Hilos de pensamiento que cambian la vida: sobre El problema del dolor de C. S. Lewis.
Alguna vez leí un artículo de John Piper cuyo título me llamó poderosamente la atención. Una frase decía: “Los libros no cambian a las personas, los párrafos sí”. La idea del artículo era mostrar cómo ciertos párrafos marcan al lector. De pronto el libro completo no generó tal efecto, pero un párrafo es recordado y memorizado de una manera especial, al punto que una persona puede verse profundamente afectada solo por lo que este dice.
En mi experiencia hay algo más que párrafos que me han transformado. No solo los párrafos cambian a las personas. Considero que la lógica o los hilos de pensamiento pueden ser sumamente importantes para generar ese impacto en un lector. Esa ha sido mi experiencia especialmente leyendo a C. S. Lewis.
Un párrafo en un libro de C. S. Lewis no es nada si no lo conectamos con toda la lógica de pensamiento que lleva desarrollando en todo el ensayo, o el capítulo, o incluso el libro. Tengo que confesar que no me es fácil entender en la primera lectura la lógica de pensamiento de un capítulo de Lewis, pero cuando lo entiendo, cuando lo medito lo suficiente como para entender cómo de una idea pasó a la otra, y cómo lo llevó a la conclusión, mi mente “explota” de alegría y asombro al entender lo que está tratando de argumentar, que en la mayoría de los casos es impactante.
La omnipotencia divina
Solo quiero mostrar un ejemplo de esto con un capítulo del libro titulado “El Problema del Dolor”. Aunque podría hacerlo con una enorme cantidad de capítulos, considero que este puede ser de especial relevancia para el tiempo en el que vivimos. Se trata del segundo capítulo del libro, “La Omnipotencia Divina”, que en realidad es el primero, porque el anterior funciona como introducción. Aquí es donde Lewis define lo que él llama “el problema del dolor”:
Si Dios fuera bueno, desearía que sus criaturas fueran perfectamente felices, y si Dios fuera todopoderoso, sería capaz de hacer lo que desea. Pero las criaturas no son felices. Por lo tanto, Dios debe no ser bueno, poderoso o ambos.
Ese es el planteamiento del problema del dolor que de alguna forma se relaciona con cualquier argumento de una persona que cuestione la existencia de Dios, o por lo menos del Dios de la Biblia, por causa de la existencia del dolor y el sufrimiento. Ese silogismo pone en duda la omnipotencia de Dios (también pone en duda su bondad, pero Lewis trata ese tema en el siguiente capítulo).
En este corto capítulo Lewis se dispone a argumentar que el sufrimiento no afecta para nada la omnipotencia de Dios. El hecho de que exista el sufrimiento no significa que Dios sea débil, que no sea poderoso o que no sea omnipotente. ¿Cuál es entonces el argumento? Lo explicaré con detalle más adelante, pero aquí está el hilo de pensamiento de una forma resumida:
- Es necesario entender la diferencia entre la imposibilidad extrínseca y la posibilidad intrínseca.
- Luego viene la demostración de una tesis: “Ni siquiera la omnipotencia podría crear una sociedad de almas libres sin crear al mismo tiempo una Naturaleza relativamente independiente e inexorable”.
- Finalmente viene la conclusión del porqué la existencia del sufrimiento.
No pretendo hacer el mejor análisis de la lógica de Lewis en este capítulo, ni pretendo ser exhaustivo en todo lo que dice. Mi intención es solamente mostrar cómo ese hilo de pensamiento fue impactante para mí y puede serlo para ti también.
Imposibilidad extrínseca e intrínseca
La imposibilidad extrínseca es toda imposibilidad que va a acompañada de un “a menos que”. Lewis presenta varios ejemplos:
Es imposible para mí ver la calle, a menos que suba al último piso donde estaré suficientemente alto como para ver sobre el edificio contiguo. Si tuviera una pierna rota entonces diría: ‘Pero es imposible para mí subir al último piso’ lo cual significa que es imposible a menos que algunos amigos me suban.
De esa manera la imposibilidad extrínseca es una imposibilidad que tiene solución. Pero cuando pensamos en la imposibilidad intrínseca estamos hablando de algo que es absolutamente imposible. Es imposible en sí mismo. Es básicamente una contradicción. Es decir, A no puede ser A y -A al mismo tiempo y en el mismo sentido, esa es la ley de la no contradicción. Una contradicción es una imposibilidad intrínseca o absoluta.
Lewis avanza en su razonamiento para decir que “[La imposibilidad intrínseca] “es imposible bajo todas las condiciones, en todos los mundos y para todos los agentes. Y aquí “todos los agentes” incluyen a Dios mismo”. En este punto es que el razonamiento de Lewis se vuelve muy interesante. Sigue diciendo:
Su omnipotencia significa el poder para hacer todo lo que es intrínsecamente posible, no lo intrínsecamente imposible. Podemos atribuirle a Dios milagros, pero no actos sin sentido. Esto no es limitar Su poder. Si alguien dice ‘Dios puede dar a la criatura voluntad libre y al mismo tiempo quitarle la libertad de la voluntad’, tal persona ha logrado no decir nada acerca de Dios. Combinaciones de palabras sin sentido no adquieren significado repentinamente solo porque agreguemos la fórmula ‘Dios puede’.
En otras palabras, Dios puede hacer lo imposible. Esa es Su omnipotencia, esos son los milagros, pero se refiere a toda imposibilidad extrínseca, no a imposibilidades que en realidad son contradicciones absurdas. El razonamiento de Lewis es tal vez la respuesta más contundente a la pregunta: ¿Dios puede crear una piedra tan grande que Él mismo no pueda mover? Respuesta: absurdo.
Naturaleza independiente e inexorable
Luego, partiendo del entendimiento sobre las imposibilidades, Lewis propone la siguiente tesis: “...ni siquiera la omnipotencia podría crear una sociedad de almas libres sin crear al mismo tiempo una Naturaleza relativamente independiente e ‘inexorable’”. Lo que Lewis hace es básicamente explicar qué se requiere para que haya seres con voluntad libre. Si no se cumplen ciertas condiciones, sería imposible intrínsecamente que hubiera voluntad libre.
La primera condición es que cada ser sea independiente, es decir, que cada ser tenga consciencia de sí mismo, de manera que un ser sea diferente a otro. Si una persona no puede ser consciente de su propia identidad no puede ser libre, porque no puede pensar de forma independiente. Eso nos lleva a la segunda condición: Libertad significa poder escoger, “y escoger implica la existencia de cosas entre las que se pueden escoger”. Es decir, se requiere un hábitat, un ambiente de cosas que se pueden escoger.
La tercera condición es que ese hábitat debe ser un campo neutral, que ninguna criatura controle a su antojo. De lo contrario los que viven en ese hábitat no pueden ser libres; nadie podría actuar libremente. Por eso se requieren leyes naturales, leyes que no cambien, inexorables, que permanezcan iguales siempre. De manera que para crear una sociedad de almas libres se requiere una Naturaleza que sea relativamente independiente e inexorable. Sin lo segundo es imposible que lo primero pueda existir, y es una imposibilidad intrínseca.
¿Por qué el sufrimiento?
Eso nos lleva a la conclusión, que Lewis expresa de esta manera:
Si la materia tiene una naturaleza fija y obedece leyes constantes, entonces no todos los estados de la materia van a ser igualmente agradables a los deseos de un alma (o persona) dada. Tampoco igualmente beneficiosa (…)
En este punto Lewis comienza a hacer una de las cosas que mejor sabe hacer: ilustrar.
Si el fuego conforta a un cuerpo a cierta distancia, va a destruirlo cuando la distancia es reducida. Por consiguiente, incluso en un mundo perfecto, son necesarias esas señales de peligro que las fibras de dolor en nuestros nervios fueron diseñadas para transmitir.
La existencia de un mundo gobernado por leyes para garantizar la libertad de las criaturas hace del dolor algo necesario. “La naturaleza permanente de la madera que nos permite usarla para construir también nos permite usarla para golpear a nuestro vecino en la cabeza”.
Entonces alguien podría preguntar, ¿pero por qué Dios no evita esas cosas de sufrimiento? Lewis responde de esta manera:
Tal vez podemos concebir un mundo en el que Dios corrige los resultados del abuso de la voluntad libre ejercida por Sus criaturas en cada momento: De manera que la madera se volviera suave como el pasto cuando es usada como un arma, y el aire rehusara obedecerme si tratara de producir ondas sonoras que contienen mentiras o insultos.
Pero un mundo así sería uno en el que las acciones incorrectas serían imposibles, y en el que, por lo tanto, la libertad de la voluntad sería nada. Y si llevamos esa idea hasta su conclusión lógica, los malos pensamientos serían imposibles, el cerebro que usamos para pensar se rehusaría a trabajar cuando tratáramos de tener esa clase de pensamientos… Trata de excluir la posibilidad de sufrimiento, que el orden natural y la existencia de la libertad de la voluntad involucran, y encontrarás que has excluido la vida misma.
De esta manera un hilo de pensamiento es más impactante para mí que un párrafo. Como dije antes, no pretendo que este sea el mejor análisis del capítulo 2 del libro “El Problema del Dolor”, pero tal vez estas meditaciones puedan tener el efecto en ti de querer leer el libro, lo cual sería una gran ganancia. O de pronto, por la gracia de Dios, las meditaciones de Lewis en este reducido análisis lleguen a producir asombro y claridad en tu mente y corazón, para la gloria de Dios.
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