La primera vez que muchos cristianos en Latinoamérica escucharon el nombre de este pastor estadounidense fue en los anuncios que precedían sus sermones: “Este es un mensaje del pastor John MacArthur, traducido y predicado en español para el mundo de habla hispana”. Con el tiempo y tras horas de estudios bíblicos, varios creyentes latinoamericanos terminaron ‘adoptándolo’ como su propio maestro de la Palabra de Dios.
Con su voz firme y su Biblia abierta, John MacArthur se convirtió en una de las figuras más influyentes del cristianismo contemporáneo. A lo largo de más de cinco décadas de predicación ininterrumpida desde el púlpito de Grace Community Church, su convicción inquebrantable fue que nada —ni la cultura, ni las modas, ni la presión del tiempo— debía reemplazar la exposición fiel de la Escritura.
Su compromiso con la verdad fue contracultural, constante, y profundamente pastoral, especialmente en una época tan marcada por la superficialidad. Le habló al pecador con claridad y al creyente con amorosa firmeza. No buscó agradar a los hombres, sino presentar cada texto con temor reverente; para él, el púlpito no era lugar para entretener, sino para proclamar la Biblia. Esa fidelidad —a veces incomprendida, otras veces incómoda— dejó una huella imborrable en pastores, seminaristas, familias e iglesias enteras. Si algo sostuvo siempre fue que el protagonista del mensaje no era él como predicador, sino Cristo.

En marzo de este año, durante la Conferencia de Pastores que se celebra anualmente en Grace Community Church, se emitió un video en el cual el pastor MacArthur lamentó, no poder asistir por los quebrantos de su salud. Dejó claro que, pese a esto, tenía un sermón en su corazón que había entregado por escrito. Luego selló su mensaje con estas palabras de despedida:
Sé que estoy en el tramo final de mi vida y eso cobra un nuevo sentido cuando sabes que la llama se está apagando, pero estoy agradecido y alabo a Dios por todo aquello de lo que me ha permitido ser parte, por todo lo que ha logrado con Su Palabra en estos años de ministerio.
En este artículo, y un día después de que el Señor de Señores lo llamó a Su presencia, resaltamos ese ministerio que agradeció y con el que siempre le dio toda la gloria a Cristo Jesús.

Los planes de Dios son perfectos
John F. MacArthur nació el 19 de junio de 1939. Era hijo de Jack MacArthur, quien predicó y enseñó la Biblia hasta sus 90 años, poco antes de su muerte en 2005, siguiendo así los pasos de su propio padre Harry. Parece que la predicación estaba prácticamente en la genética de esta familia, y que hablar de la necesidad de Cristo era su pan diario. Sin embargo, esto no siempre fue así; como todo aquel que ha nacido de nuevo, en cierto momento John reconoció que necesitaba al Salvador.

En una entrevista para Grace to You, el ministerio que distribuye los audios y videos de sus sermones y estudios en inglés, contó que cuando tenía cerca de 10 años, estuvo involucrado en un acto de vandalismo a una escuela:
Me sentí terrible y asustado. Me senté en las escaleras con mi papá, no recuerdo el momento exacto, pero dije: “¿Sabes?, creo que no soy un buen chico y necesito que el Señor me perdone”. (…) Recuerdo a mi padre orando conmigo en las escaleras para que el Señor me salvara.

Aquel niño creció y contó con el gusto y el talento para ser reclutado como jugador de fútbol americano en su etapa universitaria. Sin embargo, el propósito de Dios para con él no estaba relacionado con el balón. Tras un accidente, el llamado al ministerio le llegó con claridad: “Volvíamos a casa después del primer año. Éramos seis en un pequeño Ford Fairlane de dos puertas, que volaba por la autopista en Alabama. El conductor perdió el control”.
En consecuencia, sufrió quemaduras de tercer grado en su espalda que lo mantuvieron tres meses acostado boca abajo: “Al final de ese período, realmente estaba listo para hacer lo que Dios quisiera. Y para entonces supe que iba a predicar y enseñar”. El legado de la familia MacArthur continuaría. En Su soberanía, Dios orientó el rumbo de quien se veía como deportista, en dos ocasiones cambió de escuela y terminó preparándose con diligencia en el Seminario Teológico Talbot. En medio de esto, lo llamaron para ser receptor en los Cleveland Browns, un equipo profesional, pero él nunca miró para atrás.

Una solicitud juvenil
En su primera carta a Timoteo, Pablo anima al joven pastor a mantenerse firme y seguro de su llamado: “Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza” (1 Ti 4:12, RVR60). Al parecer, siempre habrá quienes reconozcan los dones, talentos o virtudes, pero los subestimen al considerar la edad de la persona. MacArthur contó que cuando estaba cerca de sus 30 años, con un deseo absoluto por estudiar y exponer la Palabra, algunas iglesias que sabían de su existencia preferían no tratar con alguien tan joven.
Pero fue precisamente la juventud el instrumento que usó el Señor para darle a este pastor un lugar en el que estudió, aprendió, maduró y edificó a miles. A finales de 1968, dictó varias conferencias para los jóvenes de una iglesia de California, asistió a sus campamentos y dio charlas en la preparatoria. Todos quedaron tan entusiasmados que le dijeron “¿Algún día podrías ser nuestro pastor?”. La pregunta no fue retórica; ellos se pusieron manos a la obra y hablaron con los ancianos de la iglesia, pues querían que John MacArthur fuera su pastor.
En 1969, después de graduarse del seminario, John llegó a Grace Community Church, una iglesia fundada como no denominacional por el pastor Donald Householder. El primer servicio se había celebrado el 1 de julio de 1956.

El legado de la exposición
El primer ministerio de cualquier pastor está en su hogar. En 1 de Timoteo 3, la Palabra exige que quien pretenda ser líder en la iglesia debe ser irreprensible en su relación con su esposa (ser hombre de una sola mujer) y sus hijos (que gobierne bien su casa). ¿Qué podemos decir de su familia?
En 1963, John MacArthur se casó con Patricia, una amiga de su hermana Jeanette. Ella amaba a Dios y para él era, sin duda, la chica más linda que había visto, además de que era divertida y cocinaba muy bien. Tuvieron cuatro hijos: Matthew, Marcy, Mark y Melinda. Como él, ellos conocieron a Cristo en su casa, pues lejos del púlpito, el predicador que todos admiraban era el padre de familia que, ante sus ojos, derramaba su alma Ante el trono de la gracia cada mañana. Precisamente, ese fue el título de un libro en el que ellos recopilaron algunas oraciones del pastor John. En el texto de presentación, plasmaron para testimonio futuro:
Sentados alrededor de la mesa de la cocina, escuchábamos sus palabras de gratitud por el privilegio de ser adoptados en la familia de Dios. Escuchábamos expresiones de su amor por la Biblia y por la iglesia (…) su transparencia reveló sus propias decepciones, y su fe se vació en su confianza pura en la providencia de Dios.

Lo que experimentaron sus hijos no fue más que la réplica de lo que el niño John vivió en su casa paterna. Como descendiente de pastores, MacArthur contó con ejemplos de predicación muy diferentes: la de su abuelo Harry, que era de tipo textual —entregaba un texto y contaba historias—, y la de su padre Jack, que era un predicador expositivo. “Adopté el estilo de predicación de mi papá”, dijo en una ocasión.
Su deseo por exponer la Palabra de Dios lo llevó a ser minucioso y detallista, a analizar el contexto histórico y gramatical de cada versículo en sus estudios y predicaciones. Para algunos, esto podía ser un problema en cuanto a lograr que la atención de una audiencia se mantuviera, pero terminó siendo el distintivo particular que le significó el reconocimiento global.
En su primera predicación en Grace Community, habló de Romanos 6 y 7, y aunque su audiencia estaba acostumbrada a sermones de aproximadamente 30 minutos, nadie se movió durante la hora y 20 minutos que él habló. Es cierto que a la semana siguiente un reloj gigante comenzó a recordarle el tiempo, pero fue claro que la congregación quería el estudio detallado… solo que lo prefería por partes. Y eso que querían los fieles de esa iglesia hace casi 60 años, es lo que muchos cristianos seguimos buscando hoy: entender la Palabra de Dios.
[Este podcast, originalmente en inglés, repasa el primer sermón de John MacArthur en Grace Community Church, donde a los 29 años inició un ministerio que marcaría generaciones.]
Aunque una vida entera no bastaría para comprender plenamente a Dios y Su voluntad revelada, nos dedicaremos a conocerlo hasta nuestro último día en esta tierra. Como dijo Él mismo a través del profeta:
Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Is 55:8-9, RVR60).
Justo ese deseo de ahondar en los caminos divinos fue el que, a finales de la década de los 70, llevó a decenas de aspirantes a pastores a agolparse en camionetas y viajar una hora hasta el Seminario Teológico de Talbota para aprender la predicación expositiva. Ese anhelo también motivó a John MacArthur y a Irv Busenitz a fundar The Master’s Seminary el 31 de marzo de 1986. Su misión es preparar a hombres para “predicar la Palabra de Dios, alcanzar al mundo para Cristo y enseñar a otros a hacer lo mismo”.

Un gran ministerio pastoral
Con todo, resumir el ministerio de John MacArthur en su predicación y enseñanza sería, cuanto menos, escaso. Entre sus iniciativas por pastorear al pueblo de Dios se pueden mencionar Grace to You y Gracia a Vosotros, la versión en español del ministerio; la Conferencia de Pastores y la Conferencia de Expositores, ambas anuales; Grace Kids y los ministerios internacionales en Francia, Ucrania, Italia, Costa Rica. México, Colombia, Sudafrica, Alemania, Filipinas, Croacia, España, Malawi y otros países. Los más de 50 libros que escribió y los comentarios de la Biblia de estudio que lleva su nombre son parte de lo que Cristo hizo a través de él.
El pastor John MacArthur tenía razón al darle la gloria a Dios, pues solo de Él es la obra. Como creyentes, debemos dar testimonio de la fidelidad del Señor a otros, así como lo hizo este ministro cristiano, cuya vida dejó ver que Romanos 10:14-16 era su convicción y certeza:
¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán a aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán sin que sean enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian el evangelio de las cosas buenas! (RVR60).

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