Mijaíl Gorbachov, quien fuera el último presidente de la Unión Soviética, falleció el pasado miércoles 30 de agosto en el Hospital Clínico de Moscú después de luchar contra una larga y grave enfermedad. Gorbachov fue una figura clave en la caída del comunismo soviético y en la aceptación de la libertad religiosa en la Rusia postcomunista.
Aunque se llegó a rumorar que Gorbachov se había convertido al cristianismo y se había bautizado en secreto en una visita a la tumba de San Francisco de Asís en 2008, lo cierto es que permaneció como ateo hasta el final de sus días según sus propias declaraciones. Gorbachov admitió haber estado de visita en Asís, pero no en calidad de peregrino sino como un mero turista y señaló: “Para evitar malentendidos quiero asegurar que fui y sigo siendo ateo”, no sin dejar de tildar de “fantasías” las informaciones sobre su supuesta conversión.
A pesar de su ateísmo, Gorbachov se mostró conciliador con el cristianismo en su visita a Asís y expresó “su profundo respeto” por todas las confesiones religiosas y desempeñó un papel muy importante en el renacimiento cristiano en Rusia después de la caída del comunismo.
Gorbachov fue una de las figuras políticas más relevantes del siglo XX, y sus reformas de transparencia (glásnost) y reestructuración (perestroika), sentaron las bases para la disolución del bloque soviético, el cual había sido desde finales de la Segunda Guerra Mundial, la segunda gran potencia económica y política global después de los Estados Unidos.
Desde sus inicios, la Unión Soviética se había consolidado como un estado ateo, promoviendo la visión materialista propia del marxismo y reprimiendo todo tipo de expresión religiosa, incluyendo el cristianismo ortodoxo ruso y las misiones occidentales. En este sentido, la desaparición de la Unión Soviética, en la que Gorbachov influyó notablemente, conduciría a un renacimiento del cristianismo y a la posibilidad de que el evangelio pudiera ser anunciado de nuevo en Rusia.
La presente reseña esboza un perfil de Mijaíl Gorbachov, su papel en la disolución de la Unión Soviética y el contraste entre la vida de los creyentes durante el periodo soviético y la era posterior.
¿Quién fue Mijaíl Gorbachov?
Serguéyevich Mijaíl Gorbachov, nacido en Stávropol, República Socialista de Rusia en la Unión Soviética, el 2 de marzo de 1931, fue un abogado y político ruso. En los últimos años de su carrera política se desempeñó como Secretario General del Comité del Partido Comunista de la Unión Soviética, desde 1985 hasta 1991, y como jefe de estado de la Unión Soviética, desde 1988 hasta 1991.
Gorbachov recibió el Premio Nobel de Paz en 1990 por su contribución al final de la Guerra Fría y la distensión entre las relaciones de Occidente con Rusia. Sin embargo, en la Rusia post-soviética fue considerado por muchos como un traidor y el arquitecto del “peor desastre geopolítico” en la historia moderna de Rusia.
Gorbachov comenzó su carrera política en 1945 uniéndose a la Unión Comunista de La Juventud y durante cuatro años trabajó como operario ayudante de una cosechadora, en la estación de máquinas y tractores de su localidad. En 1950 inició su carrera profesional, estudiando abogacía, en la Universidad Estatal de Moscú y en 1952 ingresó al Partido Comunista de la Unión Soviética. Hacia 1953 contrae matrimonio con Maksímovna Titarenko, una estudiante de filosofía, con quien tuvo una hija, Irina, en 1957.
La carrera política de Gorbachov inicia oficialmente en 1955, cuando es nombrado como secretario del comité del Komsomol de Stávropol (Juventud Comunista de la Unión Soviética) y del Krai de Stávropol (Región administrativa rusa). En 1970 es ascendido a Jefe del Departamento del Comité Territorial del Partido Comunista de Stávropol y en 1971 llegó a convertirse en miembro del Comité Central del Partido Comunista.
Para 1980, Gorbachov ya se había convertido en miembro del Politburó del Comité Central del Partido Comunista, siendo el político más jóven en llegar al núcleo fuerte del poder soviético, con tan solo cuarenta y nueve años.
Gorbachov al mando de la Unión Soviética
Cuando es elegido como secretario general del Partido Comunista de la URSS en 1985, Gorbachov se dio cuenta que la economía soviética estaba estancada y que una reestructuración era necesaria. Sus políticas de reformas, llamadas glásnost (transparencia) y perestroika (reconstrucción), se hicieron muy populares y adquirieron un dinamismo propio que condujo a una renovada esperanza entre las antiguas repúblicas soviéticas por el autogobierno y por un mayor poder de decisión sobre sus destinos. Eventualmente ambas políticas condujeron a la desintegración de la Unión Soviética.
La perestroika
Inicialmente la perestroika contemplaba la reestructuración económica y una mayor liberalización de las finanzas, lo cual implicaba un acercamiento a Occidente y mayores facilidades para hacer negocios. La perestroika en sí misma no proyectaba la caída del comunismo sino su reorganización y reforma. Se podría comparar así con el proceso de reformas desarrolladas en China por Deng Xiao Ping, aunque con una mayor apertura política. Este proceso preveía una mayor democracia en la toma de decisiones de la URSS, pero el país fue incapaz de asimilar plenamente todos los cambios, por lo cual la perestroika acabó con la disolución de la URSS como un estado soberano.
Glásnost
Con las políticas de glásnost, Gorbachov intentó aliviar las tensiones políticas internas y abrir puertas hacia la democratización del país: Se permitió la crítica de los funcionarios de gobierno y una mayor libertad para diseminar información. Así mismo se le restó poder al Partido Comunista dentro del sistema legal soviético. Las políticas de glásnost tuvieron un mayor impacto que la perestroika, ya que eran mucho más específicas en el intento de introducir un estado democrático, basado en la ley y las libertades civiles aseguradas, algo que estaba diametralmente en oposición a la dictadura soviética, según señaló el historiador Eric Hosbbawm.
Con la introducción de las políticas de glásnost se dieron nuevas libertades a los ciudadanos, como una mayor libertad de expresión y religión. Este fue un cambio radical, ya que el control de la palabra y la represión de las críticas por parte del gobierno había sido una parte central del sistema soviético.
Las políticas de glásnost fueron las de mayor impacto en la libertad religiosa y en el renovado dinamismo de la fe y su expresión pública.
Consecuencias inesperadas de las políticas de Gorbachov y disolución de la Unión Soviética
A pesar de las intenciones reformistas de las políticas impulsadas por Gorbachov, las políticas del glásnost y la perestroika terminaron avivando el nacionalismo en cada una de las repúblicas soviéticas, lo cual finalmente llevaría a reclamos de independencia y la disolución de la URSS.
Bajo el liderazgo de Gorbachov, el Partido Comunista de la URSS introdujo elecciones directas, formó una legislatura central y puso fin a la prohibición de los partidos políticos. Las legislaturas regionales empezaron a impulsar leyes que minaban el control del gobierno central y cada una de ellas ratificó su propia soberanía.
En 1989 Gorbachov señaló que cada uno de los países del Pacto de Varsovia, la versión soviética de la OTAN y que incluía a la URSS y a las naciones comunistas de Europa del Este, podrían cada una resolver libremente su porvenir.
El 15 de marzo de 1990, Gorbachov es elegido presidente de la Unión Soviética en el Tercer Congreso de Diputados del Pueblo. Gorbachov propone ese mismo año un nuevo Tratado de la Unión para reemplazar a la Unión Soviética con una nueva Unión de Estados Unidos Soberanos y así salvar al país de la crisis. Pero a pesar de los resultados favorables en el referendo de la Unión Soviética de 1991 que contemplaba conservar la URSS como un estado federado de naciones, Ucrania y Armenia, entre otras repúblicas, exigen su independencia plena.
El 12 de junio de 1990, el Congreso de Diputados del Pueblo de Rusia aprobó la Declaración de Soberanía Estatal de Rusia y el 16 de julio la Rada Suprema de Ucrania aprobó la declaración de independencia de Ucrania. En 1991 otras repúblicas socialistas soviéticas declararon su independencia y se constituyeron como naciones.
En medio de las reformas ejecutadas por Gorbachov y que minaban el poder del Partido Comunista, un grupo de miembros del Comité de Seguridad Central del Estado y del Partido Comunista liderados por Vladimir Kryuchkov, intentaron un golpe de estado para derrocar a Gorbachov y volver a establecer el antiguo régimen en 1991. El golpe de estado fue frustrado por múltiples protestas impulsadas por Boris Yelstin, quien luego sería presidente de Rusia. La intentona de golpe aumentó el temor a que las reformas democráticas fueran revertidas y llevó a que la mayoría de repúblicas soviéticas empezaran a declarar su independencia absoluta.
En julio de 1990 Boris Yeltsin renunció al Partido Comunista y se presentó como independiente a las elecciones presidenciales de la República de Rusia. Yelstin se convirtió en el primer presidente de una Rusia democrática.
Efectos de la desintegración de la Unión Soviética sobre la libertad religiosa
Religión en la Unión Soviética
La Unión Soviética fue oficialmente un estado ateísta desde 1922 hasta su disolución en 1991. Esto implicaba no solamente que el estado no tenía una creencia religiosa sino que además animaba a sus ciudadanos a no tener ninguna. Sin embargo, varios analistas e historiadores como Yuval Noah Harari y el británico John Gray critican esta visión. Para estos pensadores el comunismo soviético, al igual que el liberalismo americano, son nuevas religiones y proyectos culturales que intentan reemplazar al cristianismo con sus propias visiones del mundo. En este sentido, en lugar de afirmar que la Unión Soviética no tuvo religión, deberíamos afirmar que reemplazó a la religión cristiana por la religión laica del comunismo.
Pero a pesar de que oficialmente la URSS era un estado ateo, varias fuentes (tanto soviéticas como occidentales) señalan que más de un tercio de la población profesaba alguna creencia religiosa convencional.
El cristianismo y el Islam tenían la mayoría de los creyentes. La mayoría de los cristianos eran ortodoxos, pero también había católicos, bautistas y miembros de otras denominaciones protestantes. La mayoría de los creyentes islámicos eran suníes y el judaísmo también tenía muchos seguidores.
Política soviética hacia la religión
La política soviética hacia la religión se basaba en la ideología marxista-leninista, lo cual hizo que el ateísmo fuera la doctrina oficial del Partido Comunista.
Como fundador de la URSS, Vladímir Lenin escribió:
La religión es el opio del pueblo: esta frase de Marx es la piedra angular de toda ideología del marxismo sobre la religión. Todas las religiones e iglesias modernas, y todo tipo de organizaciones religiosas son siempre consideradas por el marxismo como los órganos de la reacción burguesa, utilizados para la protección de la explotación y la estupefacción de la clase obrera.
Así, en términos generales, Lenin consideraba que la religión era una herramienta ideológica de los grupos dominantes y que servía para perpetuar la explotación de las clases sociales inferiores.
Por estas razones, el marxismo-leninismo abogó por la supresión y, finalmente, la desaparición de todas las creencias religiosas, por considerar que son “poco científicas” y “supersticiosas”. En los años 1920 y 1930, organizaciones como La Liga de los Militantes sin Dios estaban activos en su propaganda anti-religiosa en toda la Unión Soviética. El ateísmo era la norma en las escuelas, en las organizaciones comunistas y en los medios de comunicación.
Sin embargo, los esfuerzos del estado por erradicar la religión variaron con los años y dependiendo de cada religión. Así, no era de extrañar que mientras a largo plazo se buscaba la erradicación de la religión, en la práctica se apoyaban a algunas religiones en ciertos ámbitos locales y en detrimento de otras.
En cuanto al cristianismo ortodoxo, en muchas ocasiones las autoridades soviéticas intentaron controlar a la iglesia y en tiempos de crisis nacional, buscaron explotarla con fines al servicio del régimen. Pero su objetivo final era eliminar a la iglesia.
Durante los primeros cinco años de poder soviético, los bolcheviques ejecutaron a 28 obispos ortodoxos de Rusia y a más de 1 200 sacerdotes. Muchos otros fueron encarcelados o exiliados. Los creyentes fueron acosados y perseguidos. Se cerraron la mayoría de los seminarios y la publicación de material religioso estaba prohibida. En 1941, solo 500 iglesias permanecían abiertas de las aproximadamente 5 400 existentes antes de la Primera Guerra Mundial.
Muchas de las redadas contra la iglesia contaban con el apoyo popular debido a la insatisfacción de la población por la vinculación entre la iglesia y el estado en el régimen pre-revolucionario. Esta convivencia entre los líderes religiosos y los zares dio lugar a una percepción de la iglesia como una institución corrupta y codiciosa.
Muchos campesinos, si bien se consideraban a sí mismos cristianos, no veían a la iglesia institucional con buenos ojos. Dado que la iglesia poseía amplias tierras y propiedades, fue el objeto directo del ataque del régimen en su afán de colectivizar la propiedad luego de la revolución rusa de 1917.
Persecución de las confesiones cristianas no ortodoxas en la Rusia soviética
Dado que el número de católicos era muy pequeño en Rusia, su represión no significó grandes esfuerzos para los bolcheviques. En la década de los treinta, las comunidades católicas prácticamente habían desaparecido de Rusia. Tras las invasiones de Polonia en 1939, de Ucrania occidental, Bielorrusa y de Lituania en 1940, países con una gran población católica, los soviéticos impulsaron nuevas medidas de represión para asentar la autoridad del Partido Comunista.
En la era soviética también muchos líderes y creyentes protestantes cayeron víctimas de la persecución del régimen comunista, sufriendo encarcelamientos y ejecuciones. Un líder del movimiento no registrado de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, Vladimir Shelkov, pasó casi toda su vida en prisión, desde 1931 hasta los años ochenta. Otro líder religioso, Iván Voronaev (1885-1937), del movimiento pentecostal en Ucrania, pasó varios años en prisión hasta que fue ejecutado en 1937. Los pentecostales recibían penas de cárcel de hasta 20 y 25 años de cárcel y una gran parte de ellos murió en campos de trabajos forzados. Otros tantos fueron enviados a hospitales mentales, pasando por muchos juicios y prisiones (a menudo por su negativa a prestar el servicio militar). A algunos otros se les privó el derecho de cuidar y educar a sus hijos.
Así mismo, las propiedades de las iglesias fueron confiscadas, los pastores fueron reprimidos y encarcelados y muchos otros se vieron obligados a emigrar.
Por otra parte, antes de la Segunda Guerra Mundial, el número de protestantes en la Unión Soviética era bajo en comparación con otros grupos de creyentes. Sin embargo, estos mostraron un crecimiento notable desde entonces, ya que el régimen de Stalin relajó sus políticas de hostilidad a la fe en 1943. En 1944 se estableció el Consejo de Cristianos Evangélicos Bautistas de la URSS, un grupo auspiciado por el gobierno con el que el régimen intentó controlar la presencia evangélica en el país. A muchas congregaciones se les negó el derecho a unirse a este consejo para ser reconocidas oficialmente. Pero a pesar de esto, todos los grupos consideraban que el estado estaba interfiriendo en la vida de la iglesia por medio de dicho Consejo.
La religión en la época post-comunista
Tras la desintegración de la URSS, Rusia se estableció como un estado independiente y laico. Esto significa que el gobierno ya no promovería el ateísmo o ningún tipo de religión y doctrina oficialmente. La ley del Parlamento Ruso sobre la religión de 1997 estableció que las cuatro religiones de la Federación Rusa eran el cristianismo orotodoxo, el Islam, el budismo y el judaísmo. Esto implica que todas estas religiones tienen el derecho a predicar y practicar su fe tanto pública como privadamente. Las demás religiones deben seguir un proceso de registro oficial para poder predicar y practicar sus creencias.
Actualmente es difícil conocer el número exacto de cristianos ortodoxos practicantes, ya que como en casi todos los países industrializados, muchas personas se sienten culturalmente parte de la iglesia sin participar activamente en los servicios de culto. Sin embargo, es posible afirmar que la iglesia ortodoxa ha experimentado un gran renacimiento tras la caída del comunismo. Muchas iglesias se han reabierto, los seminarios vuelven a formar presbíteros para el ministerio y los fieles pueden expresar de nuevo su fe libremente.
Pero el regreso del cristianismo ortodoxo parece haber llegado a expensas de otras confesiones religiosas. Desde el ascenso de Vladimir Putin al poder en el 2000, la religión ortodoxa ha sido favorecida notablemente y se ha convertido prácticamente en la religión del estado. Putin, quien es cristiano ortodoxo, es visto frecuentemente en actos públicos acompañando a los obispos ortodoxos e incluso el ejército ruso tiene una catedral propia en la que se celebran sus victorias.
Algunas organizaciones católicas y protestantes han señalado que actualmente el estado ruso discrimina a las iglesias cristianas que se presentan a sí mismas como una competencia del cristianismo ortodoxo.
Los protestantes en Rusia
La desintegración de la Unión Soviética también trajo cambios para las minorías religiosas, entre ellos los protestantes, quienes pudieron registrarse oficialmente ante los nuevos gobiernos como grupos religiosos legales.
Pero mientras que en la Unión Soviética el número de protestantes alcanzaba los 5 millones de seguidores, en Rusia hoy el protestantismo es una minoría de entre el 1% y el 1.5%, es decir entre 1 millón y 2 millones de creyentes en todo el país. Esto claramente puede explicarse por la división de la entidad soviética en varias naciones entre las que ahora se reparten los creyentes, pero también nos indica que el cristianismo protestante se ha mantenido estático o que incluso puede haber disminuido en su número de adherentes.
Después de la caída del comunismo, miles de protestantes de Occidente se embarcaron en una gran actividad misionera. Muchos rusos se convirtieron, establecieron iglesias propias e iniciaron obras misioneras locales. Este impulso duró cerca de una década durante el gobierno de Boris Yeltsin. Luego de esto hubo una gran decepción entre los rusos conversos después de que muchos de sus amigos occidentales entusiastas empacaron y regresaran a casa nuevamente.
Persecución y hostilidades contra el protestantismo en la Rusia contemporánea
En general, actualmente los cristianos protestantes viven en algunas regiones rusas con influencia del Islam, tales como el Cáucaso septemtrional y la zona central alredededor de Kazán. Muchos de ellos, aunque pueden predicar de acuerdo a las leyes del país, todavía sufren la persecución por parte de los grupos musulmanes radicales.
Y aunque los protestantes hoy pueden practicar su fe libremente, en Rusia ellos enfrentan múltiples dificultades. En julio de 2016, la Ley Yarovaya fue aprobada. Esta ley prohíbe predicar literatura religiosa en la vía pública, en Internet o incluso en las casas. Compartir la fe está permitido siempre y cuando los oyentes no sean invitados a eventos religiosos o lugares de culto. La ley forma parte de un paquete de legislación más amplio denominado “ley antiterrorista” que restringe la predicación, la enseñanza y el reclutamiento de adeptos religiosos.
El actual régimen ruso parece haber pasado de la libertad y laicidad de los años noventa y 2000 a un escenario de mayor convivencia con la iglesia ortodoxa rusa en detrimento de otras confesiones. Hoy incluso se les pide a los pastores resúmenes de sus sermones e informes sobre la asistencia a las iglesias. La iglesia ortodoxa que había perdido su estatus bajo Lenin ahora es vista como una entidad rusa esencial. El regreso de la iglesia al estatus nacional ha sido parte de un ejercicio para revivir el nacionalismo ruso. La esperanza ha sido, al menos desde el gobierno de Putin, que la grandeza cultural de Rusia sea reconocida de nuevo a nivel mundial.
Por otra parte, tras la prohibición de los Testigos de Jehová en el 2017, grupo que fue declarado como “organización extremista” por parte de la Corte Suprema del país, los protestantes se han convertido en el grupo religioso más castigado y perseguido por las autoridades rusas.
En resúmen, aunque la caída del comunismo mejoró la situación de los protestantes en Rusia, ya no eran perseguidos por su fe, con el renacimiento del nacionalismo ruso y el impulso que este ha dado al cristianismo ortodoxo, los protestantes hoy continúan enfrentando serias restricciones a la práctica de su fe y su futuro sigue siendo incierto.
Gorbachov después de la caída del comunismo y su perspectiva de la vida espiritual de la Rusia de hoy
“No puede haber libertad sin libertad espiritual”, señaló Mijaíl Gorbachov cuando intervino en el programa radial estadounidense “Hora de Poder” del teleevangelista Robert Schuller en el 2000.
En esa ocasión el ex-líder soviético hizo un llamado a favor de la paz y el fin de la pobreza en todo el mundo. Constató que no hubo un ganador de la Guerra Fría pues se gastaron miles de millones de dólares en armas, mientras que la mayor parte de la población continuaba viviendo en la pobreza.
En su intervención radial, Gorbachov evocó las oraciones de su madre y dijo que “prácticamente todas las personas de su familia eran cristianas. Afirmó que el renacimiento de la iglesia ortodoxa rusa desde la caída del comunismo era “una de las mayores ganancias de la perestroika”.
“Respetamos a nuestro pueblo y muchos de ellos son creyentes -dijo- No puede haber libertad sin libertad espiritual, sin que los seres humanos sean capaces de elegir”.
Schuller, quien entrevistó a Gorbachov en esa ocasión, intentó presionarlo para que reconociera si era creyente, pero el ex-líder soviético señaló simplemente: “Hubo un tiempo en el que nosotros podríamos haber hablado de esto con usted”. Al no lograr vencer la resistencia de Gorbachov, Schuller dijo: “Hace 11 años, siendo uno de los hombres más poderosos del mundo, Dios usó a este ateo de un modo potente”.
Concluyendo
Sin lugar a dudas, Mijaíl Gorbachov desempeñó un papel clave en el renacer espiritual ruso de los años noventa. Sin embargo, gran parte de ese legado, según muchos, parece estarse perdiendo hoy bajo el liderazgo de Vladimir Putín, quien ve a la iglesia ortodoxa como un brazo ideológico del gobierno y la usa para sus fines políticos en detrimento de otras confesiones cristianas.
Mientras que en la Unión Soviética sólo una tercera parte de la población era creyente, hoy más del 47% se declaran cristianos, sea en la denominación ortodoxa o en otras denominaciones. El Islam alcanza también hoy el 6.5% de la población y quienes no profesan una religión son el 45%. El ascenso del cristianismo es notable, pero también frágil.
Gorbachov entendió que una sociedad verdaderamente democrática debía dar voz a todos sus ciudadanos y respetar plenamente la libertad de cultos. En este sentido, el renacer religioso de la Rusia de los noventa es fruto de la democracia que Gorbachov impulsó y de los efectos desencadenantes de la caída de la Unión Soviética.
Así, al ver el pasado podemos ver cómo los procesos de una auténtica apertura democrática tienden a promover la libertad religiosa, mientras que los proyectos autocráticos, en cualquiera de sus versiones, minan la libertad religiosa o conducen a expresiones de fe que conviven con el poder político y olvidan su carácter evangélico y profético, tal como se ha denunciado en el caso de la iglesia ortodoxa.
Por estos motivos, los cristianos de Rusia y todo el mundo harían bien en recordar cada uno de estos procesos históricos, defendiendo la libertad de conciencia de todo ser humano, tal y como hizo el mismo Gorbachov, y evitando caer en las trampas de la convivencia con el poder político, la cual puede terminar en el abandono de la misión evangélica de la iglesia.
Con información de Christianity Today
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