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Es quizá el icono decorativo más famoso de las fiestas de Navidad. Su uso se remonta a tiempos antiguos y en muchas ocasiones ha estado asociado al cristianismo. Pero, ¿cómo nació esta tradición? ¿Por qué se usa este tipo de árbol? ¿De dónde vienen los adornos? ¿Por qué se empezó a asociar con regalos? Y lo más importante, ¿qué tiene que ver con el cristianismo?
Muchas son las pasiones y las polaridades que generan temas como estos. Sin embargo, nuestra intención no es hacer una apología al uso del árbol de Navidad ni tampoco condenar la costumbre, solo queremos trazar un hilo histórico que nos permita comprender el uso, el desarrollo y las motivaciones alrededor de la utilización de este importante símbolo.
¿Sabes qué es una planta perenne o de follaje persistente? Son aquellas que poseen hojas vivas a lo largo de todo el año, es decir, que aún cuando llega el invierno y otros árboles pierden todo su follaje, sólo muere una parte de las hojas. En las también llamadas “siempreverde”, las hojas más jóvenes permanecen en la planta y se unen a las nuevas que brotan cada primavera.
¿Por qué es importante esta aclaración? Ese tipo de árboles eran un antiguo símbolo de vida. Los romanos decoraban sus casas con ramas de hoja perenne durante el Año Nuevo, y los antiguos habitantes del norte de Europa cortaban árboles de la misma clase y los plantaban en cajas dentro de sus casas en invierno. Muchos de los primeros cristianos eran hostiles a estas prácticas. Por ejemplo, es famosa la exhortación de Tertuliano que condenó a los cristianos que celebraban las fiestas de invierno o decoraban sus casas con ramas de laurel en honor al emperador. Al respecto dijo:
Aquellos sobre quienes los fuegos del infierno son inminentes, pongan en sus postes laureles condenados a arder ahora: para ellos son adecuados los testimonios de las tinieblas y los presagios de sus castigos. Tú eres una luz del mundo, y un árbol para siempre verde. Si has renunciado a los templos, no hagas de tu propia puerta un templo.
Pero a principios de la Edad Media había crecido la leyenda de que cuando Cristo nació en pleno invierno, todos los árboles del mundo se sacudieron milagrosamente la nieve y produjeron nuevos brotes verdes. Al mismo tiempo, los misioneros cristianos que predicaban a los pueblos germánicos y eslavos adoptaban un enfoque más indulgente con las prácticas culturales, como los árboles de hoja perenne. Esos misioneros creían que la Encarnación proclamaba el señorío de Cristo sobre aquellos símbolos naturales que anteriormente se habían utilizado para el culto pagano. No sólo los seres humanos individuales, sino también las culturas, los símbolos y las tradiciones podían convertirse.
No obstante, antes del Renacimiento no hay registros claros del uso de árboles como símbolo de la Navidad. Existen algunas leyendas que le atribuyen al reformador protestante Martín Lutero la invención del árbol de Navidad, pero la historia tiene poca base histórica.
La teoría más probable es que los árboles de Navidad comenzaron con las obras de teatro medievales. Las representaciones de temas bíblicos empezaron como parte del culto de la iglesia, pero a finales de la Edad Media se convirtieron en espectáculos bulliciosos e imaginativos dominados por los laicos y que tenían lugar al aire libre. Las obras que celebraban la Natividad estaban vinculadas a la historia de la creación, en parte porque la Nochebuena también se consideraba la fiesta de Adán y Eva. Así, como parte de la obra de ese día, el Jardín del Edén se simbolizaba con un “árbol del paraíso” lleno de frutos.
Estas representaciones fueron prohibidas en muchos lugares en el siglo XVI, y la gente quizá empezó a instalar “árboles del paraíso” en sus casas para compensar la celebración pública que ya no podían disfrutar. Los primeros árboles de Navidad, que eran básicamente ramas de hoja perenne, que se utilizaban en los hogares se denominaban “paraísos”. A menudo se colgaban con obleas redondas de hojaldre que simbolizaban la Eucaristía y que se convirtieron en los adornos de galleta que decoran los árboles de Navidad alemanes de hoy.
La costumbre ganó popularidad a lo largo de los siglos XVII y XVIII, en contra de las protestas de algunos clérigos. El ministro luterano Johann von Dannhauer (1603-1666), por ejemplo, se quejaba de que el símbolo distraía a la gente del verdadero árbol de hoja perenne, Jesucristo. Pero esto no impidió que muchas iglesias instalaran árboles de Navidad dentro del santuario. Junto al árbol solían colocarse “pirámides” de madera: pilas de estantes con velas, a veces una por cada miembro de la familia. Con el tiempo, estas pirámides de velas se colocaban sobre el árbol, los antecesores de nuestras modernas luces y adornos navideños.
Los árboles también tardaron mucho tiempo en asociarse con los regalos. Aunque la leyenda relaciona la idea de los regalos de Navidad con los regalos que los Reyes Magos trajeron a Jesús, la historia es mucho más complicada. Al igual que los árboles, los regalos fueron primero una práctica romana: se intercambiaban durante el solsticio de invierno. Cuando la Epifanía, y más tarde la Navidad, sustituyeron al solsticio de invierno como momento de celebración para los cristianos, la tradición de hacer regalos continuó durante un tiempo. Posteriormente esta costumbre se extinguió, aunque todavía se intercambiaban obsequios en Año Nuevo.
Los regalos también se asociaban a Nicolás de Bari (270-343), obispo de Mira, en la actual Turquía, que se hizo famoso por hacer regalos a los niños pobres. Su festividad, el 6 de diciembre, se convirtió en otra ocasión para el intercambio de regalos. A principios de la Edad Media, los regalos de Navidad solían ser tributos a los monarcas, aunque algunos gobernantes aprovechaban las fiestas para hacer donaciones a los pobres o a la iglesia.
Al igual que los árboles, los regalos llegaron al interior de la familia en la época de Lutero, ya que la costumbre de hacer regalos a amigos y familiares se desarrolló en Alemania, los Países Bajos y Escandinavia. A menudo se entregaban de forma anónima o se ocultaban. Una costumbre danesa consistía en volver a envolver un regalo muchas veces con nombres diferentes en cada envoltorio, de modo que sólo se descubría el destinatario cuando se abrían todas las capas.
En el mundo anglosajón, la unión de los regalos, los árboles y la Navidad se debió a la influencia de la reina Reina Victoria (1819-1901) y su marido, el príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha (1819-1861), oriundo de Sajonia, que hoy es parte de Alemania. Los inmigrantes alemanes habían traído a Inglaterra consigo la costumbre de los árboles de Navidad en el siglo XIX, pero se extendió ampliamente después de que Victoria y Alberto instalaran un elaborado árbol para sus hijos en el castillo de Windsor en 1841.
Los inmigrantes alemanes y holandeses también trajeron sus tradiciones de árboles y regalos al Nuevo Mundo a principios del siglo XIX. La imagen de familias felices de clase media intercambiando regalos en torno a un árbol se convirtió en una poderosa imagen para los autores y líderes cívicos estadounidenses que deseaban reemplazar las tradiciones navideñas más antiguas, más ruidosas y con más alcohol por una fiesta más familiar. Esta imagen centrada en la familia fue ampliamente popularizada por el poema de Clement Clarke Moore (1779-1863) de 1822, conocido hoy en día como “Una visita de San Nicolás”, que también contribuyó a formar la imagen moderna de Santa Claus.
Muchos son los detalles y datos que se pueden añadir a la historia de este emblema navideño, pero de cualquier forma vale la pena resaltar que mientras muchos de nosotros hacemos de los árboles y los regalos el centro de nuestra práctica navideña, haríamos bien en recordar que, en última instancia, son símbolos de Aquel que se entregó para unir el cielo y la tierra, y que hace florecer todas las cosas estériles.
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Este artículo fue escrito originalmente por Edwin y Jennifer Woodruff Tait para Christianity Today. El artículo fue ajustado y adaptado por el equipo de BITE.