Si alguna vez en el futuro vas a Alemania, y en concreto a Wittenberg, tal vez acabarías visitando la Casa Museo de Lutero, o Lutherhaus. Este museo contiene un gran e invaluable tesoro de artefactos y documentos relacionados con la Reforma. Uno de los objetos más interesantes del museo es una caja de varios metros de largo, lo bastante grande como para que la tengan que cargar uno o dos hombres. Se trata de una caja de indulgencias, que generalmente llevaban los vendedores ambulantes de indulgencias cuando viajaban por Alemania y otras partes de Europa, vendiendo estos documentos para la remisión de una pena temporal por los pecados a los católicos laicos.
Origen del sistema de indulgencias
Antes de continuar definiendo qué son las indulgencias, vale la pena revisar la historia y el desarrollo de este sistema.
A partir del siglo VIII, los obispos comenzaron a reducir las penas impuestas a personas determinadas a cambio de que estas realizaran ciertas acciones concretas, como visitar un lugar sagrado o llevar a cabo mortificaciones como ayunar o dormir en lechos de ortigas.
Posteriormente, el uso de indulgencias se extendió y se consolidó durante el papado de Urbano II en el Concilio de Clermont en 1095. Las indulgencias otorgaban la remisión de penas temporales por la realización de obras meritorias, como visitar un monasterio recién consagrado o hacer donaciones a los pobres.
En el siglo XII se estableció una distinción clara entre la absolución y la indulgencia, y se definió la indulgencia como una reconciliación con la Iglesia que se obtenía a cambio de un acto de piedad, como peregrinajes, oraciones o mortificaciones. Es durante este periodo que se originan los peregrinajes como las vías romeas o el Camino de Santiago.
Pero la práctica de las indulgencias tuvo sus detractores. Por ejemplo, el sistema fue fuertemente cuestionado por importantes personajes como John Wycliffe y Jan Hus, quienes denunciaron los abusos asociados a él.
No obstante, el sistema no se detuvo, más bien se siguió popularizando de forma muy importante encontrando su cúspide durante la construcción de la Basílica de San Pedro en Roma en el siglo XVI, cuando surgió un escándalo en el Sacro Imperio Romano Germánico por la campaña organizada por el arzobispo de Maguncia, Alberto de Brandeburgo, y el predicador de indulgencias Johann Tetzel.
Todo este ambiente lleno de controversia llevó a Martín Lutero a atacar la práctica en sus Noventa y cinco tesis, publicada en Wittenberg en 1517, argumentando que solo Dios puede justificar a los pecadores y que las indulgencias desvían a los pecadores del verdadero sentido del arrepentimiento. Lutero cuestionó tanto las indulgencias para los vivos como para los muertos, afirmando que el arrepentimiento es suficiente para la remisión de penas y acusando a la Iglesia de instrumentalizar el miedo al infierno.
Después de la Reforma protestante, la Iglesia de Roma tomó medidas para detener los abusos. Durante la condena de Martín Lutero, León X recordó la diferencia entre la remisión de la pena temporal y el perdón de los pecados en sí.
¿Qué son las indulgencias?
Mucha gente se pregunta específicamente qué son las indulgencias y qué cree la Iglesia Católica sobre ellas. Algunos incluso se preguntan si las indulgencias equivalen a comprar y vender la salvación. Para responder a estas preguntas, podemos analizar la Edad Media en su conjunto.
La iglesia siempre ha creído que el arrepentimiento por los pecados y confesarlos forman parte de la vida cristiana. No obstante, durante la Edad Media, el arrepentimiento se había convertido en una práctica generalizada, pero había perdido su verdadero significado. En lugar de ser una expresión sincera de pena por los pecados cometidos y un deseo de cambio, se había convertido en un concepto teológico que se transmitía oralmente.
Si tú hubieras vivido en aquel tiempo y se hubieras sido criado bajo el sistema católico, tu vida habría girado en torno a la confesión, la penitencia y la reconciliación. Esto se debía a que la Iglesia creía que en el bautismo el pecado original era lavado y el pecador quedaba cubierto por la obra de Cristo. Este concepto de que la gracia llegaba al pecador primero en el bautismo se conocía como la prioridad agustiniana de la gracia, y era una creencia con la que muchos protestantes de hoy no estarían de acuerdo bíblicamente. Sin embargo, la Iglesia sostenía que una vez que una persona era cubierta por la obra de Cristo, entraba en estado de gracia.
Entonces, el problema surgía cuando una persona sigue pecando, ya sea con pecados pequeños o grandes, la pregunta seguía siendo, ¿cómo tratar con los pecados que se siguen practicando después del bautismo?
En la Edad Media se desarrolló la teoría general de que Cristo había pagado la deuda eterna y la culpa del pecador. Sin embargo, la Iglesia seguía sosteniendo que existía una culpa o justicia temporal que debía ser satisfecha mediante el propio trabajo del cristiano. Aunque este concepto podría resultar confuso, se basaba en ciertos principios medievales. La idea era que Cristo ya había pagado por los pecados, pero el pecador aún tenía que soportar el castigo temporal por sus acciones. Para absolverse de este castigo, el cristiano acudía a un sacerdote, confesaba sus pecados y entonces recibía la absolución.
Tras el proceso de confesión y absolución, el sacerdote le asignaba varias penitencias al pecador, como rezar el rosario, asistir a misa, peregrinar o dar limosna. Estas penitencias eran necesarias para la restauración temporal, ya que el pecador todavía estaba en números rojos con Dios en términos de castigo temporal. Completando estas penitencias y haciendo restitución, el pecador podía ser restaurado a un estado de gracia.
¿Cómo se conseguía una indulgencia?
Ahora bien, a menudo surge la pregunta de dónde encaja el purgatorio en este sistema. El purgatorio es, según el sistema catolico-romano, el lugar al que una persona iría si muriera aún teniendo que restituir sus pecados. Es la purificación final antes de entrar en el cielo. En otras palabras, las últimas penitencias se realizarían en el purgatorio para purificar el alma.
La indulgencia, en cambio, entra en juego en el momento de la penitencia. Es importante señalar que las indulgencias no eran un medio para comprar el derecho a pecar o una tarjeta para salir de la cárcel en el sistema católico. Por el contrario, una indulgencia es una remisión del castigo temporal debido al pecado, que en teoría ya ha sido perdonado mediante el sacramento de la confesión. Es como un impulso espiritual, una forma de reducir el tiempo de permanencia en el purgatorio o la gravedad de la pena temporal.
Ahora si podemos ir a la pregunta de fondo: ¿cómo se conseguía una indulgencia? Las indulgencias pueden obtenerse por diversos medios, como la oración, la peregrinación o los actos de caridad, y eran concedidas por la Iglesia en función de determinadas condiciones.
Supongamos que el sistema está diseñado para que sigas teniendo verdadero remordimiento por tus pecados y continúes confesándolos. Sin embargo, a menudo las personas confesaban sus pecados pero admitían que no tenían la capacidad de realizar toda la penitencia asignada. Aquí es donde entra en juego el concepto de indulgencias. Si, por ejemplo, no te has confesado en un año o has cometido un pecado particularmente atroz, podrías pagar más de tu diezmo para sostener a la Iglesia, que teóricamente está haciendo más bien que mal. Esto se veía como un acto de misericordia y gracia, y se consideraba más una práctica comunitaria que individualista.
Entrar por gracia y permanecer por obras
¿Qué significa todo esto? Significa que, contrariamente a la creencia popular, el sistema católico no es un sistema de justicia basado en las obras como el que propuso Pelagio, el hereje del siglo IV y V.
La retórica protestante a menudo acusa al catolicismo de enseñar la justicia por obras, pero para ser más precisos, el sistema católico puede describirse como un sistema de “entrar por gracia, permanecer por obras”. La creencia es que Dios te ha dado algo, pero ahora espera algo a cambio. Quiere que sigas un camino, y no hacerlo puede poner en peligro tu seguridad eterna. Entonces el verdadero problema es la seguridad. Si entras por gracia pero debes permanecer por obras, no hay nada que te mantenga firme en el evangelio. Este fue precisamente el problema que Lutero encontró en el monasterio. No encontró nada que pudiera darle la convicción definitiva de que Cristo había muerto por él, y que el evangelio era suyo.
Este sistema también era propenso al abuso, como sucedió en el período previo a la Reforma. El problema es que es difícil determinar en qué momento la gente se siente realmente arrepentida de sus pecados y cuándo sólo tiene miedo al purgatorio. Tetzel, enviado por el Papa y el arzobispo de Maguncia, recorrió Alemania predicando acerca de las indulgencias, y vendiéndolas. Lo hizo con un particular tono de exageración, asustando a la gente para que diera su dinero y así llenar las arcas y ganarse el favor de sus superiores.
Aunque en el papel una indulgencia no es comprar y vender la salvación, puede parecerlo a un nivel emocional, por mucho que a la gente se le diga que Cristo ha pagado por sus pecados.
En el Concilio de Trento del siglo XVI, el catolicismo prohibió el pago de dinero por las indulgencias. Actualmente el sistema sigue vivo, pero su uso se enfoca en la oración y la caridad en nombre de los difuntos.
Este artículo está basado parcialmente en el video publicado en el canal de Ryan Reeves en YouTube.