En el siglo XVII surgió un conflicto al interior de la comunidad reformada de Holanda. Un grupo de teólogos se hizo conocido como los “remonstrantes”, debido a que protestaban (eso significa el nombre) en contra de los cinco artículos de la teología reformada. Estos cinco puntos llegaron a ser conocidos más tarde como los “cinco puntos del Calvinismo” que en inglés se resumen con el conocido acróstico “TULIP”. Este acróstico representa las doctrinas de la depravación total, la elección incondicional, la expiación limitada, la gracia irresistible, y la perseverancia de los santos. El Sínodo de Dort condenó a los remonstrantes y reafirmó la validez de los cinco puntos como parte integral de la teología reformada.
Desde aquel Sínodo, se ha vuelto cada vez más popular concebir toda la teología reformada exclusivamente a través de esos cinco puntos. Es verdad que estos cinco puntos son centrales para la teología reformada, pero están muy lejos de resumir la totalidad de dicho sistema de doctrina. La teología reformada es mucho más que esos cinco puntos.
La teología reformada no es solo sistemática sino también católica, porque tiene mucho en común con otras tradiciones que son parte del cristianismo histórico. Los reformadores del siglo XVI no estaban interesados en crear una religión nueva. Su interés no era la innovación, sino la renovación. Eran reformadores, no revolucionarios. Así como los profetas del Antiguo Testamento no rechazaron el pacto original que Dios hizo con Israel, sino que, en vez de eso, buscaron corregir aquello que se apartaba de la fe revelada, así también, los reformadores llamaron a la iglesia a volver a sus raíces bíblicas y apostólicas.
Si bien los reformadores rechazaron la tradición como fuente de revelación divina, no por ello rechazaron la totalidad de la tradición cristiana. Juan Calvino y Martín Lutero citaban frecuentemente a los Padres de la iglesia, en particular a Agustín. Ellos pensaban que la iglesia había aprendido mucho durante su historia y deseaban conservar aquello que era verdadero de esa tradición. Por ejemplo, los reformadores adoptaron las doctrinas expresadas y formuladas en los grandes concilios ecuménicos a través de la historia de la iglesia, incluyendo la doctrina de la trinidad formulada en el Concilio de Nicea en el año 325 y el de Calcedonia en el año 451.
En el Nuevo Testamento encontramos ejemplos de conflicto en torno a la tradición. A menudo Jesús discutía con los fariseos y escribas sobre la tradición de los rabinos. Jesús no consideraba la tradición rabínica como intocable. Muy por el contrario, Jesús reprendió a los fariseos por elevar la tradición humana y conferirle autoridad divina, poniendo en riesgo a esta última. Debido a este rechazo tan severo de la tradición humana, es que tendemos a pasar por alto los aspectos positivos de la tradición que están expresados en el Nuevo Testamento. El término tradición se refiere a aquello que ha sido “entregado”. Es el deber de cada generación traspasar la tradición a la generación siguiente. Tal como Israel entregó a sus hijos las tradiciones que Dios instituyó, la iglesia debe traspasar la tradición apostólica a cada generación que le sucede.
En este proceso, no obstante, siempre existe el peligro de hacer adiciones a la tradición apostólica que van en contra de la enseñanza original. Es por eso que los reformadores insistían en que su labor de reformar la iglesia no estaba completa. La iglesia está llamada a ser semper reformanda, es decir, estar “siempre reformándose”. Cada comunidad cristiana crea su propia subcultura de costumbres y tradiciones. A menudo cuesta muchísimo abandonar o superar dichas tradiciones. Aun así, sigue siendo la tarea de cada generación examinar de forma crítica sus tradiciones para asegurar que son congruentes con la tradición apostólica.
Los reformadores se tomaban muy en serio la historia de la iglesia y hoy debemos hacer lo mismo. Yo enseño teología sistemática en un seminario reformado al que asisten estudiantes de diversos trasfondos denominacionales. Muchos de ellos son bautistas. Cuando enseño sobre los sacramentos soy consciente de que muchos de mis estudiantes no están de acuerdo con el bautismo de infantes. Yo les hago ver que, a través de la historia, el bautismo de infantes ha sido la postura mayoritaria entre la mayoría de las comunidades cristianas. También les recuerdo que aunque su postura sea minoritaria históricamente hablando, eso por ningún motivo significa que sea falsa. De hecho, es muy posible que a veces, y así ha sido en ocasiones, la minoría esté en lo correcto. Pero sí les solicito a mis estudiantes bautistas que examinen la posición de la mayoría para entender por qué sostienen dicha postura. Asimismo, insisto que aquellos que están en desacuerdo con la postura bautista escuchen con atención las razones que ellos tienen para practicar el bautismo de creyentes.
Hago esto por más de una razón. Este tema es causa de profunda división entre cristianos y ambos grupos están deseosos de agradar a Dios. Al menos uno de ellos está equivocado. El bautismo de infantes tiene que estar de acuerdo con la voluntad divina o bien en desacuerdo. Alguien está equivocado, pero ambos creen estar en lo correcto. Al examinar los debates históricos puede que seamos persuadidos a cambiar de parecer. Si no, por lo menos tendremos una comprensión más profunda de los temas en cuestión. Esto ayuda a crear un ambiente de comprensión mutua incluso estando seriamente en desacuerdo.
La teología reformada es evangélica
El término evangélico adquiere importancia durante la Reforma, cuando era prácticamente sinónimo de protestante. Los historiadores a menudo sugieren que las dos causas principales de la Reforma fueron el tema de la autoridad y el tema de la justificación. Con frecuencia se hace referencia al tema de la autoridad como la causa formal de la Reforma, mientras que al tema de la justificación se le denomina la causa material. Con esto se quiere decir que el tema central era la justificación mientras que el asunto de fondo de la controversia era la autoridad. Las frases gemelas de sola scriptura y sola fide llegaron a ser los gritos de guerra de la Reforma. Lo que es importante decir es que el término evangélico era un término general que describía a muchos grupos los cuales, a pesar de estar agrupados en distintas denominaciones, estaban de acuerdo en estos dos temas en contraposición a la Iglesia católica romana.
Al afirmar que la teología reformada es evangélica entonces queremos decir que la teología reformada comparte con otros grupos protestantes el compromiso con la doctrina histórica de sola scriptura y sola fide. Desde el siglo XVI, el término evangélico ha experimentado un desarrollo significativo al punto que hoy es difícil de definir. En el siglo XX, tanto el concepto de la autoridad bíblica como la naturaleza y significado de la justificación por la sola fe, han sido cuestionados desde el interior de la comunidad de evangélicos confesantes. Hoy en día ya no se puede asumir que si una persona se autodenomina evangélica significa que está comprometida con la idea de sola scriptura o sola fide.
En un libro publicado recientemente, un escritor católico romano se describe a sí mismo como un “católico romano evangélico” y afirma que mantiene la ortodoxia romanista. El autor se apropia del término evangélico porque dice creer también en el “evangelio”. Al menos el autor entiende la raíz del término evangélico.
Los reformadores se autodenominaban evangélicos porque creían que la justificación por la sola fe es central y esencial en el evangelio. A partir de la palabra original evangelio usaron el término evangélico para afirmar su convicción de que sola fide es el evangelio.
Por supuesto que la Iglesia católica romana del siglo XVI estaba en desacuerdo con los reformadores y planteaba que hablar de sola fide era una grave distorsión del evangelio. A la luz del debate histórico, no es de sorprender que hoy encontremos partidarios en ambos lados de la controversia quienes se hacen llamar evangélicos. Por supuesto, debemos reconocer que hay personas en la Iglesia católica romana que son evangélicas en el sentido protestante pues creen en la visión reformada del evangelio y no en la visión católica romana. En todo caso, cuando digo que la teología reformada es evangélica lo digo usando el término en su sentido clásico e histórico. La teología reformada comparte un conjunto de doctrinas evangélicas comunes con otras tradiciones cristianas.
Nota del editor: Este es un fragmento adaptado de ¿Qué es la teología reformada? Páginas: 28-33 (Poiema Publicaciones, 2018), escrito por R.C. Sproul.
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