En el año 1548 nació Felipe Bruno, que luego cambiaría su nombre a Giordano, en una familia de escasos recursos en la Nola de la Italia renacentista. Ya en su adolescencia fue a estudiar en Nápoles, donde aprendió gramática, retórica, poesía y lógica. Se familiarizó con la literatura clásica, leyendo a los griegos Platón y Aristóteles, y a los latinos como Ovidio, Horacio y Virgilio. Conoció el pensamiento de los filósofos cristianos Alberto Magno y Eckhart, así como el de los musulmanes Avicena y Averroes. De los autores contemporáneos estudió a Nicolas de Cusa y Pedro de Rávena, entre otros.
Poco después, aún joven, se unió como novicio a la Orden Dominica (fue aquí cuando cambió su nombre), luego fue ordenado como sacerdote y más tarde obtendría un grado en teología a los 27 años. Con los dominicos también estudió filosofía, siendo sobre todo entrenado en el aristotelismo y escolasticismo. Un libro base de teología/filosofía que con seguridad leyó fue la Suma de Teología de Tomás de Aquino, al que llamó “gloria de la teología”.
Desde joven las acusaciones de ser “hereje” lo empezaron a perseguir por empezar a dudar y cuestionar la doctrina de la Trinidad (sostenía que las “personas” de la Trinidad eran solo atributos), y quizás por vincularse con grupos antitrinitarios como los valdenses. Se le acusó también de mostrar simpatía por la antigua teología de Arrio, de negar la encarnación del Hijo y de leer los libros prohibidos de Erasmo de Rotterdam. Además, era reacio a la veneración de María y los santos, negándose especialmente a venerar ciertas imágenes de Santa Caterina de Siena y Antonino de Fiesole, y usando solo un crucifijo para su devoción privada.
Ante las acusaciones tuvo que huir de Nápoles hacia Roma, buscando refugio en la Orden Dominica, así como apoyo del entonces Papa. Sus resultados no fueron los esperados y tuvo que moverse a otras ciudades italianas, como Noli, Savona, Turín, Venecia, Padua, Brescia, Bérgamo y Milán, donde trabajó como tutor de niños, enseñándoles latín y astronomía (esta disciplina había formado parte de sus estudios filosóficos). Finalmente huyó de Italia, a la que volvería más de una década después para encontrarse con la muerte. Mientras tanto, decía él, “toda la tierra es patria para el filósofo”.
Llegó a Ginebra, Suiza, que era un refugio para muchos italianos exiliados como Bruno. Al parecer se sintió atraído por la teología reformada, especialmente por su rechazo a la veneración de los santos, pero no acordaba con el predestinacionismo de Juan Calvino ni con su soteriología y teología de la gracia. Bruno, además, aún mantenía sus ideas antitrinitarias, que, a pesar de la ejecución de Miguel Serveto, todavía tenían cabida en Ginebra entre algunos residentes.
Se inscribió en la Academia de Ginebra, donde meses después escribió un panfleto refutando a Antoine de La Faye, rector de la Academia, profesor de filosofía y amigo de Teodoro de Beza. El contenido de la refutación se desconoce, pero es probable que fuese contra la filosofía de Aristóteles que sostenía la misma Academia. Esto le costó a Bruno. Tuvo que presentarse ante el consistorio ginebrino, para luego redactar una disculpa pública y abandonar la ciudad. Giordano tenía un fuerte temperamento y era muy crítico, lo que, junto con sus ideas filosóficas antiaristotélicas, le ganó bastantes enemigos.
De ahí se fue a Tolouse, Francia, donde estuvo unos dos años, obteniendo un doctorado en teología y enseñando filosofía en la universidad de dicha ciudad. Pero no pudo estar más tiempo a causa de los enfrentamientos religiosos entre hugonotes y católicos-romanos, que habían hecho de Francia un caos. Luego se mudó a París. Allí dio clases privadas de mnemotécnica, el arte de la memorización, y escribió sobre esa misma técnica, dedicando una obra al rey Enrique III. En 1583 partió para Londres, Inglaterra, con el embajador de Francia. Allí estaría casi tres años, siendo los más literariamente prolíficos de su vida.
Escribió libros sobre filosofía, poesía, comedia, astronomía y hasta magia. Los más famosos son Diálogos italianos; La Cena del Miércoles de Ceniza; De la causa, principio y uno; Expulsión de la bestia triunfante; La cábala del caballo Pegaseo y del asno Cilémico, y Heroicos furores. En una vuelta a Francia escribe también Del mínimo y De la mónada. Pero si por algo es conocido hoy Giordano es por su teoría cosmológica, la cual desarrolló en el libro De l’infinito, universo e mondi (Del infinito universo y mundos) cuando aún estaba en Inglaterra.
En esta última obra Giordano hace una crítica de la cosmología de Aristóteles, según la cual la tierra era el centro del cosmos/universo. Bruno seguía la teoría heliocéntrica de Nicolás Copérnico, un importante precursor de la astronomía moderna, que afirmaba que el sol es el centro de nuestro sistema planetario: la tierra gira alrededor del sol junto con otros planetas. No está de más decir que Bruno fue el primer teólogo/filósofo importante en aceptar la teoría copernicana.
Las ideas astronómicas/filosóficas más distintivas de Giordano Bruno fueron las siguientes:
- Hay muchos mundos como el nuestro.
- La tierra es un astro como muchos otros.
- La tierra vista desde afuera luce como las estrellas.
- Los otros mundos están habitados por seres como nosotros.
- El universo no tiene un centro definitivo.
- El universo no es un vacío.
- El universo no tiene una sola dirección absoluta.
- El universo es infinito.
Según esto se reconoce hoy que Bruno fue un visionario de su tiempo, anticipando por sí mismo algunos descubrimientos que confirmaría la astronomía moderna. Sus conocimientos astronómicos eran avanzados para la época, pero se basaban más en sus especulaciones teológicas y filosóficas que en evidencias empíricas y demostraciones físicas. En este sentido se le considera un precursor, mas no un fundador de la astronomía moderna.
Aún así Giordano tiene mucho mérito, ya que sin los instrumentos científicos de la modernidad, lo que suponía una limitación, pudo adelantarse a algunas ideas que luego serían probadas con mejores evidencias. Pero su mérito fue también su perdición, porque al hablar de estas ideas basándose principalmente en elucubraciones metafísicas, y hasta en ciencias ocultas, trajo sobre sí muchos problemas con sus odiosos enemigos.
Especialmente polémica fue su teoría del universo infinito. Dándole un nuevo significado filosófico al universo, Bruno ve la imagen de Dios en el universo físico, lo que en ocasiones parece llevarlo a asemejarlos y a casi eliminar la distinción entre Dios y el universo. Si Dios es infinito, también su imagen, el universo, es infinito. No obstante, su idea de un universo más vasto que el de su tiempo (para nada lejos de la realidad), con innumerables soles y mundos, lo llevaba a magnificar la gloria de Dios:
“… la excelencia de Dios es engrandecida y la grandeza de su reino es manifestada; él es glorificado no en uno, sino en innumerables soles; no en una sola tierra, ni en un solo mundo, sino en miles de miles, es decir, en una infinidad de mundos”.
Pero volviendo a la historia: Giordano, poniendo fin a su largo viaje fuera de su tierra natal, decidió regresar a Italia por invitación del patricio Giovanni Mocenigo, un magistrado de la República de Venecia, que se convertiría en el peor enemigo de Bruno. Mocenigo quería aprender sobre filosofía, mnemotécnica y magia, por lo que recibió a Bruno en su casa como tutor privado. Pero este parece que se alarmó y escandalizó por las ideas “heréticas” del maestro, o quizá le molestó que Giordano no le compartiera sus secretos. Sea como sea el hecho es que lo traicionó y denunció ante el Santo Oficio de la Inquisición en Venecia.
Giordano fue extraditado a Roma, ya que las autoridades inquisitorias querían continuar y terminar el caso ya abierto contra Bruno más de una década atrás. Allí fue encarcelado provisionalmente mientras se investigaba su caso. Fue interrogado y sus obras fueron examinadas. Todo esto tardó unos 7 años. Roberto Belarmino, un cardenal jesuita encargado de la investigación, resumió 8 tesis “heréticas” de Bruno. Se dice que durante todo este proceso Giordano dijo a un compañero de prisión que gracias a su encarcelamiento se dio cuenta de “que la Iglesia estaba gobernada por asnos e ignorantes”.
Giordano debía aceptar sus errores, lo cual inicialmente hizo junto con algunas aclaraciones, pero, después de unas semanas, finalmente confesó que no tenía nada de qué retractarse. Dos principales de la Orden Dominica fueron enviados para convencerlo de abjurar sus creencias, pero esto fue en vano. Alegaba que se le había malentendido y que sus ideas no contrariaban ni a los Padres de la Iglesia ni a la Iglesia Católica ni a la Sede Apostólica (Roma).
El Papa Clemente VIII dio el veredicto de que sus libros fueran añadidos al Índice de Libros Prohibidos y que fuese entregado a las autoridades seculares para su ejecución. Era un “hereje impenitente, pertinaz y obstinado”. Se dice que al oír el veredicto Giordano exclamó: “¡Ustedes probablemente pronuncian este veredicto contra mí con más miedo con el que yo lo acepto!”.
De esta manera, en el año 1600, fue llevado a la estaca del Campo de’ Fiori, donde fue desnudado y atado. Se dice que se le acercó un crucifijo para que lo besara, pero Bruno volteó su rostro. Finalmente fue quemado vivo y murió sin decir una palabra. Sus cenizas fueron esparcidas al viento, extendiéndose, metafóricamente, por el universo físico que tantas veces lo asombró y movió a glorificar al Dios infinito.
Con frecuencia, ya sea en revistas, películas, programas de tv y en el internet, Giordano Bruno es presentado como un científico que fue mártir de la ciencia, pero la realidad es que Giordano ni fue científico ni mártir de la ciencia (en los sentidos modernos de estos términos). Entre las razones principales de su ejecución estuvieron no tanto sus ideas astronómicas sino más sus ideas filosóficas y teológicas.
Las acusaciones giraban en torno a su antitrinitarianismo, materialismo panteísta y posible protestantismo; además de su concepción de Dios, de la potencialidad divina, de la sustancia del mundo, de la materia, del alma, de los espíritus, de los ángeles y del más allá, cosas que se entremezclaban con sus estimaciones e increíbles afirmaciones astronómicas.
Pero Giordano sí fue mártir de la libertad de pensamiento, como muchos de los que alguna vez fueron encarcelados o ejecutados por el Santo Oficio. Ha quedado como un héroe del pensamiento libre, habiendo sido un filósofo (como él se veía) con sus propias ideas (aunque extrañas) que se enfrentó a la intolerancia eclesiástica.
Más allá de su temperamento, altivez, terquedad y de algunas vacilaciones de pensamiento, su firmeza final de no retractarse de las ideas de toda su vida permanece hoy como un ejemplo de resistencia; perdurando como un símbolo del derecho de pensar filosóficamente con total libertad.
Concluyo compartiendo una bella frase de Bruno sobre la vida del filósofo y la importancia de la filosofía histórica que expresa en su Del infinito universo y mundos:
De todos los hombres, solo tienen tranquilidad aquellos que tienen tiempo libre para la filosofía, solo ellos realmente viven; porque no se contentan únicamente con ser buenos guardianes de su propia vida. Añaden una edad sempiterna a la suya; todos los años que han pasado antes de ellos son una adición a su almacén. A menos que seamos muy ingratos, todos esos hombres, gloriosos creadores de pensamientos santos, nacieron para nosotros; para nosotros han preparado un camino de vida. Por las labores de otros hombres somos conducidos a la contemplación de las cosas más bellas que han sido sacadas de la oscuridad y traídas a la luz; de ninguna época estamos excluidos, tenemos acceso a todas las edades, y si es nuestro deseo, mediante la grandeza de mente, pasar más allá de los estrechos límites de la debilidad humana, hay una gran extensión de tiempo a lo largo de la cual podemos andar. Podemos discutir con Sócrates, podemos dudar con Carnéades, encontrar la paz con Epicuro, vencer la naturaleza humana con los estoicos, y superarla con los cínicos. Puesto que la naturaleza nos permite estar en comunión con todas las épocas, ¿por qué no apartarnos de este mísero y fugaz lapso de tiempo y entregarnos con toda nuestra alma al pasado, que es ilimitado, que es eterno, que compartimos con nuestros mejores hombres?
Nota: redactado con información de Guillermo Fraile, Historia de la Filosofía, vol. III (BAC: Madrid, 2011). The Stanford Encyclopedia of Philosophy (Stanford University, 2021); Paul Richard Blum, Giordano Bruno: An Introduction; Paul Kristeller, Ocho filósofos del Renacimiento (Fondo de Cultura Económica, 2016); Luigi Firpo, Il processo di Giordano Bruno (Salerno, 2005); Tomás Fernández y Elena Tamaro, Biografia de Giordano Bruno en Biografías y Vidas (Barcelona, 2004); Quién fue Giordano Bruno, el místico "visionario" quemado en la hoguera hace 418 años en bbc.com; "Cosmos" and One More Telling of the Tired Myth en wordonfire.org; How ‘Cosmos’ Bungles the History of Religion and Science en thedailybeast.com.
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