Benajah Harvey (B. H.) Carroll (1843-1914) puede ser clasificado como uno de los bautistas más influyentes en toda la historia de dicha denominación. Ciertamente, fue un destacado pastor, líder convencional, apologista, profesor y fundador de uno de los seminarios teológicos de mayor influencia en el mundo. Su vida, obra y pensamiento, a pesar de las distancias de tiempo y cultura, tienen el potencial de impactar a los bautistas de nuestro tiempo, así como al pueblo cristiano en general.
¿Qué podemos aprender de este teólogo tremendamente influyente pero poco reconocido?
Un joven intelectual escéptico
Carroll nació y creció en el hogar de un pastor bivocacional, quien complementaba su ministerio con el trabajo agrícola, y de una madre piadosa, descendiente de hugonotes. La lectura de la Biblia siempre fue un hábito en su vida. Bajo la influencia de sus padres, comenzó a leerla cuando tenía 4 años. A los 13 fue bautizado, pero sin una experiencia de conversión genuina. Más bien estaba cediendo a la presión de hermanos que lo animaban a dar testimonio de una fe inexistente.
Al poco tiempo, comunicó a la iglesia que no era cristiano, pidiendo que le retiraran la membresía; pero simplemente le aconsejaron que leyera la Biblia y orara. Sin embargo, aunque estudió las Escrituras como nunca antes, desde Génesis hasta Apocalipsis (en más de una ocasión), seguía encontrando supuestas “contradicciones y falacias”.
Carroll se catalogaba a sí mismo, en su adolescencia tardía, como un infiel. Su pensamiento estaba profundamente influenciado por filósofos antagónicos al cristianismo ortodoxo, tales como Rosseau, Paine, Hume y Voltarie, cuyas obras llegó a conocer a profundidad en esa etapa de su vida. Al mismo tiempo, seguía leyendo la Biblia asiduamente y estudiaba a los grandes teólogos cristianos, pero solo como un mero ejercicio intelectual.

Aun así, no se identificaba a sí mismo como ateo, panteísta, materialista o evolucionista. Incluso rechazó la teoría de la evolución, calificándola como un “impío anticlímax materialista de la filosofía” y como una “hipótesis no verificada”. En realidad, su infidelidad se manifestaba en su actitud hacia la Biblia y sus doctrinas. Cuestionaba la inspiración divina de las Escrituras, dudaba de los milagros y no aceptaba la deidad de Cristo o su muerte expiatoria. Para él, el cristianismo carecía de poder real y vitalidad.

A los 15 años, Carroll y sus hermanos empezaron a asistir a una escuela en Texas. Al año siguiente, el maestro le expresó que no podía enseñarle nada más, pues el conocimiento del joven lo sobrepasaba. De allí pasó a la Universidad de Baylor, en Independence, Texas, donde solo pudo estudiar dos cursos, debido al inicio de la Guerra de Secesión, uniéndose al ejército del Sur. Por esta y otras razones, le fue imposible terminar formalmente los estudios universitarios.
Guerra y tragedia
El tiempo de la guerra generó una crisis existencial en Carroll. Su padre murió al caer de un caballo y uno de sus hermanos, en el combate. Por esos días se enamoró perdidamente de Ophelia Crunk, una joven de solo 15 años con la que se casó el 13 de diciembre de 1861. Sin embargo, esta no fue una decisión feliz, pues ella rehusó mudarse con su esposo para el oeste de Texas, lugar en donde él debía cumplir sus deberes militares, y decidió romper los votos matrimoniales, alegando que nunca había estado enamorada de él. Carroll intentó convencerla en reiteradas ocasiones de que lo acompañara, pero ella lo rechazó consistentemente.
De hecho, Ophelia tuvo un amante, con el que se casó uno o dos días después del divorcio. El adulterio fue corroborado, y ella no lo negó, por lo que tuvo que pagar todos los gastos de la corte. A pesar de que a Carroll se le permitió legitimar la ruptura (lo cual era difícil de conseguir en aquella época) no encontró consuelo y quedó profundamente deprimido.
Esta triste experiencia fue definida por Jeff D. Ray como “la gran tragedia” en la vida de Carroll, y ciertamente lo persiguió como una sombra en etapas posteriores. Aquella crisis fue tan lacerante, que Carroll siempre se negó a hablar de ella. De la misma manera, James Milton (J. M.) ni siquiera mencionó este suceso en la biografía que escribió de su hermano y, como vimos, Ray solo aludió a ella como una tragedia, sin explicar de qué se trataba.
El traumático divorcio del joven soldado fue una de las razones que lo llevaron a abandonar aun más la iglesia y rechazar la Biblia. Él declaró al respecto: “...me alejé de todo destello de creencia bíblica. En la hora de mi oscuridad, me entregué sin reservas a la infidelidad”. Sin embargo, no encontró en la filosofía el menor destello de esperanza o paz, sino “una cisterna sin agua y una nube sin lluvia”.

A pesar de experimentar los numerosos y terribles peligros propios de la guerra, el Señor preservó su vida. En una ocasión, su compañía salió con 100 hombres a combatir, de los cuales solo regresaron 32. Los tres hermanos Carroll, que siempre luchaban juntos, estuvieron entre los que retornaron vivos. Posteriormente, confesó que la depresión provocada por el divorcio lo llevó a buscar la muerte en el campo de batalla. Pero la Providencia tenía otros planes.
En la sangrienta batalla de Mansfield, Luisiana, en abril de 1864, Carroll fue gravemente herido por una bala que le afectó el hueso y la arteria femoral. Si aquel proyectil se hubiera inclinado milimétricamente a un lado o al otro, habría resultado en una muerte segura. Además, el desenlace habría sido fatal de no haber contado con la ayuda de su hermano Labán, quien lo sacó del campo de batalla, cargándolo sobre sus hombros por dos millas. Finalmente, el cuidado diligente de una familia en aquella localidad fue crucial para que se completara su recuperación. Después, fungió como corresponsal de guerra, hasta que lo licenciaron y pudo regresar a casa.
Nunca dejar al hijo pródigo
Para ayudar a su madre viuda y a sus hermanos menores, comenzó a trabajar nuevamente como maestro (ya lo había hecho a la edad de 15). A pesar de que, para ese entonces, B. H. era un notorio deísta escéptico, lo contrataron en un pueblito donde la mayoría de las personas eran presbiterianas o metodistas. Quizás lo recibieron porque siempre fue respetuoso y no intentaba influenciar a otros con sus ideas, a la vez que era considerado un excelente maestro.
Sin embargo, su incredulidad se hizo más radical y decidió no asistir más a la iglesia. Como excusa, sostenía que los predicadores de la región no estaban bien preparados y le inspiraban poco respeto. No obstante, su madre nunca perdió la esperanza de que su hijo pródigo regresara a casa. Cuando el padre estaba muriendo, preocupado por su hijo incrédulo, le dijo a su esposa: “Tengo miedo de que Harvey se haya ido”, a lo que ella contestó diciendo algo típico de las madres piadosas: “Nunca lo vamos a dejar”.
La confianza en la filosofía secular que Carroll manifestaba, poco a poco se fue erosionando. Tal descalabro lo llevó a buscar respuestas en las Escrituras, sintiendo particular atracción por los libros de Eclesiastés y Job. Años después confesó: “al igual que Job, considerando a Dios como mi adversario, clamé por una revelación”.

Ante la insistencia de su madre, Harvey aceptó acompañarla a un campamento metodista, a doce kilómetros de su casa, donde estaban celebrando programas evangelísticos. Aun cuando asistió con la seguridad de que no se dejaría persuadir, sintió que las palabras finales del predicador lo tocaron y pasó al frente. La congregación se conmocionó; pero de inmediato les aclaró que no se había convertido, sino que solo estaba haciendo una prueba.
Sin embargo, después de terminado el culto, Harvey se sentó cerca del púlpito y escuchó a unas hermanas cantar himnos, que lo impactaron profunda y definitivamente. Sin decir nada a nadie, tomó las muletas, montó su caballo y regresó al hogar. En el camino se adentró en el bosque, bajó de su cabalgadura y se puso “a cuentas con Dios”.
A la mañana siguiente, ya en casa, experimentó un gozo indescriptible, así como la certeza de que Jesús estaba con él. Lloraba y silbaba a la vez. Su madre entró al cuarto y, al verlo así, expresó: “Yo sé lo que te pasa. Has encontrado al Salvador”.
Desde iglesias pequeñas hasta grandes instituciones
Aquella noche de su conversión leyó El Progreso del Peregrino, de Bunyan, de tapa a tapa. El libro confirmó su fe y también el llamamiento a dedicar su vida a la predicación del evangelio. Al poco tiempo, fue bautizado y meses después recibió una licencia para predicar. Comenzó a servir en la Iglesia Bautista Paloma, donde años antes había pastoreado su padre, y allí fue ordenado como ministro.
Por ese tiempo se casó con la joven de diecisiete años Elena Virginia Bell, quien llegó a ser una esposa fiel y ayuda idónea en el ministerio. El matrimonio tuvo nueve hijos, cuatro de los cuales murieron en la infancia. Elena fue una madre devota y tierna, en la que el ocupado pastor confiaba absolutamente para el cuidado del hogar. Ella desempeñó un rol fundamental al ayudar al editor Cranfill a persuadir a su esposo de la importancia de coleccionar e imprimir sus obras en forma de libros, a fin de guardarlas para la posteridad.

Dos años después de la muerte de Elena, el viudo pastor encontró solaz al contraer nupcias en 1899 con Hallie Harrison, quien también demostró ser una esposa fiel y con la que tuvo un hijo más. Ella fue quien cuidó de Carroll hasta el final, cuando la salud de este comenzó a quebrantarse más adelante en su vida. Sin su apoyo y consuelo, el destacado líder no habría podido lograr lo que algunos consideran su legado más trascendental: la fundación del Seminario Teológico Bautista del Suroeste.
En los primeros años de ministerio, Carroll pastoreó iglesias pequeñas en las que sufrió serias privaciones materiales. Luego fue invitado a servir en una congregación más numerosa, la Primera Iglesia Bautista de Waco, en donde tuvo notable éxito, aumentando considerablemente su membresía. Mientras ministró allí, también pudo contribuir al bienestar de la asociación regional, así como de las convenciones estatal y nacional. Además, su influencia fue decisiva para el desarrollo exitoso de la Universidad de Baylor.
Con sus predicaciones, enseñanzas y escritos, el célebre pastor texano pudo bendecir a un sinnúmero de personas. Fue un destacado defensor de la ortodoxia bíblica, participando en diversas controversias de su tiempo, algunas de orden doctrinal (bautismo infantil, campbellismo, martinismo) y otras en las que se manejaban temas sociales, como el movimiento de prohibición de bebidas alcohólicas. Asimismo, fue uno de los protagonistas en las controversias de Hayden y Whitsitt, que amenazaron seriamente la unidad de la Convención Bautista del Sur. De esta forma, dedicó sus indiscutibles habilidades para el debate a defender la obra misionera, la pureza doctrinal y la cohesión denominacional.

El legado de un lector voraz
Carroll nunca dejó de superarse intelectualmente. Baylor le concedió una Licenciatura en Artes in absentia, a pesar de que nunca completó los exámenes finales. Además, recibió títulos de las universidades de Baylor (Maestría en Arte), Tennessee (Doctor en Divinidades) y Keatchie College, en Louisiana (Doctor en Leyes).
Su pasión por la lectura era proverbial. Desde la infancia consumía hasta veinte horas de cada día leyendo, en ocasiones toda la noche. Algunos calculan que la mayor parte de su vida Carroll promedió unas trescientas páginas al día y aun más en sus últimos años. Se ha afirmado que poco antes de morir leyó un promedio de mil páginas por diez días consecutivos. Su hermano y biógrafo, J. M., asevera que, cuando leía novelas y lecturas ligeras, podía leer y comprender de dos a cuatro líneas a la vez, usando un método que enseñó a algunos de sus alumnos.
Era un lector omnívoro. Sus libros abarcaban desde la filosofía clásica hasta la ciencia moderna, lo cual se hacía evidente en su predicación y enseñanza. Tenía una pasión particular por toda la historia, antigua, medieval, moderna, civil, política y religiosa y, de manera especial, devoraba biografías y autobiografías. Además, disfrutaba del romance y la poesía en general. Por tanto, aun cuando su área de especialización siempre fue la Biblia, su conocimiento secular era admirable, lo cual le permitía debatir exitosamente incluso con líderes cívicos.
Carroll gastaba cuanto ganaba en libros y llegó a tener casi todas las obras que se habían impreso en su tiempo, algunas de las cuales leyó en más de una ocasión. Se ha dicho que, cuando tenía 16 años, poseía una biblioteca casi tan grande como la que tenía al momento de su muerte. Pero no solo leía, sino que acostumbraba escribir notas en los márgenes, en las que expresaba su acuerdo o desacuerdo con el autor. Esto se puede comprobar en varios de sus libros, conservados en la biblioteca A. Webb Roberts, del Seminario Teológico Bautista del Suroeste.

Su capacidad intelectual sobresaliente, sumada a la voracidad con que leía, hicieron de Carroll un hombre extraordinariamente informado, en especial en las disciplinas históricas. En su comentario a Daniel y el período intertestamentario, por ejemplo, manifestó un dominio de la historia antigua verdaderamente impresionante.
Además, sus conocimientos de griego le permitían lidiar con la crítica bíblica, defendiendo posturas conservadoras y señalando errores del liberalismo. De igual manera, en sus comentarios demuestra que podía tratar cómodamente con las implicaciones del idioma original del Nuevo Testamento, así como con la crítica textual.
Carroll no se dedicó a escribir, pero fue posible compilar varios volúmenes que agruparon sus sermones más selectos. Igualmente, se publicaron, a modo de comentario, las notas de clase que este célebre profesor utilizaba para enseñar su asignatura de Biblia. Su famoso comentario bíblico ha ejercido una gran influencia no solo en el mundo anglosajón, sino también entre los bautistas de habla hispana; es uno de los primeros y más aceptados que se han traducido y publicado en español, primero por la Casa Bautista de Publicaciones y luego por la Editorial Clie.

Un testimonio de valor en nuestros días
Estudiar la vida, ministerio y pensamiento de B. H. Carroll nos da muchos beneficios en la actualidad. Su dramática experiencia de conversión y el fructífero ministerio que resultó de ella son una evidencia tangible del poder de Dios. También sus firmes convicciones y el valor de defenderlas en el mejor espíritu cristiano nos inspiran, particularmente en un tiempo donde el ser humano se enfrenta a una avalancha de información e ideologías, las cuales amenazan la firmeza propia de un carácter cristiano maduro.
Él fue un gran ejemplo para nosotros por su pasión evangelística y misionera, su amor y compromiso con la Biblia, su esfuerzo por proveer una capacitación sana y profunda a los ministros, y su comprensión de la importancia vital que tiene la unidad en el cuerpo de Cristo. Si queremos tener un impacto significativo en nuestra generación, necesitamos guiarnos por ejemplos como el de B.H. Carroll.
Referencias y bibliografía
- Michael Crisp, B. H. Carroll – Remembering his Life, Expanding his Legacy (B. H. Carroll – Recordando su vida, expandiendo su legado), en Southwestern Journal of Theology (Vol.58, No.2, Spring 2016), 160.
- Alan Jeffrey Lefever, The Life and Work of Benajah Harvey Carroll (La vida y obra de Benajah Harvey Carroll) (Ph.D. diss., Southwestern Baptist Theological Seminary, 1992), 16.
- B. H. Carroll, My infidelity and what became of it, en Adam W. Greenway, ed. The B. H. Carrroll Pulpit (Fort Worth, TX: Seminary Hill Press, 2021), 5.
- B. H. Carroll, Comentario Bíblico, Vol. 1: Génesis, trad. Sara A. Hale (Barcelona, España: Clie, 1990), 223.
- James Spivey, “Benajah Harvey Carroll”, en Theologians of the Baptist, Timothy George and David S. Dockery, eds. (Nashville, TN: B&H Publishers, 2001); Crisp, “B. H. Carroll”, 161.
- Franklin M. Segler, B. H. Carroll: Model for Ministers, en Southwestern Journal of Theology (25 [2], 4-23, 1983), 6.
- Keith Cogburn, B. H. Carroll and Controversy: A Study of His Leadership Among Texas Baptists, 1871-1899 (B. H. Carroll y las controversias: Un estudio de su liderazgo entre los bautistas de Texas, 1871-1899) (M.A. thesis, Baylor University, 1983), 59-60.
- James Leo Garret, Jr., ed. The Legacy of Southwestern: Writings That Shaped a Tradition. James Leo Garret, Jr., ed. (North Richland Hills, TX: Smithfield Press), 322.
- James T. Spivey, “Benajah Harvey Carroll”, en The Legacy of Southwestern: Writings That Shaped a Tradition. James Leo Garret, Jr., ed. (North Richland Hills, TX: Smithfield Press, 2002), 4.
- Robert A. Baker, Tell the Generations Following: A History of Southwestern Baptist Theological Seminary, 1908-1983 (Nashville, TN: Broadman, 1983), 55.
- Joseph E. Early, The Hayden Controversy: A Detailed Examination of the First Major Internal Altercation of the Baptist General Convention of Texas (La Controversia Hayden: Un examen detallado del primer altercado interno significativo de la Convención General Bautista de Texas) (Ph.D. diss., Southwestern Baptist Theological Seminary, 2001), 112.
Cf. B. H. Carroll, Comentario Bíblico, Vol. 6: Los Cuatro Evangelios (I), trad. Sara A. Hale (Barcelona, España: Clie, 1986), 460-61.
Apoya a nuestra causa
Espero que este artículo te haya sido útil. Antes de que saltes a la próxima página, quería preguntarte si considerarías apoyar la misión de BITE.
Cada vez hay más voces alrededor de nosotros tratando de dirigir nuestros ojos a lo que el mundo considera valioso e importante. Por más de 10 años, en BITE hemos tratado de informar a nuestros lectores sobre la situación de la iglesia en el mundo, y sobre cómo ha lidiado con casos similares a través de la historia. Todo desde una cosmovisión bíblica. Espero que a través de los años hayas podido usar nuestros videos y artículos para tu propio crecimiento y en tu discipulado de otros.
Lo que tal vez no sabías es que BITE siempre ha sido sin fines de lucro y depende de lectores cómo tú. Si te gustaría seguir consultando los recursos de BITE en los años que vienen, ¿considerarías apoyarnos? ¿Cuánto gastas en un café o en un refresco? Con ese tipo de compromiso mensual, nos ayudarás a seguir sirviendo a ti, y a la iglesia del mundo hispanohablante. ¡Gracias por considerarlo!
En Cristo,
![]() |
Giovanny Gómez Director de BITE |