Eusebio nació alrededor del 260 en Cesarea, una ciudad en la provincia romana de Palestina. Poco se sabe sobre su juventud y educación temprana, pero su encuentro con la fe cristiana lo llevó por un camino que lo convertiría en una figura clave en la historia de la Iglesia. Se estima que fue nombrado obispo de Cesarea después del 313.
Su contribución más significativa al cristianismo fue su obra Historia Eclesiástica, escrita alrededor del año 300. Se le considera la primera recopilación completa de los hechos alrededor de la Iglesia primitiva. En ella, Eusebio rastreó los orígenes del cristianismo desde los tiempos del Nuevo Testamento hasta su propio período, proporcionando detalles sobre líderes cristianos, eventos históricos y desarrollos teológicos. Los siguientes son los acontecimientos más relevantes de su vida.

La participación de Eusebio en el Concilio de Nicea
Uno de los momentos más destacados en la vida de Eusebio de Cesarea fue su participación en el Primer Concilio de Nicea en el año 325. Este sínodo fue convocado por el emperador Constantino con el objetivo de abordar la controversia arriana, una disputa teológica que dividía a la Iglesia.
Durante el concilio, Eusebio emergió como una figura prominente e, inicialmente, se le consideró uno de los principales defensores de la postura arriana. Sin embargo, es crucial destacar que su defensa no se basaba en una comprensión completa y precisa del arrianismo tal como lo postulaba Arrio. Este sostenía que el Hijo (Jesucristo) era una creación del Padre y, por lo tanto, no era de la misma sustancia divina que Él. Aunque Eusebio apoyó algunas de las ideas que luego se asociarían con el arrianismo, sus argumentos no reflejaban la creencia central de Arrio sobre la naturaleza creada del Hijo. Su postura parecía ser más un intento de encontrar un punto medio, o incluso una interpretación más moderada, de las ideas arrianas, sin adherirse completamente a la negación de la coeternidad o la consustancialidad del Hijo con el Padre.

Tras el debate de los obispos sobre la naturaleza de Cristo y Su relación con el Padre, el resultado de ese primer concilio fue el Credo Niceno, que se convirtió en la declaración de fe oficial de la Iglesia y sigue siendo una parte fundamental de la teología cristiana hasta hoy. En él se afirmó la doctrina de la consustancialidad, es decir, que el Hijo (Jesucristo) es de la misma sustancia que el Padre, lo cual se acotó en la palabra homoousios. Eusebio había presentado el Credo bautismal de Cesarea, pero la ausencia de ese término crucial llevó a su rechazo.
Aunque inicialmente se resistió a aceptar el Credo Niceno, finalmente lo hizo y se unió a la mayoría de la Iglesia en la condena del arrianismo. También estuvo de acuerdo en llamar hereje a Arrio, al cual había apoyado hasta ese momento. El concilio marcó un momento crucial en la historia de la teología cristiana y en la lucha por definir la naturaleza de Jesucristo.

El juicio histórico a Eusebio con respecto al arrianismo
Arrio mismo, en su epístola a Eusebio de Nicomedia, afirmó que Eusebio de Cesarea aceptó al menos una de sus doctrinas arrianas: “Y ya que Eusebio, tu hermano en Cesarea, y Teodoto, y Paulino, y Atanasio, y Gregorio, y Eusebio, y todos los obispos del Este dicen que Dios existía antes del Hijo, han sido condenados”.
En sus epístolas a Alejandro y Efratión, Eusebio se mostró como un arriano. Si se examinan, se verá que aparentemente defendió la doctrina de que hubo un tiempo en que el Hijo de Dios no existía. También, al juzgar las evidencias, pareció entender que Arrio le había atribuido cierta divinidad a Cristo, es decir, que era distinto a todas las criaturas creadas, pero él en realidad nunca hizo tal afirmación. Las palabras de Arrio que Eusebio malinterpretó fueron:
El Dios de la ley, de los profetas y del Nuevo Testamento, antes de los siglos eternos, engendró a un Hijo unigénito, por medio de quien también hizo los siglos y el universo. Y no lo engendró en apariencia, sino en verdad, y lo sometió a Su propia voluntad, incambiable e inmutable, una criatura perfecta de Dios, pero no como una de las criaturas.

El uso de la palabra “engendró” y su calificación de “criatura” con el adjetivo “perfecta”, junto con la afirmación “no como una de las criaturas”, hicieron que Eusebio pensara que Arrio reconocía una divinidad real del Hijo. Eso le pareció suficiente. Se conformó con una divinidad de Cristo parcial y creyó que había sido engendrado de manera distinta a todas las criaturas. Sin embargo, Arrio negaba que Cristo tuviera divinidad alguna (para él, “perfecto” no era igual a “divino”).
Eusebio creyó ser arriano y apoyó a esa corriente, pero, al mismo tiempo, atribuyó cierta divinidad a Cristo; ambas cosas eran incompatibles. Luego explicó que también estuvo de acuerdo con aquella postura en pro de buscar la paz de la Iglesia, y que no quiso decir que hubo un tiempo en que Jesús no existió. Estuvo de acuerdo con que tal doctrina debía ser anatematizada. Por eso, llegó a aceptar la doctrina de Atanasio y la firmó en el Concilio de Nicea. En su carta a la Iglesia de Cesarea (preservada por Sócrates de Constantinopla o el Escolástico), escribió lo siguiente:
Pero aquellos que dicen, “Una vez no existió”, y “Antes de su generación no existía”, y “Vino a ser de la nada”, o aquellos que pretenden que el Hijo de Dios es “De otra subsistencia o sustancia”, o “creado”, o “alterable”, o “mutable”, la Iglesia Católica los anatematiza.
En su dictado de esta fórmula, no la dejamos pasar sin indagación sobre el sentido en el que introdujeron “de la sustancia del Padre” y “uno en sustancia con el Padre”. En consecuencia, se produjeron preguntas y explicaciones, y el significado de las palabras fue sometido al escrutinio de la razón. Y ellos afirmaron que la frase “de la sustancia” indicaba que el Hijo era, de hecho, del Padre, pero sin ser como una parte de Él. Y con este entendimiento, nos pareció adecuado dar nuestro consentimiento al sentido de tal doctrina religiosa, ya que enseñaba que el Hijo era del Padre, pero no como una parte de su sustancia. Por esta razón, dimos nuestro consentimiento al sentido nosotros mismos, sin rechazar ni siquiera el término “Uno en sustancia”, ya que la paz era el objetivo que teníamos ante nosotros y la firmeza en la opinión ortodoxa.

Posiciones opuestas respecto a su ortodoxia
Eusebio, a quien acusaron directamente de sostener la herejía arriana, se enfrentó a la crítica de Fotio y de padres de la Iglesia notables, como Jerónimo, así como del Segundo Concilio de Nicea. Además, numerosos historiadores modernos, como Baronio, Petavio, Scaliger, Mosheim, Montfaucon y Tillemont, lo han censurado severamente y han intentado demostrar que su apoyo al arrianismo se refleja en sus propios escritos.
Quienes lo defienden, recalcan su posición respecto a la Trinidad y han encontrado respaldo en eruditos modernos contra las acusaciones de su presunto arrianismo. Diversos autores, como Valesio, Bull, Cave, Fabricio, Dupin y Lee, han argumentado a favor de Eusebio en sus respectivas obras. Además, Lightfoot y otros escritores también han defendido su imagen ante la acusación de herejía.
Por una parte, absolver a Eusebio de cualquier inclinación hacia el arrianismo no es aceptable desde una perspectiva histórica. Esto se debe a la existencia de fragmentos de epístolas que, como mínimo, muestran una clara tendencia arriana en su expresión. Por lo tanto, al evaluar las opiniones de diferentes autores sobre Eusebio, es necesario tener en cuenta ese material y la diversidad de criterios existentes.

Sin embargo, por otra parte, afirmar que Eusebio continuó siendo durante toda su vida un auténtico arriano les ha parecido insostenible a algunos autores, a la luz de varios hechos:
- Que los padres de la Iglesia contemporáneos y posteriores a él estaban divididos en cuanto a su ortodoxia.
- Que, excepto en ciertos períodos, fue honrado en gran medida por la Iglesia católica de los siglos posteriores e incluso fue canonizado.
- Que firmó solemnemente el Credo de Nicea.
- Que, al menos en sus obras posteriores, fue ortodoxo en sus expresiones y rechazó explícitamente las dos principales tesis de los arrianos: que hubo un tiempo en que el Hijo de Dios no existía y que fue producido de la nada.
Algunos han notado que la solución a la controversia podría hallarse en la distinción entre sus escritos anteriores y posteriores al Concilio de Nicea. Es decir, sus escritos producidos entre el 318 y el 325 muestran mayor tendencia arriana (posiblemente por su entendimiento errado), así que son usados ampliamente para abogar en contra de su ortodoxia, mientras que los posteriores al sínodo son más consistentes con la doctrina trinitaria y, por supuesto, más utilizados por los defensores de Eusebio para demostrar su ortodoxia.

Varios episodios o aspectos de su vida y labor después del Concilio también pueden tenerse en cuenta para tomar una postura acerca de su apoyo al arrianismo:
- Eusebio y su relación con Constantino (aprox. 325-337): durante su tiempo en la corte imperial, Eusebio desarrolló una relación cercana con el emperador Constantino, conocido por ser el primero de su estatus en convertirse al cristianismo. Este lo apoyó a él y a otros líderes cristianos en sus esfuerzos por resolver las controversias teológicas que amenazaban la unidad de la Iglesia. Sin embargo, este vínculo también generó críticas y sospechas sobre la influencia de la política en la institución cristiana. Algunos creían que Eusebio y otros líderes eclesiásticos estaban demasiado vinculados al poder imperial, lo que planteaba interrogantes sobre su independencia y compromiso con la verdad teológica.
- La controversia de Eustacio (c. 330): otro episodio importante en la vida de Eusebio fue su participación en las consecuencias de la controversia de Eustacio, un líder eclesiástico que defendía una visión extrema de la doctrina nicena y sostenía que el Hijo (Jesucristo) era de una sustancia completamente diferente a la del Padre (sabelianismo). Esto lo llevó a la destitución de su cargo episcopal en Antioquía y a su destierro en Tracia, donde permaneció hasta su muerte (véase el Cisma Meleciano). Eusebio apoyó la destitución y argumentó en contra de sus puntos de vista teológicos. Este suceso puso de manifiesto la complejidad de las disputas teológicas en la Iglesia primitiva y la variedad de opiniones dentro del cristianismo.
- El destierro de Atanasio de Alejandría (335): el destierro de Atanasio fue un acontecimiento significativo en la lucha entre las facciones arrianas y nicenas. Se basó en acusaciones de carácter moral y otras teológicas. Eusebio de Cesarea, siendo en el pasado un partidario de la posición arriana, estuvo involucrado en este episodio. Las acusaciones presentadas contra Atanasio incluían cargos de violencia y coerción. Sin embargo, no estaban respaldadas por pruebas sólidas y eran ampliamente consideradas como políticamente motivadas.
Legado de Eusebio de Cesarea
Eusebio de Cesarea falleció entre los años 339-340, y dejó un legado significativo en la historia del cristianismo. Historia Eclesiástica, su obra más destacada, sigue siendo una fuente invaluable para la historiografía y para los estudiosos de la Iglesia primitiva. En ella, no sólo proporcionó información detallada sobre los primeros líderes y eventos cristianos, sino que también presentó una visión única de las controversias y debates teológicos de la época. Si bien hay quienes consideran que su estilo literario es pobre, contiene una inmensa cantidad de material sobre la Iglesia oriental (tuvo poco que decir sobre la occidental), la mayoría en forma de largos extractos tomados de escritores anteriores. La interpretación que hacía de tales documentos a veces era errónea, pero se debía más a una falta de juicio crítico y no a una distorsión consciente de los hechos.
La Historia Eclesiástica consta de diez libros, de los cuales tres (los últimos) tratan en detalle los eventos de su propia época. De hecho, parece que originalmente la había terminado antes del 303 con el Libro VII, y que los tomos posteriores se agregaron en ediciones sucesivas; la final fue emitida en el 323 con un total de diez partes. Sobrevive en el griego original y tiene versiones latinas, siríacas y armenias.

Entre su legado también se puede encontrar:
- Su obra literaria histórica: aquí se halla Los Mártires de Palestina, una narración de la Gran Persecución de Diocleciano (303-310), de la cual fue testigo ocular; una Crónica en dos tomos, que es un resumen de la historia universal con un cuadro de fechas; y la Vida de Constantino, que contiene información histórica inestimable.
- Sus escritos apologéticos: abarcan una defensa del cristianismo. Resaltan Contra Hierocles (un gobernador pagano) y una Preparación evangélica, una obra en quince tomos que busca demostrar la supremacía del cristianismo sobre las religiones paganas y judías.
- Sus publicaciones exegéticas: Eusebio fue un prolífico escritor en este campo. Es conocido por su Comentario a los Salmos, en el que ofrece explicaciones detalladas de dichos cantos y su significado espiritual. También escribió comentarios sobre varios libros del Antiguo y Nuevo Testamento, como Génesis, Éxodo, el Evangelio de Lucas y las Epístolas de Pablo.
- Su armonización de los Evangelios: con base en las Secciones ammonianas, que servían para encontrar los pasajes paralelos en los otros Evangelios, diseñó un sistema de tablas llamado los Cánones eusebianos. Hasta el siglo XIII, era común añadirlas en los márgenes, al principio o al final de los textos bíblicos de Mateo, Marcos, Lucas y Juan en griego y latín, con los números correspondientes en tinta roja. A veces, eran decoradas con gran detalle. Eusebio mismo explicó el sistema en su epístola a Carpiano.
- Su obra cronológica: Eusebio también se interesó por la cronología y la datación de eventos bíblicos y eclesiásticos. Escribió una obra titulada Cronografía, en la que intentó establecer una secuencia de hechos precisa desde la creación del mundo hasta su propio tiempo. Aunque su sistema no fue del todo preciso, sentó las bases para futuros estudios en ese campo.
En resumen, Eusebio de Cesarea fue una figura influyente en la Iglesia primitiva y en la historia del cristianismo. A pesar de las controversias en las que estuvo involucrado, con sus obras dejó una influencia duradera en la teología cristiana. Su Historia Eclesiástica permite, entre otras cosas, conocer su participación en las controversias teológicas, especialmente en la nicena. Con ella, dejó una huella indeleble en la historia de la Iglesia.
Referencias y bibliografía
Historia Eclesiástica de Teodoreto. I, 5.
Epistula de synodis Arimini et Seleuciae celebratis de Atanasio, cap. II, §3.
Historia Eclesiástica de Sócrates de Constantinopla. I, 8.
CHURCH FATHERS: Letter on the Council of Nicaea (Eusebius of Caesarea) | New Advent
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