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La palabra Theotokos significa “madre de Dios”, y representó la solución a una gran controversia teológica en el siglo V.
Desde el siglo II, en un intento por asimilar y comprender la identidad de Cristo, la tradición cristiana ha vinculado al Hijo de Dios, a Dios el Padre y a María virgen como clave cristológica. Esto encontró su máxima expresión en el Concilio de Éfeso (431 d.C.) con el uso de la palabra Theotokos, que “se ha convertido en el título clásico de la cristología eclesiástica”, como dice el teólogo católico alemán Wolfgang Beinert en el Diccionario de Teología e Iglesia (LThK).
Pablo ya había escrito antes que Dios envió a Su Hijo al mundo mediante su nacimiento por una mujer (Ga 4:4). Por tanto, esta vinculación, que no ha sido artificial, ha servido como respuesta ante diversas visiones sobre la identidad de Jesucristo que la iglesia ha estimado como equivocadas. Pasemos entonces a ver algunos testimonios antiguos sobre esta vinculación cristológica y su relevancia antes del Concilio de Éfeso.
Teorías sin hacer uso del término
Durante la primera mitad del siglo II, en el contexto de la refutación de la cristología docética –la cual afirmaba la divinidad de Cristo a expensas de Su humanidad– el obispo Ignacio de Antioquía escribió: “hay un médico [Jesucristo]... existiendo Dios en la carne... Hijo de María como de Dios”. Expresiones de este tipo resuenan otras cuatro veces en las misivas de Ignacio a los Efesios (cap. 8, vr. 2), a los Tralianos (cap. 9) y a los Esmirniotas (cap. 1), de acuerdo al Enchiridion Marianum biblicum patristicum (en español, Manual mariano bíblico patrístico), un libro en el que se discute el papel de María en la fe.
En el mismo siglo II, Arístides, en el capítulo V de su Apología, dijo: “Jesucristo... bajado del cielo... engendrado de una virgen santa... tomó carne y apareció a los hombres”. ¿No hay acaso aquí clara la vinculación entre la maternidad de María y la realidad humana de Jesucristo, quien ha descendido del cielo como ser divino?
Un poco más adelante en el tiempo y bajo un desarrollo más elevado en el paralelo teológico entre Eva y María, Ireneo criticó en Adversus Haereses (en español, Contra las herejías) a quienes decían que Jesucristo “no tomó nada de la Virgen”, porque “si no recibió sustancia de la carne de un ser humano, tampoco se hizo hombre”. Para este apologista, la maternidad de María debía ser verdadera, pues mediante ella se le permitió al Hijo de Dios asumir una naturaleza humana real. Así como Adán recibió una humanidad completa por medio de su nacimiento en tierra virgen, lo mismo ocurrió con el Hijo de Dios, para quien “María es esta tierra virgen” que le proporcionó una humanidad completa. De esta forma, el propósito cristológico detrás de la maternidad divina de María es evidente.
Justino, quien escribió Diálogo con Trifón en la primera mitad del siglo II, también vinculó la realidad humana de Jesucristo, como hijo de David, a su encarnación y nacimiento por medio de María. El que estaba en el vientre de la Virgen “nació de la virgen”, pero también “existió antes de la estrella de la mañana”. El “Hijo... nació por la Virgen” y “se hizo hombre”. Justino fue claro al presentar tanto la divinidad eterna del Hijo de Dios como su humanidad histórica, recibida en el tiempo que duró Su encarnación en el vientre de la Virgen. De nuevo, María y su maternidad son centrales para la identidad de Cristo en Su descenso al mundo como hombre.
Tertuliano no enfatiza tanto la maternidad divina de María. Como dice el erudito y profesor Stephen J. Shoemaker, este autor primitivo “es notable por el menor aprecio que tiene por la madre de Jesús, al menos en comparación con otros escritores proto-ortodoxos contemporáneos”. Pero algunas frases de él vinculan a María y al Hijo de Dios en su concepción. Tertuliano, que sigue el paralelo Eva/María en Occidente, dice en De carne Christi (en español, Sobre la carne de Cristo): “María dio a luz a aquel que traería la salvación... Dios envió Su Palabra al vientre de María”.
El uso en Tertuliano de la vinculación entre Dios, el Hijo y María es necesaria para su énfasis en la verdadera humanidad de Cristo. Esta solo tiene sentido si considera como presupuesto la realidad de Su divinidad. Así, para Tertuliano, en este texto de comienzos del siglo III, la maternidad de María encierra la realidad del significado divino y humano de la persona de Cristo.
Hasta donde sabemos, ninguno de estos autores usó la palabra Theotokos. Sin embargo, podemos apreciar que compartían lo que ella significa, aunque fuera con expresiones sencillas, ‘kerigmáticas’ (que anuncian la Buena Noticia) y poco desarrolladas. Pero ¿cuándo comenzó a usarse en la tradición cristiana la palabra Theotokos? La respuesta sencilla es que no fue con Cirilo de Alejandría contra Nestorio, en el siglo V. Si estamos en lo correcto, el sentido más natural de la expresión halla cabida en la tradición desde Ignacio, Justino e Ireneo, sin hacer mención de la palabra, como ya hemos dicho.
Se comparte entonces la idea común de que Aquel que nace a una existencia realmente humana por medio del vientre de María, es el Hijo de Dios, que es también divino. Quien sale de María, como parido, es uno que es Dios. En consecuencia, María no es solamente madre de la carne que sale de ella, sino del Hijo de Dios que asume esa humanidad auténtica en su vientre virgen. Pero avancemos unos años y prestemos ahora atención al término Theotokos en sí.
¿Madre de Dios o del hombre?
En el contexto de la controversia Nestoriana, en la primera mitad del siglo V, la gran debilidad de este patriarca era, como señaló Sócrates de Constantinopla, su desconocimiento de la tradición sobre el uso de Theotokos: “Es obvio que Nestorio tenía muy poco conocimiento de los tratados de los antiguos, y por esa razón, como observé, objetó la palabra”.
Pero, por muy común que haya sido la expresión, eso no le restaba lugar a su complejidad, la cual se aprecia en un informe que el mismo Nestorio dio en el año 429. Tras llegar a Constantinopla, él vio las diferencias y divisiones que causaba Theotokos: unos hablaban de María como Theotokos (Madre de Dios) y otros, como Christotokos (Madre de Cristo). El escenario que contempló era complejo, y se reducía al sentido de una breve expresión.
Como señaló el teólogo e historiador Friedrich Loofs, Nestorio “había encontrado una disputa sobre la cuestión de si María iba a ser llamada Theotokos [Madre de Dios] o Antropotokos [Madre del hombre]”. Nestorio dijo: “a los que llamaban a la bienaventurada María ‘madre de Dios’, les decían maniqueos. Pero a los que llamaban a la bienaventurada María ‘madre de un hombre’, fotinianos”. P. Hübermann recuerda las palabras de Nestorio al respecto: “Al poco tiempo de nuestra llegada nos encontramos a los miembros de la iglesia divididos por una virulenta disputa”. Por tanto, él no fue el iniciador de una nueva controversia en un presunto escenario teológicamente pacifico y del todo uniforme.
Pero ¿dónde encontrar los orígenes de tal palabra?
Orígenes de Theotokos
Dentro de los testimonios más tempranos del uso de Theotokos en la literatura cristiana antigua, tenemos a Orígenes de Alejandría. Con este autor del siglo III, hay varias complejidades referentes al lugar y la forma en que escribió el término, pero no hay error en afirmar que es considerado el primer escritor que lo abordó y explicó a detalle. Sócrates de Constantinopla dijo que Orígenes dio, en una sección hoy perdida de su Comentario a Romanos (aprox. 250 d.C.), “una amplia exposición del sentido en el que usa el término Theotokos”.
Sin embargo, el detalle que ofreció Orígenes queda claro por la totalidad de su visión de María en relación con Cristo. Tal como dijo Luigi Gambero, experto en cristianismo primitivo, la orientación de Orígenes sobre Theotokos apuntaba no solo a su validez terminológica, sino también a la definición del papel de María en la encarnación del Hijo de Dios y cuáles debían ser sus correcciones.
En una carta del 320, Alejandro de Alejandría, principal opositor de Arrio, escribió a los obispos sobre “nuestro Señor Jesucristo, quien de hecho, y no simplemente en apariencia, llevó un cuerpo nacido de María, Madre de Dios”. El sentido que hizo de Theotokos es evidente: sirve para resaltar la completa y auténtica humanidad de Cristo que recibe de María, su madre. El uso de la expresión hace notar igualmente, como dice Malaty, su natural “uso cotidiano”.
Atanasio, gran defensor de la fe nicena, escribió contra los arrianos, cerca del 340, que así como “la carne [humanidad] nació de María, la Madre de Dios, así decimos que él, el Verbo, nació de María”. Nuevamente aquí, como en otros lugares de las obras de Atanasio, Theotokos es el recurso teológico para aclarar la realidad humana y la unicidad personal de Jesucristo, el Verbo e Hijo de Dios hecho carne.
Y así llegamos a la época posnicena. Podríamos seguir en este recorrido patrístico, pero creemos que estos casos citados son suficientes para demostrar no solamente la antigüedad del uso, sino además el significado cristológico de la expresión Theotokos. Como vimos, importantes autores usaron la maternidad de María y otros la palabra Theotokos, para expresar la identidad del Verbo encarnado antes del Concilio de Éfeso. Su significado ya estaba sellado por la tradición.
El sentido divino-humano de Theotokos era tan decisivo para la cristología, que cuando Nestorio acabó rechazándolo bajo ciertas condiciones, sus oyentes solo podían admitir, a modo de rumor, como dice S. Hausammann, “que el nuevo patriarca no creía en la divinidad de Cristo”. Esto era ciertamente apresurado y falso. La controversia removió sensibilidades populares y teológicas de todo tipo; así como también estuvo marcada por oscuras luchas políticas y eclesiásticas de poder.
Recordemos las palabras de Berthune-Baker: “En ningún caso el poder de las mayorías es más abrumador que el de las antiguas herejías”. Solo un concilio podía dar lugar a una solución duradera. En Éfeso (431), finalmente la expresión Theotokos fue repetida de manera especial, con carácter teológico vinculante para toda la cristiandad y sentido condicionante para la cristología. Pasó a ser, dice A. Schmemann, “la expresión adecuada del misterio de la Encarnación, como una epifanía esencial de su significado”.
¿Qué significa Theotokos para la cristología ortodoxa?
Tres puntos de reflexión son importantes aquí:
Primero, la expresión busca aclarar la complejidad evidente del misterio de la encarnación. Dios y el Hombre, divinidad y humanidad, son realidades paradójicas, y el vínculo que permite hablar adecuadamente de la relación y unidad entre ambas es la relación entre el Hijo de Dios y su forma de venir al mundo, es decir, el de la maternidad de María. Lo decisivo será responder a estas preguntas: ¿quién nació de María? ¿Qué fue parido por ella en el pesebre?
La tradición cristiana ha confesado que fue el Hijo de Dios hecho carne (Jn 1:14) el que nació de la virgen; por lo tanto, María no es madre de la divinidad a expensas de la humanidad o de la humanidad a costa de la divinidad, sino del Hijo de Dios como realmente encarnado. El hijo que ella dio a luz no solo era “un gran hombre” (Lc 1:31), sino también “Hijo del Altísimo” (v 23).
El “santo ser” (v 35) que en el cumplimiento del tiempo (Ga 4:4) salió de María, no es “hombre solo” –como decían los ebionitas– o “Dios solo” –como afirmaban los docetas–. Más bien es Dios en la realidad auténtica de la humanidad, que comparte así la “carne y sangre” (Heb 2:14) de sus hermanos (v 11). La manera en que funciona la encarnación hace que María sea Theotokos, pues ella, en palabras de F. Mussner, “ha dado a la vida, en su seno, a un hijo bajo la sombra del Espíritu Santo y por el poder del Altísimo, a un hijo que por eso será llamado Hijo de Dios”.
Segundo, el lenguaje teológico oscila entre las expresiones bíblicas y las extrabíblicas. La revelación se sigue acomodando a nuestras palabras si es que mediante ellas podemos expresar fielmente su sentido más pleno. Varios fueron los grupos que rechazaron las terminologías teológicas que no contaban con un sustento literal en la Biblia. Pero con Theotokos es diferente. Efectivamente, es una palabra que no podemos leer en las Escrituras, como tampoco otras que usamos en nuestro lenguaje cristiano. Lo que significa es que quien nace de María es Dios el Hijo encarnado. Esto se halla en el fondo de cada narración del nacimiento de Cristo, cada interpretación sobre su identidad y misión en el mundo, como hace Pablo.
No esperemos que el Nuevo Testamento diga: “Dios nació de una Mujer”. En el pasaje de Gálatas 4:4 hay algo aún mejor: Dios (Padre) envió a Su Hijo “nacido de mujer”. ¡Paradoja y escándalo total! Si reconocemos el fuerte sentido divino de “Hijo” [de Dios] aplicado a Jesucristo, la expresión “nacido de mujer” encuentra su significado: Dios, uno que es Dios, el Yahweh del Shemá (Dt 4), el Hijo de Dios Creador, poderoso y preexistente, actuante en la creación del mundo, la salvación de los hombres y el destino de la historia, nació de María, una mujer pobre. A esto solo sumemos que Elizabeth llamó a María “Madre de Yahweh”, en Lc 1:43; sí, de Yahweh, el Dios de Israel, pues ese es el sentido cuando llamó a María “Madre de mi Señor”.
Tercero, Theotokos significa que el sujeto de toda la experiencia histórica de Jesucristo es el mismo Hijo divino de Dios en cada fase de su existencia humana. Quien nace de María es el Dios-Hombre. Podemos, por tanto, decir que quien nació, “crecía en sabiduría, en estatura, en gracia” (Lc 2:52), fue torturado por los romanos, asesinado por Israel, resucitado por Dios, y luego ascendió al cielo, es uno y el mismo: el que fue parido del vientre de María, el Hijo de Dios que asumió carne humana en el tiempo (Jn 1:14).
Theotokos, entonces, expresa de manera excepcional y precisa que, como dice M. J. Scheeben, “el hombre nacido de María es verdadera y realmente Dios”. Theotokos es el concepto cristológico que permite concebir con unidad la actuación salvadora de Jesucristo y la realidad de su persona, desde su nacimiento como hombre hasta su Ascensión como Señor exaltado.
Referencias y bibliografía
Lexikon für Theologie und Kirche o LThK (1995). Band 4, p. 915.
Enchiridion Marianum biblicum patristicum de Dominici Casagrande (1974), p. 19-20.
Adversus Haereses de Ireneo de Lyon. Libro III, cap. 22, sec. 1; cap. 18, sec. 7.
Diálogo con Trifón de Justino Mártir. Cap. 45, sec. 4. Cap. 100, sec. 4.
Mary in Early Christina faith and devotion (2016) de S. J. Shoemaker. Yale University Press: London, p. 65.
De carne Christi de Tertuliano. Capítulo 27, sec. 5.
Historia Eclesiástica de Sócrates de Constantinopla, VII, XXXII.
Nestorius and His Place in the History of Christian Doctrine (2022) de Friedrich Loft. Good Press, p. 26.
Mary and the Fathers of the Church. The Blessed Virgin Mary in Patristic Thought (1999) Ignatiu Press: San Francisco, p. 74.
Saint Mary. In the Orthodox Concept Book 4 (1978) de Tadros Malaty, p. 38.
Discurso contra los arrianos de Atanasio, Libro 3, cap. 29.
Das Christusbekenntnis in Ost und West de Alte Kirche (2004). Neukirebener Verlag: p. 30.
Nestorius and His Teaching (2011) de Berthune-Baker, Gorgias Press, p. 22.
The Virgin Mary. Celebration of Faith. Volume 3 (2001) de A. Schmemann. Tradition Books: New York, p. 49.
Deutsch-Evangelische Ethik-Blätter (2011) de F. Mussner. Herder, p. 1034.
Mariology (1946). B. Herder Book, St. Louis, p. 135.
The Bazaar of Heracleides de Nestorius. Libro I, parte 3, sec. 99.
Recomendaciones del autor
- Theotokos. A Theological Encyclopedia of the Blessed Virgin Mary (1982) de Michael O’ Carroll. Wipf and Stock Publishers: Oregon), p. 189.
- Mary and the Fathers of the Church. The Blessed Virgin Mary in Patristic Thought (1999) de Luigi Gambero. Ignatiu Press: San Francisco, p. 54.
- Para seguir el desarrollo de esta controversia, ver las siguientes obras: Die Geschichte des Christentums. 2. Das Entstehen der einen Christenheit de H. Fraisse-Coue (250-430). Herder: Freiburg, 1995, p. 575; The Fisrt Seven Ecumenical Counsils (325-787). Their History and Theology. The Liturgical Press: Delaware, 1983, p. 139ss; The Council of Ephesus of 431. Documents and Proceedings, trad. por R. Price, con introducciones y notas por T. Graumann. Liverpool University Press: Liverpool, 2020, p. 90-93. En español, cf. las obras de P. Hünermann, W. Kasper, J. Faus, J. Alonso, H. Kessler, O. Cardedal, A. Grillmeyer, O. Bayer, D. MacLeod, S. Wellum y S. Fernandez.
- The Modulation of the Term THEOTOKOS from the Fathers of 2nd Century to Cyril of Alexandria de E. Artemy. IJSSHR, Vol. 2, January-March 2014, 27-30.
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