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Amiga de John Wesley (1703-1791), Charles Wesley (1707-1788) y George Whitefield (1714-1770), esta aristócrata apoyó las causas evangelísticas con todos los recursos que tuvo a su disposición.
Bienvenidos a este resumen de la vida de Selina Hastings (1707-1791).
Introducción
Selina Hastings nació en medio de la prominencia, el 24 de agosto de 1707, en la casa señorial Astwell, un edificio con al menos 40 habitaciones.
Selina era miembro de una de las familias más antiguas de la aristocracia inglesa: los Shirley’s. Aunque la familia era increíblemente adinerada, también era terriblemente infeliz, pues la madre de Selina dejó a su padre cuando Selina tenía apenas seis años.
Ella quedó al cuidado de su padre y pronto demostró ser una niña seria que con frecuencia se preocupaba acerca del estado de su alma.
Matrimonio y conversión
Selina se casó aún con más prominencia con Theophilus Hastings (1696-1746), el noveno Conde de Huntingdon, el 3 de junio de 1728, cuando ella tenía 21 años y él 32. Fue bien recibida en la familia Hastings por las hermanas de Theophilus, quienes se convirtieron en sus amigas más cercanas.
Juntas, se movían en los círculos más elitistas y pasaban tiempo con algunas de las figuras más importantes de su época. Aunque su matrimonio con Theophilus fue acentuado por un gran amor y afecto, también estuvo marcado por enfermedades y pérdidas. Juntos tuvieron siete hijos, de los cuales solo uno sobrevivió.
Conoció el evangelio en 1739. Aunque Selina siempre fue una persona moral y recta, fue en sus treintas cuando comenzó a darse cuenta de que se apoyaba en sus buenas obras para ganarse el favor de Dios.
Bajo la predicación de los primeros metodistas, llegó a la fe en Jesucristo aproximadamente a mediados de 1739. Es probable que a Theophilus le ocurriera algo similar, pero el registro histórico es más incierto con respecto a él. Aunque ella permaneció en la Iglesia de Inglaterra, siempre estuvo asociada con los metodistas, algo que afectó su reputación entre sus pares. Entabló amistades cercanas con John y Charles Wesley y también con George Whitefield, pero tuvo una amistad más cercana con Charles y su esposa Sally Wesley (1726-1822), a quien amaba como a una hija.
Su llamado a la evangelización
Pero Selina se propuso alcanzar a sus pares aristocráticos. Luego de su conversión, se convenció de que debía alcanzar a sus semejantes con el evangelio. A causa de que la asociaban con los metodistas, lo hizo a costa de su reputación. Uno de sus compañeros la reprendió diciéndole:
Es una monstruosidad que se nos diga que tenemos un corazón tan pecaminoso como el de los miserables plebeyos que se arrastran sobre la tierra. Es sumamente ofensivo e insultante; y no puedo sino preguntarme si su Señoría puede disfrutar de cualquier actitud que esté tan en desacuerdo con el alto rango y la buena educación.
Pero ella continuó compartiendo el evangelio con la nobleza, la monarquía y los plebeyos por igual.
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Mediando entre Wesley y Whitefield
En tiempos convulsionados de polémicas doctrinales, Selina se puso del lado de George Whitefield. John Wesley finalmente se alejó de su amigo George Whitefield por asuntos relacionados con la doctrina.
Selina intentó mediar en esta disputa, pero no tuvo éxito. Aunque en un comienzo fue persuadida por Wesley, gracias a sus propios estudios prefirió la interpretación de las Escrituras de Whitefield.
Finalmente, convenció a Whitefield de que fuera su capellán personal, de modo que él podía predicar en su finca. Esto le permitía invitar a sus pares aristocráticos para oír al más grande predicador del evangelio de la época, y muchos vinieron a la fe salvadora gracias a esta decisión de Selina.
Apoyando la expansión del evangelio
Selina Hastings se convirtió en una de las mayores filántropas de su tiempo. Bendecida con abundantes riquezas, tomó la determinación de usar todo lo que tenía para la gloria de Dios.
También estaba comprometida a capacitar a los predicadores. Puesto que había sido salvada por medio de la predicación evangélica, se comprometió a capacitar a más predicadores que proclamaran con valentía la Palabra de Dios. Por tal razón, fundó un seminario en Trevecca, Gales, bajo el liderazgo de Howell Harris (1714-1773). Los primeros estudiantes fueron hombres que habían sido expulsados de Oxford por sus inclinaciones metodistas. La escuela fue abierta en 1768 con la predicación de Whitefield para celebrar la ocasión.
También se comprometió con apoyar a los predicadores que necesitaban ayuda. Los animaba, tal como lo demuestra una carta escrita por William Grimshaw (1708-1763):
¡Cuánto nos ha bendecido el Señor la última vez que usted ha estado aquí! Y cómo ardían nuestros corazones para proclamar Su amor y gracia para los pecadores que perecen! Venga y vuelva a animarnos —ayúdenos con sus consejos y sus oraciones— concédanos una chispa de su celo radiante, y aliéntenos a estar renovados y activos en la causa de Dios.
Ella pagaba el salario de muchos pastores con su propia fortuna, los apoyaba y encontraba siempre la forma de que pudieran desarrollar sus ministerios con libertad.
Construyendo iglesias locales
Selina estaba comprometida a financiar iglesias locales. Durante su vida, estuvo involucrada en la compra, la renovación y la edificación de iglesias locales en las que los evangelistas pudieran predicar. Para el final de su vida, había apoyado 116 iglesias como parte de su red de “conexión”, con más de 60 de ellas construidas o financiadas con su ayuda.
Además, se dedicaba a la oración y correspondencia. Selina apartaba una gran parte de su tiempo cada día para leer la Biblia y orar por sí misma y los demás. También se pasaba horas cada día escribiendo cartas a sus amigos, miembros de la familia, conocidos, estudiantes y predicadores. Estas a menudo contenían notas de ánimo o enseñanzas y reflexiones teológicas. A través de su dedicación al aprendizaje, se convirtió en una teóloga sólida.
Estaba dispuesta a despojarse de lo suyo para apoyar el ministerio cristiano. Durante toda su vida, daba con extrema generosidad. Finalmente, llegó tan lejos como para arar su propiedad a fin de plantar maíz y así obtener ingresos. Cuando murió, ya se había despojado de una vasta cantidad de su fortuna. Una amiga comentó: “Creo que con frecuencia, lo único que poseía era el vestido que tenía puesto”. Se privaba de un montón de lujos con el fin de llevar a cabo la obra que el Señor le había encomendado.
Un final humilde
Selina Hastings falleció el 17 de junio de 1791. Tenía 83 años cuando murió y, conforme a sus deseos, fue enterrada con gran sencillez. No hubo ningún gran monumento, ningún ataúd fastuoso ni una multitud de gente que la llorara. En cambio, fue enterrada con gran sencillez al lado de su esposo y solo hubo tres personas en su funeral.
Después de su muerte, una amiga la recordó de esta manera:
Miles o, mejor dicho, decenas de miles en distintas partes del reino, oyeron el evangelio a través de su instrumentalidad, pues con toda probabilidad, muchos jamás lo hubieran oído en absoluto; y creo que durante toda la eternidad, habrá sido el beneplácito de Dios que ella hubiese existido.
Pero tal vez, fue el Rey Jorge III (1738-1820) quien pronunció las mejores palabras:
Desearía que hubiese una dama de Huntingdon en cada diócesis de mi reino.
Selina Hastings usó todos los bienes y recursos que Dios le permitió administrar, no para su propia gloria y comodidad, sino para glorificar a Dios apoyando la extensión del evangelio.
¿Y tú? ¿Qué piensas? ¿Cómo usas los recursos que el Señor te ha dado? ¿Cómo crees que un auténtico cristiano debe usar los bienes y recursos que Dios le ha entregado? Déjanos tu opinión en los comentarios.