El 24 de junio de 1519 nació en Vézelay, Francia, el futuro reformador Teodoro Beza, quien tuvo un origen noble y acomodado, siendo su padre Pierre un hombre rico. Su madre fue Marie Bourdelot, la cual murió cuando Teodoro tenía solo dos años. Nicolás de Beza, su tío y hermano de su padre, decidió adoptarlo poco después y lo llevó consigo a Paris, donde le brindó el mejor cuidado y la más excelente formación.
Cuando cumplió nueve años de edad, su tío Nicolás, por recomendación de un amigo, lo puso a estudiar bajo la tutela de Melchior Wolmar, un jurista y erudito luterano de la ciudad de Orleans, a donde el niño Teodoro tuvo que mudarse en 1528. Este Melchior, curiosamente, había sido profesor de un joven Juan Calvino. Pero ahora era el momento de Beza.
De Wolmar aprendió griego, latín y hebreo, y tuvo a través del mismo profesor su primer acercamiento al movimiento protestante. Durante este tiempo leyó un tratado de Enrique Bullinger, el sucesor de Zuinglio y reformador de Zurich, que le causó impacto. Él mismo dijo que este lo hizo “descubrir la verdadera piedad”. De esta manera, como dice un historiador:
… al futuro reformador (Beza), en sus años más tiernos y susceptibles, se le inculcó la doctrina de la justificación por la fe en la justicia de Cristo, oyó hablar mucho del estado corrupto de la Iglesia dominante, y fue testigo de los esfuerzos de dicha Iglesia por dar muerte a los que diferían de sus enseñanzas.
Siguiendo el plan de continuar y formalizar sus estudios, su tío lo encamina a estudiar Derecho en la Universidad de Orleans, a la que ingresa y en la que se destaca como un excelente estudiante, graduándose como licenciado en 1539. Ahora con 20 años de edad, Teodoro se va a París, donde su padre esperaba que profundizara sus estudios de la ley; sin embargo, este no era el deseo de Beza. Él quería dedicarse a los estudios literarios, o de las Letras.
Estos estudios pudo realizarlos mientras se movía entre la alta sociedad parisina del momento, y entre la que llegó a ser reconocido como un gran poeta latino. En 1548 publicó su primera obra, Juvenilia, una colección de poemas que dedicó a su primer maestro Wolmar y por la que sería alabado entre los humanistas parisinos. En esta, al estilo de Ovidio y Virgilio, escribió diferentes versos eróticos y románticos e introdujo personajes ficticios a los que declaraba algún tipo de amor.
Se habla, por ejemplo, de una mujer llamada "Candida", por la que expresa poéticamente su devoción y deseo hasta el punto sexual. Hacia otro personaje, "Audebert", un hombre igual a él en años, expresa su amistad y amor. Toda la obra resultó escandalosa para las mentes más escrupulosas, y en el futuro los enemigos teológicos de Beza se aprovecharían de esta para acusarlo de promiscuidad y homosexualidad durante su juventud. Él siempre negó dichas acusaciones, alegando que todo era literariamente ficticio y que sus acusadores interpretaban todo maliciosamente.
Sea como sea, por el tiempo en que publicó la mencionada obra conoció a Claudine Denosse, una mujer burguesa, con la que se casaría y pasaría el resto de su vida (cuarenta años). Sin embargo, el matrimonio fue inicialmente secreto y fuera de la ley, con el fin de poder conservar los beneficios eclesiásticos que consiguió por su tío (una suma mensual de dinero), quien fungía todavía como representante legal de Teodoro.
Pero poco después, y en medio de todo aquel éxito y fama, Teodoro enfermó con gravedad, lo cual lo llevó a examinar su vida y reconocer que, a pesar de sus logros literarios, no vivía con honestidad. Los beneficios eclesiásticos los recibía a expensas de ocultar su convicción protestante y su matrimonio con Claudine. De pronto la vida lujosa de París comenzó a atraerlo poco y tomó la decisión de dejarla. Su nuevo destino sería Ginebra, la ciudad protestante de Calvino, donde ya vivía un amigo suyo llamado Jean Crespin que podía acogerlo.
Al llegar a Ginebra prontamente conoció a Calvino, quien poco después de conocerlo ya opinaba que Beza era “un hombre cuyo espíritu encantador, modales nobles y puros y amplitud de miras le granjeaban la simpatía de todos los justos”. También se casó oficialmente con Claudine y empezó la búsqueda de una ocupación. Las oportunidades lo llevaron a la Academia de Lausana, donde gracias a Wolmar consiguió trabajo como profesor de griego. En Lausana estuvo 10 años y durante este tiempo tradujo los salmos al francés y redactó una obra dramática sobre Abraham e Isaac títulada "Una tragedia del sacrificio de Abraham".
Por ese tiempo escribió también una infama obra titulada De haereticis à civili magistratu puniendis, justificando teológicamente la condena de Miguel Serveto en Ginebra. Los herejes, según Beza, son una plaga o una enfermedad que debe ser extirpada. Son peores que los asesinos, por lo que el magistrado civil debe castigarlos con la pena capital. En esto se oponía a los “Académicos”, y en especial a Sebastián Castellio, defensor de la tolerancia religiosa. Teodoro pensaba que una tolerancia así, de que cada quien creyera lo que eligiera, era absurda y peligrosa.
En 1558 volvió a Ginebra y esta vez para siempre. Allí ya tenía un plan: ser rector de la nueva Academia de Ginebra, fundada por Calvino en 1559. También recibió la ciudadanía ginebrina y fue nombrado ministro de una de las iglesias en la ciudad. Beza tenía todo el favor de Calvino y a partir de aquí se convertiría en su mano derecha, teniendo como su primera misión acompañar a Guillermo Farel en viajes diplomáticos a lo largo de Suiza, Alemania y Francia para defender a los protestantes perseguidos.
También participó en debates. Teodoro era considerado uno de los teólogos más preparados del protestantismo, por lo que en 1561 fue invitado por los pastores protestantes de París para que participara en una tertulia contra el bando romanista. Su oponente fue el Cardenal Lorraine y el tema era la transubstanciación. Los debates se alargaron durante varios días. La postura de Beza era que el pan de la eucaristía no es el cuerpo literal de Cristo, aunque Cristo puede estar espiritualmente presente en el acto de la Cena. Esto escandalizó a los oyentes y lo acusaron de “blasphème”.
Todo esto lo fue preparando para su verdadero reto y llamado: reemplazar a Calvino en Ginebra como líder de la iglesia. Este murió en 1564 y la iglesia quedó sin pastor, pero el mismo Calvino ya había expresado su deseo de que Beza lo reemplazara. Teodoro presidió el funeral y poco después escribió una biografía póstuma. La Compañía de Pastores ratificó el deseo de Calvino y escogieron a Beza como su presidente. Sus labores eran ahora más pesadas, ya que además de predicar y dar clases, tenía que encargarse de asuntos como el de los refugiados que venían de Francia.
La persecución en Francia contra los protestantes era férrea y Beza, siendo francés, no podía simplemente mirar a un lado. Esta escaló cuando en 1572 llegó el oscuro y fatídico día de la Masacre de San Bartolomé. Miles de hugonotes fueron asesinados en masa por las calles de París. Los sobrevivientes huyeron del país y muchos llegaron heridos a Ginebra. Teodoro ordenó un día de oración y ayuno y organizó una colecta para cubrir las necesidades de los fugitivos. En una carta se lamentó así de la tragedia:
Nunca se ha visto tanta perfidia y tanta atrocidad. ¡Cuántas veces se lo predije [a Coligny, general de los hugonotes]! ¡Cuántas veces se lo advertí! … Oren también por nosotros, que podemos correr la misma suerte. Nuestro gobierno está cumpliendo con su deber, pero es en Dios en quien debemos poner nuestra esperanza.
En ayuda de los hugonotes asistió a un debate contra Jakob Andreae, un célebre teólogo luterano, con respecto a la Cena del Señor. Más allá de lo teológico la intención de Teodoro era que se respetaran los derechos de los hugonotes refugiados en Würtemberg, Alemania, y que estos pudieran convivir con los luteranos. Para Beza las diferencias entre reformados y luteranos eran mínimas y lo importante era la reconciliación. Su contradictor Andreae no pensaba igual y se negó a estrecharle la mano. Aun así, las autoridades locales escucharon a Teodoro.
La preocupación de Beza por sus compatriotas y correligionarios era continua y le produjo muchos pesares, pero en 1589 parecía que las cosas tomarían un mejor rumbo con el ascenso al trono de Francia de Enrique IV, quien era protestante; sin embargo, este pronto abjuró de su protestantismo por conveniencia política, lo cual preocupó de nuevo a Teodoro. Escribió una carta al rey exhortándolo a volver al protestantismo, aunque en vano.
A pesar de esto las cosas sí mejoraron para los hugonotes, ya que en 1598 Enrique firmó el Edicto de Nantes, un decreto que les concedía ciertas libertades religiosas como minoría en Francia. Esto fue un alivio para Teodoro, quien pudo ver a su país en una mejor situación política y religiosa. De hecho, en sus últimos años pudo hacer un vínculo político con Enrique que benefició a Ginebra brindándole protección militar, y la relación entre él y el rey terminó siendo cordial.
Pero para este tiempo Beza estaba perdiendo sus habilidades mentales y físicas debido a su vejez, tales como la memoria y la audición. Por eso tuvo que irse desprendiendo poco a poco de sus responsabilidades en Ginebra. Su esposa había fallecido, por lo que contrajo nuevamente matrimonio con Catherine del Piano. Nunca tuvo hijos, lo cual hizo más necesaria esa compañía. Las discusiones teológicas ya lo cansaban. Se dice que una vez el teólogo romanista Francisco de Sales lo visitó en su casa para debatir, pero Teodoro después de escucharlo un poco le dijo: “Váyase, señor; ya estoy muy viejo y sordo como para oír tales palabras”.
Finalmente murió un domingo del año 1605 con más de ochenta años de edad. Fue el único reformador que sobrevivió el siglo XVI y vio el inicio del XVII. Su deseo en vida era ser enterrado en el cementerio común cerca de su primera esposa, pero por seguridad fue sepultado en el claustro de la catedral de San Pedro en Ginebra, en una celebración fúnebre donde sus viejos estudiantes cargaron su cuerpo. En el siglo XVIII un derrumbamiento de la estructura del claustro destruyó la tumba de Beza y sus restos se perdieron para siempre. No obstante, desde principios del siglo XX cuenta con una estatua en el Muro de la Reforma que lo conmemora en Ginebra.
Es importante decir que su amplio legado dejó una gran huella en el campo de la erudición bíblica. Por ejemplo, publicó una edición del Nuevo Testamento griego. Él mismo arregló el griego y lo unió paralelamente a la Vulgata Latina y a su propia traducción latina junto con anotaciones. Esta edición serviría de base para la Biblia de Ginebra y la conocida King James Version inglesa. Beza también fue un coleccionista de manuscritos, poseyendo personalmente un manuscrito de los Evangelios y los Hechos que se remonta al siglo V. En su vejez lo donó a la Universidad de Cambridge, donde aún permanece hoy y se le conoce como Codex Bezae.
Teodoro popularmente es visto siempre bajo la sombra de Calvino, como Melanchthon bajo la de Lutero, pero la realidad es que él mismo logró hacerse su propia fama independiente a la de Calvino, y es analizado hoy por teólogos, humanistas, exegetas e historiadores como una figura importante del siglo XVI que todavía da mucho de qué hablar, lo cual se prueba en las más recientes traducciones y ediciones de sus obras en francés, inglés y hasta español.
Bibliografía: redactado con información de Philip Schaff, History of the Christian Church, Volume VIII: Modern Christianity. The Swiss Reformation, Chapter XIX: Theodore Beza; Henry Martyn Baird, Theodore Beza, the counsellor of the French Reformation (London, 1899: G.P. Putnam's Sons); “Théodore de Bèze” (1519-1605) en Musée Protestant (museeprotestant.org); “Theodore Beza” en britannica.com; The Reformer Who Wrote Erotic Poetry en amymantravadi.com.
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