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Esta mujer holandesa convirtió su casa en un refugio para judíos perseguidos por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Su inspiración no fue otra que su profunda fe en Cristo y, aún en los momentos más difíciles de su vida, no perdió esa inspiración.
Bienvenidos a este resumen de la vida de Corrie ten Boom (1892-1983).
Un hogar piadoso
Corrie ten Boom nació el 15 de abril de 1892 en la ciudad de Ámsterdam, en los Países Bajos. Era la hija menor de Casper ten Boom (1859-1944), un joyero y relojero. Siguió la profesión de su padre y en 1922 se convirtió en la primera mujer licenciada como relojera en los Países Bajos. Durante la siguiente década, además de trabajar en la tienda de su padre, estableció un club juvenil para adolescentes que brindaba instrucción bíblica y clases de artes escénicas, costura y artesanías.
Corrie y su familia hacían parte de la Iglesia Reformada Holandesa y su fe los inspiraba a servir permanentemente a sus vecinos, ofreciendo refugio, comida y dinero a los más necesitados.
La disciplina cristiana de la familia era estricta. La Palabra de Dios, leída mañana y noche, era el pulso que regía el hogar. Los corazones generosos de Casper y Cornelia, los padres de Corrie, acompañaban la abundancia de la Palabra. Ignorando las limitaciones de su propia escasez y pobreza, a menudo daban hasta lo último que tenían a los necesitados. Fue en este hogar, donde la lectura bíblica y amor sacrificial eran una regla, en el que Corrie pasó su infancia.
Un llamado a la misericordia en tiempos de guerra
En 1940, a pesar de la declaración de neutralidad de los Países Bajos en la guerra, el ejército Nazi invadió el país, trayendo consigo su política de persecución y segregación a los judíos. En 1942, los arrestos de la Gestapo se ejecutaban con toda su fuerza. Corrie, ya de cincuenta años, vivía con su hermana mayor y su padre, cuando escuchó el primer golpe de un atemorizado vecino judío en su puerta.
Habiendo cuidado de once hijos adoptivos cuando los suyos propios ya habían crecido, Casper ten Boom nunca rechazó a alguien en necesidad.
En mayo de 1942, una mujer bien vestida llegó hasta la casa de los ten Boom con una maleta en la mano y les dijo que era judía, que habían arrestado a su esposo varios meses antes y que su hijo se había escondido. Estaba preocupada porque los Nazis la habían visitado recientemente, por lo que tenía miedo de volver a su casa. Había escuchado que los ten Boom habían ayudado a sus vecinos judíos y les preguntó si podían ayudarla a ella también.
Casper ten Boom estuvo de acuerdo en que podía quedarse con ellos, a pesar de que la sede de la policía estaba a solo media cuadra de distancia.
Un escondite para los perseguidos
A partir de ese momento, Corrie y su hermana Betsie decidieron abrir su hogar y atender a los refugiados, tanto judíos como miembros del movimiento de resistencia, buscados por la Gestapo.
Usando su trabajo como relojera, Corrie empezaría a usar la tienda de su padre como fachada. Mientras tanto, establecieron contacto con los trabajadores de la resistencia, quienes les ayudaron a construir un escondite en la casa de la familia. Conforme su obra avanzó, dieron hospedaje a los judíos particularmente aquellos difíciles de esconder como una mujer con un bebé y una anciana con dificultad para respirar.
Pero un informante holandés habló con los nazis sobre la labor de los ten Boom y éstos allanaron la casa el 28 de febrero de 1944. Corrie, su padre, su hermano, sus dos hermanas, y otros miembros de la familia fueron arrestados. Además, la policía detuvo a varios trabajadores de la resistencia que habían entrado involuntariamente en la casa durante la redada, así como a muchos familiares que habían asistido a una reunión de oración en la sala de estar. En total arrestaron a unas 30 personas en la casa de la familia de los ten Boom ese día.
Después de mantenerlos retenidos brevemente, la policía estatal los liberó a todos, menos a tres de los diez miembros de la familia ten Boom. Corrie, su hermana mayor Betsie y su padre Casper permanecieron en prisión. Su padre se enfermó en la cárcel y murió solo diez días después de la detención.
Después de tres meses en prisión, que en su mayoría transcurrieron en una celda de total aislamiento para Corrie, ella y su hermana Betsie fueron transferidas a un campo de concentración en Holanda por tres meses más. Para las hermanas solo era el anticipo de horrores peores que se avecinaban.
El campo de concentración
El 8 de septiembre de 1944, las dos hermanas fueron transferidas a un campo de concentración en Alemania. En el viaje, las hermanas lograron esconder una Biblia en una bolsita colgada al cuello de Corrie.
En el campo, las dos hermanas tuvieron que soportar vergonzosas inspecciones, golpes y azotes, piojos y moscas, enfermedades e insalubridad, hambre y trabajos forzados en medio de temperaturas heladas. Fue ahí donde Corrie y Betsie sintieron un llamado a no permanecer pasivas y empezaron a ministrar el evangelio.
Luego la misma Corrie recordaría: “Una cosa se hizo claramente evidente: la razón por la cual ambas estábamos aquí. Desde que amanecía hasta que se apagaban las luces, en cualquier momento en que no estábamos en las filas para el pase de lista, nuestra Biblia era el centro de un círculo de ayuda y esperanza cada vez más amplio. Como vagabundas apiñadas alrededor del fuego ardiendo, nos reuníamos para recibir luz y calor en nuestro corazón. Mientras más oscura se hacía la noche a nuestro alrededor, la Palabra de Dios ardía más brillante, más verdadera y más hermosa”.
Liberación y prueba de fe
Betsie murió el 16 de diciembre de 1944, y semanas después, Corrie fue liberada. En menos de seis meses ella había abierto un centro de rehabilitación cristiano para las víctimas de la guerra y, con el tiempo, convirtió su vieja casa en un hogar para aquellos holandeses que habían trabajado para los nazis. Apenas un año después de su liberación, Corrie publicó un libro y viajaba para compartir su historia.
Pero la prueba de fe más grande vino cuando, después de una conferencia, un alemán que había sido guardia, y ahora nuevo creyente en Cristo, se le acercó para saludarla. De hecho, él era uno de los guardias delante de los cuales ella y Betsie habían sido forzadas a desnudarse.
Consciente de su insuficiencia para conducirse con bondad y su falta de fortaleza en sí misma para extender su mano y perdonarlo, ella oró: “Jesús no puedo perdonarlo. Dame Tu perdón”.
El amor abundante que brotó de su corazón luego de esa oración la hizo darse cuenta de que “la sanidad del mundo no descansa en nuestro perdón ni en nuestra bondad, sino en los Suyos. Cuando Dios nos ordena amar a nuestros enemigos, junto con el mandamiento, nos da el amor que necesitamos”.
Un legado de amor y compasión
En su autobiografía, Corrie mencionó repetidamente las motivaciones cristianas para esconder a los judíos, particularmente la fuerte creencia de su familia en un principio básico de la fe: la igualdad de todos los seres humanos ante Dios.
Corrie Ten Boom fue una mujer común, pero con una formación firme y a la vez sensible. Su testimonio de fe, misericordia y entrega nos reta a dejar de centrarnos en nuestro propios deseos y aspiraciones, y correr hacia el llamado del evangelio.
¿Y tú? ¿Qué piensas? ¿Serías capaz de entregar tu vida para servir a otros, aun a quienes te han hecho daño? ¿Qué te motiva a ayudar y ser compasivo con tu prójimo? ¿Tu reputación, una recompensa o el evangelio?
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