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Desafortunadamente, en nuestros días es común pensar que tener una mente apasionada por la ciencia es totalmente incompatible con la creencia en un Ser autoexistente y todopoderoso. ¿Es verdad que la actividad científica implica rechazar completamente la creencia en Dios?
Si exploramos la naturaleza de la ciencia y de la fe de manera profunda e investigamos un poco acerca de lo que los científicos han creído a lo largo de la historia, nos daremos cuenta de que el supuesto conflicto entre ambas es más que todo un mito popular. En su ensayo ¿Cuál es la relación entre la ciencia y la religión?, William Lane Craig, erudito cristiano, apologista y doctor en Filosofía, afirmó:
Hasta finales del siglo XIX, los científicos eran típicamente creyentes cristianos que no encontraban conflicto entre la ciencia y su fe –gente como Kepler, Boyle, Maxwell, Faraday, Kelvin, y otros–. La idea de un enfrentamiento entre la ciencia y la religión es una invención relativamente reciente, de finales del siglo XIX, nutrida cuidadosamente por pensadores seculares que tenían como objetivo el socavamiento del dominio cultural del cristianismo en el Occidente y su reemplazamiento por el naturalismo –el concepto de que nada fuera de la naturaleza es real y que la única forma de descubrir la verdad es por medio de la ciencia–.
La idea de que la ciencia es un camino que lleva irremediablemente al ateísmo es totalmente falsa. De hecho, muchas de las mentes brillantes que lo han recorrido profesaban una fe seria y anclada en Dios. Por ejemplo:
- Sir Francis Bacon, uno de los que sentó las bases para el método científico.
- Louis Pasteur, considerado el padre de la microbiología moderna.
- Isaac Newton, conocido como uno de los científicos más importantes de la historia por sus descubrimientos notables como el concepto de gravedad, la invención del cálculo, y el sistema binomial generalizado. También por recopilar lo concerniente a la ciencia moderna por medio de su famosa obra Principia.
Todos ellos fueron grandes en el mundo de la ciencia y profesaban una profunda fe en Dios. En la era contemporánea también encontramos numerosos científicos con una fuerte convicción religiosa. Jason Lisle, doctor en Astrofísica Solar, relató lo que ha sido para él adentrarse en el mundo de la ciencia como cristiano profesante:
Tengo un doctorado en una universidad secular y de hecho tengo una extensa investigación en astrofísica solar. En mi investigación de doctorado, hice una serie de descubrimientos sobre la naturaleza de los flujos solares cerca de la superficie, incluyendo la detección de una alineación polar (...), así como patrones indicativos de células solares gigantes. ¿Fueron obstaculizadas mis investigaciones por la convicción de que los primeros capítulos de Génesis son literalmente verdaderos? No, es justo lo contrario.
La fe en el Dios de la Biblia no socava la práctica científica, por el contrario, la justifica y vindica. En su libro El lenguaje de Dios, el genetista y líder del “Proyecto Genoma Humano”, Francis Collins, comentó lo siguiente sobre su conversión del ateísmo a la fe:
...me quedó claro que la ciencia, a pesar de sus incuestionables poderes para revelar los misterios del mundo natural, no me llevaría más lejos para resolver la cuestión de Dios. Si Dios existe, debe estar fuera del mundo natural, y por lo tanto las herramientas de la ciencia no son las adecuadas para conocerlo. Aún acosado por las incertidumbres del camino por el que había iniciado, tenía que admitir que había llegado al umbral de aceptar la posibilidad de una visión espiritual del mundo, incluyendo la existencia de Dios.
Collins, médico y gran erudito científico, entendió que la ciencia en sí misma no responde ni satisface los misterios más profundos concernientes a Dios, quien no está en contra de la ciencia. ¡Él la trasciende! Es el Creador del universo quien dota al ser humano de la capacidad de hacer ciencia, así que esta no genera incredulidad. Entender cómo funciona un sistema no niega la existencia de su diseñador.
El problema nunca ha sido ni será la ciencia, sino la cosmovisión naturalista que afirma que lo que está más allá del alcance de la ciencia no existe. El problema es el corazón humano rebelde que está ciego a la realidad del Creador, a pesar de la evidencia de Su maravillosa sabiduría e inigualable poder, que se observa en todo aspecto de la creación.
Para posible asombro de muchos, un análisis estadístico llevado a cabo por Baruch Aba Shalev, en su libro 100 Years of the Nobel Prizes (en español, 100 años de los premios nobel), concluyó lo siguiente: “Un repaso de los premios Nobel, entre 1901 y 2000, revela que 654 galardonados pertenecen a 28 religiones diferentes. La mayoría (65.4 %) ha identificado el cristianismo en sus diversas formas como su preferencia religiosa”.
Como vemos, la ciencia no es un impedimento para abrazar al Dios del cristianismo. El conflicto surge cuando se asume que la mente de un científico debe ser puramente naturalista para explicar toda la realidad. Por supuesto, si estudia los fenómenos naturales, no significa que necesite creer que estos son lo único que existe.
El matemático y especialista en Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Oxford John Lennox cuestionó la ilógica postura atea del fallecido Stephen Hawking diciendo lo siguiente:
El mundo del naturalismo estricto, en el que las inteligentes leyes matemáticas crean por sí mismas el universo y la vida, es pura ciencia ficción. Las teorías y leyes no crean materia o energía. La opinión de que tienen de alguna forma esa capacidad parece más bien un refugio desesperado (y resulta difícil ver qué otra cosa podría ser) para no enfrentarse a la posibilidad alternativa.
¿Cuál es esa posibilidad alternativa? ¡Un Creador! Como escribió C. S. Lewis: “Los hombres se hicieron científicos porque esperaban la Ley en la Naturaleza, y esperaban la Ley en la Naturaleza porque creían en un Legislador”.
Las leyes no surgen de la nada. Así, la capacidad de describir cómo funciona la naturaleza no está en conflicto alguno con afirmar la existencia de un Creador de la naturaleza. Todo lo contrario. Este mundo natural nos apunta a Alguien que lo trasciende, a Alguien que estuvo desde el principio: Dios.
¿Qué papel crees que juega la fe en nuestra comprensión del mundo natural y de la ciencia? ¿Cómo la fe te ayuda a entender la ciencia, el universo y tu lugar en él?