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¿Recuerdas tu primera vez montando en bicicleta? ¿Preferías la llanta de adelante o la de atrás? Si viajas en avión, ¿prefieres que solo tenga el ala derecha o izquierda? Tal vez estás pensando: ¡esas preguntas no tienen sentido!
Muchas veces nosotros, los hijos de Dios, su pueblo, nos metemos en algunos problemas que no necesitamos tener. Si uso una bicicleta, espero que las dos ruedas funcionen bien. Aún más, si me subo en un avión, espero que ambas alas estén en óptimas condiciones.
En este último tiempo, he estado reflexionando que a veces ponemos en discordia dos cosas que no tienen que estar en discordia. Me gustaría hablar de la iglesia local y de organizaciones especializadas, concepto que más adelante voy a explicar.
La iglesia local ha desempeñado un rol vital en mi vida y estoy seguro que en la de la mayoría de nosotros. La iglesia local, a través de sus miembros, ha formado mi carácter, mi familia y aun mi vocación. Soy lo que soy en este momento por la inversión de muchas vidas que conforman mi iglesia local.
Ahora, no les quiero mentir. No todo el tiempo ha sido así. Fui muy incrédulo con respecto a la iglesia local, pensaba que nada más estorbaba lo que otras entidades y organizaciones querían hacer fuera de las cuatro paredes. Un poco resentido, digo yo. Así que el Señor me ha metido en este proceso de amar y valorar la iglesia local.
No sé si ustedes han escuchado la siguiente frase: “si la iglesia local estuviera haciendo lo que tiene que hacer, no necesitaríamos seminario bíblicos, organizaciones misioneras, entidades teológicas, y un largo etcétera, para llevar a cabo la misión de Dios”. Entonces, creo que es bueno hablar de las organizaciones especializadas, porque tanto ellas como la iglesia local son como las dos alas de un avión, como las dos ruedas de una bicicleta, para llevar adelante la misión del Señor.
Cuando digo “organizaciones especializadas” estoy hablando de lo que comúnmente se denomina “organizaciones paraeclesiásticas”, un término que no me gusta usar porque se desconecta de la iglesia. Me refiero a organizaciones cristianas evangélicas, que tienen el evangelio como su centro, que están compuestas por personas de diferentes iglesias locales y cuyo objetivo es llevar a cabo la misión de Dios en este mundo, hacer avanzar Su reino.
Las organizaciones especializadas funcionan más o menos como Paw Patrol. Seguramente ustedes identifican ese programa… llevo días escuchando a mis hijos cantar Paw Patrol y le pregunté a mi niño de cinco años: “oye, Felipe, explícame ¿qué hacen esos chuchitos?” Me dijo: “bueno, papá ellos resuelven problemas”. Le pregunto: “todos participan en resolver problemas”. “No, no, no”, me dice, “son siete y todos tienen habilidades y herramientas especiales”.
No con ánimo de demeritarlas, sino solo para hacer una analogía, las organizaciones especializadas funcionan como Paw Patrol: están habilitadas con ciertas herramientas para tareas específicas, no todas funcionan de igual manera ni para lo mismo. En eso se diferencian con la iglesia local.
Ahora, ¿cuál ha sido nuestro problema? Que las iglesias locales menosprecian a las organizaciones especializadas y viceversa, por no decir que se aprovechan las unas de las otras. Así que permítanme plantearles, desde mi área de especialidad, un desafío global que tiene el pueblo de Dios en la actualidad: un tercio de la población mundial no ha escuchado el mensaje del evangelio del Señor Jesucristo… ¡Un tercio! Uno de cada tres de los que habitamos en este planeta no ha sido expuesto por primera vez al mensaje del evangelio.
Alguien puede decir: “pero aquí en América Latina eso no es así”. Bueno, diría que hay algunas personas en este continente que nunca han escuchado el mensaje del evangelio; hay otros, un poco más, que lo tienen que escuchar bien. Pero eso no quita la realidad de que en lugares como el norte de África, el Medio Oriente y muchas partes de Asia, más de tres mil millones de personas, nunca han escuchado por primera vez el mensaje del evangelio del señor Jesucristo. Eso representa el 41,5 % de la población mundial.
Entonces, tenemos ante nosotros un enorme desafío como pueblo de Dios. En Marcos 16:15, Jesús les dijo a sus discípulos: “vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a todas las naciones”, a todas las criaturas, a todos los seres humanos.
Para ser mucho más específico, hay tres características que definen a los lugares, a los pueblos, a las personas como “no alcanzados”, según se les ha catalogado. En primer lugar, no tienen acceso a una Biblia. Puede ser que esté traducida a su idioma, pero seguramente las copias son muy escasas y no tienen acceso a ellas. Sin embargo, hay otros lugares en donde no hay traducción y existen organizaciones especializadas que trabajan en pro de que todas las personas tengan una Biblia en su idioma materno. En segundo lugar, no hay creyentes, y en tercer lugar, no hay iglesia local.
Alguien puede decir: “¿de verdad hay lugares sin iglesia local?” Bueno, podemos responder a esa pregunta con un sí y un no. Por supuesto, geográficamente hay iglesias en todos los países del mundo, pero cultural y etnolingüísticamente hay una lejanía de años luz.
Entonces, como pueblo de Dios tenemos una enorme tarea. La pregunta es: ¿cómo trabajar juntos?, ¿cómo conectar la iglesia local y las organizaciones especializadas para llevar a cabo esta tarea sin pelearnos y sin machucarnos los pies.
Me gustaría hablarles del modelo Antioquía-equipos misioneros. En Hechos 13, se da el envío del grupo misionero de Pablo con Bernabé, por parte de la iglesia local de Antioquía, que está constituida y tiene un liderazgo. El texto bíblico dice que estaban orando y ayunando y el Espíritu Santo les dijo: “apártenme a Pablo y a Bernabé para la obra que yo les he encomendado”. Entonces pusieron sus manos, los encomendaron y ellos salieron con la bendición de la iglesia local.
¿Pablo y Bernabé y todas las otras personas que se fueron sumando a sus equipos misioneros eran una iglesia local? No lo eran. Ellos tenían una tarea específica que era predicarles a personas que nunca habían sido expuestas al mensaje del evangelio y plantar iglesias, pero una vez que ese trabajo estaba realizado, ¿qué hacía Pablo? Se movía.
Vemos las cartas de Pablo en el Nuevo Testamento, una y otra vez pendiente de las personas y preocupado por ellas. Es más, Pablo escribe en Romanos 15: “quiero pasar a verlos para ir a España”. ¿Por qué Pablo deseaba ir a España? Él tenía una misión especial y era predicar el evangelio donde nunca antes había sido expuesto.
Entonces, en lugar de pelear y criticar, la propuesta es que tanto iglesias locales como organizaciones especializadas creemos sinergia para llevar a cabo la tarea pendiente. Esto se puede reproducir en muchos otros sectores de la sociedad. Pensemos, por ejemplo, en la educación teológica o en el trabajo con personas vulnerables.
Muchas organizaciones especializadas menosprecian o se aprovechan de la constancia de las iglesias locales en esos contextos, pero realmente lo que tenemos que hacer es llegar a acuerdos de trabajo, y juntos poder avanzar en la obra. Podemos pensar en ministerios digitales que pueden servir como herramientas para las iglesias locales. Podemos pensar en el cuidado a los huérfanos, a las viudas y un sinfín de otros ministerios e iniciativas, de cobertura local, regional o global.
Así que mi propuesta para el pueblo de Dios es, en primer lugar, que cambiamos el término: en lugar de usar “entidades paraeclesiásticas”, usemos “organizaciones especializadas”. En segundo lugar, no menospreciemos ni nos aprovechemos del trabajo de los otros, más bien pongamos sobre la mesa nuestras herramientas, habilidades y recursos para el avance del Reino. En otras palabras, no compitamos unos con otros. En tercer lugar, encontremos áreas de trabajo comunes.Si lideramos una iglesia local o una organización especializada, podemos encontrar un área de necesidad en nuestro contexto regional o en el ámbito global, e invitar a otras personas de nuestras contrapartes a involucrarse en la tarea restante, en la tarea pendiente.
También quiero dar este mensaje para todos. Hermanos y hermanas, no intentemos hacerlo todo. Hay demasiado por hacer y muchas veces las necesidades frente a nosotros, locales o globales, nos abruman, nos pueden llegar a cargar. Sin embargo, el pueblo de Dios es enorme y la gran bendición es que todos podemos hacer algo, ya sea desde nuestra iglesia local o desde nuestra organización especializada.
Pero dicho eso, si eres parte de una organización especializada, necesitas a la iglesia local para rendir cuentas de tu vida espiritual, de tu vocación, de tu familia; para cuidar de otros y para que otros cuiden de ti también. Muchas veces eso no se da, pero Dios ha dado las congregaciones para que podamos llevar las cargas los unos de los otros. Así que todos, sin distinción, necesitamos la iglesia local.
Me encantan los proverbios, uno africano dice: “si quieres llegar rápido, ve solo, si quieres llegar lejos ve acompañado”. Nos necesitamos para llevar a cabo la misión que el Señor nos entregó en la tierra: que todas las familias del globo puedan escuchar y abrazar Su bendición para ellos. Así haremos avanzar juntos el reino de Dios, para la gloria de Dios.
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