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La profunda influencia que tuvieron los escritos de este intelectual francés en el desarrollo del gobierno, la educación pública, la cultura e incluso la economía, ha sido evidente tanto para sus seguidores como para sus contradictores. Su énfasis en la gloria de Dios llevó a este hombre a estudiar profunda y cuidadosamente las Sagradas Escrituras, incluso más allá que a cualquier otro reformador. Esto se ve reflejado hoy en los millones de creyentes que siguen estudiando su teología.
Juan Calvino nació en 1509 en Noyon, Francia, que está 100 kilómetros al noreste de París. Su padre, un abogado y administrador que trabajaba para el obispo católico, planeó una carrera eclesiástica para su hijo. A mediados de la década de 1520, Calvino ya se había convertido en un buen erudito: hablaba latín, se destacaba en filosofía y se había capacitado para estudiar teología en París de forma intensiva. Pero su infancia no fue más que el comienzo de una trayectoria académica impresionante.
Un estudiante brillante
En algún punto del camino, su padre cambió de opinión y decidió que Juan debía alcanzar la grandeza en la ley. Él obedeció y pasó los siguientes años en la Universidad de Orleans, distinguiéndose en el estudio de un tema que no amaba. Durante estos años se sumergió en el humanismo renacentista, aprendió griego y leyó ampliamente los clásicos.
Cuando el padre de Calvino murió, en 1531, el joven de 21 años se vio libre de su influencia dominante y se mudó a París para ir tras su pasión: el estudio de la literatura, especialmente de los clásicos. Posteriormente concluyó sus estudios y recibió su título de doctor en leyes en 1532. Ese mismo año, publicó su primer libro, un tratado sobre De Clementia, del filósofo romano Séneca. El libro, que fue la disertación doctoral de Calvino, revelaba su gran capacidad intelectual.
De católico a protestante
Fue mientras estudiaba leyes que Calvino entró en contacto con la Reforma. La doctrina y las enseñanzas de Lutero llegaron hasta él y su vida dio un giro abrupto, aunque no se tiene registro del momento o fecha exacta de su conversión. En 1533, Nicolás Cop, rector de la Universidad de París y amigo de Calvino, predicó un sermón que llamo la atención de sus oyentes: era una súplica por una reforma sobre la base del Nuevo Testamento y un fuerte ataque contra los teólogos escolásticos del momento. Pero muchos se resistían a sus perspectivas protestantes, y Calvino, quien se cree le escribió el discurso a Cop, fue obligado a huir de París.
Después de ser encarcelado por un tiempo, Calvino huyó a la propiedad de Louis du Tillet, un hombre rico que simpatizaba con la Reforma. Estando allí tuvo la oportunidad de pasar cinco meses en la extensa biblioteca teológica de du Tillet. Ahí leyó la Biblia, junto con los escritos de los padres de la iglesia, en especial los de Agustín. Después de un breve viaje a París y Orleans, Calvino se dirigió a Basilea, Suiza, y comenzó a escribir su obra más importante: Institución de la religión cristiana.
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Las Instituciones
La Institución de la religión cristiana (en adelante Instituciones) fue pensada como un manual elemental para aquellos que querían saber algo acerca de la fe evangélica. Más tarde, Calvino escribió:
Trabajé en la tarea especialmente para nuestros propios franceses, porque vi que muchos estaban hambrientos y sedientos de Cristo y, sin embargo, muy pocos tenían verdadero conocimiento de Él.
Durante los veintitrés años siguientes, la obra maestra de Calvino tendría cinco grandes expansiones hasta llegar a su forma final en 1559. Pero desde su primera edición, se trató de una verdadera proeza que presentaba fuertes argumentos a favor de las enseñanzas centrales de la Reforma. En las Instituciones, Calvino esbozó sus puntos de vista sobre la iglesia, los sacramentos, la justificación, la libertad cristiana y la política.
La ciudad de Dios
Posteriormente, Calvino se estableció en Ginebra. Él y su amigo Guillermo Farel comenzaron inmediatamente a reformar la iglesia de la ciudad. Después de redactar una confesión de fe, trataron de lograr que los ciudadanos vivieran en sumisión a las Escrituras. Pero su intento de limitar la Cena del Señor mediante la excomunión, es decir, restringir la participación de aquellos que vivieran abiertamente en pecado, resultó en su destierro en 1538. Calvino se dirigió a Estrasburgo, donde pastoreó durante tres años. Estando allí se casó con una viuda anabaptista que tenía dos hijos.
Para 1541, la reputación de Calvino se había extendido: escribió otros tres libros y revisó las Instituciones. Se había hecho amigo de otros reformadores importantes, como Martín Bucero y Philipp Melanchthon. Posteriormente, las autoridades municipales le pidieron que regresara a Ginebra y pasó el resto de su vida trabajando en el establecimiento de una sociedad cristiana allí.
Después de su regreso, Calvino retomó su ministerio en el púlpito, precisamente donde lo había dejado tres años atrás y exactamente en el versículo siguiente a su exposición previa.
La Escuela de la Muerte de Calvino
Durante esos tiempos agitados, a Ginebra llegaban protestantes refugiados de todas partes de Europa, buscando seguridad ante las amenazas que enfrentaban en sus países. En poco tiempo, la población de Ginebra se duplicó. Con el tiempo, cientos de los hombres que habían huido a Ginebra para ser instruidos en la escuela de Calvino regresaron a sus países de origen. Otros decidieron ir a plantar iglesias en países que se oponían a la Reforma.
Para estas personas la persecución era segura y el martirio era común. Debido a eso, la escuela de teología de Ginebra llegó a conocerse como “La Escuela de la Muerte de Calvino”.
Su influencia en Ginebra
Calvino creía que la iglesia debía reflejar fielmente los principios establecidos en las Sagradas Escrituras. En sus ordenanzas eclesiásticas, argumentó que el Nuevo Testamento enseñaba cuatro órdenes de ministerio: pastores, médicos, ancianos y diáconos.
Los pastores tendrían que dirigir los servicios, predicar, administrar los sacramentos y preocuparse por el bienestar espiritual de los feligreses. En cada una de las tres iglesias de Ginebra, se ofrecieron dos servicios dominicales y una clase de catecismo. Cada dos días de la semana se realizaba un servicio, y más tarde, se empezaron a hacer todos los días. La Cena del Señor se celebraba trimestralmente. Los doctores o maestros daban conferencias sobre el Antiguo y el Nuevo Testamento generalmente los lunes, miércoles y viernes. La audiencia estaba formada principalmente por alumnos mayores y ministros, pero cualquiera podía asistir.
En cada distrito, los ancianos vigilaban los asuntos espirituales. Si veían una conducta pecaminosa en cualquier ciudadano, lo amonestaban. Si el comportamiento no cesaba, informaban al Consistorio (el órgano rector de la iglesia), que convocaba al acusado. La excomunión era un último recurso y se mantenía hasta que el ofensor se arrepintiera.Finalmente, el bienestar social estaba a cargo de los diáconos. Ellos eran la junta directiva del hospital, los ejecutivos de la seguridad social y los supervisores de la casa de beneficencia. Los diáconos fueron tan efectivos que Ginebra no volvió a tener mendigos. El sistema funcionó tan bien durante tantos años que cuando John Knox visitó Ginebra en 1554, escribió a un amigo que la ciudad “es la escuela de Cristo más perfecta que haya existido en la tierra desde los días de los apóstoles”.
Pastor, maestro y más
Calvino predicaba dos veces todos los domingos y todos los días de semanas alternas. Cuando no estaba predicando, daba conferencias como profesor tres veces a la semana, además de ocupar un cargo en el consistorio y en distintos comités.
Su papel en la ciudad era bastante peculiar. Fue nombrado pastor y recibió un salario del ayuntamiento, aunque podía ser despedido, como lo fue en 1538. Era un extranjero en Ginebra, es decir, no era un ciudadano oficial, pero eso cambió casi al final de su vida. No se limitaba a su labor en la iglesia; estuvo involucrado en muchos hitos que ocurrieron en Ginebra, desde el desarrollo de la constitución, pasando por la infraestructura de la calefacción, hasta la construcción de desagües.
Al final de su vida, cuando no podía caminar hasta la iglesia para predicar, lo llevaban en una silla. Cuando el doctor le prohibió salir en el aire invernal, convocó a sus estudiantes en su habitación y allí les dio conferencias. A aquellos que lo instaban a descansar, él les preguntaba: “¿Qué? ¿Harías que el Señor me encuentre ocioso cuando venga?”
El legado de Calvino
Calvino falleció a sus 54 años, el 27 de mayo de 1564. Su cuerpo fue expuesto al público, pero ante la afluencia de visitantes, los reformadores temieron ser acusados de promover la veneración de santos, por lo que fue enterrado al día siguiente en una tumba anónima. Hasta el día de hoy se desconoce la ubicación exacta de su sepultura.
Aunque Calvino murió, su influencia no sucumbió con él. Fuera de la iglesia y dependiendo del punto de vista, sus ideas han sido culpadas y acreditadas con el surgimiento del capitalismo, el individualismo y la democracia. Entre todas las voces protestantes, la de Calvino fue la más clara y lúcida.
Su influencia ha llegado hasta personajes muy destacados de la iglesia, como el evangelista George Whitefield, el famoso predicador Charles Spurgeon o el teólogo Karl Barth, así como a movimientos completos, como el puritanismo o el presbiterianismo. Día a día, las comunidades presbiterianas, reformadas, e incluso muchos grupos bautistas, promueven su legado en iglesias locales de todo el mundo.
¿Cuál crees que es el legado más grande de Juan Calvino al cristianismo de hoy? ¿De qué forma podemos hacer que los cristianos de hoy, al igual que Calvino, profundicen más en la Escrituras para encontrar en ellas la gloria de Dios?
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