Ha habido ocho desde el momento de mayor esplendor del Imperio Bizantino hasta hoy, contando la del coronavirus. La última vez que el mundo había sufrido una fue hace aproximadamente 40 años. Si bien estos eventos parecen repentinos y dignos de temer, la historiadora Guiomar Huguet Pané asegura que son más comunes de lo que pensamos, especialmente desde que la humanidad empezó a organizarse en sociedades y núcleos de personas.
Sin embargo, no por eso las pandemias han sido irrelevantes, todo lo contrario: han alterado y transformado el tiempo y los grupos sociales en los que cada una ha surgido. De ahí la importancia de evaluar cómo está la iglesia hoy, tres años después de la enfermedad epidémica que más recientemente tocó al mundo.
He aquí los hechos conocidos por la mayoría: hace cuatro años ya, en la provincia de Hubei, China, se reportaron los primeros casos de lo que hoy conocemos como COVID-19, una enfermedad que para entonces era desconocida, y que se caracterizó por causar neumonía e insuficiencia respiratoria. En ese momento, no se sabía con certeza qué era ni cómo avanzaba, pero la Organización Mundial de la Salud (OMS), dos meses después del reporte de los primeros casos, la nombró COVID-19 o enfermedad del coronavirus. Un mes después, luego de que el virus se esparciera hasta Europa –según la revista de la Sociedad Española de Medicina Intensiva–, el 11 de marzo de 2020, se declaró la pandemia.
Si bien hay una idea general de lo que sucedió, reportes e investigaciones de firmas como Barna, ChurchSalary y Lifeway Research dejan ver que los impactos de la emergencia sanitaria por el coronavirus todavía están siendo reconocidos. Según El impacto del COVID-19 sobre la iglesia americana, un estudio reciente de ChurchSalary, esta situación logró tocar casi todas las instituciones de los Estados Unidos, y la iglesia cristiana no es la excepción. También expuso que, a pesar de que para muchos esta historia puede ser obsoleta e indigna de discusión, aún hay personas dentro de las iglesias norteamericanas lidiando con sus secuelas.
La investigación publicada por Church Salary, firma de Christianity Today, expuso que, aunque cada iglesia en Estados Unidos tiene su propia narrativa acerca de la pandemia por cómo la vivió y experimentó, hay algunos temas en común que entre la mayoría son indiscutibles. Es decir, a pesar de los diversos contextos, hubo varios puntos en común en la mayoría de historias: el dolor por la pérdida de la presencialidad, la necesidad de adaptación para sobrevivir, el COVID-19 como el gran revelador de lo que había debajo de la superficie, las variaciones en la asistencia y generosidad, el gran cambio en el uso de la tecnología, la iglesia fuera de las paredes, la polarización política, la crisis del liderazgo eclesial y, por último, historias de esperanza en medio de la crisis.
Dolor por la pérdida de la presencialidad
Independientemente de su ubicación geográfica y situación, la gran mayoría de las personas en Estados Unidos experimentaron “la incapacidad de practicar la presencia: abrazar, estrechar la mano, dar palmaditas en los hombros…”, afirmó la investigación. Esta pérdida tocó a las congregaciones en general, pero de manera especial, a sus líderes, pues la limitación del contacto físico generó una crisis existencial para muchos pastores en Estados Unidos. Junto con todo esto vino la urgencia de la adaptación.
Las iglesias no sabían cómo sortear los múltiples asuntos que demandaban los gobiernos locales, pues la orden de los encierros o “cuarentenas” fue inmediata y las restricciones entraron en juego casi de manera instantánea. Un domingo las personas hicieron su vida regular y al siguiente la iglesia estaba cerrada. Meses después, y según afirma el estudio, para reabrir las puertas de las congregaciones solo había dos opciones: intentar volver con una nueva normalidad (tapabocas, distanciamiento, entre otros), o adaptar el modelo de ministerio a un mundo cambiado.
El gran revelador
La pérdida de la presencialidad, la urgencia de adaptación, el temor y los abundantes cambios ocasionaron, además, grandes fracturas, abandonos y daños en las iglesias, los cuales dejaron entrever una realidad que, según el estudio de ChurchSalary, no fue causada por la pandemia en sí misma, sino que ya estaba presente antes de marzo de 2020. Los autores del estudio llamaron al COVID-19 “El gran revelador”, es decir, el peso, la prueba o la fricción que dejó ver que la estructura que lo soportaba estaba llena de grietas y defectos.
Ellos identificaron, además, cuatro fallas principales que generaron quebrantos en los cimientos de la iglesia norteamericana. El primero fue la profundidad de la polarización política e inmadurez espiritual. El segundo fue la fragilidad del papel pastoral, la cual expuso la necesidad de capacitación y apoyo. El tercero, la ineficiencia y el despilfarro en programas y procedimientos que llenaban los calendarios de las iglesias. Finalmente, el cuarto fue la presencia de resiliencia o debilidad dentro de muchas congregaciones (a menudo en forma de patrones de asistencia, generosidad y voluntariado).
Luego de que las carencias y fisuras de muchas iglesias fueron expuestas por la pandemia del Coronavirus, los cambios en la asistencia y la generosidad se hicieron evidentes. El estudio afirma que no hubo una misma realidad para todas las congregaciones norteamericanas, algunas experimentaron crecimiento, otras estabilidad, y unas más pérdidas. Asimismo, ciertas comunidades cristianas ya venían incursionando en la transmisión de sus servicios dominicales en vivo antes de la pandemia y otras no. Pero la realidad es que, a pesar de encontrarse en un país avanzado como Estados Unidos, el porcentaje que activamente transmitía su servicio de adoración completo, según el estudio, era bajo.
Antes de marzo de 2020, sólo el 8 % de las iglesias de nuestra encuesta ofrecían una experiencia de servicio de adoración completamente en línea que incluía música, anuncios, entre otros (en lugar de simplemente compartir el sermón en línea). En un período muy corto de tiempo, el número de iglesias que ofrecían servicios de adoración totalmente en línea aumentó al 40 %. En última instancia, durante nuestras entrevistas y grupos focales, 4 de cada 5 pastores (80 %) reportaron que su iglesia ahora ofrecía servicios en línea cada fin de semana y continuaría haciéndolo en el futuro.
Algunas congregaciones se maravillaron ante los beneficios y virtudes de no perder el contacto con los hermanos, la predicación de la palabra de Dios o la adoración congregacional. Sin embargo, a medida que el cambio tecnológico se asienta como algo propio de la realidad eclesial actual, ya no se habla acerca de las virtudes de esta sino de sus impactos, pues algunas personas que asisten virtualmente aún no regresan al edificio. Según el estudio, “esto plantea dudas sobre si los asistentes en línea realmente cuentan como creyentes o si es mejor etiquetarlos como consumidores o espectadores”.
Por obvias razones, con este crecimiento del uso de la tecnología también crecieron las reuniones fuera de las paredes de la iglesia. Como se explica en el estudio, “las formas familiares de hacer ministerio y cuidado congregacional que dependían de que los miembros entraran dentro de las cuatro paredes de la iglesia se derrumbaron durante la crisis de COVID-19”. Esto movió a algunas comunidades a hacer reuniones pequeñas en casas para tener comunión, orar, y estudiar la Palabra de Dios. El ministerio fuera de las paredes también se dio de forma virtual, al llegar a cada hogar por medio de plataformas de videotelefonía y streaming.
Polarización
Todos estos cambios pudieron sortearse relativamente bien para muchos, y hubo una solución parcial con la tecnología y las reuniones fuera de las paredes de la iglesia. A pesar de eso, en muchas comunidades surgió una polarización política que, según el estudio, dañó y destruyó muchas congregaciones en Estados Unidos.
La pandemia colocó a los pastores en una situación imposible (...) las líneas de batalla de la Guerra Cultural cambiaron aún más para incluir literalmente todo. Esto dejó poco o ningún terreno medio para que los pastores lo ocuparan. Y para empeorar las cosas, cada cambio en las medidas y restricciones de salud pandémicas obligó a los líderes pastorales a tomar otras decisiones controvertidas, incluso no tomar una decisión era polarizante.
El estudio incluso creó cinco perfiles que se ajustaban a las reacciones generales que las congregaciones tuvieron con respecto a las medidas sanitarias pandémicas: extremadamente positivo, positivo mixto, mayoritariamente neutral, mixto negativo y extremadamente negativo.
Si bien la mayoría de las reacciones congregacionales cayeron en las categorías extremadamente positiva (25,3 %) o positiva mixta (41,4 %), la realidad es que sólo el 38,8 % de las congregaciones reaccionaron de manera “unificada” o no polarizada. Lo que significa que el 61,2 % de todas las congregaciones experimentaron algún tipo de polarización (ya sea mixta positiva o mixta negativa).
Uno de los pastores encuestados durante el estudio, a quien no citaron con nombre propio para reservar su identidad, afirmó: “Como iglesia multicultural, multigeneracional y políticamente mixta, era imposible brindar experiencias de ministerio y adoración que satisficieran las necesidades y atendieran las convicciones de todos. Como resultado, perdimos a mucha gente”.
Liderazgo a prueba
Junto con los desafíos mencionados anteriormente, también surgió dentro de las iglesias en Estados Unidos una crisis en el liderazgo pastoral que se vio reflejada en renuncias, jubilaciones, despidos, expulsiones, luchas internas y desmoronamiento. Si bien los datos no indican que la pandemia haya generado una gran ola de renuncias, según el estudio, sí se considera que se exacerbaron tres tendencias:
- Pastores de la generación de los Baby Boomers continúan jubilándose y saliendo del pastorado creando un nivel histórico de rotación.
- Los líderes de la Generación X y los millennials están haciendo una transición a otras carreras o dejando el ministerio.
- Menos candidatos jóvenes están ingresando al ministerio vocacional, especialmente a través del seminario.
Belleza entre cenizas
Por último, a pesar de que estos temas tocaron a la gran mayoría de congregaciones, el estudio afirma que hay historias de esperanza y belleza que han surgido de las cenizas. Aunque la mayoría de las iglesias en Estados Unidos lucharon, sufrieron daño y dolor, pudieron sobreponerse e incluso evitar el fracaso. En el estudio, Ebonie Davis afirmó:
Frente a todo lo que soportó la iglesia, las historias de belleza entre las cenizas se mantuvieron constantes a lo largo de nuestras entrevistas con pastores y líderes. Fue un recordatorio tangible de que para las personas de fe siempre hay esperanza, sin importar las circunstancias. A través de grupos focales, entrevistas, estudios de casos comunitarios y respuestas a encuestas, los pastores señalaron una serie de bendiciones inesperadas que no habrían ocurrido si no hubieran soportado la adversidad de la pandemia. Además de cultivar una nueva unidad en muchas congregaciones de iglesias locales, la pandemia también reveló el carácter de muchas iglesias, ya sea resaltando una belleza que fácilmente se da por sentada o proporcionando el fuego refinador que transformó a las congregaciones en una imagen más parecida a la de Cristo. Para algunos, la pausa pandémica permitió un respiro y que el Espíritu Santo tomara el control.
A continuación compartimos algunos testimonios pastorales de lo que sucedió:
Algunos pastores encontraron belleza en la unidad inesperada, cuando las diferencias ideológicas en los asientos de sus iglesias no resultaron ser la alteración que anticiparon. Un encuestado comentó:
Lo más extraordinario fue el espíritu general de paz que existía en nuestra congregación. En general, la gente de nuestra congregación era muy respetuosa con los diferentes puntos de vista y sensibilidades de otras personas hacia niveles de comodidad con respecto al distanciamiento social, y si usar o no mascarilla.
Otro pastor abrazó las consecuencias cuando un querido director musical se fue debido a un desacuerdo sobre la decisión de la iglesia de implementar el enmascaramiento y el distanciamiento social. Cuando las consecuencias nunca se materializaron y la iglesia se mantuvo unida, con una unidad del tipo de Efesios 4:2-3, el pastor estuvo convencido de que el Espíritu Santo estaba obrando.
El desafío era ver [el Covid] como un medio para mantener a toda la familia como una, unida, y no permitir que nos separara. Al final nuestro organista/director del coro abandonó la iglesia. Lo extraordinario fue que la familia de la fe se unió de una manera que sólo puede atribuirse a la obra del Espíritu Santo. ¡Todos cumplieron con el uso de máscaras y el distanciamiento social y cantaron a capella! Lloro al recordarlo. Nadie más se fue a pesar de que el organista y director del coro era muy querido: 30 años de servicio. En cambio, la familia se unió para apoyarse unos a otros y darse alabanza y honor dentro de las pautas. Permitió que aquellos con sistemas inmunológicos comprometidos asistieran al culto con menos miedo y ansiedad. Entonces, lo que era más desafiante se convirtió en nuestro mayor tesoro. ¿No es eso propio de Dios?
Un pastor compartió:
Lo más desafiante fue abordar un mandato de uso de mascarillas y distanciamiento social que, según algunos, era herético. Estábamos, 'Negando la autoridad soberana de Dios al inclinarnos ante el mandato estatal y las pautas federales'.
Las lágrimas rodaron por las mejillas de otro pastor mientras relataba la dolorosa temporada de su ministerio. Se vio agravado por el dolor en su vida personal; la pérdida de un ser querido que murió inesperadamente y el agotamiento por lidiar con las tareas en constante cambio que surgieron durante la pandemia.
El deseo de nuestro corazón era simplemente mostrar gracia para el lugar donde se encontraban las personas, con el espacio que necesitaban y honrarnos unos a otros. Hablamos ese lenguaje: “Mostramos gracia hacia el lugar donde se encuentran las personas”. Nuestra esperanza, [nuestro] objetivo era..., simplemente amemos a las personas, incluso si nuestra visión es diferente. Y luego realmente respetamos el protocolo, y la gente lo cumplió, y si no se sentían cómodos o no lo respetaban, simplemente decidían quedarse lejos; y lo honramos. Teníamos puntos de control, pero no hicimos que fuera extraño o incómodo para la posición de la gente. (...) Cuando dejas que las cuestiones raciales o políticas del Covid te dividan y te hagan tomar partido, presionas a la gente para que tome partido; ese no es el reino de Dios, ese es el reino del mundo…
Para otro ministro, las consecuencias de lealtades desalineadas disminuyeron seriamente el testimonio de la iglesia en la comunidad. Al respecto dijo:
Mi familia y yo hemos pasado por el momento más insoportable con nuestra... iglesia en los últimos dos años. Fue una ruina horrible y trágica para una iglesia centrada en la Biblia. Todos los días vivimos con el impacto. Las teorías de la conspiración sacudieron nuestra iglesia y socavaron nuestra capacidad de ser sal y luz durante una época oscura. Nuestra iglesia se ha convertido en un hedor para nuestro pueblo.
Las congregaciones, según el estudio, donde los líderes y miembros pudieron unirse en Cristo, salirse de sí mismos y las paredes de su iglesia, pudieron sobrevivir y prosperar. Por el contrario, aquellas comunidades donde pelearon los unos con los otros, politizaron cada decisión y opinión y se rehusaron a adaptarse, se dividieron, lucharon e incluso cerraron sus puertas. “La línea entre iglesias sanas y enfermas no se trazó entre las iglesias de los Estados Azules y los Rojos, sino entre aquellas congregaciones que eran fieles, unidas y humildes versus aquellas que estaban fracturadas, rebeldes y contenciosas”.
La investigación indica que al menos seis de los nueve temas comunes mencionados están débilmente correlacionados con un cambio negativo en la asistencia y la generosidad. En otras palabras, las iglesias que no lograron navegar de manera segura y positiva los temas comunes que intersecaron casi todas las historias, tenían más probabilidades de experimentar también una disminución en dichos aspectos.
Balance actual
Ahora, años después, y con la ayuda de los estudios mencionados logramos hacernos una imagen más clara de lo que ocurrió en Estados Unidos, lo cual también hace eco de las realidades en Latinoamérica. Sin embargo, las secuelas aún no terminan de asentarse. Según LifeWay Research, el 100 % de las iglesias norteamericanas se reunieron presencialmente en agosto de 2023, pero no todas las personas han regresado a la presencialidad.
Según este estudio —realizado entre agosto y septiembre del presente año (2023), y con 1004 pastores de iglesias protestantes entrevistados telefónicamente—, 9 de cada 10 asistentes han regresado a los servicios de adoración presencial. Si bien es un buen número de retorno, pastores como Paul Seay, de una iglesia metodista en Virginia, Estados Unidos, y entrevistado por Christianity Today, aún se preguntan “¿qué pasó con las personas que nunca regresaron?”.
Su duda, en teoría, podría ser respondida con algunos de los datos arrojados por los estudios mencionados anteriormente que nos hablan de las múltiples y complejas variaciones en la asistencia a las iglesias. Sin embargo, para algunas congregaciones, la ausencia de ciertas personas sigue siendo un misterio. Algunos asistentes desaparecieron, otros siguen siendo un número visible, pero ya no dentro del edificio sino en las visualizaciones de YouTube. Este fue el caso particular, por ejemplo, de algunas personas que asistían a la iglesia El Redil de El Poblado, en Medellín, Colombia. Según uno de sus pastores, Federico Galeano, el nivel de individualismo y comodidad se convirtió en una lucha mayor después de la pandemia.
En nuestro último retiro pastoral tuvimos la oportunidad de evaluar nuestra membresía en cuanto a ovejas saludables, débiles, perdidas, descarriadas y casos especiales. Allí pudimos ver que el 29 % de nuestra iglesia todavía es débil, en el sentido de que son personas que quizás vienen regularmente a la iglesia, pero no están involucradas en la vida en comunidad. Generalmente tienen pensamientos del tipo “llego a la iglesia porque es mi espacio religioso y es mi fe”, pero no pasan de ahí. Su individualismo también se ve reflejado en el hecho de que llevan años asistiendo a la congregación, incluso a grupos pequeños (estudio bíblico), pero no son miembros porque simplemente quieren sacar beneficios y vivir sus vidas como bien les parece. Para ellos, la iglesia tiene que ver con aquello que les sirve. Gran parte de los casos simplemente quieren vivir la fe a su manera sin estar unidos y sometidos realmente a un cuerpo local.
Este tipo de visión acerca de la iglesia es común, y es quizás, una de las razones por las que muchos aún no regresan a la iglesia de manera presencial, sino que siguen siendo “beneficiados” con YouTube o cualquier otra plataforma de streaming que provee la comunidad. Su comportamiento está relacionado con el entendimiento que tienen acerca de qué es exactamente la iglesia y cómo encajan en ella.
No obstante, a pesar de que algunas comunidades lucharon con el individualismo y la comodidad de sus miembros y asistentes, las iglesias después de la pandemia, tanto en Estados Unidos como en algunos casos particulares de América Latina, han crecido. De acuerdo con la investigación de Lifeway Research, para el caso de las comunidades en el país del Tío Sam, “en enero de 2021, el 2 % de las iglesias informaron un aumento en la asistencia a los servicios de adoración en comparación con antes de COVID-19. Eso creció al 9 % en agosto de 2021, al 17 % el año pasado y al 23 % hoy”. En el caso de comunidades como Iglesia Reforma en Guatemala, a pesar de haber cerrado sus servicios presenciales durante ocho meses aproximadamente, hoy ven un crecimiento en su membresía del 159 %.
Pero el crecimiento no se detiene ahí. Según el reporte Haciendo espacio para la comunidad: por qué el diseño de la iglesia es importante en el ministerio, de la firma Barna en asociación con Aspen Group, siete de cada diez cristianos consideran que construir una comunidad es más significativo en persona. Barna pidió a los encuestados que indicaran si una variedad de actividades específicas de una iglesia o ministerio son más significativas en persona o en línea, a lo que la respuesta del estudio fue: “los cristianos favorecen abrumadoramente las interacciones en persona”.
Debido a las crecientes opciones de iglesias con transmisiones en vivo e incluso comunidades enteramente virtuales, tanto las iglesias como los creyentes han tenido que reevaluar el valor y el propósito de la presencialidad y la respuesta, nuevamente, según los datos arrojados por el informe, son claros. Ante la pregunta “¿importa en algo el edificio de la iglesia?” La mayoría de los cristianos respondieron: Sí, no hay ninguna duda.
A pesar de que la mayoría de las iglesias decrecieron durante la pandemia —según el artículo Se establece una nueva normalidad para las iglesias después de la pandemia de Lifeway Research— los tiempos turbulentos han pasado. Algunas de las comunidades reportan hoy estabilidad e incluso crecimiento, junto con la convicción, según el reporte de Barna, de que la presencialidad es necesaria.
Dios ha sido fiel, una vez más, con su iglesia. Sin embargo, esto no para aquí. Sigamos estando prestos para oír, ser sensibles y preguntar por cada hermano, pastor y líder de nuestra comunidad. Acompañemos, escuchemos y oremos por lo que aún queda como secuela del COVID-19 y practiquemos “los unos a los otros” para seguir creciendo hasta la medida del varón perfecto, que es Cristo.
Por lo tanto, como pueblo escogido de Dios, santo y amado, revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia, de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes. Por encima de todo, vístanse de amor, que es el vínculo perfecto.
Que gobierne en sus corazones la paz de Cristo, a la cual fueron llamados en un solo cuerpo. Y sean agradecidos. Que habite en ustedes la palabra de Cristo con toda su riqueza: instrúyanse y aconséjense unos a otros con toda sabiduría; canten salmos, himnos y canciones espirituales a Dios, con gratitud de corazón. Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él.
Colosenses 3:12-17
Referencias y bibliografía
https://www.bbc.com/mundo/noticias-65500141
https://www.paho.org/es/noticias/6-5-2023-se-acaba-emergencia-por-pandemia-pero-covid-19-continua
https://research.lifeway.com/2023/11/14/new-normal-settles-for-churches-post-pandemic/
https://biteproject.com/la-iglesia-digital-en-tiempos-de-pandemia/
https://pages.churchsalary.com/covidstudy
https://www.churchsalary.com/help/about-us/
https://www.medintensiva.org/es-pandemia-por-covid-19-el-mayor-articulo-S0210569120301017
https://historia.nationalgeographic.com.es/a/grandes-pandemias-historia_15178
https://www.barna.com/research/in-person-over-online-church/
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