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John Elliot Gardiner, posiblemente el erudito más conocedor de Bach escribió lo siguiente:
“La mecánica de la fe de Bach -la forma estructurada y sistemática en que aplicó su religión a sus prácticas laborales- es algo que cualquier persona que intente comprenderlo, como hombre o como compositor, debe abordar. La dedicación de su arte a la gloria de Dios no se limitó a sus cantatas de iglesia con el acrónimo Soli Deo Gloria; el lema se aplica con igual fuerza a sus conciertos, partitas y suites instrumentales. Y Eisenach, su lugar de nacimiento y el sitio de su primer encuentro con Martín Lutero, el fundador de su versión heredada del cristianismo, es claramente un buen lugar para comenzar”.

Genio temprano
Johann Sebastian Bach nació y se educó en Eisenach, Turingia. Allí asistió la misma escuela que Lutero en su época. En aquel tiempo el apellido Bach era sinónimo de músico, pues su familia en siete generaciones produjo 53 músicos prominentes. Johann Sebastian recibió sus primeras lecciones de su padre, Johann Ambrosius. Sin embargo, a la edad de 10 años, Bach quedó huérfano y se fue a vivir con su hermano mayor, Johann Christoph, quien era organista de Ohrdruf.
Siendo muy joven, se establece en el mundo de la música ingresando al coro de la Iglesia de San Miguel de Lüneburg, siendo violinista en la orquesta de cámara del Príncipe Johann Ernst de Weimar y luego mudándose a Arnstadt para convertirse en organista de la iglesia.
En octubre de 1705, Bach fue invitado a estudiar durante un mes con el organista y compositor alemán de origen danés Dietrich Buxtehude, de quien adquirió aún más destrezas en el órgano. En 1707 se hace organista en la Iglesia de San Blasius y, después de varios trabajos prominentes, en 1723 se establece en Leipzig, donde permaneció por el resto de su vida.

Sin embargo, la genialidad de Bach no estaba solamente en sus grandes interpretaciones en el órgano, sino en su gran legado de piezas que compuso: 180 corales para cuatro voces, 2 oratorios, 2 Pasiones, 6 motetes, una misa en Si menor, 200 cantatas, 145 corales para órgano, sin contar sus variaciones, sonatas, partitas, conciertos, preludios, suites y mucho más. La integral de Bach es sencillamente increíble; una vida parece insuficiente para escribirla.
En nuestros días las obras de Bach gozan de un aura y una religiosidad casi sin par en el mundo de la música. Algunos hombres, incluso hostiles a la fe, han visto esto mismo en las piezas de Bach. Friedrich Nietzsche, comentando sobre La Pasión según San Mateo, dijo: "Quién ha olvidado por completo el cristianismo realmente lo escucha aquí como un evangelio". Steve Jobs le dije a Yo-Yo Ma, cuando éste tocó en su casa un tema de Bach con un Stradivarius del 1733: "Tu interpretación es el mejor argumento que he oído nunca sobre la existencia de Dios", y aun el ateo Emil Cioran dijo: “La música de Bach es la única razón para pensar que el Universo no es un desastre total.”

Bach, Lutero y la fe
Bach fue un creyente profundo y consagrado. Una de sus grandes influencias fue Martín Lutero. Cuando tenía 48 años, Johann Sebastian Bach adquirió una copia de la traducción de la Biblia en tres volúmenes de Lutero. Lo estudió como si fuera un tesoro perdido hace mucho tiempo. Subrayó pasajes e hizo notas en los márgenes. Cerca de 1 Crónicas 25, que constituye una lista de músicos davídicos, escribió: "Este capítulo es el verdadero fundamento de toda la música que agrada a Dios". En 2 Crónicas 5:13, que habla de los músicos del templo alabando a Dios, señaló: "En una actuación reverente de la música, Dios está siempre a mano con su presencia llena de gracia".
La música de Lutero fue también de gran influencia en Bach. Para la celebración de la Reforma, estrenó un 31 de octubre, entre los años 1727 y 1731, la cantata BWV 80, que toma como referencia e inspiración la letra y melodía de una pieza compuesta por Lutero Castillo fuerte es nuestro Dios.
Prueba de su profunda fe en las Escrituras, son las piezas que escribía cada año para las actividades cotidianas y las celebraciones de la iglesia. En las piezas más emblemáticas dentro de este renglón se encuentran las Pasiones, siendo posiblemente la más famosa la Pasión según San Mateo que a veces ha sido llamada "el logro cultural supremo de toda la civilización occidental". Como dijo un erudito, Bach, el músico, era en verdad "un cristiano que vivía con la Biblia".

Bach siempre compuso cada una de sus partituras a la mayor gloria de Dios. Hasta su música instrumental que carece de cualquier letra religiosa, la consideró una forma de alabar a Dios. Era un hombre profundamente cristiano. Alabar al Creador con su música era lo que daba sentido a su trabajo. No siguió modas; hizo su música, la que consideró mejor para glorificar al Altísimo. Era perfectamente consciente de que la música que estaba componiendo ya estaba pasada de moda. Nuevos estilos y nuevas tendencias eran las que triunfaban. Esto fue algo que le comentaron mucho, pero permaneció fiel a la obra que debía componer.
Bach fue siempre una persona sencilla. Durante veintisiete años tocaba y presentaba sus obras cada domingo en una de las iglesias protestantes de Leipzig, y la mayor grandeza que existía en su vida era prepararse para el domingo siguiente.
A pesar de que su música contenía tal magnitud, Bach no conoció la fama en vida.

Renacimiento de Bach
Después de la muerte de Bach, un nuevo estilo de música nació y fue desplazando el estilo barroco que había perfeccionado y sublimado. Fue recordado menos como compositor que como organista y clavecinista. Su música cayó en el olvido y parte de ella fue vendida. Incluso algunas fueron usadas para envolver basura o comida. Durante los siguientes 80 años, sólo algunos músicos como Mozart y Beethoven conocían su legado y lo admiraban. No fue hasta 1829, cuando el compositor alemán, y también creyente, Felix Mendelssohn, hizo renacer la música de Bach, arreglando una presentación de La Pasión de San Mateo para que un público más amplio apreciara a Bach como el gran compositor que fue.
Pero Mendelssohn también descubrió algo más. Unas pequeñas iniciales al final de la muchas de sus partituras volvían a conectar a Bach con su influencia más fuerte y profunda. Aquellas iniciales no eran una firma, tampoco eran las iniciales de su nombre. Eran las iniciales de algo más trascendente y sublime: eran un recordatorio del propósito de su música y aun de su vida. Eran las iniciales de una de las cinco solas: S (soli), D (Deo), G (Gloria). Bach dedicaba sus hermosas melodías solo a la gloria de Dios.

En términos de música pura, Bach se ha dado a conocer como alguien que podía combinar el ritmo de las danzas francesas, la gracia de la canción italiana y la complejidad del contrapunto alemán, todo en una sola composición. Además, Bach podría escribir equivalentes musicales de ideas verbales, como ondular una melodía para representar el mar.
Pero la música nunca fue solo música para Bach. Casi tres cuartas partes de sus 1,000 composiciones fueron escritas para ser usadas en la adoración. Entre su genio musical, su devoción a Cristo y el efecto de su música, ha llegado a ser conocido en muchos círculos como "el Quinto Evangelista", pues para comprender su música, los oyentes se ven gustosamente impelidos a tratar de conocer de aquello de lo que están cantando.
¿Qué es la Pasión? ¿Quién es Cristo? ¿Qué es la Redención?, tres preguntas entre cientos que surgen a cualquiera que penetre en sus maravillosos acordes. Hoy en día, este auténtico creyente sigue predicándonos sus sermones escritos con armonías celestiales. Bach fue fiel al que le encargó su obra, y para Él guardó sus mejores melodías.
¿Y tú? ¿Qué piensas? ¿Cuál crees que es el problema más grande de la música de alabanza y adoración de hoy? ¿Qué pueden aprender los músicos de hoy de la vida y de la obra de Johann Sebastian Bach?
