Nunca la función del personal médico en el mundo había sido tan esencial para preservar la vida de millones de personas. Desde que el pasado 11 de marzo la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el brote de COVID-19 como una pandemia, los médicos, enfermeros y demás oficios relacionados con la atención en salud se han convertido en los héroes en medio de la crisis.
Cada uno de ellos ha puesto en riesgo su vida para salvar la de muchos otros, actos que han sido valorados por el mundo y agradecidos a través de eventos únicos. A mediados de marzo, 18 ciudades de China, epicentro del coronavirus, encendieron más de 50 mil pantallas para agradecerle a sus médicos la gallardía y pasión para servir.
Sin embargo, muchos médicos han tenido que afrontar la discriminación por ser el grupo de personas que mayor contacto tienen con casos positivos de coronavirus, tal y como lo vivió el doctor Edward Chew, profesional encargado de la sala de emergencias del gran hospital de Manhattan, en New York, epicentro del virus en Estados Unidos. El médico contó a la BBC de Londres que ha sido tratado de manera indiferente por causa de su profesión, aún más por ser asiático-americano. Ha sido acosado en la calle, e incluso varios pacientes han pedido ser atendidos por otro doctor.
En vista de todas las victorias y retos que vive a diario el personal de salud en el mundo, decidimos conocer cómo es la vida de una serie de hermanos en Cristo que laboran en el área de la salud y que han tenido que afrontar la pandemia de una manera inimaginable. Conocimos las enseñanzas que Dios les ha dado a través de su oficio, cómo han servido al Señor y las experiencias más significativas en medio de la crisis.
Sirviendo a Dios en una epidemia
Sue Georgeen Gordon Pomare, una joven médica al servicio de Javesalud, una fundación de la Universidad Pontificia Javeriana, en Bogotá, Colombia, cree que Dios le ha permitido ser una voz de esperanza para ellos a través de la predicación del evangelio en medio de todo el caos y la ansiedad que viven sus compañeros. Todos los retos que ha traído la pandemia al personal de salud, el reinventarse en el ejercicio de sus funciones, las mayores exigencias en sus labores y los turnos por encima de lo habitual ha hecho que cada uno de los funcionarios médicos se sientan sin esperanza, abatidos y al borde de la locura.
Una de mis compañeras (…) estaba angustiada y su familia la estaba casi que cuartando para renunciar porque se iba a contagiar. Yo le decía “debes aprender a vivir este día como tu ultimo día. No estés corriendo”. (…) Ella estaba asombrada y me decía en llantos: yo no entiendo usted porqué está tan tranquila. Yo no entiendo usted por qué no está angustiada corriendo. Yo le decía “yo puedo estar tranquila porque sé a quién he creído”.
Sue también nos contaba: “Dios me ha llevado a preguntarme, ¿cómo puedo utilizar esto que me ha permitido ser para mostrarlo a él? O ¿cómo puedo utilizar lo que Dios me ha dado para bendecir a otros o mostrar su santidad?”. Cada una de estas preguntas ha sido resuelta en medio de la pandemia: apoyando al necesitado, sirviendo con sus conocimientos en el tratamiento de los pacientes y confiando en la soberanía de Dios.
Por su parte Patricia Cañizares Aguirre, enfermera del Hospital Virgen del Valle en la Ciudad de Toledo, España, fue reubicada en un hospital geriátrico a causa de la emergencia. Por más de dos meses tuvo una carrera contrarreloj para intentar preservar la vida de los ancianos. Las primeras semanas eran jornadas maratonianas, donde sus esfuerzos para salvar vidas no daban frutos y donde el miedo y la muerte inundaban cada rincón del centro asistencial. En palabras de la enfermera Aguirre:
Toma especial relevancia en este tiempo, el papel de la enfermería cristiana en la atención al cuidado espiritual del ser humano, entendido éste como la atención de una necesidad básica del paciente y por tanto requiere que los profesionales de la salud la abordemos y tratemos en nuestra labor asistencial. Creo que donde más he podido ser sal y luz ha sido entre mis compañeros, que tan desbordados se han sentido en esta situación y que tan necesitados de atención del alma han estado.
El testimonio de Patricia tiene otra cara. Su esposo, Carlos Fumero, y su familia tuvieron que separarse de ella por 70 días para evitar un posible contagio. Fueron bendecidos por una familia que puso a su disposición un apartamento en el centro de la ciudad para que ella se hospedara durante la crisis. Mientras tanto Carlos servía a su comunidad de por los menos 200 vecinos con obras menores como ir a hacer las compras de los más ancianos y la limpieza de ascensores y bloques de su conjunto residencial.
Ya en Semana Santa, después de haberse ganado la confianza de sus vecinos, pudo predicar el evangelio y llevar esperanza. Ha creado un videoblog para brindar ayuda espiritual y psicológica a las personas afectadas por la emergencia, y ha podido ayudar a decenas de iglesias en las transmisiones online de sus servicios de culto. Todas estas oportunidades de servir a sus vecinos llegaron cuando tuvo que alejarse de su esposa. Así es la soberanía de Dios.
Enseñanzas del evangelio y la muerte
Miguel Núñez, médico infectólogo y pastor de la Iglesia Bíblica Internacional en Santo Domingo, República Dominicana, cree que Dios le ha mostrado la importancia de tener un corazón compasivo que esté dispuesto a tomarse los riesgos necesarios para ministrar a otros. Eso es lo que la iglesia ha hecho en pandemias anteriores: servir de ‘punta de lanza’ para aquellos que se encuentran en necesidad de atención, a expensas de sus propias vidas.
El doctor Núñez ha podido ver en los pacientes contagiados con COVID-19, el temor que afrontan por la posibilidad de morir. En este escenario, Dios le ha permitido brindar esperanza y hablar de la necesidad que tiene el hombre de pensar en la eternidad. Él les habla sobre
…cómo se llega a la presencia de Dios y como no se llega allí, de forma que puedan entender claramente que la manera como han vivido no es una que garantiza la presencia de Dios. Quizás ellos habían pensado que simplemente se lograba con llegar allí [la eternidad] y balancear sus buenas obras y sus malas obras, esperanzados que las buenas pesarán más que las malas. Pero en realidad no es así como la Biblia declara que la salvación se obtiene.
También la enfermera Patricia Cañizares expresó:
He aprendido acerca de la vulnerabilidad del ser humano, y que hay un momento en la vida donde nos presentaremos a solas con Dios. Esta pandemia ha hecho que los pacientes hayan tenido que pasar la enfermedad en soledad, sin familia ni amigos y sin la posibilidad de que el personal estuviera pasando a sus habitaciones por la falta de medios y el riesgo de contagio. Por eso tenemos que ser conscientes de que esa soledad que enfrentamos todos los seres humanos nos lleva directamente a confrontar nuestra vida con la necesidad de un Salvador, y es allí donde el evangelio cobra sentido.
La psicóloga Carolina Camargo, quien también ha tratado a pacientes con coronavirus y sus familiares, ha podido recordar que esta vida es solo una preparación para la eternidad.
…en la cotidianidad que vivía antes de que todo esto sucediera, no lo tenía presente con frecuencia. Aunque ha sido difícil ver el sufrimiento de pacientes y familiares, el evangelio me ha dado esperanza, recordándome que así sea que muramos o vivamos, del Señor somos. Romanos 14:8 ha cobrado más sentido para mí en estos días.
Sue Georgeen afirma con convicción:
Si hoy yo me contagio o me muero, sé en dónde está mi esperanza. (…) Si debo morirme, yo sé para dónde voy. (…) El Señor nos a estar reconociendo que Él es Dios. Nos llama a estar quietos y no a estar corriendo detrás de una vacuna milagrosa.
Estos médicos han podido fortalecer su esperanza en el Creador al pensar que la muerte puede llegar durante el ejercicio de sus funciones. Según el periódico el Tiempo1, por lo menos 1098 profesionales de la salud en Colombia han contraído el coronavirus hasta el momento, de los cuales 11 han perdido la vida. Pero el personal médico cristiano sabe en dónde está su paz.
Esperanza en medio del dolor
Una de las experiencias más significativas que Sue Georgeen ha vivido como médica en esta crisis ha sido el tratar a un anciano de 80 años positivo para COVID-19. Ninguno de sus compañeros le daba esperanza de vida, pero Dios usó sus palabras para recordarles que Él es el dueño de la vida y quien decide sobre nuestro futuro. Para sorpresa del cuerpo médico y a pesar de todas las complicaciones que presentaba, logró vencer el virus y hoy se encuentra en su hogar totalmente recuperado. Si bien la Biblia no promete absoluta sanidad física, sí nos dice que Dios tiene el poder de sanar y que nos promete una salud espiritual completa en Cristo.
Carolina Camargo tuvo que explicarle al esposo de una paciente fallecida por COVID-19 que no podría despedirse de su esposa, pues por protocolos de salubridad debía ser cremada en el menor tiempo posible.
Tuve que verlo llorar sin poder acercarme a darle un apretón de manos o poner mi mano sobre su hombro porque debía mantener distancia para disminuir el riesgo. Luego de mostrarme tranquila ante él me fui al baño a llorar y recuerdo que lo único que dije fue: Dios ayúdame, esto me supera; ha sido lo más difícil hasta ahora. Pero después de esa pequeña oración pude enfrentar la situación con una visión menos catastrófica.
En medio del caos que vivía la mayoría de los pacientes geriátricos en el hospital de Toledo, España, la enfermera Patricia Cañizares testifica que le impactó mucho una anciana que tenía serenidad en su mirada. Aunque estaba totalmente desorientada, no paraba de cantar alabanzas y repetir rezos y oraciones:
…alguien me dijo que era una monjita y no sé si era así. Lo que sí sé es que tenía la marca de alguien que conocía a Jesús y tenía una paz que sobrepasa todo entendimiento; que permanece aún en medio del caos y la crisis que la rodeaba. Esa es la huella que quiero que Cristo deje en mi vida también. Es la mejor medicina que cualquier paciente puede recibir.
El pastor Miguel Núñez narró una de sus experiencias más alentadoras en medio de la pandemia. Antes de llegar el COVID-19 a República Dominicana, él atendió a una persona de aproximadamente 80 años, con un cuadro infeccioso común y corriente. En esa primera cita establecieron un contacto que siguió abierto para conversar sobre temas espirituales. Sin embargo, un mes después volvió a atenderlo, pero esta vez como positivo para Covid-19.
Esta era la oportunidad. Conociendo su edad y los riesgos que él tenía de que quizá no sobreviviera, comenzamos a hablar precisamente de la necesidad que él tenía de encontrarse con Dios. Él afirmaba y creía que ciertamente estaba en paz con Dios. Me decía una y otra vez: estoy en paz, estoy muy tranquilo. Le hablé de la necesidad de reconciliación con el Dios que lo creó.
La conversación culminó con la presentación por parte del pastor del evangelio de nuestro Señor Jesucristo quien, a través de su sacrificio, libra al ser humano del yugo del pecado y le da el arrepentimiento y la fe, la salvación de sus almas y la entrada a la vida eterna.
Al día siguiente el anciano, habiendo entendido el evangelio, decidió confesar sus pecados y entregar su vida a Jesucristo. Este paciente tuvo que ser trasladado a otro centro asistencial. El médico Núñez termina expresando lo siguiente:
No lo volví a ver porque lamentablemente perdió su vida como fruto del virus. Sin embargo, me queda la tranquilidad y la esperanza de que nos volveremos a ver y que podremos hablar de que el COVID-19 fue la razón por la que Dios nos juntó para que él pudiera tener salvación.
1 Nota del tiempo disponible en: https://www.eltiempo.com/salud/van-1-098-casos-confirmados-de-covid-19-en-trabajadores-de-la-salud-502802.
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