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La bandera del Reino Unido es la combinación de las banderas de Escocia, Irlanda del Norte e Inglaterra. Cada uno de estos símbolos patrios son representaciones de cruces cristianas. Sin embargo, queremos detenernos en la bandera de Inglaterra, porque básicamente se trata de la cruz del patrono de esa nación: San Jorge.
¿Quién fue él y qué tiene que ver con una de las más crueles persecuciones que sufrieron los cristianos en el Imperio romano?
La historia de San Jorge
Jorge, que nació alrededor del año 280, era hijo de Geroncio, un oficial del ejército romano. Tras la muerte de su padre, Jorge y su madre, llamada Policronia, se fueron a Lydda. Al parecer, Jorge se convirtió al cristianismo mientras estuvo allí, en un tiempo en el que la fe aún era perseguida por el Imperio.
La tradición dice que al llegar a la adultez, Jorge siguió el legado militar de su padre y se enlistó en el ejército romano. El joven contaba con un carisma natural y unas habilidades de liderazgo únicas, lo que le permitió ascender rápidamente en su rango. Se cree que llegó a ser tribuno y comes –alto funcionario cercano al más alto gobernante– antes de cumplir los 30 años. Este recorrido lo llevó a Nicomedia, donde fue designado como parte de la guardia personal del emperador.
En el año 303, el curso de su vida tomó un giro dramático, pues el emperador proclamó un edicto de persecución a los cristianos a lo largo del Imperio. Jorge se enfrentó a una prueba de fe profunda cuando recibió órdenes de participar en la ejecución del hostigamiento. En consecuencia, en un acto de valentía, confesó su cristianismo.
El emperador, en un esfuerzo por hacerle retractarse, sometió a Jorge a tortura, pero su fe permaneció inquebrantable. Incapaz de persuadirlo, el emperador ordenó su ejecución. Jorge fue decapitado el 23 de abril del año 303 frente a las murallas de Nicomedia.
Aunque no tenemos la certeza de que toda esta historia sea 100 % verídica, sí podemos saber que este soldado fue uno de los miles de cristianos asesinados bajo la “Gran Persecución” de Diocleciano, el mismo emperador al que Jorge le servía y que ordenó su ejecución. ¿Cuáles fueron las razones de ese hostigamiento y por qué se le dio ese nombre?
Contexto político del Imperio romano entre los siglos III y IV
El Imperio romano había sufrido un periodo de profunda inestabilidad entre los años 235 y 284. Durante ese tiempo, una sucesión de emperadores ascendieron y cayeron con una rapidez asombrosa, dejando tras de sí un imperio tambaleante y al borde del colapso. Fue tal la crisis, que este periodo se llegó a conocer como la Crisis del siglo III.
Sin embargo, la llegada de Diocleciano al trono en el 284 marcó un cambio de rumbo. Decidido a restaurar el orden y el equilibrio, el nuevo emperador implementó una estructura administrativa innovadora: dividió el imperio en cuatro regiones, dos de las cuales quedaron bajo la supervisión de él y Maximiano, ambos con el título de “augusto”. Las otras dos fueron asignadas a Galerio y Constancio Cloro, ambos con el título de “césar”, y escogidos para suceder a sus superiores.
Bajo el mandato de Diocleciano, el Imperio empezó a recuperar su fuerza y estabilidad. Inicialmente, este periodo también trajo una paz relativa para los cristianos, quienes hasta entonces habían coexistido en un ambiente de cierta tolerancia. Dicha paz se debió en parte a un rumor que, según la tradición, corría en ese entonces: la esposa e hija del entonces emperador, Prisca y Valeria respectivamente, practicaban el cristianismo.
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Razones del hostigamiento
No obstante, la situación cambió drásticamente en el año 303, cuando Diocleciano inició una de las persecuciones más feroces en contra de los cristianos hasta esa fecha. De manera paradójica, sus motivaciones para desarrollar esta campaña podrían parecer lógicas e incluso comprensibles para los ciudadanos romanos de entonces.
Reconocido como uno de los emperadores más capaces y eficientes de la etapa tardía del Imperio romano, Diocleciano consideraba a la iglesia como un elemento desestabilizador. Su empeño en unificar el territorio y garantizar su estabilidad probablemente lo llevó a creer que erradicar el cristianismo mitigaría los disturbios causados por las disputas religiosas.
Este emperador dio muestras iniciales de duda sobre si ejecutar esta persecución o no, pues era muy consciente del poder que el martirio podía conferir a la fe que buscaba erradicar. Sin embargo, en vez de retroceder, su estrategia se transformó rápidamente en una persecución radical. Entonces, Diocleciano ordenó una campaña sistemática contra los cristianos, que incluyó la ejecución de líderes, la demolición de sus lugares de culto y la quema de sus Escrituras.
Tras la abdicación simultánea de Diocleciano y Maximiano, el Imperio romano se vio envuelto en una complicada danza de ambiciones y maniobras políticas, con varios candidatos luchando por el control de las cuatro regiones imperiales. En consecuencia, se planteaba la pregunta: ¿cesaría la persecución a los cristianos sin Diocleciano en el poder? La realidad fue más sombría, pues Galerio, el nuevo líder, lejos de apaciguar las tensiones, asumió con firmeza el rol de perseguidor.
En este turbulento escenario, el 30 de abril del año 311, un Galerio gravemente enfermo cedió, cesando así su política de represión hacia los cristianos. Tal vez percibió sus esfuerzos como inútiles, o quizás, como algunos sugieren, consideró su enfermedad como un castigo divino. Este cambio marcó el fin efectivo de la así llamada “Gran Persecución”.
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Consecuencias paradójicas
Durante esos años oscuros, la comunidad cristiana se vio profundamente dividida. Algunos creyentes, bajo la presión de la persecución, optaron por rendirse y llegaron a adorar a deidades paganas, mientras que otros, como Jorge, resistieron hasta la muerte.
Determinar el número exacto de cristianos que murieron durante la Gran Persecución es complicado, principalmente por la falta de registros precisos de esa época y la dificultad de identificar las razones específicas de las muertes. Aun así, los historiadores han hecho varias estimaciones basadas en diferentes fuentes.
Por ejemplo, documentos como las Actas de Mártires y estudios de cementerios cristianos de la época, sugieren que la cantidad de muertos puede estar entre 15 000 y 50 000. Aunque probablemente el número exacto nunca se conozca con precisión, lo que sí sabemos es que fueron miles.
Eso no es todo. Se considera que la gravedad de esta persecución fue producto de una combinación de duración (casi 10 años), intensidad, alcance en el número de martirizados, crueldad en los métodos de persecución e impacto en la comunidad cristiana. Esto la convierte en una de las peores, sino la peor, persecución a los cristianos en el Imperio romano de toda la historia.
Pero, paradójicamente, contrario a los objetivos de Diocleciano y Galerio, este hostigamiento no solo fracasó en erradicar el cristianismo, sino que fortaleció su presencia en el Imperio. La piedad y el sacrificio de los mártires, además de atraer a más seguidores a la fe cristiana, cimentaron la firmeza de la comunidad. De hecho, algunos de los cristianos, incluso en el exilio o encarcelamiento, iniciaron nuevas congregaciones.
A pesar de sus intensos esfuerzos, Diocleciano, y posteriormente Galerio, no lograron extinguir la llama del cristianismo; por el contrario, prepararon sin quererlo el escenario para que el Imperio romano abrazara la fe que habían intentado destruir. En el 312, durante la contienda en el Puente Milvio, Constantino experimentó una visión trascendental que marcó un antes y un después en la relación del Imperio con los seguidores de Jesús.
¿Conocías esta persecución a los cristianos? ¿Qué lecciones podemos extraer del período de la Gran Persecución en un mundo moderno, que a menudo cuestiona o rechaza nuestras convicciones? ¿Qué implicaciones tiene conocer la persecución para nuestra comprensión del papel de la fe cristiana en la sociedad contemporánea? ¿Crees que la fe florece más en entornos de persecución?
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