta nueva estrategia “desde abajo” consiste en ocupar bancadas en las cámaras legislativas y los puestos medios de la política (como municipios, ministerios o secretarías). El plan no es conseguir el mando del poder, sino contener la avanzada del marxismo cultural en temas claves como el aborto, matrimonio igualitario o educación pública. En este sentido, los nuevos partidos evangélicos que han surgido durante los últimos años se proponen objetivos más realistas, como representar la opinión evangélica en los ámbitos públicos, antes que gobernar todo el país.
Razones y desafíos
Las experiencias políticas de los evangélicos responden a ciertas condiciones y situaciones que las hicieron posibles, aunque en cada país puedan haber otras razones más puntuales. Pero desde una mirada general pueden enumerarse dos razones comunes, que además presentan desafíos de cara al futuro.
Crecimiento demográfico y representación
Primero debe nombrarse el crecimiento demográfico, en especial gracias al movimiento pentecostal y neopentecostal. A medida que los evangélicos crecen y ganan peso como actor social, piden que su voz y opinión sea escuchada en el ámbito público. Esto ha llevado a una búsqueda de representación política, a veces creando partidos confesionales y otras veces apoyando a candidatos que se ajusten a sus valores.
Pero el crecimiento evangélico también los ha convertido en el objetivo de la propaganda política, que luchan por captar su apoyo a cambio de otorgarles ciertos reconocimientos. Esto ha llevado en muchas ocasiones a una peligrosa utilización política, con los evangélicos apoyando candidatos totalmente opuestos a los parámetros bíblicos de gobernantes, solo por ciertas promesas políticas. Así es que Ortega en Nicaragua, Maduro en Venezuela, o López Obrador en México, han recibido valioso apoyo de sectores evangélicos.
Recuperar la moral de la política
Pero el simple crecimiento demográfico no explica la incursión evangélica en la política. Alimentados por una genuina preocupación acerca de las situación social de sus países, los evangélicos han entrado en política con el objetivo de recuperar los valores morales perdidos. Desde los años noventa esta ha sido la principal motivación, a causa de los constantes casos de corrupción y con la esperanza de que el evangelio pueda impactar los espacios más sucios de la política.
Pero en las últimas décadas, el foco de preocupación pasó de la corrupción económica a la corrupción moral. Las leyes sobre el aborto y las políticas progresistas son el foco de la movilización evangélica, que ha salido en defensa de los valores bíblicos. Hoy como nunca antes, los evangélicos han ganado espacios de participación, no solo por su crecimiento numérico sino por la unidad del movimiento detrás de consignas aglutinantes.
En este sentido, parece claro que la motivación de los actuales partidos evangélicos no es conseguir los puestos centrales de poder, sino contener el avance progresista sobre las legislaciones nacionales. Mientras la esfera política pretende decidir sobre cuestiones morales (valor de la vida y la persona), los partidos confesionales buscan recuperar la moral de la política. En ese cruce surge el actual conflicto entre religión y política, que ha movilizado a los evangélicos en la defensa de ciertos temas puntuales.
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