Dependiendo de cuál sea la traducción que utilices de la Biblia, te encontrarás con la palabra “Septuaginta” antes o después en una nota al pie de los traductores. Se le llama Septuaginta —o LXX para abreviar— a la versión griega del Antiguo Testamento. Aunque suele ser ignorada o malinterpretada, se trata de uno de los términos más importantes que aparecen en las notas al pie de tu Biblia.
El estudio de la Septuaginta ha experimentado un cierto renacimiento académico en las últimas décadas, pero muchos pastores y creyentes laicos todavía saben poco sobre ella. Suena esotérica, especialmente por su título difícil de pronunciar (que ni siquiera los eruditos en diferentes idiomas pronuncian de manera uniforme) y su apodo llamativo. El propósito de este artículo es sacarla de las sombras de las notas al pie y llevarla a la luz. Nos enfocaremos en aclarar qué es y por qué es importante para los cristianos de hoy.

¿Qué es exactamente la Septuaginta?
Antes de discutir su relevancia, debemos aclarar aún más qué se entiende por “Septuaginta”. Pero eso hace parte del problema. El término en sí, cuando se usa con el artículo definido “la” (“la Septuaginta” o “la LXX”) y se combina con el hecho de que puedes comprar una copia, podría dar la falsa impresión de que “la Septuaginta” es un libro único, producido por un solo comité y publicado en un solo lugar y momento.
Sin embargo, dado que estamos hablando de un período anterior a la invención de la imprenta, las editoriales, las computadoras y las librerías en línea, poco de esta impresión está en lo correcto. Es mejor pensar en la palabra Septuaginta como un término que señala el proceso mediante el cual las Escrituras hebreas circularon en lengua griega entre judíos y cristianos en la antigüedad. Los detalles son complejos, pero se pueden esbozar algunas ideas clave.

Un punto de partida claro
La mayoría de los cristianos saben que su copia personal del Antiguo Testamento es una traducción del antiguo texto hebreo, realizada con el propósito de transmitir la Palabra de Dios a personas que no están familiarizadas con el hebreo. Los judíos en la antigüedad enfrentaron el mismo desafío. Tras la conquista de Alejandro Magno († 323 a. C.), gran parte del mundo mediterráneo adoptó el griego como lengua funcional. Los judíos, tanto dentro como fuera de Palestina, siguieron su ejemplo en grados variados, y el dominio del hebreo comenzó a disminuir.
A mediados del siglo III a. C., un grupo de judíos de habla griega en Egipto (probablemente en Alejandría) emprendió la traducción de la Torá (o Pentateuco, que va de Génesis a Deuteronomio) del hebreo al griego. Su objetivo no era solo proporcionar a su propio pueblo acceso a las Escrituras en su lengua cotidiana para su uso en el culto, sino también, posiblemente, para entregar una copia de su código legal a los gobernantes ptolemaicos.

El relato ornamentado de esta traducción, registrado en la Carta de Aristeas (siglo II o III a. C.), afirma que participaron 72 traductores, número que, con el tiempo, se redondeó a 70, cuya forma en latín es septuaginta o LXX. Por tanto, en sentido estricto, dichos términos se refieren únicamente a este esfuerzo inicial.
La trama se complica
El Pentateuco en griego pudo haber sido el primero en, por así decirlo, lanzarse a la piscina, pero en los siglos siguientes, más nadadores entraron, el agua misma comenzó a cambiar, las líneas de los carriles empezaron a cruzarse, y así sucesivamente. Hay cinco desarrollos superpuestos que vale la pena mencionar.
En primer lugar, se tradujeron más libros del Antiguo Testamento tradicional del hebreo al griego, comenzando quizás con los Salmos, Isaías, Jeremías y los profetas menores. La secuencia exacta, el lugar y el momento de estas traducciones son desconocidos, pero la mayoría, si no todos, ya se habían completado en tiempos de la Iglesia primitiva. Nadando en esta misma piscina de actividad, se encontraban los escritos conocidos como Apócrifos. Su asociación con las copias griegas de los libros de las Escrituras influyó enormemente en el modo en que, a su debido tiempo, fueron designados como “libros deuterocanónicos” dentro del catolicismo romano y la ortodoxia oriental.

En segundo lugar, las estrategias de traducción evolucionaron con el tiempo. Algunos libros fueron traducidos con una filosofía de traducción formal, de manera similar a la actual NBLA (Nueva Biblia de las Américas), con una correspondencia más estricta con el hebreo, mientras que otros se tradujeron con una filosofía de traducción funcional, asemejándose más a la NTV (Nueva Traducción Viviente), con un enfoque menos rígido y más parafrástico. Todas las traducciones son correctas en griego, pero, en su momento, respondían a diferentes filosofías, necesidades y públicos.
En tercer lugar, las traducciones griegas existentes no se tallaron en piedra, sino que comenzaron a ser revisadas (o incluso retraducidas), a menudo con el propósito de acercarlas más al hebreo. Algunos libros, como Daniel y Ester, incluso desarrollaron dos formas griegas distintas. Estas actividades están tradicionalmente asociadas con el movimiento Kaige, así como con Aquila, Símaco, Teodoción, Orígenes, Luciano de Antioquía y posiblemente otros. Se podría comparar este proceso con las distintas ediciones de la NVI (Nueva Versión Internacional) en inglés, como las de 1978, 1984, 1996, 1999, 2002 y 2011.
Cuarto, los manuscritos de las versiones griegas emergentes del Antiguo Testamento comenzaron a cobrar vida propia a medida que eran copiados y transmitidos por escribas judíos y, posteriormente, cristianos. Ningún copista era perfecto, y con el tiempo se introdujeron cambios accidentales o intencionales en la transmisión del texto.

Quinto, de manera trasversal a todos estos desarrollos, está el hecho de que el propio texto hebreo original —el cual los traductores intentaban capturar en griego— tampoco era 100% estable en sus márgenes. El texto hebreo fue transmitido con una precisión excepcional, pero no hay garantía de que un traductor determinado estuviera trabajando a partir de una copia idéntica del hebreo. Por esta razón, las Biblias modernas a veces mencionan diferencias en ciertos manuscritos hebreos, como los Rollos del Mar Muerto.
Podríamos profundizar aún más en estos detalles, pero esto basta para demostrar el punto: en realidad, no existía algo como “la Septuaginta” en un sentido unitario. Hablar de ella de esta manera es como preguntarle a un feligrés dónde encontrar “la Biblia”. ¿Quieres la NBLA? ¿La NVI? ¿La RVR1960? ¿Una biblia de estudio? ¿Una biblia devocional? ¿Una interlineal? ¿Una aplicación? ¿Una biblia en audio? Incluso para quienes pueden leer los idiomas bíblicos, hay múltiples opciones.
Por lo tanto, “Septuaginta” es, en el mejor de los casos, una especie de abreviatura para referirse a la compleja pero fascinante historia por la cual la Palabra de Dios en hebreo se abrió paso por todo el imperio en diversas formas griegas.

¿Por qué es relevante para el estudio del Nuevo Testamento?
Precisamente en este punto (el uso de Biblias en griego en la antigüedad), la relevancia de la llamada “Septuaginta” para nosotros hoy se hace evidente. Por definición, es claramente relevante para el estudio del Antiguo Testamento, en particular para reconstruir el texto auténtico, explorar cuestiones relacionadas con el canon y rastrear la interpretación judía temprana, temas fundamentales que merecerían un artículo aparte. Pero también es de gran importancia para el estudio del Nuevo Testamento, que es nuestro enfoque aquí.
Los primeros cristianos, al igual que sus predecesores judíos, estaban inmersos en un mundo de habla griega. Esto se evidencia no solo en el hecho de que algunos discípulos de Jesús tenían nombres griegos junto con nombres semíticos (Saulo/Pablo, Leví/Mateo, Simón/Pedro) o provenían de contextos helenistas (Hch 6), sino, sobre todo, en que todo el NT fue escrito en griego. No debería sorprendernos, entonces, que sus autores a veces hicieran uso directo de la versión griega del AT, además de —o incluso en lugar de— la forma hebrea conocida. Así como un pastor de habla coreana naturalmente citaría una biblia en coreano en un sermón dirigido a una congregación coreana, también los autores apostólicos de habla griega solían recurrir a una biblia en griego al escribir a congregaciones de habla griega.

Mateo ofrece un ejemplo útil para ilustrar este punto. Por un lado, en Mateo 2:15 utiliza la forma hebrea específica de Oseas 11:1 (“Llamé a mi hijo”) en lugar de la griega (“Llamé a mis hijos”). Por otro lado, en Mateo 3:2 usa la forma griega de Isaías 40:3, incluso donde esta difiere del hebreo. Dado que Mateo era un recaudador de impuestos bilingüe, tiene sentido que pudiera manejar el AT tanto en hebreo como en griego.
En resumen, la tradición griega del AT, junto con la tradición hebrea, influyó en la escritura del NT de diversas formas. Esto significa que cualquier estudiante actual de la Biblia se beneficiaría al conocer algo sobre ella. A continuación, trazaré tres maneras en las que podemos detectar esta influencia, ofreciendo breves implicaciones en cada caso.
1. El Antiguo Testamento en griego moldeó el significado de ciertas palabras
Cuando mi congregación lee un pasaje bíblico, evita conscientemente usar “oréis”, “vosotros” y otros términos que yo mismo tengo grabados en la memoria por la versión RVR1960. Tu Biblia influye en tu vocabulario teológico. De manera similar, el griego de los textos de la Septuaginta influyó, en distintos grados, en la manera específica en que los autores del Nuevo Testamento usaron ciertas palabras.
Un ejemplo destacado es el uso de ekklēsia para referirse a la “iglesia”. Había otras opciones, y en el griego secular ekklēsia a menudo tenía el sentido de una asamblea cívica. Entonces, ¿por qué este término se aplicó de inmediato (y sin aparente debate) a la reunión espiritual de los creyentes (Mt 16:18; Gá 1:2)? La comunidad judía ya había establecido esta palabra como una forma adecuada de traducir términos hebreos que se referían a la congregación o reunión de los israelitas para la adoración y la instrucción religiosa (Dt 4:10; Jos 8:5). De hecho, ekklēsia se usa en Hechos 7:38 para referirse a la asamblea de los israelitas y, solo unos versículos después, para hablar de la iglesia primitiva en Hechos 8:1. Así que conocer algo sobre el AT en griego es fundamental para comprender la identidad de la Iglesia hoy como el pueblo de Dios.

Otro ejemplo clave es la palabra “evangelio” o “buenas nuevas”. El vocablo euangelion se usaba en la antigüedad para anunciar victorias militares. Pero en la tradición griega de los profetas (especialmente en Isaías), el término se aplicó a las buenas noticias espirituales relacionadas con la obra salvadora de Dios, lo que sin duda influyó en los autores apostólicos. Por ejemplo, Marcos 1:1–3 vincula directamente las “buenas nuevas” con Isaías 40, y Pablo trata el Evangelio como algo que ya había sido prometido por los profetas (Ro 1:1–2).
Un último ejemplo es el término utilizado en el AT en griego para la “ofrenda por el pecado”, que es peri hamartias (Lv 5:6). En sentido estricto, esta frase significa “en relación con el pecado”, pero se convirtió en un término técnico para el sacrificio levítico específico (ver Heb 10:6). Su influencia se percibe con mayor claridad en Romanos 8:3, donde Pablo se refiere a Jesús como peri hamartias. Aunque algunas traducciones al español lo interpretan como “por el pecado” (RVR1960), es más preciso traducirlo como “ofrenda por el pecado” (NTV), lo que capta concretamente cómo la sangre de Jesús cumple con el sistema sacrificial levítico.
Implicación: Los estudiantes del NT pueden beneficiarse al agregar el AT en griego a su conjunto de herramientas para estudiar los matices semánticos de las palabras en el NT (desde “pacto” hasta “propiciación” y más allá). Puede que el AT en griego no responda todas las preguntas sobre cada palabra, pero puede ser una ventana al uso común en el siglo I, y sin duda es una mejor opción que recurrir a un diccionario común.

2. El Antiguo Testamento en griego se usó con frecuencia en citas específicas
Además, los autores del Nuevo Testamento a menudo emplearon términos de la tradición griega al citar directamente pasajes del Antiguo Testamento. Al estudiar estos usos del AT en el NT, es importante tener en cuenta cuatro patrones básicos:
a. El texto coincide tanto con el hebreo como con el griego, sobre todo si lo escrito en este último es una traducción directa de lo escrito en el primero. Por ejemplo, Levítico 19:18 en Mateo 19:19.
b. El texto coincide más con el hebreo que con el griego. Por ejemplo, Zacarías 12:10 en Juan 19:37.
c. El texto no coincide completamente con ninguna de las dos, pero parece implicar una retraducción o interpretación apostólica. Por ejemplo, Salmo 68:19 en Efesios 4:8.
d. El texto se asemeja más al griego, incluso cuando se aparta del hebreo.
Este cuarto caso es el más relevante aquí, ya que demuestra la importancia vital de la o las traducciones griegas del AT para el estudio del NT. A continuación, presentaré algunos ejemplos para ilustrar este punto.

Comencemos con casos en los que el uso del AT griego es especialmente significativo desde una perspectiva cristológica:
- Durante la visita de Jesús a la sinagoga de Nazaret, su lectura de Isaías 61:1–2, registrada en Lucas 4:18–19, incluye la frase “y recuperación de la vista a los ciegos”, la cual solo aparece en la versión griega de Isaías y no en el texto hebreo conocido. Esta línea es clave en el contexto lucano, ya que presenta a Jesús como el libertador ungido por el Espíritu, quien traerá sanidad tanto a la ceguera física como a la espiritual.
- En medio de la rápida sucesión de citas en Hebreos 1:5-14, el autor escribe: “Cuando trae al primogénito al mundo, dice: ‘Y lo adoren todos los ángeles de Dios’” (Heb 1:6). Esta línea proviene aparentemente de la tradición griega de Deuteronomio 32:43 y está ausente en la tradición hebrea estándar, proporcionando al autor una formulación útil para expresar la divinidad de Jesús. (Nota: algunas traducciones incorporan esta línea en el texto de Deuteronomio, fusionando efectivamente las tradiciones hebrea y griega).
- Hebreos también refleja la redacción distintiva del Salmo 40:6–8 en su versión griega con el propósito de enfatizar la humanidad de Jesús a través de la frase: “Un cuerpo has preparado para Mí” (Heb 10:5), mientras que el hebreo dice: “Me has dado un oído abierto”.
Estos son solo algunos ejemplos en los que el Antiguo Testamento, y en particular su forma griega, es clave para articular la persona y la obra de Cristo.

El Antiguo Testamento en griego también es de gran importancia misional para los autores del Nuevo Testamento. En ocasiones, los antiguos traductores griegos ya habían resaltado en el texto cómo un pasaje determinado anticipaba la inclusión de las naciones (gentiles) en el plan de Dios, lo que permitió a los autores apostólicos fundamentar con mayor facilidad la misión global de la Iglesia en las Escrituras:
- Mateo se basa en la redacción griega distintiva de Isaías 42:1–3 para sembrar la idea de que el ministerio de Jesús no es solo para los judíos, sino que también abarca a los gentiles. Mientras que el texto hebreo dice: “Las costas esperarán su ley”, la versión griega utilizada en Mateo 12:21 dice: “En Su nombre esperarán los gentiles”.
- En el Concilio de Jerusalén, la evidencia decisiva a favor de no imponer la circuncisión a los gentiles proviene de Amós 9:11–12. La cita en Hechos 15:17, “Para que el resto de los hombres busque al Señor”, se alinea más con la redacción griega de Amós, que enfatiza de manera más clara la inclusión de los gentiles, en contraste con el hebreo.
- En la serie de citas del Antiguo Testamento que Pablo usa para mostrar la obra de Jesús en favor de los gentiles, encontramos otra referencia a la forma griega única de Deuteronomio 32:43 (ver arriba): “Regocíjense, gentiles, con Su pueblo” (Romanos 15:10), frase que no aparece en el texto hebreo.
Sin duda, otras Escrituras hebreas habrían sido suficientes para hacer los mismos puntos, pero los autores apostólicos aparentemente optaron por utilizar traducciones griegas que ya estaban listas para su uso.

Por último, el conocimiento del uso que los autores del Nuevo Testamento hicieron del Antiguo Testamento en griego también es útil desde una perspectiva apologética para los lectores de hoy. En algunas ocasiones, una cita del AT en el NT parece, a primera vista, contradecir lo que se encuentra al buscar el pasaje en una Biblia en español (que, recordemos, usa el hebreo). En tales casos, el AT en griego puede arrojar una luz:
- Lucas menciona a un personaje llamado “Cainán” en la genealogía de Jesús (Lc 3:36), así como “setenta y cinco personas” que emigraron a Egipto (Hch 7:14). La primera figura no se encuentra en las genealogías hebreas, y la segunda se presenta como “setenta” en el hebreo de Génesis 46:27 y Éxodo 1:5. Sin embargo, en ambos casos, Lucas parece estar basándose en la tradición griega, que menciona a “Cainán” en Génesis 10:24 y contabiliza a los descendientes (mediante un método de conteo diferente) como “setenta y cinco”.
- La cita del Salmo 95:7–8 en Hebreos 3:7–11 dice en parte: “como en la provocación, en el día de la prueba”. Esto parece contradecir el hebreo: “como en Meribá, como en el día de Masá”. Pero el autor está usando la versión griega, que ha traducido esos nombres de lugares.
- Hebreos 11:21 afirma que el patriarca moribundo Jacob adoró “apoyado sobre la cabeza de su bastón”, en referencia a Génesis 47:31. El texto hebreo dice “sobre la cabecera de su lecho”, pero el autor del NT simplemente ha utilizado la forma griega del pasaje.
En estos casos y en algunos otros, cualquier aparente error por parte de un autor del Nuevo Testamento se mitiga al reconocer que está basándose en una forma griega del texto conocida por su audiencia.

Implicación: Los estudiantes del Nuevo Testamento, al encontrarse con una cita del Antiguo Testamento, deberían considerar la posibilidad de consultar no solo la traducción en español (desde el hebreo), sino también la forma griega, para ver si algún matiz específico en la tradición griega ha influido en el escritor apostólico. Aquellos que no pueden leer griego pueden usar una traducción moderna.
3. El Antiguo Testamento en griego ejerce una influencia indirecta en conceptos y temas más amplios.
Finalmente, vemos signos reveladores de la influencia formativa del Antiguo Testamento en griego en la exégesis del Nuevo Testamento más allá de las citas palabra por palabra. En tales casos, el conocimiento del contexto más amplio de la forma específicamente griega de un pasaje del Antiguo Testamento a menudo mejora nuestra comprensión de lo que está haciendo un determinado autor del Nuevo Testamento.
Un ejemplo sencillo involucra la forma griega de Números 24:17, que describe una estrella real que “saldrá” (anatelei) de Jacob (en contraste con el hebreo “caminará”). El verbo griego proporciona una pista sobre por qué los magos buscan a un nuevo rey judío cuando ven “salir” una estrella (anatolē en griego, Mt 2:2).
Un ejemplo más contundente aparece en Juan 12:41, donde el evangelista comenta que Isaías “dijo estas cosas” —refiriéndose a dos citas de Isaías en 12:38, 40— porque “vio su gloria y habló de Él”. El “Él” aquí es Jesús, y la conexión clave es “gloria” (doxa). Los pasajes citados provienen de Isaías 53:1 y 6:10, respectivamente, y la redacción citada no es particularmente notable. Pero, si se lee cada pasaje en griego, empiezan a encenderse las luces.

En el griego de Isaías 52:13–53:12, el “siervo” es “glorificado”, pero su “gloria” es rechazada (en contraste con el hebreo, que dice “levantado” y “forma”); y en el griego de Isaías 6:1, la “gloria” del Señor llena el cielo (en contraste con el hebreo, que dice “el borde de su manto”). Juan conecta ambas referencias a “gloria” en griego para expresar lo que Isaías “vio” en cada escena: es decir, la doxa sufriente y la doxa celestial del Hijo de Dios.
Siguiendo con Isaías, otro ejemplo fascinante es Isaías 65:17–22, la gran visión de los Nuevos Cielos y Nueva Tierra. Cuando llegue la Jerusalén celestial, la muerte será derrotada y el pueblo de Dios descansará seguro. La tradición griega incluye una referencia al “árbol de la vida” (65:22) —una mención rara de esta planta edénica— donde el hebreo dice simplemente “árbol”. Este detalle puede haber influido, al menos en cierto grado, en la aparición de este mismo “árbol de la vida” en Apocalipsis 21:1–22:5 (específicamente 22:2), donde el autor representa vívidamente el cumplimiento de Isaías 65.
Manteniéndonos en Apocalipsis, la visión inicial del “hijo del hombre” (Jesús) en Apocalipsis 1:13–14 es intrigante porque Sus atributos (por ejemplo, cabello blanco como la nieve/la lana) coinciden con los del “Anciano de Días” en Daniel 7:9–14, donde el “Hijo del Hombre” aparece por primera vez. En Apocalipsis, la identidad del hijo del hombre parece casi fusionarse con la del Anciano de Días, aunque en Daniel 7 son figuras distintas. Curiosamente, esta identificación estrecha entre ambos ya ocurre en la antigua tradición griega de Daniel 7:13, que presenta al “Hijo del Hombre” viniendo “como” el “Anciano de Días” (en contraste con el arameo, que dice “hacia” o “ante la presencia de”). Tal vez esta tradición exegética ya había echado raíces antes de que Juan escribiera el Apocalipsis.
Se podrían mencionar más ejemplos, pero el punto clave es este: en tales casos, la influencia del Antiguo Testamento en griego no se siente tanto en escena (es decir, en la redacción de una cita específica), sino más bien entre bastidores, reflejando el rico y polifacético compromiso de los autores del Nuevo Testamento con la Palabra de Dios.
Implicación: Los estudiantes del Nuevo Testamento deberían esforzarse por ser sensibles a cómo la forma particular del Antiguo Testamento en griego podría moldear el argumento o la narrativa de un autor del NT a nivel conceptual. Una forma de hacerlo es simplemente leer regularmente el AT en griego (incluso en traducción) al estudiar pasajes del AT que son fundamentales para la teología del NT.

La Septuaginta y la Escritura
Se podría decir mucho más, pero espero que este breve repaso haya despertado en el lector el deseo de explorar más a fondo los textos de la Septuaginta. Ella ofrece una puerta fascinante para estudiar tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento con una mirada renovada, no solo para académicos, sino también para ministros y creyentes laicos.
Muchos cristianos suelen preguntar en este punto: “Si los apóstoles usaron a veces la Septuaginta, ¿eso la hace inspirada?”. Una respuesta común es que una cita del Antiguo Testamento en griego en el Nuevo Testamento respalda su redacción, incluso cuando esta se distancia del hebreo. Sin embargo, esta respuesta se encuentra con dificultades cuando los autores del NT no siempre usan una redacción idéntica para las mismas citas del AT (por ejemplo, Isaías 6:9–10 en Mateo 13:14–15; Marcos 4:12; Lucas 8:10; Juan 12:39–40; Hechos 28:25–27), lo que hace difícil determinar qué redacción puede ser respaldada.
Una mejor respuesta es esta: la comunidad judía y los primeros cristianos claramente privilegiaban el texto hebreo como el locus (lugar) de la inspiración. Sin embargo, no hubo esfuerzos —ni entonces ni ahora— de judaización lingüística, en los que se obligara a los nuevos conversos a aprender hebreo para acceder a las Escrituras. El AT griego, en sus diversas formas, era visto como una traducción más que adecuada de la Palabra de Dios para alcanzar al mundo de habla griega, y los apóstoles lo usaron en consecuencia.
¿Significa esto que el uso apostólico del AT griego, cuando parece desviarse del hebreo, es un ejercicio de construcción teológica a partir de una traducción defectuosa? Para nada; simplemente significa que los escritores del NT consideraban que la Biblia en griego que sus lectores conocían y que era para el uso común capturaba fielmente la intención teológica de las palabras dadas por Dios, por lo que la usaron en consecuencia.
Como mínimo, estudiar la Septuaginta resulta ser un ejercicio iluminador si se rastrea la fidelidad de Dios al haber usado Su Palabra para motivar y sostener a la Iglesia primitiva en la proclamación de Cristo desde las Escrituras hasta los confines de la tierra (Lc 24:44–47).
Este artículo fue traducido y ajustado por María Paula Hernández. El original fue publicado por Greg Lanier en Desiring God.
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