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Atanasio de Alejandría luchó fuertemente contra el arrianismo, una de las herejías más peligrosas y difundidas en los primeros siglos del cristianismo. Tal fue el nivel de sus convicciones para luchar contra esta desviación doctrinal, que sus enemigos lo despojaron de su cargo y lo exiliaron cinco veces debido a sus posturas a favor de la ortodoxia y de la verdad teológica. Pero, ¿cómo logró el triunfo sobre este peligroso error doctrinal?

Atanasio, el obispo
Atanasio de Alejandría nació en algún momento entre los años 296 y 298, probablemente en una familia cristiana, aunque algunos sugieren que era pagana. Aunque se sabe con certeza que nació y creció en la próspera y erudita ciudad de Alejandría, no hay muchos datos sobre su infancia y formación. Es un hecho que hablaba copto y que su color de piel era oscuro.
La primera información importante que tenemos sobre él data del año 325, cuando asistió al Concilio de Nicea como diácono del obispo Alejandro de Alejandría (250-326). Su presencia en este importante evento revela que ya se le consideraba como un posible sucesor para el obispado.
La muerte de Alejandro ocurrió tan solo tres años después y, efectivamente, Atanasio fue nombrado obispo, a pesar de que se le consideraba demasiado joven para asumir el cargo. En los años sucesivos, se dedicó a sus labores ministeriales, visitando diversas regiones de su extenso obispado. Su ministerio abarcó desde Egipto hasta Libia.

Lucha con el arrianismo
Un momento clave en la vida de Atanasio fue cuando comenzó a tener contacto con una corriente doctrinal cuya influencia crecía en la Iglesia día tras día: el arrianismo, que le debe su nombre a Arrio (256-336). Esto ocurrió antes de que iniciara su ministerio episcopal, pero los encuentros, debates y profundas diferencias con esta postura y con el poder imperial marcaron el resto de su vida.

Para Arrio, Jesucristo era el Hijo de Dios, pero no existió siempre, sino que fue engendrado por Dios Padre en algún momento posterior al inicio del tiempo. Por lo tanto, no era coeterno con el Padre. En otras palabras, el arrianismo sostenía que el Hijo era distinto del Padre y, por lo tanto, era inferior a Él.
Durante su obispado, Alejandro predicó sobre la Trinidad. En ese entonces, Arrio era presbítero en Libia y dijo esto sobre su enseñanza: “Si el Padre engendró al Hijo, entonces el que fue engendrado tuvo un principio de existencia, y de esto se deduce que hubo un tiempo en que el Hijo no era”. Parece que esta breve observación comenzó a ganar terreno entre creyentes e intelectuales, pero Alejandro y Atanasio procuraban contrarrestarla, argumentando que negaba la doctrina trinitaria. Su argumento principal era que Jesucristo es Dios y que, por lo tanto, no posee una esencia similar o semejante a la del Padre, sino la misma.
Durante el resto de su ministerio, Atanasio argumentaría, entre otras cosas, que sostener el arrianismo ponía en juego la misma salvación, ya que solo alguien plenamente humano podía expiar el pecado humano, y solo alguien que fuera plenamente divino podía tener el poder para salvar. El trabajo de Atanasio fue demostrar que el Nuevo Testamento afirma la doble naturaleza de Cristo. Al respecto, dijo: “Los que sostienen que ‘Hubo un tiempo en que el Hijo no era’ roban a Dios Su Palabra, como los saqueadores”.
Atanasio y Alejandro trabajaron juntos para desenmascarar el error de los arrianos, pero la controversia se extendió rápidamente. Incluso, la polémica salió de los escenarios puramente teológicos y llegó al pueblo. Se hizo muy popular una canción pegadiza que defendía el punto de vista arriano, una de sus líneas decía: “Hubo un tiempo en que el Hijo no era”. En todas las ciudades, escribió un historiador, “el obispo contendía contra el obispo, y el pueblo contendía entre sí, como enjambres de mosquitos luchando en el aire”.

El Concilio de Nicea
La magnitud de las discusiones creció tanto que llegó hasta el propio Constantino (272-337). Esta controversia teológica, sumada a otras de la época, preocupaba profundamente al emperador. En una reunión de obispos, él dijo al respecto: “La división en la iglesia es peor que la guerra”. Entonces, para tratar de solucionar el asunto, convocó a un concilio de obispos que se celebró en la ciudad de Nicea en el año 325.
Al sínodo llegaron alrededor de 300 obispos. Las discusiones fueron provechosas, ya que allí se produjo una primera versión de lo que más tarde se conocería como el Credo de Nicea. En consecuencia, Arrio fue condenado como hereje, sus escritos fueron prohibidos y se le envió al exilio.
Parecía que la paz había llegado a la Iglesia, lo cual alegró a Constantino, a Alejandro, a Atanasio y a los defensores de la ortodoxia. No obstante, el ambiente seguía siendo confuso, y aún seguían existiendo muchas facciones dentro de la Iglesia, en gran medida por la falta de claridad en el uso del lenguaje.

Destierro permanente
Pero Arrio tenía amigos bastante poderosos, quienes en pocos meses lograron convencer a Constantino de que le pusiera fin a su exilio. Incluso, el propio Arrio llegó a firmar el Credo de Nicea, y el emperador le ordenó a Atanasio, quien recientemente había sido nombrado obispo de Alejandría, que lo reintegrara en la comunión de la Iglesia. Sin embargo, Atanasio se negó a hacerlo debido a sus firmes convicciones. Entonces, sus enemigos difundieron acusaciones de asesinato, robo, brujería y otros crímenes contra él. En consecuencia, Constantino no tuvo otra opción que enviar a Atanasio al exilio en Tréveris, aunque le mantuvo en su cargo.
De ahí en adelante, Atanasio no pudo volver a vivir de manera regular en Alejandría. Fue desterrado en varias ocasiones, y su vida estuvo determinada por las relaciones que tenía con el emperador que se encontrara en el poder. Por ejemplo, tras la muerte de Constantino el Grande en el año 337, el Imperio fue repartido entre sus tres herederos, y la amistad que Atanasio había establecido en Tréveris con Constantino II (316–340) —uno de ellos— le permitió regresar nuevamente a Alejandría.
Sin embargo, el arrianismo se había impuesto durante su ausencia y los nuevos líderes de la Iglesia estaban en su contra, así que lograron convencer a Constantino II de desterrarlo nuevamente en el año 338. Atanasio logró huir a Roma, donde fue protegido por el obispo de la ciudad. Mientras tanto, en Alejandría se designó a un obispo arriano en su lugar. A pesar del exilio, Atanasio mantuvo el contacto con su rebaño a través de las cartas festales anuales.

En el 346, pudo regresar nuevamente a Alejandría, donde fue recibido como un héroe. Sirvió como obispo en la ciudad durante diez años, pero, después de lograr hacer una importante labor unificando a la Iglesia, fue desterrado por tercera vez. En el 356, luego del ascenso de los arrianos en Roma, se vio obligado a huir al Alto Egipto. Allí se refugió en monasterios y en casas de amigos. Durante este exilio escribió su gran obra teológica Cuatro discursos contra los arrianos. También redactó su Defensa ante Constancio y Carta a Serapión.
En el año 361 murieron el emperador Constancio (317-361) y el obispo arriano de Alejandría, lo que le permitió a Atanasio regresar a su ciudad luego de permanecer seis años en el último exilio. Sin embargo, pronto ascendió el emperador pagano Juliano (332-363), quien envió nuevamente al obispo al destierro; de nuevo tuvo que navegar por el Nilo y permanecer en el Alto Egipto. No obstante, allí duró solo unos meses, ya que Juliano murió rápidamente.
Atanasio regresó a Alejandría gracias a su acercamiento al nuevo emperador Joviano (331-364), quien era cristiano y había sido persuadido para ponerse del lado niceno. Tras ocho meses de gobierno, Joviano murió de forma inesperada en medio de un viaje a Constantinopla. El emperador Valente (328-378), quien era antiniceno, asumió el poder y selló el que sería el último exilio de Atanasio. No obstante, las autoridades locales lograron convencerlo de que reconsiderara su decisión, por lo cual él pudo regresar definitivamente a su natal Alejandría en el 366. Para entonces, ya era un anciano de 70 años.
Victoria en los exilios
¿Qué hizo Atanasio durante sus exilios y cómo logró que la ortodoxia triunfase sobre el arrianismo? Gran parte de su trabajo consistió en escribir para defender la ortodoxia de la herejía arriana, y combatir las ideas paganas y judías que atacaban al cristianismo. Escribió un exitoso libro, con información de primera mano, sobre la vida de Antonio Abad (251-356) —anacoreta cristiano egipcio— y sobre la vida monástica. De hecho, esta biografía fue tan importante que llevó a la conversión a muchos paganos e influyó profundamente en creyentes notables, como Agustín de Hipona (354-430).

Atanasio también nos proveyó una de las primeras evidencias del canon bíblico. En una de sus cartas enumeró los libros que debían constituir el Nuevo Testamento. Al respecto, escribió: “Sólo en estos [27 escritos] se proclama la enseñanza de la piedad. Nadie puede añadirles nada, y nada puede quitárseles”. Esa misma lista terminó siendo la que se afirmó como parte del canon bíblico que usamos hoy.
A Atanasio se le considera uno de los principales defensores de la ortodoxia cristiana de la Iglesia primitiva. El costo de esa defensa fue ser exiliado cinco veces por cuatro emperadores diferentes. De sus 45 años, pasó 17 en el destierro. Finalmente, la ortodoxia triunfó, pero no solo gracias a su obra: un grupo de tres teólogos, Basilio de Cesarea (330-379), Gregorio de Nisa (335-400), y Gregorio Nacianceno (329-390), hoy conocidos como los capadocios, también fueron fundamentales para la consolidación y unificación doctrinal de la Iglesia. A través de sus sermones, cartas, tratados y alianzas, lograron consolidar la doctrina de que el Padre compartía sustancia con el Hijo.

Esas defensas se complementaron con el profundo trabajo de Atanasio sobre la deidad y la encarnación de Cristo. Gracias a su labor y a la de los capadocios, la ortodoxia tuvo el camino pavimentado: las herejías serían condenadas por la Iglesia y los escritos de Atanasio se convertirían en pieza clave de la doctrina.
La precisión del pensamiento de Atanasio, su gran energía para defender sus convicciones y la amplitud de su comprensión teológica, lo hacen uno de los personajes más importantes de la historia de la Iglesia. “El noble campeón de Cristo” y “Atanasio contra el mundo” son dos apelativos que resumen mucho lo que fue e hizo durante su ministerio. Alguna vez Atanasio dijo: “considerando que esta contienda es por nuestro todo (...) hagamos nuestro máximo objetivo el guardar lo que hemos recibido”. Tal vez esta es la cita que mejor resume la lucha de toda su vida.
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