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En los últimos meses, la red social X se ha llenado de videos e imágenes que muestran la creciente tensión entre las expresiones públicas del islam y las sociedades occidentales. En ellos se ve a musulmanes que, ya sea de forma individual o grupal, se arrodillan en plazas públicas o autopistas para cumplir con sus ritos de oración, llegando incluso a interrumpir el tráfico; a mujeres que en protestas exigen poder usar el hiyab (velo) en escuelas, el cual ya ha sido prohibido en varios países europeos; y marchas en apoyo a Palestina, con arengas respecto a dar muerte a los infieles.
Sin embargo, no todos estos contenidos virales son confiables. Algunas escenas son recientes y ciertas, pero otras se remontan a protestas de años atrás en Francia o Bélgica y han sido reutilizadas sin contexto. Los textos de las publicaciones muestran una abierta oposición e incluso un marcado rechazo hacia los musulmanes —algunos incluyen eslóganes como “adáptense o váyanse”—. En todo caso, entre hechos reales y narrativas infladas, el resultado es el mismo: Europa y Norteamérica están chocando cada vez más con la presencia musulmana.

Adicionalmente, algunos políticos y medios de comunicación de derecha han manifestado abiertamente su preocupación no solo respecto al rápido crecimiento de la población musulmana, sino a la vertiginosa escalada cultural y política que está teniendo esa población en las sociedades europea, canadiense y estadounidense. Mientras que se otorgan numerosas concesiones a esta fe, como algunas interrupciones en eventos deportivos por motivos religiosos, sus oponentes señalan que la fe cristiana es cada vez más reprimida.
Lo que hoy parece un simple choque cultural puede ser la punta de un iceberg mucho más complejo. En su raíz, el islam no se limita a la esfera espiritual: lleva consigo una visión integral de la vida, desde la familia hasta la política. Entonces, surgen varias preguntas: ¿el islam es una fe más dentro del abanico pluralista de religiones de la sociedad secularista moderna? ¿Se trata de una creencia “inocente” e “inofensiva”? ¿O estamos frente a un sistema religioso que pretende imponer un orden social, familiar y político propio? Y, según esto, ¿pueden la democracia liberal y el islam convivir sin entrar en conflicto? ¿De qué manera estas tensiones inciden también en el cristianismo?

¿Cómo es el islam?
En esencia, y sin entrar en tantos detalles de las diversas corrientes religiosas dentro del islam, se podría hacer una distinción entre los musulmanes “pacíficos” y los “radicales”. Esta dicotomía es útil para señalar que no todos cometen actos violentos ni abrazan el extremismo. Sin embargo, puede ser engañosa si lleva a suponer que, en su raíz, esta es simplemente una fe privada y compatible con el pluralismo democrático.

El islam no se limita al ámbito religioso. Desde sus orígenes en el siglo VII, se ha presentado como una forma integral de vida, inseparable de la política, la organización social y las normas familiares. Su base es la sharia, un sistema legal que no solo regula la oración o el ayuno, sino también el matrimonio, la herencia, la economía y hasta el modo de castigar delitos. La distinción entre lo espiritual y lo político propia de la modernidad occidental no tiene cabida en el islam clásico.
De ahí surgen varios puntos polémicos. En el corazón de la cosmovisión musulmana persisten prácticas que, lejos de ser meras particularidades culturales, generan choques frontales con valores democráticos, seculares e incluso con derechos humanos, pero también con la moral cristiana. Estos son algunos elementos clave:
Poligamia limitada
Aunque no es muy común entre los musulmanes, es una práctica permitida por el Corán. Su falta de popularidad se debe más que todo al reto que implica mantener una economía y un sentido de justicia totalmente equitativos para las esposas, que como máximo pueden ser cuatro.
Este punto es chocante tanto para la moral cristiana como para las corrientes políticas de derecha, que todavía le dan prominencia a las familias tradicionales. Adicionalmente, la legalidad de la poligamia en el islam podría generar preguntas respecto a los principios de igualdad de género en sociedades democráticas —que no están del todo alineados con los principios bíblicos— y al lugar que tiene la mujer para los musulmanes.

Opresión contra la mujer
Existe una marcada restricción de los derechos básicos de las mujeres en los contextos islámicos más estrictos (esto puede variar según la interpretación de la sharia, que es su código de conducta). Ahora, en el ámbito occidental, la discusión se ha dado especialmente alrededor del uso del hiyab, un elemento presente en muchas ramas del islam pero que es también para muchos un símbolo de opresión.
¿Cuál es el panorama de esta problemática en Europa? En España, el debate en torno al uso del hiyab ha adquirido intensidad luego de una manifestación en Parla, en Madrid, a favor de que las alumnas musulmanas utilicen esta prenda en institutos públicos. Ante ello, el partido político Vox, representado por su portavoz Isabel Pérez Moñino, planteó que el hiyab “no es una prenda inocente, ni una elección libre”, sino un símbolo de siglos de sumisión y control sobre las mujeres, subrayando que incluso el no usarlo en algunos países puede costarles la vida. En cambio, el Partido Socialista Obrero Español y el Partido Popular han sido acusados por Vox de practicar una “rendición cultural”, de arrodillarse y abrirle las puertas al islamismo radical.

En 2004, Francia sentó un precedente legal al aprobar una ley que prohibía símbolos religiosos ostensibles —como el hiyab, la kipá (gorro ritual usado por varones judíos) o cruces evidentes— en colegios públicos, en nombre de la laicidad del Estado y la neutralidad educativa. La medida entró en vigor ese mismo año y buscaba preservar un espacio escolar libre de afiliaciones confesionales visibles. Con el paso de los años, las prohibiciones se ampliaron: en 2011, Francia vetó el uso del velo integral (niqab o burka) en espacios públicos. Luego, otros países siguieron el mismo modelo: Bélgica, Bulgaria, Austria, Noruega, Países Bajos y Suiza.
Este fenómeno revela una tendencia compartida en Europa: el velo islámico se ha convertido en símbolo de incompatibilidad con los valores democráticos y la visibilidad pública de la fe. Pero, al mismo tiempo, algunos colectivos feministas y grupos políticos defienden su uso, afirmando que se trata de una elección individual de cada mujer.

Persecución religiosa
Es una realidad documentada que en varios Estados islámicos o con mayoría musulmana los seguidores de otras religiones son hostigados, encarcelados o asesinados. Lo mismo ocurre con aquellos que dejan el islam; un acto que, lejos de ser privado, es considerado un crimen. Por tanto, el principio básico de la libertad de conciencia —tan central en las democracias occidentales— queda anulado; la fe termina siendo una imposición.
Exmusulmanes como Ayaan Hirsi Ali, nacida en Somalia y criada en un ambiente islámico estricto, han denunciado repetidamente la violencia estructural del islam contra la libertad de conciencia y de la mujer. En una publicación de UnHerd, ella dice que la opresión vivida bajo esa religión la llevó primero al ateísmo y, recientemente, a abrazar el cristianismo. Debido a esto, su vida ha estado en peligro: ha sido amenazada de muerte por las críticas que le ha hecho a las leyes y sistemas musulmanes.
Testimonios como el de Hirsi Ali muestran que las tensiones que producen en Occidente algunos de los principios del islam no se deben únicamente a interpretaciones radicales aisladas, sino a elementos incrustados en el corazón mismo de esta religión:
Era una adolescente cuando la Hermandad Musulmana se infiltró en mi comunidad en Nairobi, Kenia, en 1985. Creo que ni siquiera entendía la práctica religiosa antes de la llegada de la Hermandad. Soportaba los rituales de las abluciones, las oraciones y el ayuno como algo tedioso y sin sentido. (...) Durante las sesiones de estudio islámico, compartíamos nuestras preocupaciones con el predicador a cargo de la sesión. Por ejemplo, ¿qué debíamos hacer con los amigos a los que queríamos y a los que nos sentíamos leales, pero que se negaban a aceptar nuestra dawa [invitación a la fe]? En respuesta, se nos recordaba repetidamente la claridad de las instrucciones del Profeta. Se nos dijo sin ambigüedades que no podíamos ser leales a Alá y a Mahoma y, al mismo tiempo, mantener la amistad y la lealtad hacia los infieles. Si rechazaban explícitamente nuestra invitación al islam, debíamos odiarlos y maldecirlos.

Brother Rachid cuenta algo similar. Se trata de un exmusulmán marroquí que fue rechazado por su propia familia al convertirse al cristianismo. En medio de un acalorado debate transmitido en el canal de YouTube de PBD Podcast, le preguntó a un musulmán si él debía ser ejecutado por haber abandonado la religión. Aunque este intentó evadir la pregunta, finalmente admitió: “Según la ley islámica, un apóstata como tú sería asesinado, sí”. Algunos de los que han visto el video han dejado comentarios de asombro por la naturalidad con la que el musulman habla de quitarle la vida a alguien solo por cambiar de creencias.
Sumado a esto, en una publicación de Western Journalism, Rachid explicó que, durante su juventud en Marruecos, le enseñaron a odiar a Israel, Occidente y Estados Unidos, país al que consideran “el Gran Satán”:
En nuestros textos sagrados, en nuestras oraciones, en nuestros sermones de los viernes, en nuestros sistemas educativos nos han lavado el cerebro para que los odiemos a todos. Estábamos dispuestos a unirnos a cualquier grupo que algún día luchara contra ustedes, los destruyera y convirtiera al islam en la religión de todo el mundo, como dice el Corán.

El islam en Europa y otras naciones laicas
Europa se ha convertido en un campo de tensiones entre el islam y el secularismo. Un análisis reciente del Pew Research Center mostró que, entre 2010 y 2020, el islam fue la religión de mayor crecimiento en el mundo. En Europa, la población musulmana aumentó un 16%: pasó de 39.5 millones a 45.5 millones. La llegada constante de inmigrantes musulmanes, sumada al crecimiento demográfico de esta comunidad, ha transformado el paisaje religioso y social del continente. Lo que antes era un fenómeno minoritario, hoy ocupa un espacio central en las discusiones sobre identidad, democracia y pluralismo.
Lo más notable es que este crecimiento no se detendrá, incluso si la migración se frenara. Un informe anterior del mismo centro ya había proyectado tres escenarios para el año 2050, basados en distintos niveles migratorios. Aun en el escenario de “cero migración”, la población musulmana en Europa seguiría aumentando debido a su alta natalidad y a una edad media considerablemente más baja que la de otros grupos religiosos. Es decir, el simple dinamismo demográfico asegura que el islam se consolidará cada vez más en el continente.

Esta realidad se refleja en lo cotidiano: el aumento de mezquitas y centros islámicos en las principales ciudades, el impacto cultural de marchas multitudinarias como las pro-Palestina, o incluso la adaptación de eventos seculares a esta religión. En la Champions League, por ejemplo, se detuvieron partidos durante el Ramadán para que los jugadores musulmanes puedan hidratarse y romper el ayuno. Además, los tribunales europeos han insistido en que los musulmanes deben poder practicar su fe en condiciones de igualdad, creando así una tensión constante entre la laicidad y la libertad religiosa.
Esto mismo también se vive en las escuelas y universidades de Canadá. Se ha discutido si allí deben habilitarse salas para que los estudiantes musulmanes hagan sus cinco oraciones diarias acostumbradas. Que se les niegue a ofrecer un espacio adecuado para practicar su fe equivaldría a restringir su libertad religiosa. Sin embargo, las voces más firmes en defensa de la laicidad, sobre todo en Quebec, replican que conceder esos espacios contradice el principio de neutralidad del Estado: las instituciones públicas no deberían promover ni facilitar ninguna práctica confesional. El resultado es un pulso constante entre la libertad de culto de una minoría y la preservación de un marco legal diseñado precisamente para mantener lo religioso fuera del ámbito público.

El resultado es una paradoja difícil de gestionar. Mientras en muchos países de mayoría musulmana la libertad religiosa es restringida con dureza, en los países laicos el islam encuentra un marco amplio de tolerancia. Al mismo tiempo, el laicismo ha conducido a limitar expresiones cristianas que antes eran parte del espacio público: crucifijos retirados de aulas, villancicos censurados en escuelas y restricciones a oraciones cristianas en actos oficiales. El contraste es evidente.
Europa y otros países laicos enfrentan así un dilema doble: cómo abrir espacio al islam sin comprometer sus fundamentos seculares, y cómo evitar que el temor por el alcance de esta fe se convierta en odio y discriminación hacia aquellos musulmanes que buscan practicar su religión de forma pacífica.
Islam político
En este marco, el islam político —también conocido como islamismo— se ha convertido en un tema central en el debate europeo. A diferencia de un islam entendido solo como fe privada, el islam político sostiene que los principios del Corán y de la sharia deben aplicarse a la vida pública, desde la justicia y la economía hasta la política y la educación. Su raíz moderna se remonta a 1928, cuando Hasan al-Banna fundó en Egipto la Hermandad Musulmana.
Nacida como una reacción al colonialismo y la secularización, la Hermandad se convirtió en el movimiento islamista más influyente del siglo XX, difundiendo la idea de que “el islam es la solución” y que ninguna esfera de la vida puede quedar al margen de la religión. Desde mediados del siglo pasado, la Hermandad extendió su influencia hacia Europa, especialmente a través de figuras como Said Ramadan —yerno de al-Banna—, quien tras la represión en Egipto se trasladó a Suiza y Alemania. Allí fundó el Centro Islámico de Ginebra y contribuyó a la Comunidad Islámica de Alemania, sembrando las primeras semillas del islam político en suelo europeo.
Años más tarde, en Francia, el activista tunecino Abdallah Ben Mansour fue uno de los impulsores de la Unión de Organizaciones Islámicas de Francia (UOIF), una federación que articuló mezquitas y asociaciones vinculadas ideológicamente a la Hermandad y que llegó a convertirse en una de las plataformas islámicas más influyentes del país. Hoy, el islam político se manifiesta en un amplio espectro de movimientos. En un extremo, organizaciones cercanas a la Hermandad buscan operar dentro de marcos democráticos, defendiendo la participación política y la preservación de valores islámicos en la sociedad. En otro, grupos como Hizb ut-Tahrir rechazan la violencia abierta, pero trabajan activamente por el establecimiento de un califato global.

A esto se suman los movimientos salafistas, que promueven una interpretación rígida y conservadora del islam; la mayoría no recurre a la violencia, pero difunde visiones sociales de fuerte separación cultural. En el extremo más oscuro se encuentran las redes yihadistas —como Al Qaeda o el Estado Islámico—, responsables de más de 30 atentados mortales en Europa desde 2014.
Esta diversidad refleja la complejidad del fenómeno: no todo islam político es violento, pero su avance plantea desafíos serios en materia de integración, seguridad e identidad cultural. Los gobiernos europeos han ensayado respuestas diversas, que van desde el laicismo estricto de Francia, con prohibiciones al uso de símbolos religiosos en espacios públicos, hasta programas educativos o iniciativas de diálogo interreligioso que buscan formar imanes más cercanos a los valores democráticos y favorecer la cohesión social.

La misión de la Iglesia en la Europa musulmana
Así las cosas, las naciones laicas —y especialmente los países europeos— se encuentran actualmente en una situación compleja debido a sus principios pluralistas: para ser fieles a ellos, han de mantener su apertura a diversas corrientes religiosas, incluida la del islam. Pero como esta fe genera dicotomías y controversias aun en su forma más pacífica (pues tiende a conquistar los territorios a los que llega), Europa está corriendo el riesgo de cometer un suicidio cultural, político y social.
Al mismo tiempo, los valores democráticos y seculares que parecen darle una aparente estabilidad al continente, han tendido a arrinconar y silenciar al cristianismo, pero le entregan varios espacios y privilegios al islam. La ola de temor y rechazo que esto ha generado contra los musulmanes, se ha convertido en una especie de caldo de cultivo para el odio y la discrminación, que por cierto también se ha exacerbado por los actos violentos y las declaraciones de odio de las ramas más radicales del islam.
En este contexto cargado de tensiones, la Iglesia cristiana tiene un papel insustituible. Su misión no es alimentar prejuicios —por más que algunos tengan fundamento—, sino recordar la dignidad de cada persona como imagen de Dios, pero especialmente la necesidad espiritual tan profunda que hay en los corazones de quienes no han conocido a Cristo. Por tanto, la Iglesia debe tender puentes, mostrar hospitalidad y proclamar el Evangelio con amor, reconociendo que muchos musulmanes llegan a Europa buscando respuestas más allá de los sistemas legales o políticos.
En un texto titulado Sharing the Gospel with Muslims (Compartiendo el Evangelio con los musulmanes), Bassam Chedid, director del ministerio Children of Abraham que comparte el Evangelio con las comunidades árabes y musulmanas, hizo hincapié en una verdad: “La historia y la lealtad a la Palabra de Dios exigen que la Iglesia de nuestra generación se comprometa a evangelizar a los musulmanes”. También dijo: “Los misioneros fieles a los musulmanes saben con certeza que solo el poder del Evangelio puede cambiar los corazones de los hombres y las mujeres”.
En el curso “Clases esenciales: Evangelismo”, realizado por la iglesia Capitol Hill Baptist Church (Washington D.C.) y publicado por el ministerio 9Marcas, aparece una clase exclusiva para evangelizar a musulmanes. Allí insisten en lo mismo que Chedid: no se trata de ganar discusiones, sino de presentar a Cristo con paciencia, valentía y claridad bíblica. “Nuestra esperanza al alcanzar a nuestros amigos no está en un vasto conocimiento del islam o en nuestras hábiles estrategias. Nuestra esperanza se encuentra en Dios y en Su poder sobrenatural para salvar, el Evangelio de Jesucristo”.
En ese sentido, el testimonio de Ayaan Hirsi Ali es un recordatorio poderoso de esa necesidad espiritual. Ella, que conoció la opresión del islam y abrazó el ateísmo, confesó recientemente:
También me he vuelto al cristianismo porque, en última instancia, descubrí que la vida sin ningún consuelo espiritual era insoportable; de hecho, casi autodestructiva. El ateísmo no pudo responder una pregunta sencilla: ¿cuál es el sentido y el propósito de la vida?
Respecto al crecimiento exponencial de la población musulmana, Chedid afirmó: “Como embajadores de Cristo, debemos afrontar este aumento no con temor, sino con confianza en las promesas del Señor. Jesús dijo: “...edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mt 16:18). Estoy seguro de que la iglesia de Cristo eventualmente incluirá a millones de musulmanes convertidos. Dios usa personas como nosotros para traerlos a casa”.
Los Estados pueden legislar, pero la respuesta última no está en la política, sino en el Evangelio. La Iglesia está llamada a proclamar a Cristo, a mostrar un amor radical incluso hacia aquellos que podrían verla con recelo, y a recordar que la libertad que muchos musulmanes anhelan no se encuentra en sistemas humanos, sino en Aquel que dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14:6).
Referencias y bibliografía
Dinamarca prohibe el burka... | X
Muslim immigrants in UK were hunting British families with knives | X
50,000 Muslim migrants marched in Melbourne | X
"This is my island, this is my land!" | X
A Palestinian mother says on Hamas TV that she wants to sacrifice her children | X
¿Por qué el Islam permite la poligamia? | Why Islam
Case Study: Headscarves and French Schools | EU Learning
Veiled Meaning: The French Law Banning Religious Symbols in Public Schools | Brookings
Countries that have banned the burka | The Week
Why I am now a Christian: Atheism can't equip us for civilisational war | UnHerd
Europe’s Growing Muslim Population | Pew Research
10. Religion in Europe | Pew Research
Profile of Muslims in Canada: Challenges & Opportunities | Justice For All
Political Islam in Europe: Challenges and Implications | ISPI
Estamos acabados: Europa se rinde al islam | YouTube
Sharing the Gospel with Muslims de Bassam Chedid | Ligonier
Evangelismo – Clase 13: Musulmanes | 9Marcas
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