¿Qué son ferrocarriles, telégrafos y vapores al lado de la regeneración moral y espiritual de un pueblo? ¿Qué son todos los progresos materiales imaginables aliado del progreso espiritual hacia Dios? Y la Biblia, aceptada, creída; significa para un pueblo regeneración, engrandecimiento y progreso en el más alto sentido.[1]
El siglo XIX trajo numerosas transformaciones a las colonias españolas de América; el catalizador de estas fueron los procesos de independencia y la formación de repúblicas. Dentro de aquellos cambios se incluyó el ámbito religioso pues desde un catolicismo oficial reconocido por la monarquía —y luego por los nacientes estados— se transitó hacia una apertura de personas que profesaban la fe protestante. El camino no fue fácil, por eso la ordenación del primer pastor protestante sudamericano en Santiago (Chile) marcó un hito en medio de dicho proceso.
José Manuel Ibáñez Guzmán nació en San Felipe y se convirtió en el primer pastor evangélico chileno y sudamericano. Además de dicho cargo fue escritor; colportor[2] de la Sociedad Bíblica de Valparaíso (en adelante, SBV) y fundador de la misma en Santiago; uno de los principales redactores del periódico La piedra viva, verdadera y divina, y del primer proyecto de Ley de Matrimonio Civil; y fundador del Colegio Evangélico de Santiago.
Después de estudiar algunos ramos de teología en la ciudad de Sacramento (Estados Unidos) terminó su formación religiosa bajo la guía del pastor David Trumbull; con ello alcanzó una gran erudición reflejada en el examen que rindió para ejercer el ministerio. Dicha prueba duró seis horas y trató sobre filosofía; escolástica y conocimiento de la Biblia en hebreo, griego y latín; historia bíblica y eclesiástica; teología dogmática; sacramentos; ministerio pastoral; y su fe y piedad personal. El resultado fue la aprobación por unanimidad. Su ordenación se desarrolló el 1 de noviembre de 1871 en la Iglesia Santísima Trinidad de Santiago.
Los inicios de la república y el protestantismo en Chile
La presencia de personas con una fe distinta a la católica romana en Chile es posible de rastrear antes del siglo xɪx, pero representan excepciones a la norma religiosa; por ello, fueron calladas o perseguidas.
Así, el siglo xɪx —y en especial los procesos de emancipación del dominio colonial— marcó un precedente en el aspecto religioso pues, luego de la independencia, Chile abrió sus puertos para comerciar con el mundo. Incluso se promulgó una Ley de Comercio en 1813, que —junto con reglamentar esta actividad— estimulaba la inmigración y otorgaba a los extranjeros franquicias equivalentes a las de los chilenos luego de una residencia de cuatro años en el país.
Claramente esta política de apertura favoreció la llegada de extranjeros que intencionaban dedicarse a las incipientes actividades comerciales, realidad que prontamente cambió la fisonomía del mercado nacional.[3]
La presencia de los protestantes en Chile inicia con la llegada del primer colportor Diego Thomson, un bautista agente de la Sociedad Bíblica Inglesa y Extranjera invitado por el director supremo, Bernardo O’Higgins, para comenzar la alfabetización e implementación de un sistema de enseñanza. Además de él, otros llegaron hasta el país; por ejemplo, el capitán Allen Francis Gardiner, quien se dedicó a misiones en Tierra del Fuego y el Estrecho de Magallanes.
En 1825 el pastor Thomas Kendall comienza a realizar servicios religiosos en el Consulado Británico de Valparaíso. Es probable que estas fueran las primeras reuniones que se celebraron en tierra, aunque de manera privada. En 1837 el pastor John Rowlandson empezó a hacer cultos según la liturgia anglicana.
Aproximadamente en 1842, llegó el pastor William Armstrong quien dirigió por diez años servicios en el Cerro Alegre de Valparaíso. Desde 1851 se siguieron celebrando reuniones anglicanas sin interrupción; aunque no le era permitido asistir a ningún chileno.[4]
El arribo de migrantes a estas tierras por relaciones diplomáticas o planes colonizadores impulsó la llegada de colonos alemanes en toda la parte sur del país. Por ello, es preciso señalar que el protestantismo no llegó a Chile por un solo camino ni de una sola vez. El complejo conjunto de iglesias que lo conforman apareció por distintas vías y momentos, y en relación con diversas circunstancias históricas, a lo largo de unos cien años.[5]
Aun así, persistió la persecución y hostilidad hacia los llamados disidentes: por ejemplo, sus matrimonios protestantes no eran válidos; tampoco tenían lugar para inhumar sus cuerpos al momento de morir; entre otras dificultades. Además de esto, existía un peso social pues la religión era tan importante que abría puertas y también excluía a quienes no compartían los mismos principios.[6]
Las primeras Iglesias protestantes de Chile
Un momento clave del protestantismo en Chile fue la llegada y ministerio del misionero David Trumbull (1819-1889), quien sentaría las bases del desarrollo institucional y expansión de la fe del protestantismo. Fue enviado al país por la Sociedad Evangélica Extranjera (en adelante, SEE) en respuesta a la solicitud de los inmigrantes de habla inglesa en Valparaíso para que se les designase un pastor que les asistiera y predicara.
Trumbull, que era congregacionalista, se había graduado en leyes en la Universidad de Yale (1842) y en teología en el Seminario de Princeton (1845). Recién ordenado, llegó a Valparaíso el 25 de diciembre de 1845. Además de la atención pastoral y la capellanía, amplió su radio de acción a la prensa (periódicos en inglés y español), los derechos civiles (el matrimonio y el cementerio para no católicos), la educación secular (fundó la Escuela Popular de Valparaíso, ahora Colegio Presbiteriano David Trumbull) y la organización de la SBV (1861).
En 1845 dio origen a la Iglesia Union Church en Valparaíso, Santiago y Concepción (Iglesia de diferentes nacionalidades y denominaciones); en sus salones se convirtieron los chilenos que formarán las primeras iglesias nacionales. La llegada del pastor Nathaniel Gilbert, establecido en Santiago (1861), fue un significativo refuerzo.
Cabe destacar que la Constitución chilena vigente en esa época señalaba que la religión era: “Católica Apostólica Romana; con exclusión del ejercicio público de cualquiera otra”.[7] Por tanto, los cultos públicos protestantes eran ilegales. Sin embargo, en 1865, se promulgó un artículo interpretativo a la Constitución:
Artículo 1º. Se permite a los que no profesan la relijión católica, apostólica, romana, el culto que practiquen dentro de su recinto de propiedad particular.
Artículo 2º. Es permitido a los disidentes fundar i sostener escuelas privadas para la enseñanza de sus propios hijos en las doctrinas de sus relijiones.[8]
Esta ley fue resistida por los conservadores y defendida por los liberales, entre los que destacó Manuel Recabarren; con todo, fue aprobada bajo la presidencia de José Joaquín Pérez. Así, se permitió a los chilenos el ejercicio privado del culto evangélico, la construcción legal de sus primeros templos y la creación de sus escuelas.
Trumbull al ver la posibilidad de tener servicios en español escribió inmediatamente a la SEE pidiendo refuerzos. La Sociedad respondió a esta solicitud al enviar a Alexander Moss Merwin, quien llegó a Chile en 1866 y se radicó en Santiago para ayudar a Gilbert.[9] También arribó el pastor Sylvanus Sayre, que se estableció en Talca. Las primeras reuniones se realizaron en la casa de Gilbert. El resultado de sus incansables esfuerzos fue la fundación de la primera Iglesia Evangélica Chilena de Santiago (1868) y de toda la costa occidental de América.
El arzobispo católico romano de Chile intentó clausurar estas reuniones, pero no lo consiguió. Entonces organizó una romería de desagravio en la que apedrearon la casa de Gilbert después de rociarla con agua bendita. A pesar de la oposición, se registraron los primeros creyentes chilenos: Camilo Guzmán, Antonio Larracheda, Juan González y Manuel Cortéz, quienes sufrieron grandes persecuciones.
La fe inquebrantable y la firmeza de carácter de Gilbert hizo que no fuera amedrentado por la oposición; por el contrario, con más constancia y celo continuaba en unión de Merwin para mantener y robustecer la fe de sus primeros catecúmenos.[10] El resultado de aquello fue la búsqueda de un pastor chileno. El protagonista de aquel hecho sería Ibáñez.
En 1873, la Union Church entregó la misión chilena a la Iglesia presbiteriana de Estados Unidos. En 1883, esta última traspasó la iglesia a los primeros conversos chilenos, creándose el Presbiterio de Chile que para ese momento tenía seis iglesias constituidas y ciento veinte miembros en plena comunión.
Respecto al desarrollo del trabajo misionero y la participación de chilenos en él, se comenta que: “A pesar de sus inicios extranjeros, la Iglesia presbiteriana fue la primera organización protestante que ponía como objetivo crear una congregación compuesta y dirigida por los chilenos”.[11]
Vida privada de José Ibáñez
José Ibáñez nació el 13 de septiembre de 1841 en el hogar de José Ibáñez y Rita Guzmán, provenientes de antiguas familias criollas descendientes de hidalgos españoles. Cuando tenía catorce años, la familia perdió al padre. Aquel suceso motivó a su madre a emigrar de Chile y dirigirse a California (Estados Unidos) con la esperanza de mejorar la economía familiar a través de la fiebre del oro que se estaba viviendo allí. Se establecieron en Sacramento donde vivieron siete años, hasta la muerte de la madre. Por esa situación los hermanos regresaron a Chile. Para ese entonces, Ibáñez tenía veintiún años.
Durante aquella estadía en los Estados Unidos estudió en la Universidad de California, y en San Francisco se convirtió al protestantismo. Dio comienzo a sus estudios de teología en el Seminario de Sacramento con miras a convertirse en ministro misionero y predicar el evangelio en Chile.[12] Se casó con Mary Grundy, y juntos tuvieron un hijo que murió a temprana edad.
Respecto a su retorno a Chile, se señala: “Grande fue el gozo que inundó su corazón (esto fue como una visión que Dios le manifestaba) al ver que en su país habían adoradores de Dios en Espíritu y en verdad”.[13] Cuando se radicó en Valparaíso, no continuó inmediatamente sus estudios teológicos por motivos de salud; de modo que tuvo que esperar algunos años hasta que estuvo completamente recuperado.
Al respecto, se comenta que se caracterizó por tener un cerebro fértil y corazón audaz, y que su prédica descollaba por estar construida con oratoria clásica. En el desarrollo y comunicación de la verdad del evangelio no solo escribía con elegancia de estilo, sino que también causaba buena impresión ante un auditorio de oyentes cultos y serios.
Aquello se podría explicar por la sólida y extensa cultura, además del carisma propio, lo que le hacía una persona creíble. Gracias a ello, logró reunir al primer auditorio chileno que puso atención a las ideas evangélicas y donde habían ministros de la Corte, regidores, abogados, médicos y negociantes de alta alcurnia.[14]
En dichas homilías destacó siempre un apreciable número de estudiantes de la Universidad de Chile, de ideas liberales y gran cantidad de miembros del partido radical. Era de un espíritu cariñoso y caritativo, por lo que jamás un desgraciado golpeó sus puertas en vano:
Ni la indiferencia ni las humillaciones de que era objeto de parte de los burladores le arredraban. Con espíritu tranquilo continuaba implorando el auxilio de los privilegiados de la fortuna en favor de los enfermos y menesterosos. Durante la terrible epidemia de viruela que azotó a Santiago en el año 1871, el pastor Ibáñez acompañado del doctor de medicina Mr. Booth, a la sazón ministro de Estados Unidos, recorrían los lazareatos llevando socorros y consuelo a los enfermos.[15]
Las opiniones de quienes conocieron a Ibáñez señalan que él siempre andaba inmaculado en su indumentaria, un modelo de limpieza y buen gusto. Ibáñez glorificaba a su Salvador y Señor por los atractivos de su pensamiento y por el singular encanto de su personalidad radiante. Su dignidad, por un tiempo, lo llevó a ser visto como un modelo, pasando a ser el primer pastor chileno digno de emulación, en todo detalle de su carrera heroica.[16]
Cuando llegó el ansiado día de su ordenación como pastor, se reunió una comisión eclesiástica examinadora ante la que se le hizo pasar para dar su examen: Gilbert hizo de anfitrión; desde el puerto de Copiapó, llegó Samuel Julius Christen; desde Talca, Sayre; de la zona de Concepción, participó J. A. Swaney; por último, Merwin y Trumbull representaban a Valparaíso.[17]
Los diarios de la capital chilena destacaron la inédita ceremonia de ordenación de un pastor chileno; La República registró:
Las ceremonias a que dio ocasión este acto relijioso, que vimos ayer por primera vez llevados por la curiosidad, son mui sencillas y en ciertas partes tiernas y conmovedoras. Despues de haber hecho el neófito su profesión de fé, recibió de uno de los pastores la consagración, acompañada de una plegaria dirijida al Ser Supremo. Concluida esta oración, sus demas compañeros le dieron un abrazo fraternal. En seguida varios pastores le dirijieron la palabra, entre ellos el señor Trumbull. La ceremonia concluyó con un discurso dirijido a los fieles por uno de los ministros, en que exhortaba a aquellos a la obediencia al nuevo pastor, y con la bendición dada por éste.
En la fiesta religiosa de ayer, a que asistieron varios caballeros y señoras extranjeras, entre los cuales pudimos notar a los miembros de la legación norte-americana, reinó la mayor compostura i un tierno sentimiento relijioso.[18]
En contraposición, la prensa católica tomó nota del acto de una forma despectiva; así El Independiente después de describir la liturgia de una forma somera comenta:
No necesitamos decir que aquella ceremonia, sencilla hasta la frialdad, descarnada y sin nada que conmoviera los corazones; ceremonia en que no se veia la manifestación de un culto espiritual i corporal y que parecía nada mas que una reunión de jentes de buen humor que iban allá a pasar su tiempo, no produjo en nuestro ánimo ninguna impresión agradable.
Todo allí era mundano; y el espíritu había de necesitar de duros esfuerzos para elevarse hasta rejiones donde sólo se respira la virtud y religiosidad. Aquel perfume de poesía oriental que siempre hemos respirado en medio de lo imponente de nuestras procesiones relijiosas, estaba allí proscrito. Y ni la palabra forzadamente unjida de los pastores podía despertar en el corazón de los oyentes sentimientos que no nacen sino del soplo de ese perfume relijioso que, dígase lo que se quiera, nos acaricia siempre bajo las bovedas de nuestras magníficas catedrales. La funcion concluyó por la bendición que el nuevo pastor dio a sus oyentes. Esos se retiraron con un acontecimiento mas para su cartera y acaso ni peores ni mejores de lo que entraron.[19]
El ministerio de Ibáñez de alta incidencia pública fue interrumpido por su muerte, el 13 de septiembre de 1875, a los 34 años.
Ministerio de José Ibáñez
Durante su ministerio destacó rápidamente en la lucha por la liberación de las instituciones públicas de la dominación de la Iglesia católica romana. Se comenta que cuando predicaba muchos estudiantes de la Universidad de Chile, parlamentarios y hombres notables concurrían a escuchar sus magistrales sermones. A pesar de sus posiciones políticas, consideraba a los laicos y sacerdotes católicos romanos como hermanos en la común fe cristiana.[20]
Sus principales postulados fueron: (a) no estar obligado a contribuir al sostenimiento de una iglesia que rechaza; (b) derecho a que un ciudadano no católico pueda ser presidente de la república; (c) reconocimiento legal de matrimonios mixtos; (d) rechazo al fuero eclesiástico por considerar que estaba en contradicción con el principio republicano de igualdad ante la ley; (e) no necesitar guardar algunos días del año debido a creencias religiosas; (f) bautizo de los hijos para darles estado civil; (g) diferenciación entre ciudadanos chilenos.[21] No obstante, a pesar de su evidente connotación y resonancia pública, durante todo su ministerio hubo oposición:
Desde la apertura del servicio, se comenzó a vejar e interrumpir al ministro oficiante con gritos, risas silvos, etc. La confusión crecía y se hacia mas intensa por minutos. El señor Ibañez rogó entonces a los concurrentes manifestaran mas tolerancia y caridad cristiana, y le permitieran concluir; pues, como podían ya ver, él no iba a imponerles sus propias ideas, sino a invitarlos a que comparasen su enseñanza con la enseñanza del Evanjelio, y que su único deseo era estimularlos a buscar la verdad. Mas esta exhortación como los esfuerzos de algunos señores que se empeñaron por mantener el orden, fueron inútiles, y la reunión se suspendió. Con gran dificultad se consiguió que la multitud despejara la casa y se retirara de la puerta de calle, donde permanecieron por mas de un cuarto de hora, lanzando gritos insultantes.[22]
El legado de José Ibáñez
En Valparaíso, sirvió durante un tiempo en la escuela dominical dependiente de la Union Church. Luego, desarrolló una destacada labor evangélica en Santiago al participar de manera activa en la construcción del primer templo protestante.
Su fructífera labor pastoral y defensa de la libertad religiosa y difusión del evangelio tuvo un final abrupto. Según Webster Browning, el deceso de Ibáñez fue producto de un envenenamiento criminal provocado por los enemigos de la religión.[23]
La comunidad evangélica protestante de la capital se sintió profundamente conmovida. Sus restos fueron velados en el templo que él pastoreaba. Una numerosa compañía de creyentes y miembros de la Universidad de Chile, parlamentarios, hombres de bien y ciudadanos extranjeros acompañaron los restos al Cementerio de Disidentes; en ese lugar manifestaron sus condolencias el pastor Roe, colega de la Union Church de Santiago; y Ambrosio Larrecheda, líder de la comunidad de artesanos. Este último pronunció en nombre de ellos:
Sí el señor Ibáñez se hacía notable por estos altos dotes del espíritu, no era menos digno de estimación por su carácter privado en su trato familiar. Corazón sensible y generoso, siempre estaba dispuesto al bien aún en sus más sencillas manifestaciones, persiguiendo con diligente actividad el propósito de servir a sus semejantes, llevando el consuelo y la esperanza a los corazones afligidos.
(…)
Otra de las virtudes que enaltecían el carácter noble y elevado del señor Ibáñez, era la del patriotismo. Entusiasta y celoso por el progreso de su país trabajó incesantemente por difundir la luz de la instrucción. Con el solo auxilio de la caridad pública estableció una escuela que daba alimento intelectual a muchos niños pobres, cuyos padres no podían pagar en otros establecimientos la educación que sus hijos recibían gratuitamente.
(…)
Si hoy nos vemos privados del maestro religioso que tantas veces nos edificó con su ejemplo y su palabra; acatemos los designios de la providencia y pidámosle mayores fuerzas para trabajar con doble empeño por el triunfo de la verdad. Inspirémonos en las santas máximas del Evangelio que es guía infalible, luz perfecta, fuente fecunda e inagotable de todo bien. Procediendo así podremos pagar un justo tributo de gratitud y de respeto a la memoria del amigo y del hermano para quien acaban de abrirse las puertas del augusto templo de la inmortalidad.
En ese cementerio la iglesia levantó sobre la tumba de él un modesto monumento fúnebre sobre el que aún se lee la inscripción que atestigua la grandeza del carácter y valor de su servicio cristiano:
Sus amigos en ésta y otras ciudades, asociándose con la esposa afligida, deploran la pérdida de un entusiasta obrero de la ilustración, y de un resuelto defensor de la libertad. Fue un orador elocuente, pastor instruido, patriota ilustrado, amigo constante y cristiano puro y abnegado.[24]
La iglesia, que por entonces ya contaba con treinta y tres miembros, lamentaba a cada paso a su pastor. Nuevamente Trumbull se hizo cargo de esta, de modo que viajaba a Santiago cada vez que se administraba la Santa Cena; en su ausencia dirigían las reuniones William Davis, Curtis y Merwin.
En enero de 1877, regresó Christen de Suiza y se hizo cargo de la iglesia. También abrió un local de predicación en la Cañadilla; pero la oposición fue tan grande que después de un año fue abandonada la obra. Los servicios fueron interrumpidos muy a menudo por la gente que se agolpaba en las puertas; las Biblias eran destruidas y los muebles hechos pedazos; e incluso hubo dos tentativas de incendio y otras tantas veces entraron a robar.
La labor misionera de Ibáñez logró la creación de pequeñas congregaciones en San Felipe y en lugares aledaños. Entre sus numerosas actividades se cuentan la apertura de una escuela diurna en Santiago, y la publicación de numerosos artículos, folletos y tratados en la prensa de la época. La distribución de Biblias fue otra de sus labores preferidas. De hecho, se afirma que una de estas fue abandonada en la estación de ferrocarriles de Quillota y encontrada por el exhermano laico, jesuita español y médico homeópata Juan Canut de Bon.[25]
El estilo de prédica callejera de este último fue novedoso en Chile y obtuvo muchos seguidores, quienes finalmente adquirieron el apelativo de canutos, derivado de su ferviente ministerio de predicación, quien continuó con devoción y a una escala aún más masiva la obra de Ibáñez y sus predecesores.[26]
Finalmente, es necesario mencionar que algunas reflexiones escritas en 1932 continúan en vigencia para los desafíos de la Iglesia evangélica del siglo xxɪ:
Reflexiones basadas en el valioso aporte de Ibáñez constituyen un llamado claro a los jóvenes de nuestra época, y nos señalan rumbos definidos acerca del ministerio aceptable al pueblo chileno (…) José Manuel Ibáñez, como Juan Knox, sentía tanto temor reverencial para con Dios, que se olvidaba del miedo ante los hombres. Derriba altares falsos; pero no se descuidaba de erigir en su lugar, los altares verdaderos. Tronaba contra perversiones de la verdad, pero no se olvidaba de promulgar a Cristo como el Camino, la Verdad y la Vida.[27]
[1] La Patria, 18 de marzo de 1874, acceso en agosto de 2022.
[2] Alguien que vende o distribuye libros, especialmente literatura religiosa, de casa en casa. La palabra deriva del francés (comporteur: llevar, vender como buhonero) y tiene su origen en la forma en que el vendedor colgada del cuello su preciosa carga.
[3] Michelle Prain Brice, «Presencia británica en el Valparaíso del siglo XIX: una aproximación al legado institucional y cultural de la colonia británica en Chile», Bicentenario. Revista de Historia de Chile y América 6, n.° 2 (2007): 6.
[4] Arturo Oyarzún, Reminiscencias históricas de la obra evangélica en Chile (Valdivia: Imprenta Alianza, 1921).
[5] Maximiliano Salinas, Historia del pueblo de Dios en Chile: la evolución del cristianismo desde la perspectiva de los pobres (Santiago, Chile: Rehue, 1987), 249.
[6] Ariel Esteban Sepúlveda Alarcón, «Protestantismo popular: inicios y formación del pentecostalismo en Chile, 1902-1909», (tesis de pregrado, Universidad del Bío-Bío, 2018), 33-34.
[7] Constitución de la República Chilena, artículo 5 (25 de mayo de 1833)
[8] Ley interpretativa del artículo 5 de la Constitución (27 de julio de 1865).
[9] Oyarzún, Reminiscencias…
[10] Ibid.
[11] Evguenia Fediakova, «Fundamentalismos protestas en Chile y Modernidad» (ponencia, Universidad de Talca, 23 y 24 de noviembre de 2000)
[12] J. R. Wehrli, El Reverendo, Doctor Don David Trumbull: su influencia en el desarrollo de las libertades religiosas y públicas en Chile (Santiago, Chile: Universidad de Chile, 1939), 109
[13] Oyarzún, Reminiscencias…
[14] J. H. McLean, Historia de la iglesia presbiteriana en Chile (Santiago, Chile: Imprenta Universitaria, 1932), 43.
[15] Ibid.
[16] Pacheco, José…, 5.
[17] Waldo Pacheco, «José Manuel Ibáñez Guzmán: un acercamiento al primer pastor evangélico ordenado en Sudámerica y en Chile (1841-1875)». Colección de estudios evangélicos. Monografías históricas 8 (2005): 4.
[18] La República, 16 de noviembre de 1871, acceso en agosto de 2022.
[19] Ibid.
[20] Pacheco, José..., 1. Al finalizar un sermón en la Iglesia evangélica de Santiago, Ibáñez afirma: “Mi hermano católico romano, oíd las palabras de nuestro común Redentor Jesús”.
[21] Ibid., 17.
[22] La piedra viva, verdadera y divina, 29 de agosto de 1871, acceso en agosto de 2022.
[23] Jae-Kuen Yoo Lee, «Historia de la Iglesia Presbiteriana en Chile» (tesis de pregrado, Seminario Teológico Reformado, 2004), 82.
[24] Oyarzún, Reminiscencias…
[25] Yoo Lee, Historia…, 42.
[26] «La Iglesia Presbiteriana en Chile» Cultura Mapocho, acceso en agosto de 2022.
[27] McLean, Historia…, 44.
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