Nota: Los diminutivos de algunas palabras usadas en este artículo están puestos a propósito, ya que así se expresan los quechuas para darle un toque de cariño a su forma de expresión.
En la década de los 80 y de los 90, el Perú fue testigo de una violencia brutal. La población vivía con el temor de morir en cualquier esquina por el terror que había sido sembrado. La organización Sendero Luminoso había convertido al país en un campo de guerra. Pueblos enteros fueron asesinados, jóvenes estudiantes desaparecidos, carros con explosivos dinamitaron edificios gubernamentales, entre muchas otras cosas. Se calcula que producto de la guerra que se vivió, murieron alrededor de setenta mil personas en todo el país, y más de medio millón fueron desplazados de sus hogares. Para todos los peruanos fue una época oscura que golpeó con particular fuerza a las comunidades rurales y pueblos nativos. Según las cifras oficiales, por cada fallecido en la ciudad, se contaban cinco más en las zonas rurales, y dos tercios del total eran quechuas. Pero no todo fueron tinieblas, porque en la misericordia de Dios, una luz brilló fuertemente dejando un testimonio sólido de la fidelidad de Dios.
En los Andes peruanos, y en muchos otros países de Latinoamérica, vive un pueblo conocido como el pueblo quechua, herederos de una cultura hermosa, cálida, amable y tierna. Cualquiera que los haya conocido de cerca puede testificarlo. Es un pueblo que ha vivido en esta zona del mundo por muchos siglos, que se originaron en el Imperio inca, y a pesar de haber sufrido muchos embates a lo largo de su historia, ha sabido mantener su identidad y ha sido capaz de florecer en medio de los cambios.
Es de este pueblo de donde proviene el hermano del que hablaremos hoy: Rómulo Sauñe Quicaña, un hermano aguerrido que lo hizo todo para que su pueblo tuviera la Biblia en su lengua nativa.
Para empezar nuestra historia debemos situarnos en el alejado pueblo de Chakiqpampa, en la región de Ayacucho (Perú). Un pueblo rural, de difícil acceso, que hasta el día de hoy no aparece en los mapas digitales. Allí, en medio de las grandes montañas andinas, nace Rómulo, en una gran familia quechua, al abrigo de una madre amorosa, al lado de sus abuelos y sus tíos. Él crece en medio del campo y desde muy corta edad se dedica a cuidar de sus ovejitas junto a su tío Arcángel, quien fue casi su hermano porque eran prácticamente de la misma edad. Juntos hicieron muchas travesuras, se deslizaban por las piedras de las laderas, nadaban en el río y perdían los panes que debían llevar a su casa, entre otros juegos de niños.
En cierta oportunidad, hicieron una carrera al lomo de unos cerdos. El que primero se cayera sería el perdedor. Rómulo se aferró al cerdo al punto de no soltarlo. El cerdito terminó metiéndose en el establo de los caballos, y estos del susto, empezaron a lanzar patadas al aire, y una le golpeó en la cabeza del pequeño Rómulo, dejándolo inconsciente. Al instante, sus amiguitos salieron corriendo y Arcángel fue por ayuda. Todo este episodio finalizó en la casa de los Sauñe, con Rómulo adolorido y siendo curado con plantas medicinales por su sabio abuelo. Lamentablemente, este golpe lo dejó medio sordo de un oído, esto le ocasionó una gran desventaja a la hora de estudiar, dificultándole muchísimo su paso por la escuela.
En un principio, su familia no era cristiana, sin embargo, Dios tenía un plan para ellos. Primero, el abuelo, Justiniano Quicaña, recibió una Biblia, y aunque no comprendía muy bien lo que decía, la familia estaba fascinada de escuchar las historias que contenía. Transcurridos unos años, su hijo Fernando se convierte al cristianismo al escuchar el evangelio de boca de un predicador itinerante que se dedicaba a vender pieles de cabra de pueblo en pueblo, sin importarle los mitos que hablaban acerca de los evangélicos. Muchos creían que los evangélicos eran una especie de demonios a quienes les podía crecer cola. Luego, producto de la emoción de un recién convertido, Fernando le predica a su hermana Zoila, la mamá de Rómulo, y al escuchar el pasaje en Juan 3:16 de “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna”, ella sintió una convicción que nunca antes había experimentado, y creyó. Ella quiere compartirle el evangelio a su esposo, pero él lo ve como algo indigno y decide abandonar el hogar. Sin embargo, nunca dejó de orar por su marido, quien muchos años más tarde se convirtió en creyente tras una experiencia en la cárcel y se volvería un predicador itinerante.
Cuenta la leyenda, que la familia del abuelo, pertenecía al linaje de los antiguos sacerdotes, siervos del mismo Inca. Su abuelo aunque quería creer, veía indigno recibir un mensaje tan importante de un simple vendedor de pieles, así que exigió que fuera un pastor quien le predicara. Viajaron a la capital de la región para conocer a un pastor, y después de unos eventos muy particulares, el abuelo se convirtió a Cristo. Rómulo era un niño pequeño mientras todo esto ocurría, al tiempo que él crecía, toda su familia lo educaba en la fe y en las tradiciones e historias de su pueblo.
El abuelo Justiniano pronto se convertiría en un líder de su comunidad, fundaría en su pueblo una iglesia presbiteriana, y además haría viajes misioneros a las comunidades de los alrededores junto con su hijo Fernando. Años más tarde, una preocupación los mantendría buscando la unidad de la iglesia quechua, pues tras la llegada de otras denominaciones, un espíritu de individualismo se impregnó en lo que solía ser una cultura muy comunitaria. Esta inquietud por buscar la unidad sería luego un aspecto muy tenido en cuenta en la labor de Rómulo.
Cuando llegó el tiempo, el abuelo decidió que era necesario que los niños pudieran recibir una buena educación, entonces los envió con su hija Zoila rumbo a la capital de la región para así poder estudiar. Consiguieron una casita muy humilde en un barrio pobre. En las aulas, Rómulo la pasó muy mal, los niños se burlaban de él llamándolo “opa” (que significa tonto) y todo debido a su dificultad para estudiar, sumado a que la educación era totalmente en español y él solo hablaba quechua. Pronto la familia pasaría serios problemas económicos y los niños se vieron forzados a trabajar en diferentes oficios. Trabajaron como vendedores de periódicos, lustrabotas y hasta ayudantes de panadería. Durante estos años, asistieron a una iglesia quechua llamada “La Libertad” que se convirtió en un oasis ante el choque cultural que les significaba vivir en lo que ellos llamaban “la sociedad mestiza”.
Con el pasar del tiempo, Rómulo, siendo un adolescente, sirvió en su iglesia como líder de jóvenes, y al mismo tiempo trabajaba de jornalero en el Centro de Instrucción Bilingüe, donde el Instituto Lingüístico de Verano tenía un programa de estudios. Este instituto, que hasta el día de hoy existe, se enfoca en preparar misioneros de toda Latinoamérica en la tarea de la traducción de la Biblia. Durante este tiempo, Rómulo conoció a los misioneros Conrad y su entonces novia llamada Irma. Ellos estaban abocados a la traducción del Nuevo Testamento al quechua. En la década de los 50 se había hecho una traducción, solo que había sido realizada muy literalmente y esto llevó a que los quechuas no lograran entenderla con facilidad y les fuera difícil memorizar los textos. Los misioneros, al tiempo que iban traduciendo, verificaban si su traducción sería útil a los quechuas, por lo que iban consultando con el joven Rómulo, y con otros quechuas. Para sorpresa de los misioneros, Rómulo resultó extremadamente hábil en la tarea de traducción. Durante la semana completaba sus estudios secundarios, y los fines de semana se dedicaba de entero a la tarea de ayudar en las traducciones. Los misioneros lo describieron como alguien ansioso de ayudar, emocionado e incansable.
En cierta oportunidad, Conrad le preguntó a Rómulo por qué era tan apasionado con esta tarea, y su respuesta lo dejó impactado. Rómulo le señaló por la ventana hacia unas mujeres de la plaza, y le dijo “¿Ve a esas mujeres? Cualquiera podría ser mi madre. Mi mamá nunca aprendió a hablar español, ella ama al Señor, pero nunca podrá conocer todo lo que Dios quiere que conozca porque no escuchará las palabras en su propia lengua”. En ese momento el misionero entendió por qué la traducción del Nuevo Testamento le resultaba tan urgente a Rómulo.
Mientras esto ocurría, la ideología que luego sería conocida como “Sendero Luminoso” empezaba a establecer sus bases en Ayacucho. Esta ideología se proponía como la nueva y final versión del comunismo mundial, el perfeccionamiento del marxismo leninista maoísta, y prometía cambiar la realidad de los pobres y campesinos para establecer una sociedad utópica. Bajo el liderazgo de un maestro llamado Abimael Guzmán, la Universidad de Ayacucho empezó a ser infestada por este nuevo pensamiento. Guzmán sería la mente detrás de la formación de este movimiento por ser un gran polemista y académico. Muy pronto, tanto los jóvenes egresados como los docentes también empezarían a invadir las aulas escolares con esta ideología.
Rómulo fue testigo de los intentos de adoctrinamiento por parte de los maestros escolares, pero siempre les plantaba cara (confrontaba sus ideas) porque creía que aquel comunismo ateo era una afrenta a la fe, aunque también se preocupaba por sus notas académicas por cuanto los maestros lo amenazaban con reprobarlo. Con todo, intentaba siempre prepararse con el misionero Conrad para dar defensa de su fe ante el marxismo que promulgaban los maestros, pero a veces las discusiones se volvían tan teóricas y filosóficas que le resultaba difícil seguirles el ritmo. Mientras tanto, en la Universidad de Ayacucho lo mismo era experimentado por el Círculo Bíblico Universitario donde activistas de Sendero Luminoso buscaban amedrentar a los cristianos.
Con el pasar del tiempo, Rómulo acompañaría a los misioneros en una sede del Instituto en Pucallpa para continuar con la traducción de la Biblia, allí conocería a su futura esposa Donna Jackson. Fue así como la traducción del Nuevo Testamento finalmente fue terminada y la satisfacción del equipo fue grande. Pero Rómulo no estaba conforme con tal larga labor que acababan de terminar. Él quería que toda la Palabra de Dios estuviera disponible en el idioma de los quechuas. Si bien su cultura es llena de color y vida, y transmite calor y cariño de forma muy particular, Rómulo sabía que eran un pueblo de pecadores con la necesidad de un Salvador, un pueblo necesitado de oír en su propia lengua la voz del Dios de la creación, para saber que eran amados y que en Él podían encontrar esperanza y perdón. Por ello, después de orar mucho, y gracias a la providencia de Dios, encontró la manera de poder viajar a California (Estados Unidos) para estudiar en el Instituto Bíblico Latinoamericano, esto sucedió en 1977. Siempre trataba de regresar por temporadas a la ciudad de Ayacucho para continuar alentando el evangelismo, y su corazón no dejaba de orar “¡Ayacucho para Cristo!”.
Con la llegada de la década de los 80, también llegó la nueva fase del plan de Abimael Guzmán: el inicio de la lucha armada. De esta manera se dio inicio a una etapa de violencia que con el pasar del tiempo iría aumentando, pues, según su plan, se debía debilitar al Estado para finalmente conquistar el poder. Esto provocó una respuesta enérgica por parte del gobierno con el uso de las fuerzas armadas, las que respondieron con más violencia descontrolada. Y en tiempos en donde reina la confusión miles de inocentes terminaron siendo víctimas del fuego cruzado.
A pesar de que la violencia arreciaba, la casa de la familia Quicaña nunca cerró sus puertas a los viajeros. Cada persona que llegaba hasta ellos era recibida sin preguntarle por sus orientaciones políticas y más bien aprovechaban la oportunidad para predicar el evangelio. Ellos dejaban de lado la política para llevar a sus visitantes a la cruz, porque sabían que sólo el evangelio podía traer paz. De esa manera, el abuelo Justiniano se perfilaba como un obstáculo para Sendero Luminoso ya que sus enseñanzas “desviaban” a muchos jóvenes.
En cierto momento llegaron rumores acerca de que los terroristas atacarían su pueblo, y Justiniano se marchó diciéndole a su anciana esposa, Teófila, que era mejor que se quedara, ya que por ser una mujer mayor no correría peligro. Finalmente, los que llegaron al pueblo fueron militares, pero no para el alivio de la población. Entraron violentamente a la casa gritando “¿¡Dónde está!?”. Sacaron con golpes a la anciana y también incendiaron ese lugar sagrado donde la familia había compartido tantas buenas memorias, su casa. Los militares le lanzaban acusaciones de ser líder de Sendero Luminoso y espía porque había sido señalada de recibir senderistas en su casa, pero ella mantuvo su postura digna, y jamás respondió al nivel de ellos. Les dijo que en su casa nadie era terrorista, que ella y su esposo solo eran culpables de brindar vasos de agua y predicar a Cristo. Con todo, los militares se la llevaron a empujones y la arrojaron en una camioneta. Luego, la torturaron por 15 días arrojándola a un estanque helado, golpeándola, y hasta abusando de ella. Luego de ese tiempo, la creyeron muerta y la tiraron en un descampado, en donde al amanecer recibió el calor del sol y pudo arrastrarse hasta la casa de un vecino, quien logró contactar a la familia para que pudieran llevarla al hospital. Gracias a Dios, la abuela pudo recuperarse para continuar dándole la gloria a Dios en los siguientes años.
En 1982, en un domingo del mes de enero, el Nuevo Testamento ya se encontraba impreso y empacado para ser distribuido. En una sola semana se lograron vender 5.000 copias y luego se vendieron 5.000 más. El tiempo fue providencial, la violencia seguía incrementándose, entonces el Estado dictó la ley marcial, y fueron expulsados de esta zona los misioneros, sin embargo, la Palabra ya había sido entregada a muchos, justo antes de que los terroristas tomaran el poder en sus comunidades.
Rómulo también fue un convencido sobre el amor de Dios hacia la diversidad de las culturas y que el evangelio no debía ser motivo para eliminar esas diferencias, sino transformarse en una oportunidad para redimir sus artes. Por lo anterior, fundó la banda “Los mensajeros de Dios” que hasta el día de hoy interpreta música andina en alabanza a Dios. Además, en su corazón siempre tuvo el deseo de ver unida a la iglesia quechua, por lo que formó TAWA (en español, Comité Evangélico Quechua), que hoy se conoce como Runa Simi. Esto lo hizo porque anhelaba formar un espacio donde los quechuas pudieran trabajar juntos por los propósitos centrales del evangelio, teniendo como prioridad la difusión de la Palabra de Dios.
A pesar de toda la violencia, Rómulo y su esposa Donna seguían visitando pueblos lejanos para verificar sus avances en la traducción del Antiguo Testamento. Solo que la violencia era incesante. Cierto día que visitaron a una comunidad lejana, su casa en Ayacucho fue baleada. De haber estado ahí muy seguramente hubieran muerto.
Rómulo se hubiera quedado porque no deseaba abandonar su pueblo, pero se preguntaba “Si me pasa algo ¿quién ejercerá presión para terminar la Biblia en quechua? ¿Cómo su pueblo podría ser verdaderamente libre si no conocía la Palabra de Dios?”.
Por ello, deciden mudarse temporalmente a Lima, capital del Perú. Providencialmente encontraron una casa en Chosica (Provincia), a las afueras de Lima, que terminó siendo un punto de refugio para cientos de quechuas que huían de sus tierras a causa del terror. Constantemente recibía preguntas como “¿Qué me aconseja para ayudar a mis viudas y huérfanos?”, “Estoy entre dos aguas, el ejército y Sendero, ¿qué puedo hacer?”. El corazón de Rómulo siempre terminaba cargado por tantas historias desgarradoras. Pronto entre sus conocidos no habría nadie que no conociera a alguien cercano que hubiera muerto o desaparecido.
En cierto momento de la traducción del Antiguo Testamento, Rómulo se enfrenta a la necesidad de viajar a Israel para poder dar una descripción más puntual de las montañas y los paisajes que se relatan en el texto, algo muy importante para los quechuas. Dios le proveyó lo necesario para el viaje. Estando allí se maravilló de la similitud entre muchas costumbres pastoriles de esas tierras y las de su tierra. Incluso le llega a predicar el evangelio a un grupo de judíos que le prestaron atención por el dolor y sufrimiento de su pueblo, y por ver su pasión de lograr una traducción de la Biblia para ellos.
En los siguientes años, la violencia siguió aumentando y Sendero Luminoso identificó como enemigos a los líderes cristianos. Ellos sabían que para lograr obtener el apoyo a su causa en pueblos enteros, primero debían persuadir a sus dirigentes. Los únicos dirigentes que quedaban eran en su mayoría pastores evangélicos o sacerdotes. Sendero Luminoso había asesinado a más de 100 alcaldes y muchos otros simplemente abandonaron la zona. Aunque muchos pastores fueron asesinados (alrededor de 500), otros fueron salvados milagrosamente según testimonios, incluso al mismo Rómulo le sucedió en más de una ocasión. Hasta se manifestó una oposición demoníaca, no obstante en todo momento la misión se mantuvo. Una verdadera lucha espiritual tuvo lugar en Ayacucho.
Finalmente llegó el 3 de septiembre de 1987. El Antiguo Testamento estaba listo para ser distribuido en Ayacucho luego de casi 10 años de trabajo. Millares de quechuas de toda la región bajaron a la capital para presenciar el tremendo acontecimiento. No importaban las amenazas terroristas, ni el miedo, todos se reunieron públicamente para adquirir sus Biblias. Ese día, Rómulo dio un discurso al borde de las lágrimas, “Esta es una fecha que marcará nuestra historia. Nosotros y los demás hermanos quechuas hemos sufrido mucho por el evangelio de Jesucristo, pero nuestra esperanza está en el Señor y en las promesas que Él nos ha dado en su Palabra – y levantando una de las Biblias continuó – Ahora tenemos toda la Palabra de Dios, desde Génesis hasta Apocalipsis, en nuestro idioma. Nada puede separarnos de su amor y de sus preciosas palabras a cada uno de nosotros. Que Dios los bendiga a medida que leen su Palabra y la guardan en el corazón.”
El primer día se agotaron las 5.000 copias que habían llevado. A la semana siguiente se terminaron las otras 5.000. Los testigos cuentan que a pesar de las condiciones en las que el país se encontraba, tales como hiperinflación, extrema pobreza y violencia sin igual, los creyentes hallaban la manera de obtener los recursos para pagar $1 dólar que costaba la Biblia. Muchos vendían hasta sus mantas en las calles con tal de tener acceso en su lengua nativa a la Palabra de Dios. Luego trajeron 20.000 más y se agotaron. Posteriormente llevaron otras 20.000 e igualmente se agotaron. Los organizadores de las Sociedades Bíblicas quedaron absortos ante tal pasión por la Palabra de Dios. Nunca habían visto algo así. Muchos misioneros se aventuraron a los pueblitos más alejados, sin importar los peligros, para llevar las Biblias a quienes no podían viajar. Fue un acontecimiento sin igual.
A riesgo de escucharme repetitivo, conforme pasaba el tiempo la violencia se desenfrenaba aún más. A pesar de que muchos habitantes abandonaron sus hogares ubicados en pueblos pequeños, Justiniano y Teófila decidieron quedarse en su pueblo de Chakiqpampa. Sendero Luminoso pasaba exigiendo lealtad pero ellos nunca se doblegaron. Se mantuvieron como lumbreras en medio de las tinieblas que cada vez eran más densas. Pudieron reconstruir su casita y también la iglesia que había sido quemada en una oportunidad. Allí Justiniano predicaba con fuego, advirtiendo de los males de la ideología Senderista, y para sorpresa de los revolucionarios, muchos jóvenes seguían asistiendo a pesar de las amenazas.
Es entonces, el 10 de diciembre de 1989, cuando el pueblo recibe la noticia de que venía Sendero Luminoso. Todos huyen, pero Justiniano, ya de 83 años, decide quedarse solo, y envió lejos a su esposa para que se refugiara con unos amigos. Pronto, ocho hombres encapuchados llegaron y lo obligaron a seguirlos, bajo la acusación de ser un dirigente de “cristianos miserables”. A punta de golpes de rifle lo llevaron a un descampado donde se encontraban unos 200 insurgentes, y a lo lejos algunos espectadores. En este lugar, el comandante se burla de Justiniano, pero él se mantiene en silencio. Empiezan a golpearlo con palos. El anciano clamaba que se detuvieran porque todos ellos eran quechuas, pero los golpes no cesaron. En un momento, tuvo la oportunidad de hablarles, lastimado y ensangrentado, les dijo: “Deténganse por favor. Ustedes actúan como salvajes que no tienen piedad ni tienen Dios. Ustedes pueden atacar mi cuerpo, ¡pero no pueden tocar mi alma! ¡Jamás!”. Esto provocó más furia en los senderistas, y el comandante le dijo: “Te mostraremos lo que pensamos de tu predicación”. Entonces lo empuja y cae de cabeza haciéndola crujir, y tomando el cuchillo le cortó la lengua y la mantuvo en alto para que todos la vieran. Luego vino otro rebelde y le arrancó las largas barbas blancas. Otro lleno de ira le acuchilló el pecho, y abriéndolo de un golpe le arrancó el corazón aún latiendo. En ese momento hasta los senderistas se conmovieron y guardaron silencio. Entonces el asesino exclamó: “¡Si alguien entierra el cuerpo correrá la misma suerte!”. Toda la tropa se marchó. Poco después llegó Teófila y al ver la escena despiadada, se tendió al lado de su esposo llorando toda la noche.
A pesar de todo, Rómulo nunca guardó rencor hacia los senderistas y evitaba hablar mal de ellos, no por temor, sino porque no quería sembrar más enemistad. Adicionalmente, a muchos de ellos los apreciaba porque los conocía desde el colegio. Él quería predicarles, y algunos se lo permitían. Incluso varios aceptaban que oraran por ellos, y así rescató a muchos para Cristo.
Durante los siguientes años, Rómulo se dedicó a conseguir recursos para su pueblo dando a conocer su situación ante todo el que pudiese. En 1990, llevó a Ricardo Luna de la organización “Puertas Abiertas” para conocer de primera mano la ciudad de Ayacucho. En 1991, la organización de Billy Graham le pide el favor de traducir sus prédicas al quechua, y él accedió encantado. En 1992, pudo visitar varias iglesias de Estados Unidos dando conferencias sobre lo que pasaba en su pueblo. Aquel mismo año, también recibió la invitación de la Confraternidad Evangélica Mundial para recibir una condecoración por su destacable labor.
Algunos líderes de la iglesia peruana mestiza opusieron resistencia, porque creían que había personas más “importantes” que podían recibir ese honor, en lugar de un quechua que trabajaba en las zonas rurales. Esto lastimó profundamente el corazón de Rómulo, porque recordó los tiempos en los que lustraba botas y era maltratado por ser considerado como un “indígena del campo” que no hablaba bien el español. Lamentablemente, hasta el día de hoy, muchas prácticas culturales nos ciegan haciéndonos creer que algunas acciones son justificables, sin ver el dolor que causan.
Con todo, Rómulo siguió adelante y recibió la condecoración en Filipinas delante de miles de delegados provenientes de África, Asia, Europa, Medio Oriente, Latinoamérica y América del Norte, y sus palabras conmovieron a la audiencia. “Recibo esta condecoración no para mí mismo, sino en nombre de mi pueblo quechua, descendientes del gran Imperio de los Incas, que está atrapado en el fuego cruzado del conflicto político y de la injusticia en Perú. (…) Recibo este honor en memoria de los que se han esforzado por llevar la paz y el amor de nuestro Señor Jesucristo y que han muerto por su fe: líderes, pastores, misioneros, hermanos en Cristo, y mi propio abuelo que murió sirviendo a Dios. También recibo este honor en nombre de viudas, huérfanos quechuas, mujeres, niños violados, hermanos acusados injustamente, mutilados e inválidos…”. Seguidamente, solo atinó a tomar su quena e interpretó la tonada del Salmo 23 que había compuesto hace muchos años atrás. Todo el auditorio prorrumpió en aplausos y lágrimas.
En este año, Rómulo tuvo la oportunidad de regresar a su tierra, y poder celebrar el velorio de su abuelo junto a toda la familia. Su entusiasmo por ver a los suyos resultaba difícil de ocultar. Llevaba regalos y golosinas para todos en su pueblo. Luego de muchos trajines, finalmente llegó y se encontró con su abuela, su madre y sus tíos. El panorama lucía desolador. Todos tenían alguien por quien llorar y hasta debían pasar las noches en cuevas por el riesgo que implicaba mantenerse en el pueblo. Con todo, aquel día celebraron con una rica pachamanca la llegada de su hijo ilustre.
Después de un tiempo, fueron todos al cementerio vistiendo ropas blancas (contrario a la tradición andina de vestirse completamente de negro) por petición explícita de su abuelo quien decía que su muerte sería un día de alegría. Aquel día honraron la memoria de Justiniano, el gran patriarca de la comunidad que no tuvo reservas en ser un buen pastor para su congregación. Abundaron las palabras de esperanza y de resurrección, pues sabían que un día Justiniano se levantaría de esa tumba en victoria. Después se dirigieron a la iglesia donde Rómulo y su padre predicaron, compartieron con los hermanos, estudiaron juntos las Escrituras, inclusive vieron una película sobre Cristo que Rómulo había doblado al quechua. Con todo, Rómulo no perdía oportunidad de compartir el evangelio, y hasta una familia entera terminó recibiendo a Cristo en esa visita.
Finalmente, llegó el día de partir, el sábado 5 de septiembre de 1992. Todos se despidieron y fueron caminando hacia el pueblo más cercano en donde habían dejado la camioneta con la que regresarían a Ayacucho. En este pueblo, todo estaba listo para regresar, es cuando un policía les pide el favor que lo lleven a la ciudad de Ayacucho. Rómulo aceptó sin dudarlo, pero el tío Arcángel se opuso porque era peligroso tener a alguien relacionado con el gobierno, los terroristas podían atacarlos. Sin embargo, Rómulo insistió y logró convencer a Arcángel al decirle que era una oportunidad de predicarle el evangelio, además que el Señor los había librado de muchas amenazas, pero que si aún Él quisiera otro desenlace, pues este se daría de acuerdo a Su voluntad. Después de una parada, Rómulo toma la oportunidad y le predica al policía diciéndole que debía considerar que todos rendiremos cuentas de nuestras vidas al Señor y que solo tenemos esperanza por el sacrificio del Hijo de Dios. El policía se asombró de la manera en que Rómulo le predicaba porque sabía que su vida estaba en constante riesgo, pero le respondió – “usted parece que sí creyera lo que dice, pero no estoy preparado para tomar una decisión”.
Continuaron con la ruta hasta que en cierto punto se encontraron con una larga fila de carros. ¡Era una barricada terrorista! Todos se pusieron nerviosos. Los senderistas iban bajando a las personas de los carros y en el desorden terminaron asesinando a varios civiles. En la camioneta de Rómulo, todos oraban por un buen final. Los bajaron a todos del carro y los separaron entre hombres y mujeres, revisaron la camioneta y encontraron un arma. Esta era posesión del policía que la había ocultado. Pronto los terroristas, muy exaltados, empezaron a interrogarlos a gritos exigiéndoles que delataran al policía, pero nadie lo acusaba. Arcángel le afirmaba al terrorista que ellos eran tan solo una familia. El senderista lo amenazó con una metralleta y su pequeño hijo Miguel de 10 años intentó ponerse en el medio por lo que el terrorista lo empujó. Arcángel le dice que solo vienen de Chakiqpampa y se dirigían a la ciudad de Ayacucho. En ese momento, Rómulo supo que todo había terminado, porque su pueblo tenía mala fama entre los senderistas pues nunca se sometió a su reinado de caos.
Al parecer a uno de los terroristas, se le agota su paciencia y sin advertir le disparó a Rubén, hermano de Rómulo, a lo que Josué pidió hablar y también fue asesinado. Llegaron otros terroristas y dispararon sin piedad a toda la fila de hombres, y todos cayeron al suelo. Los senderistas celebraban la escena, pero Arcángel se da cuenta que no fue lastimado por ninguna bala y se levantó en protesta. “¡¿Por qué los mataron?! ¡¿Eso querían?!”. A lo que uno de los guerrilleros volteó y le disparó, solo que la metralleta se atascó porque se había quedado sin municiones. En ese instante, apareció un helicóptero artillado de las Fuerzas Armadas y empezó a disparar contra todos los que estaban en ese lugar, terminando así con la vida de los asesinos y de muchos otros. En cuestión de segundos, los remanentes rebeldes huyeron lejos de la vía y el helicóptero igualmente se esfumó. La escena fue atroz. Civiles y rebeldes muertos por todos lados. Inmediatamente, Arcángel se dirigió donde estaban sus familiares esperando encontrarlos con vida, pero yacían en el suelo rodeados por un charco de sangre.
Unos días más tarde, se organizó en Ayacucho el velorio de estos héroes de la fe. La iglesia donde se realizó el velorio sobrepasó largamente su capacidad pues unas 1000 personas estaban abarrotadas tanto dentro como fuera. Las lágrimas bañaban los rostros de todos los presentes, y juntos entonaban los himnos que Rómulo había traducido para ellos. Pronto llegó su esposa Donna quien dio unas palabras. Al ver los rostros de todos los hermanos se le llenó el corazón de tristeza y de una alegría agridulce, y dijo –“Cuando ocurrió, mi primera reacción fue ‘Señor, ¿dónde estaban tus ángeles?’. Pero él quería morir entre su pueblo y estamos agradecidos por eso”. Luego emprendieron el camino al cementerio y los líderes de diferentes denominaciones se turnaban para cargar el ataúd. Las calles se llenaron de personas como nunca se había visto en Ayacucho, y todos los hermanos sin temor entonaban la música quechua que Rómulo había ayudado a componer y levantaban estandartes que decían “¡Ayacucho para Cristo!” y “Para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia”. La familia caminaba unida, tomada de los brazos y junto a todos, entonaban el corito “Firmes y adelante”.
Llegaron pronto al cementerio y por el apuro se habían olvidado de pedir que alguien les abriera la puerta. En ese momento, Donna aprovechó para tomar la palabra y dirigirse a todos. “Hermanos, hoy estamos viendo volverse realidad la visión de Rómulo. Mi esposo vivió siempre procurando ver la unidad de todos los creyentes de Ayacucho, y ahora él ha logrado en su muerte lo que nunca logró en vida. (…) No se cansen de hacer el bien. Que no los separen las divisiones. Trabajen unidos, porque esa es la voluntad del Señor”. Posteriormente, Fernando, hijo de Justiniano, recalcó: “Seguiremos trabajando en las zonas de peligro. Oren por nosotros”. Luego Enrique, el padre de Rómulo, de ya 70 años, añadió “Aún hay trabajo por hacer”.
Y así termina la historia de un gran hombre que quizás algunos lo tomaron por pequeño, y que sin embargo lo dio todo para que los suyos pudieran oír de Dios en su lengua nativa y así experimentar la plenitud del amor de Dios. Él y los suyos demostraron con hechos que su fe no era una fe de rituales o de una cómoda religión. Era un compromiso del alma con su Señor. Y frente a eso, no había arma que pudiera quebrar su amor. Su fe estaba puesta en el Señor que los salvó y los transformó. Estaba puesta en la promesa de que Su reino no es de esta tierra, por lo que ningún movimiento los pudo engañar. Y solo así, con esa fe inquebrantable hicieron brillar su luz tan fuerte que no dejaron a las tinieblas prevalecer.
No sabemos cómo funciona la providencia de Dios, pero tan solo una semana luego de la muerte de Rómulo, en una casa en la ciudad de Lima, las fuerzas de inteligencia de la policía arrestaron al líder principal de Sendero Luminoso: Abimael Guzmán, dando así un golpe mortal a esta organización. Al día de hoy, el legado de Rómulo se mantiene a través de la organización Runa Simi que está dedicada al trabajo de evangelización, alfabetización y preparación ministerial entre el pueblo quechua.
Muchas veces, por no decir casi siempre, damos por sentado que la Biblia está en nuestro idioma natal. Difícilmente podemos imaginar un escenario diferente, debemos tener presente que la Biblia que sostenemos en nuestras manos, ha sido el resultado de enormes sacrificios de hombres y mujeres que creyeron fielmente que en ese compendio divino encontraríamos a Dios. ¿Genuinamente valoramos ese regalo? ¿Qué estamos haciendo para que otros también puedan tenerla en su idioma? Que el testimonio y la vida de nuestro hermano Rómulo nos ayude a reflexionar en esto, y que Dios nos ayude a ser testigos fieles de su evangelio entre todas las naciones.
Artículo fue editado por Ita Cabrera.
Bibliografía
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- Consejo Económico y Social de la ONU. (1996). Los desplazados internos. Estudio de casos de desplazamiento: Perú.
- INEI. (2001). Conociendo Ayacucho. Ayacucho.
- Runa Simi. (2019). Runa Simi.
- Runa Simi. (2021).
- Sucedió en el Perú. (19 de Septiembre de 2017). TvPerú.
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- Woehr, C., & Whalin, W. (1996). Ayacucho para Cristo. El triunfo de la fe en medio del terrorismo. Vida y testimonio de Rómulo Sauñe. Editorial Vida.
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