Uno de los más grandes problemas de las naciones modernas es cómo luchar efectivamente contra el flagelo del consumo de sustancias psicoactivas, más comúnmente conocidas como “drogas”. Este desafío se vuelve mucho más urgente cuando un país se enfrenta a problemas como la pobreza, la delincuencia común y la confrontación política. Así, cuando el consumo de drogas crece, la población no tarda en culpar al político de turno y exigir respuestas rápidas y contundentes.
Tal ha sido el caso de Filipinas, una república que ha tenido que enfrentarse desde hace varios siglos a la problemática del consumo de drogas. Recientemente, se ha debatido entre una política policiva y una de salud pública y búsqueda de la rehabilitación de los consumidores.
Una región en medio de las rutas históricas de las drogas
En el Sudeste Asiático, el histórico consumo de opioides –drogas derivadas del opio– ha generado conflictos persistentes y ha logrado sumir a gran parte de la población en la inactividad y la pobreza. La planta de la cual se obtiene el extracto, la amapola (Papaver somniferum) fue descubierta en la región del Mediterráneo en el 5000 a.C., y desde entonces ha sido cultivada ampliamente en todo el mundo.
Cuando se corta la cabeza de los pétalos de las flores, esta excreta un líquido lechoso que se puede raspar a mano y secar al aire para producir el opio. Cuando se consume, bien sea fumado, por inyección o en tabletas, genera un estado de euforia, luego, de gran relajación y alivio del dolor físico. Los movimientos musculares del intestino quedan inhibidos, lo cual resulta en una constipación. También se produce resequedad en la boca y en las membranas de la mucosa de la nariz.
Como el opio es adictivo, las personas buscan consumirlo de manera frecuente a cualquier precio, así que se convierte en un producto extremadamente lucrativo. Pero, por supuesto, la alta dependencia física y psicológica aumenta las probabilidades de una sobredosis.
En el caso del Sudeste Asiático, el consumo de esas y otras drogas se ha intensificado desde las guerras del Opio en el siglo XIX. Además, desde el siglo XVI, Filipinas desempeñó un papel importante en las rutas de comercio desde Europa hasta China e India. Veámoslo a continuación.
Filipinas, una de las naciones más afectadas por el consumo de sustancias
Tras la conquista española de Filipinas, los intercambios comerciales entre China y Europa se incrementaron. Pero la hoy República Popular no estaba satisfecha con la forma en que el Viejo Continente manejaba el comercio, por lo que intentó restringirlo y monopolizar las rutas. Los déficits comerciales resultantes entre potencias como Gran Bretaña y China terminaron incentivando el comercio ilegal de opio.
Mientras China prohibía el opio por sus efectos negativos en la salud, Gran Bretaña incentivaba su consumo en India como una forma de compensar su déficit comercial. Las guerras del Opio y la presión del Imperio Británico finalizaron con varios tratados de apertura comercial de China a Occidente, lo cual condujo finalmente a una caída considerable en la economía china. Estas guerras se consideran oficialmente como las primeras contra las drogas en el mundo.
A partir de entonces, el consumo de opio y otras drogas se ha extendido en toda Asia, especialmente en Filipinas, país que tradicionalmente ha sido parte de una ruta comercial importante hacia Occidente. Mientras que algunos Estados, como China, han tenido un éxito relativo en su lucha contra las sustancias psicoactivas por medio de políticas represivas, otros, como Afganistán, Pakistán, India y Filipinas, continúan en una encrucijada para definir la forma correcta de enfrentar este flagelo.
Afganistán, Pakistán e India, por su parte, han optado por políticas laxas, o ninguna política de restricción. De hecho, desde la década de los noventa han tenido a las drogas como una fuente importante de financiación del régimen talibán. Filipinas, por su parte, ha favorecido un enfoque restrictivo y policivo que ha conducido a una brutal guerra del Estado contra los grupos mafiosos.
El enfoque represivo de Rodrigo Duterte
En junio de 2016, el consumo de drogas en Filipinas aumentó notablemente, lo cual fortaleció a los grupos criminales y debilitó la capacidad del Estado para imponer justicia, llevar a los responsables a prisión y encaminar a la juventud hacia actividades productivas. El presidente Rodrigo Duterte había asumido el poder ese año con la promesa de eliminar la producción y el consumo de drogas por medio de una política represiva de guerra. Su campaña consistía en la “neutralización de personalidades (capos mafiosos) a nivel nacional”. El resultado fue la muerte de miles de filipinos, principalmente en las áreas urbanas más pobres.
La guerra más reciente de Filipinas contra las drogas, sin embargo, no fue emprendida solo por el Estado. Para llevarla a cabo, Duterte contó con el apoyo de grupos paramilitares, los cuales tenían una estrecha relación con el gobierno, a pesar de su estatus no oficial. Además, los estudios sobre el terreno indican que las muertes declaradas en la guerra de Duterte fueron tan solo una parte del total.
Debido a la violencia resultante de esta campaña contra las drogas, la sensación que ha quedado en la comunidad internacional es la de una violación constante y sistemática de los derechos humanos, que no ha detenido el tráfico de drogas. Un reporte de Amnistía Internacional destacó que la “economía de la muerte”, que se estableció como resultado de los sistemas de recompensas, llevó al asesinato de individuos pobres e indefensos que no tenían nada que ver con el conflicto o la producción de drogas.
La política de Duterte no se limitó a los grupos de vigilantes o al uso de la fuerza por parte de la policía, tampoco a la lucha contra los mafiosos. El presidente también invitó a todos los ciudadanos a buscar y matar a los sospechosos de ser consumidores de drogas. Esta campaña de terror estuvo dirigida contra cerca de un millón de personas clasificadas como consumidoras –el 3 % de la población–, tal y como informó el New York Times en 2017.
Como si no fuera suficiente, la política de Duterte también parece haber sido usada para amenazar, matar o detener a políticos opositores. La revista Time informó que más de doce alcaldes fueron asesinados desde 2016. Cuatro de ellos estaban en la lista del gobierno de “narcopolíticos”, mientras que un congresista fue asesinado por supuestamente estar aliado con los capos de la droga. Para julio de 2018, ya había 96 narcopolíticos en las listas del gobierno.
Otro ejemplo es el de la senadora Leila De Lima, quien fue etiquetada como “la madre de todos los capos de la droga”. Amnistía Internacional señaló que las acusaciones contra De Lima estaban motivadas políticamente, mientras que Human Rights Watch argumentó que la campaña de guerra contra las drogas estaba siendo usada para intimidar “políticos, especialmente en las provincias, los cuales están siendo forzados a adoptar las líneas de pensamiento político de Duterte”.
De acuerdo a datos de esa organización, tan solo a finales de 2018, la cifra de personas asesinadas debido a la política de lucha contra las drogas pudo haber ascendido a 20 000. Para el final del periodo de Duterte, se indicó que el número pudo haberse elevado hasta 30.000.
Marcos llega al poder y cambia el enfoque en la lucha contra las drogas
Cuando Ferdinand Marcos Jr, también conocido como Bongbong, asumió la presidencia de Filipinas en junio de 2022, prometió un cambio de enfoque en la lucha contra las drogas. Sus prioridades serían atrapar a los grandes capos de la mafia y rehabilitar a los consumidores. “Eduquemos a los jóvenes”, dijo Marcos en una entrevista. “Y a aquellos que ya son consumidores (o adictos), deberíamos ofrecerles tratamiento médico... Vamos a tratar de ofrecer el mejor camino para su rehabilitación”.
La diferencia no podría ser más clara. Mientras el anterior estaba dispuesto a matar o amenazar de muerte a los consumidores, Marcos prometió el apoyo para la rehabilitación. Por su parte, Duterte nunca señaló remordimiento alguno por los fallecimientos que su política causó. “Mátenme, enciérrenme, nunca me disculparé”, dijo el expresidente a pocos meses de finalizar su mandato.
¿Está cumpliendo Marcos con su promesa de rehabilitar a los adictos?
Cuando asumió el poder, Marcos creó más de 100 centros de rehabilitación comunitarios. Estos han proveído a los consumidores de drogas un refugio temporal y tratamiento para que puedan reintegrarse en la sociedad. Hasta la fecha, ya se han establecido más de 500 lugares de ese tipo. En Filipinas los llaman Centros de Reforma Balay Silangan.
Pese a los objetivos de la política de Marcos, las muertes relacionadas con el tráfico de drogas parecen no detenerse, de hecho, se han incrementado en relación al último periodo de Duterte. Entre julio de 2022 y julio de 2023 (primer año de gobierno de Marcos), se registraron 342 asesinatos, 40 más que en el último año en el que Duterte fue presidente.
Las razones detrás de la violencia actual parecen ser simples. Mientras que el nuevo gobierno prometió un cambio de enfoque, la policía ha mantenido sus métodos de guerra. De hecho, los altos funcionarios policiales que implementaron la estrategia de Duterte todavía se encuentran en el poder.
“Mientras que Marcos tiene un enfoque diferente, la policía no ha cambiado sus métodos…”, dijo Joel Ariate Jr, investigador del Proyecto Dahas del Centro de Estudios del Tercer Mundo de la Universidad de Filipinas y director del último estudio que detalla el número de muertes relacionadas con las drogas, al medio Rappler.
“Nadie está siendo juzgado por estos asesinatos. No hay sentido de justicia, de castigo. ¿Quién detendrá a los que mataron y continúan matando”, se lamentó Ariate.
La respuesta de los cristianos filipinos al problema de consumo de drogas
Mientras que el consumo de drogas continúa siendo uno de los problemas más graves de Filipinas, los cristianos del país saben que tienen que actuar y dar un testimonio evangélico en medio de las circunstancias. Muchos ministros y pastores se han involucrado en actividades de prevención y rehabilitación, trabajando de manera silenciosa pero fiel.
Los cristianos saben que la nueva política de lucha contra las drogas del gobierno podría tener un impacto positivo en aquellos consumidores que buscan ayuda. Pero más allá de esto, también es importante buscar a aquellos que no llegan a los centros de rehabilitación, de manera que Dios pueda continuar rescatando a hombres y mujeres de sus adicciones.
¿Por qué Filipinas ha cambiado su enfoque en la lucha contra las drogas?
La ubicación geográfica de este país lo ha convertido en un punto de tránsito clave en el comercio internacional de drogas del Sudeste Asiático, lo cual permite el enriquecimiento de los grandes capos y la confrontación entre entidades mafiosas. Las estimaciones del gobierno señalan que al menos 1.67 millones de personas usaron algún tipo de droga en 2019 y, de estas, 1 millón lo hacen de forma regular.
El extendido uso de las drogas llevó a la población a un alto grado de frustración y hartazgo. Esa fue una de las razones por las cuales eligieron a Rodrigo Duterte, exalcalde de Davao, como presidente de la nación. Él había gobernado la ciudad con mano de hierro por más de dos décadas. En su campaña a la presidencia de la nación, señaló: “Si soy elegido presidente, denme de tres a seis meses. Acabaré con la corrupción, las drogas y el crimen”.
Hoy, al mirar atrás, muchas personas pueden sentir que Duterte no cumplió con sus promesas. No solamente las drogas y la corrupción siguen estando allí, sino que la criminalidad ahora parece más extendida por cuenta de los grupos de paramilitares y vigilantes que él mismo impulsó. Su gobierno también consolidó la corrupción al darle inmunidad a la policía en su lucha contra las drogas, muchos agentes corruptos comenzaron a asesinar personas que no tenían conexiones con las bandas mafiosas. También podían actuar impunemente en muchas más áreas, llegando incluso a pedir el pago de sobornos para no realizar redadas a grupos criminales.
Un ejemplo de corrupción policial sobresalió en 2017, cuando en una operación de redada en la ciudad de Caloocan, un menor de edad, Kian Loyd delos Santos, fue asesinado. Los registros de cámaras del circuito cerrado de televisión mostraron que el muchacho rogó por su vida. A pesar de que en el levantamiento del cuerpo se encontraron dos sobres de metanfetamina y una pistola calibre 45, los estudios de los peritos demostraron que él no había disparado, y que las drogas y el arma habían sido colocadas sobre su cuerpo después de su muerte.
Tras muertes como la de ese joven, la población filipina comenzó a mostrar su indignación ante las políticas del gobierno. La justicia comenzó a actuar y encontró que tres policías estaban involucrados en el asesinato y fueron sentenciados por el crimen.
La guerra contra las drogas de Duterte también ha puesto contra las cuerdas el Estado de derecho y el cumplimiento de la ley en el país. Una investigación de la Corte Penal Internacional encontró que sólo una mínima parte de las redadas organizadas por la policía estaban basadas en una orden de arresto emitida por un juez. En todo ese periodo del gobierno se llevaron a cabo más de 42 000 operaciones policiales en busca de drogas o de capos de la mafia, pero solamente 507 estaban autorizadas legalmente.
Con tantas fallas legales y morales en la guerra contra las drogas de Duterte, era apenas lógico que la ciudadanía quisiera un cambio. Por esto, en 2022, un nuevo líder emergió: Ferdinand Marcos. El nuevo presidente no solamente prometió diferenciarse de su predecesor en su política contra las drogas, sino que ha trabajado fuertemente en iniciativas, como la de los centros comunitarios de rehabilitación.
En un mensaje reciente a los ciudadanos de Filipinas, Marcos dijo:
La guerra contra las drogas continúa, pero tiene ahora un nuevo rostro. Se inclina hacia el tratamiento basado en la comunidad, la rehabilitación, la educación, y la reintegración [de los consumidores] para frenar la dependencia de nuestros ciudadanos afectados.
Se trata de un cambio radical. Mientras que Duterte llegaba a considerar a los consumidores como un problema sin solución, del que había que deshacerse mediante la fuerza, Marcos identifica a los consumidores como ciudadanos del país. Y no solo eso, los llama “nuestros ciudadanos”. Sin lugar a dudas, el nuevo enfoque atraerá muchos elogios, pero también muchas críticas por parte de aquellos que privilegian el modelo del Estado represivo.
Pero, ¿el cambio de enfoque está funcionando?
Reacción de los líderes cristianos filipinos a la política de Marcos
El enfoque del actual presidente filipino podría ser esperanzador, pero la realidad atestigua un revés que hará que muchos se sientan decepcionados. Los ministerios cristianos del país han sido testigos de los efectos en el cambio de política. Ariston Lee dijo que, tras la llegada al poder de Marcos, “las drogas ilegales han proliferado de nuevo, [incluso] en nuestras prisiones de máxima seguridad, en las cuales hay presos que trafican con drogas”. Ella es directora ejecutiva de Desafío de Jóvenes Filipinas, un centro cristiano contra las adicciones que ya lleva 35 años trabajando en el país.
Centros de rehabilitación cristianos afectados por las nuevas políticas
Mientras que el gobierno de Duterte fracasó en su batalla contra las drogas, y el de Marcos parece ir por el mismo camino –aun considerando la diferencia de sus enfoques– la esperanza para los consumidores de drogas podría hallarse en otra parte. Sin embargo, el gobierno no lo ha tenido en cuenta: los centros de rehabilitación cristianos, que de hecho se han visto afectados por las nuevas políticas de rehabilitación.
Las medidas gubernamentales actuales también hacen que las personas ya no tengan que ir a los centros de rehabilitación cristianos, como en el caso de House of Hope, en Isla Cebu [dirigido por Ginno Almodia]. Parece no ser necesario dada la proliferación de ese tipo de espacios. La diferencia es que allí las personas van de manera regular, pero no se quedan a pasar la noche, no tienen un proceso permanente.
Estos centros florecen en los llamados barangay [vecindarios]. Una persona con un problema de dependencia solamente necesita visitar el centro una vez por semana e ir dos horas a una sesión de Narcóticos Anónimos. De esta manera, el gobierno está desincentivando la asistencia a los centros de rehabilitación que trabajan de forma constante ayudando a quienes tienen adicciones.
Almodia destaca que ahora hay menos personas en los centros de rehabilitación cristianos. Antes de la pandemia del COVID-19, House of Hope podía albergar hasta treinta residentes permanentes, hoy solo llegan diez. Así mismo, un factor que ha afectado negativamente a los ministerios cristianos es que no reciben apoyo gubernamental.
En lugar de esto, toda la financiación es particular, lo que incluye iglesias, compañías privadas, e individuos. Cada uno de los donantes particulares facilita que los consumidores de drogas permanezcan en los centros de rehabilitación, dado que en la mayoría de los casos, ellos mismos no pueden pagar las tarifas mensuales de hospedaje.
Así que en medio de una política que claramente no está funcionando, ¿cuál es la alternativa que están presentando los líderes cristianos para luchar contra las drogas?
Cristo, la respuesta al vacío y la dependencia
Para los líderes cristianos y evangelistas es bastante claro que las políticas gubernamentales, bien sean represivas o basadas en la rehabilitación secular, están fallando. Esto, con todas las consecuencias negativas que acarrea, también es una oportunidad para que las iglesias y comunidades de fe muestren el poder sanador del evangelio. En este contexto, los ministerios cristianos están trabajando para prevenir que las personas jóvenes lleguen a las drogas.
En la organización Rescue Kabataan (que significa Rescatar la juventud), Abegail Mesa-Raymundo, la fundadora, lleva a cabo un programa de salud mental de ocho meses en asociación con las escuelas. Este año, la entidad está ayudando a los estudiantes en la ciudad General Santos en Mindanao y en Taytay, Rizal, en Luzon.
Educación cristiana para proteger a la juventud
En Rescue Kabataan, varios voluntarios de iglesias locales visitan de manera frecuente las escuelas para crear espacios seguros en los que se pueda hablar de temas como las drogas, el abuso sexual, la pornografía, el suicidio, las relaciones amorosas y el embarazo adolescente. El programa, basado en la fe, actualmente ha llegado a 31 escuelas en 16 ciudades y municipios.
Mesa-Raymundo afirma que siente que Dios está obrando a través de este programa y que la prevención de muchas conductas negativas es un hecho. “Dios puede usar a Rescue Kabataan para mostrar su amor. Antes que predicar el evangelio, estamos mostrando el evangelio”, dice ella.
Un testimonio de rehabilitación a través de la fe
En su trabajo con las escuelas, Mesa-Raymundo comienza cada programa compartiendo su propia historia. En su adolescencia, Mesa-Raymundo comenzó a fumar y beber, tener relaciones sexuales de forma promiscua y a usar drogas, justo después de que su padre, que era pastor, falleció. El testimonio de esta líder evangélica simplemente conmueve a su audiencia completamente.
Ella comenzó a aspirar “rugby”, una especie de pegante que alteraba su percepción, y otros tipos de drogas. A los 19 años, fue víctima de una violación grupal y a partir de sus 20 comenzó a prostituirse. Después incluso llegó a trabajar como docente, pero perdió su empleo debido a relaciones inapropiadas con sus estudiantes. La carga emocional de todo su pasado era tan fuerte que llegó a contemplar el suicidio en tres ocasiones.
Con este historial, cualquiera podría pensar que el destino de Mesa-Raymundo serían las calles y una muerte prematura. Sin embargo, Dios se hizo presente en su vida, y el poder de Su Gracia finalmente transformó su historia. A los 23, esta joven tuvo una sobredosis. A punto de morir, rogó a Dios por otra oportunidad para vivir de manera diferente.
La ayuda de otros hermanos en la fe fue determinante para que Mesa-Raymundo pudiera superar sus adicciones y su pasado traumático. Ella cuenta que al trasegar el camino de la fe, encontró el espacio para sanar emocional y espiritualmente, y tener una rehabilitación completa. Dice que después de un retiro de oración y ayuno de dos semanas, ella se sintió llamada por el Señor para ayudar a otros jóvenes en problemas. A partir de allí fue que surgió la organización cristiana Rescue Kabataan.
Hoy, Mesa-Raymundo comparte su mensaje a pequeñas y grandes audiencias. En 2015 llegó incluso a hablar ante un grupo de 700 estudiantes, animando a los jóvenes a hablar de sus problemas y dejarse tocar por el poder y amor sanador del Señor. Poco después, más y más escuelas la invitaron a contar su historia, y a esto le siguió la creación de un programa integral para prevenir el consumo de sustancias psicoactivas.
En Rescue Kabataan, Mesa-Raymundo no está sola, la acompaña un grupo de jóvenes profesionales, amas de casa, emprendedores y jubilados que trabajan para crear un sentimiento de responsabilidad en los jóvenes y compartir el amor de Dios con ellos.
Testimonios visibles de transformación
Rescue Kabataan ya está impactando vidas y transformándolas por medio del evangelio. Un caso notable fue el de un estudiante de noveno grado que había comenzado a usar drogas desde los siete años por la influencia de sus padres. El joven afirmó sentirse listo para iniciar un programa de rehabilitación y fue referido a un programa de bienestar donde un trabajador social lo ha ayudado a recuperarse de su adicción mientras él ha continuado asistiendo a las sesiones de Rescue Kabataan. Como resultado de la intervención, las notas, su estado de ánimo, sus perspectivas de futuro y su vida misma cambiaron notablemente.
Cuatro elementos clave para superar las adicciones
De vuelta a Cebu, Almodia continúa trabajando con House of Hope, el centro de rescate basado en la fe. Éste fue fundado por un exadicto originario de Singapur en 1997, pero hoy es dirigido completamente por filipinos. En su balance del progreso que han hecho con consumidores de drogas, Almodia indica que hay cuatro componentes esenciales implicados en la superación de las adicciones: la terapia basada en la fe, el trabajo, el ejercicio físico y el contacto con más personas.
La terapia basada en la fe es para Almodia mucho más que una simple medicina o una rutina para mantenerse alejado de las adicciones; es un compromiso a vivir la vida de una nueva manera, a la manera de Jesús. Cada día en el centro comienza con la lectura de la Escritura, hay un espacio de silencio y oración, y luego comienzan las actividades diarias.
La jornada varía entre el trabajo en jardinería, cocinar, hacer deporte y pasar tiempo en comunidad. Los domingos, los internos pueden ir de vuelta a sus comunidades para participar de los servicios en las iglesias locales de sus barrios. Esto les ayuda a tener más amigos aparte de los que encuentran en el centro.
En House of Hope, poder ser libre de las drogas deja una marca de alegría y agradecimiento muy fuerte, tanto que el 100 % del personal que trabaja en el centro está conformado por exadictos. Después de haber fracasado en un programa de rehabilitación liderado por el gobierno, Almodia cuenta que él mismo entró al programa de House of Hope en 2001, cuando tenía 24 años. Para ese entonces, él vio el centro de rehabilitación cristiano como su última esperanza.
“Mi familia me echó de la casa”, recuerda él. Tras haber escuchado la recomendación de otro exadicto, se presentó para ser atendido en House of Hope. Allí, Almodia pudo conocer a Jesús y “liberarse de los demonios de la adicción”.
Líderes como Almodia y Mesa-Raymundo son el testimonio vivo de que Jesús puede hacer lo que las políticas del gobierno no, por más que se cambien los enfoques y se intenten cosas nuevas. Lo que el Estado no puede hacer, y Cristo sí, es transformar realmente las vidas de las personas.
Con información de Christianity Today, ACLED Data y Human Rights Watch.
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