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Podía hablar siete idiomas y era muy fluido en hebreo antiguo y griego. Era un hombre cuyos dones intelectuales y una vida disciplinada podrían haberle llevado a un largo y exitoso camino en la iglesia católica, si no hubiera tomado la peculiar decisión de enseñarles a hombres y mujeres ingleses a leer sus propias biblias.
La Biblia en el idioma de la gente
William Tyndale nació en Gloucester, Inglaterra y comenzó sus estudios en Oxford en 1510, para luego mudarse a Cambridge. Siempre tuvo pasión por la Biblia, pero en 1523 esta llegó al punto más alto: ese año solicitó permiso y fondos del obispo de Londres para traducir el Nuevo Testamento. El obispo negó su pedido y, al tocar otras puertas, se convenció de que el proyecto no sería bienvenido en ninguna parte de Inglaterra.
Tyndale había descubierto la doctrina de la justificación por la fe cuando leyó la edición griega del Nuevo Testamento de Erasmo de Rotterdam. ¿Qué mejor manera de compartir este mensaje con sus compatriotas que poner una versión inglesa del Nuevo Testamento en sus manos? Esto se convirtió en la pasión de la vida de Tyndale.
Para encontrar un ambiente hospitalario, viajó a las ciudades libres de Europa: Hamburgo, Wittenberg, Colonia y, finalmente, la ciudad luterana de Worms. Allí, en 1525, logró la traducción de su Nuevo Testamento: la primera traducción del griego al inglés. Rápidamente emprendió el proyecto de contrabandearlos a Inglaterra, donde recibió una respuesta poco entusiasta de las autoridades. El rey Enrique VIII, el cardenal Wolsey y Thomas Moro, entre otros, estaban furiosos.
Las autoridades compraron copias de la traducción para tratar de silenciar a Tyndale. Irónicamente, ellos mismos terminaron financiando su trabajo tardío. Mientras tanto, él se había mudado a Amberes, una ciudad en la que estaba relativamente libre de los agentes ingleses y del Sacro Imperio Romano católico. Durante nueve años se las arregló con la ayuda de amigos para evadir a las autoridades, revisar su Nuevo Testamento y comenzar a traducir el Antiguo. Su traducción, resultó ser decisiva en la historia del idioma inglés y de la Biblia en inglés.
Casi un siglo después, cuando los traductores de la King James Version debatieron sobre cómo traducir los idiomas originales, ocho de cada diez veces coincidieron en que Tyndale tenía la mejor traducción.
Traición y llamas
Durante estos años, Tyndale también se entregó metódicamente a las buenas obras porque, como él mismo dijo: “Mi parte no debe estar en Cristo si mi corazón no es seguirle y vivir de acuerdo con lo que enseño.” Los lunes visitaba a otros refugiados religiosos de Inglaterra. Los sábados recorría las calles de Amberes, buscando ministrar a los pobres. Los domingos cenaba en las casas de los mercaderes, leyendo las Escrituras antes y después de la cena. El resto de la semana se dedicó a escribir folletos, libros y a traducir la Biblia entera.
No sabemos quién planificó y financió la trama que acabó con la vida de Tyndale. Pudieron ser las autoridades inglesas o continentales, pero sí sabemos que la llevó a cabo Henry Phillips. Este hombre, quien pretendía ser su amigo cercano, se había convertido en su invitado a la mesa, y pronto fue uno de los pocos privilegiados en ver sus libros y documentos. En mayo de 1535, Phillips engañó a Tyndale al llevarlo lejos de la seguridad de su alojamiento y entregarlo a las autoridades católicas. Tyndale fue llevado inmediatamente al Castillo de Vilvorde, la gran prisión estatal de los Países Bajos, y fue acusado de herejía.
Los juicios por herejía en los Países Bajos estaban en manos de comisionados especiales del Sacro Imperio Romano. Le llevó meses a la ley seguir su curso. Durante este tiempo, Tyndale tuvo muchas horas para reflexionar. Finalmente, a principios de agosto de 1536, Tyndale fue condenado como un hereje, degradado del sacerdocio, y entregado a las autoridades seculares para su castigo.
El viernes 6 de octubre, después de que los funcionarios locales tomaran sus asientos, Tyndale fue llevado a la cruz en el centro de la plaza del pueblo y se le dio la oportunidad de retractarse. Tyndale se negó, así que le dieron un momento para orar. El historiador inglés John Foxe dijo que gritó así: “¡Señor, abre los ojos del rey de Inglaterra!”
Luego fue atado a la viga, y tanto una cadena de hierro como una cuerda se colocaron alrededor de su cuello. Se agregó pólvora al cepillo y a los troncos. A la señal de un funcionario local, el verdugo, de pie detrás de Tyndale, apretó rápidamente la soga, estrangulándolo. Entonces un funcionario tomó una antorcha encendida y se la dio al verdugo, quien prendió fuego a la madera.
Los que tienen la Biblia en inglés le deben mucho a William Tyndale, a veces llamado el Padre de la Biblia en inglés. El 90% de la versión King James de la Biblia y el 75% de la versión estándar revisada provienen de la traducción de la Biblia al inglés hecha por William Tyndale.
Los secretos del retrato más famoso de William Tyndale, por Steven J. Lawson
Nota: Este es un fragmento adaptado del libro La osada misión de William Tyndale, por Steven J. Lawson.
Cada verdadero progreso en la historia de la iglesia está condicionado por un estudio nuevo y más profundo de la Escritura... Mientras los humanistas volvieron a los antiguos clásicos y revivían el espíritu del paganismo griego y romano, los reformadores volvieron a la sagrada Escritura en los idiomas originales y revivieron el espíritu del cristianismo apostólico. — Philip Schaff
Colocado en un lugar prominente de mi estudio, como si mirara sobre mi hombro derecho, se encuentra la imagen de un imponente retrato del gran traductor de la Biblia, William Tyndale.
La obra original, pintada en óleo sobre lienzo, proviene del pincel de un artista anónimo. Fue pintado a fines del siglo XVII o comienzos del XVIII, y ahora el original cuelga en la National Portrait Gallery de Londres. Tyndale aparece en el retrato sentado, completamente vestido de negro, y rodeado de un sutil fondo marrón oscuro. Su rostro y sus manos parecen brillar a la luz de una vela que está oculta a la vista.
La mano izquierda de Tyndale balancea un libro, manteniéndolo horizontal para que no caiga. Este libro es una Biblia, la colección de escritos divinamente inspirados al que Tyndale consagró su vida para trasladarlo del hebreo y el griego al inglés. Su mano derecha parece descansar en una mesa oscura, mientras que su índice derecho apunta con decisión a la Biblia. Tyndale está desviando la atención del observador lejos de él y, más bien, está atrayendo todas las miradas hacia este Libro sagrado en el que creía con firmeza y al cual dedicó toda su vida.
Debajo de la Biblia, el artista ha pintado un estandarte desplegado y que parece suspendido en el aire. Lo que está escrito en latín en el estandarte indica que Tyndale es académico de Oxford y Cambridge: Hac ut luce tuas dispergam Roma tenebras sponte extorris ero sponte sacrificium. Esto significa: “Para ahuyentar las tinieblas romanas con esta luz, la pérdida de la tierra y la vida estimaré liviana”. Este mensaje valiente representa la misión de vida de Tyndale. Al traducir la Biblia al inglés, este brillante lingüista encendió la llama que disiparía la oscuridad espiritual de Inglaterra. La traducción de Tyndale de las Escrituras develó la luz divina de la verdad bíblica que brillaría a través de todo el mundo de habla inglesa, dando paso al amanecer de un nuevo día.
En el fondo del retrato, detrás de Tyndale, están las palabras Guilielmus Tindilus Martyr. Esta es la traducción latina del nombre de este académico, junto con la palabra mártir, identificando el alto costo que pagó Tyndale para llevar la Escritura al lenguaje de sus compatriotas. Esta figura heroica murió como mártir en 1536, estrangulado hasta morir con una cadena de hierro, después su cadáver fue incinerado y hecho estallar con pólvora esparcida alrededor de su cuerpo calcinado.
En la parte inferior del retrato, hay un recuadro con una explicación del martirio de Tyndale. Las palabras están en latín y esta es su traducción:
Esta pintura representa, tanto como puede el arte, a William Tyndale, en otro tiempo estudiante de este Hall [Magdalen] y ornamento del mismo, quien, después de establecer aquí el feliz comienzo de una teología más pura, dedicó sus energías a traducir el Nuevo Testamento y el Pentateuco a la lengua común en Amberes. Fue ésta una labor tan inmensamente orientada a la salvación de sus compatriotas, que con justicia se le llamó el Apóstol de Inglaterra. Ganó su corona de mártir en Vilvoorde, cerca de Bruselas, en 1536. Un hombre —si podemos creerle aun a su adversario (el Procurador General del Emperador)— instruido, piadoso y bueno.
La ironía de este retrato es que Tyndale nunca posó para tal representación. Para proteger su anonimato, no podía reproducir su aspecto facial en un lienzo. La obra que llevó a cabo tenía un precio demasiado alto como para permitirse ser reconocido. Solo después de su horrible muerte pudo Tyndale ser conocido.
Este retrato de Tyndale cuelga en mi estudio como un constante recordatorio visual del invaluable tesoro que descansa en mi escritorio: la Biblia en inglés. Enfatiza el hecho de que cuando predico sus verdades, la luz espiritual está siendo enviada a este mundo oscuro. Además, este retrato me da testimonio del gran precio que exige el de- velar la verdad de la Biblia en este tiempo ennegrecido por el pecado.
Cuando Tyndale entraba en la escena del mundo, Inglaterra yacía cubierta de una oscura noche de tinieblas espirituales. La iglesia en Inglaterra permanecía envuelta en la medianoche de la ignorancia espiritual. El conocimiento de la Escritura casi se había extinguido en el país. Aunque había unos veinte mil sacerdotes en Inglaterra, se decía que ni siquiera eran capaces de traducir una simple línea del Padrenuestro. Los clérigos estaban tan hundidos en una ciénaga de superstición religiosa que no tenían ningún conocimiento de la verdad. Las únicas Escrituras en inglés eran unas pocas copias a mano de las Biblias Wycliffe, traducidas de la Vulgata latina a fines del siglo XIV. Los lolardos, un pequeño grupo de valientes predicadores y seguidores de Wycliffe, distribuyeron ilegalmente estos libros prohibidos. La sola posesión de la traducción de Wycliffe condujo a muchos al sufrimiento. Algunos incluso enfrentaron la muerte.
El Parlamento aprobó una ley conocida como la De haeretico comburendo en 1401, la cual, como lo indica su título, legalizaba la quema de los herejes en la hoguera. Debido a que los lolardos eran percibidos como una amenaza, traducir la Biblia al inglés se consideraba un crimen capital. En 1408, Thomas Arundell, el Arzobispo de Canterbury, escribió las Constituciones de Oxford, que prohi- bían cualquier traducción de la Biblia al inglés a menos que fuera autorizada por los obispos:
Es algo peligroso... traducir el texto de las Sagradas Escrituras de un idioma a otro, porque en la traducción el mismo sentido no siempre se mantiene ... Por lo tanto, decretamos y ordenamos que, en lo sucesivo, ningún hombre por su propia autoridad traduzca ningún texto de la Escritura al inglés o cualquier otro idioma... Ningún hombre puede leer tal libro... ni en parte ni completo.
Aun enseñar la Biblia ilegalmente en Inglaterra se consideraba un crimen digno de muerte. En 1519, siete lolardos fueron quemados en la hoguera por enseñarles a sus hijos el Padrenuestro en inglés. La noche espiritual había caído sobre toda la tierra inglesa. La oscuridad que la cubría no podría haber sido más cruda.
Al mismo tiempo, los fuegos de la Reforma estaban inflamando lugares tales como Wittenberg y Zúrich, y no pudieron ser contenidos. Chispas de la verdad divina pronto saltaron sobre el Canal de la Mancha y encendieron los palos secos en Inglaterra. Hacia 1520, los académicos de Oxford y Cambridge leían y discutían las obras de Lutero. Esta llama era avivada por la disponibilidad del Nuevo Testamento de Erasmo en griego que era acompañado por su traducción latina en 1516, un año antes de que Lutero publicara sus noventa y cinco tesis. Este recurso fue muy valioso para los académicos que leían griego y latín. Pero no tenía ninguna utilidad para el hombre inglés común, que no leía ninguno de los dos idiomas. Si la Reforma iba a llegar a Inglaterra, no bastaría con simplemente gritar sola Scriptura. Debía haber una traducción de la Biblia al idioma inglés para que el pueblo leyera. ¿Pero cómo podía llegar a ocurrir?
En esta hora oscura, Dios levantó a William Tyndale, un hombre sin par que poseía extraordinarias habilidades lingüísticas combinadas con una invariable devoción por la Biblia. Él era un connotado académico, experto en ocho idiomas: hebreo, griego, latín, italiano, español, inglés, alemán, y francés. Poseía una insuperable habilidad para trabajar con sonidos, ritmos y sentidos del idioma inglés. Pero a fin de realizar su labor de traducción, se vería obligado a dejar su Inglaterra natal, para no volver jamás. Esta tenaz figura viviría en la clandestinidad como un hereje condenado y fugitivo perseguido durante los últimos doce años de su vida. Finalmente pagaría el precio más alto al entregar su vida al martirio para otorgarles a sus compatriotas el Nuevo Testamento y la mitad del Antiguo Testamento en inglés. Su gran hazaña de traducir la Biblia al inglés desde el griego y el hebreo originales no se había logrado hasta entonces. Este destacado reformador se convertiría en el más significativo de los primeros protestantes ingleses.
Es este hombre, William Tyndale. Se trata de un hombre que le dio a las personas de habla inglesa la Biblia en su propio idioma. Que siempre pueda ser apreciado como el primero que hizo de la Escritura un libro accesible a la persona común de habla inglesa.
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