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Esta Epístola es una obra cristiana primitiva escrita en griego, producida probablemente entre finales del siglo I y principios del siglo II. Los padres de la iglesia primitiva reconocieron su utilidad, incluso cuando reconocieron que no estaba divinamente inspirada.
Un documento cristiano antiguo
Existe otro documento llamado el Evangelio de Bernabé que no debe confundirse con la Epístola. Tampoco hay razón alguna para pensar que se relacione con el Bernabé de la iglesia primitiva en Jerusalén y que aparece en el libro de los Hechos, pues su autor se identifica claramente en el capítulo 16 como convertido de la gentilidad, y el Bernabé del Nuevo Testamento era judío.
Este es uno de los documentos cristianos más antiguos fuera del Nuevo Testamento y fue citado por otros padres de la iglesia como ‘Escritura’. Aunque lleva el nombre de Bernabé, la carta en sí no menciona detalles sobre su autor. Más bien, esta conexión fue hecha por otros comentaristas como Clemente de Alejandría (150-215) y Orígenes (184-253).
El documento se trata más bien de un tratado teológico, no de una epístola, que discute preguntas clave que enfrentaban los seguidores de Jesús en ese momento. Por ejemplo, ¿cómo deben los cristianos interpretar las Escrituras judías? ¿Cuál es la naturaleza de la relación entre el cristianismo y el judaísmo? Esto fue importante ya que el documento fue escrito en un momento en que el nivel de antagonismo entre la iglesia y el judaísmo todavía era alto. Su autor estaba preocupado por demostrar que la muerte de Cristo en la cruz es un sacrificio que cumple un plan establecido en el Antiguo Testamento.
Un tratado anti judaico
En un ataque sostenido contra el judaísmo, el escritor trata sobre los mandatos de la Ley Mosaica que distinguían a los judíos de otros pueblos, como los sacrificios en el templo de Jerusalén, guardar el sábado y la circuncisión, y declara que la obediencia literal a todo esto era un error demoníaco de los judíos.
Por medio de la interpretación alegórica que impone al Antiguo Testamento, como la de las leyes dietéticas en Levítico, se le da un significado totalmente extraño a la intención de los autores originales. Por ejemplo, según la Epístola de Bernabé, la prohibición de comer cerdo no es sobre no comer estos animales, sino que es en realidad una advertencia para no comportarse como los cerdos, los cuales son muy ruidosos cuando tienen hambre. Es decir, no hay que buscar a Dios sólo cuando se tiene necesidad de algo.
El documento puede dividirse en dos partes. La primera, y más extensa, trata acerca de la interpretación de las Escrituras de Israel y de su relación con la fe cristiana y la vida moral. La segunda retoma el tema de los “dos caminos” que ya hemos visto en la Didajé. Al referirse a los “dos caminos”, este documento, a diferencia de la Didajé, no los llama “el camino de la vida y el de la muerte”, sino más bien “el de la luz y el de las tinieblas”. Y, mucho más que la Didajé, este documento relaciona el camino de luz con el servicio al prójimo:
Comunicarás en todas las cosas con tu prójimo, y no dirás que las cosas son tuyas propias, pues si en lo imperecedero sois partícipes en común, ¡cuánto más en lo perecedero!... No seas de los que extienden la mano para recibir y la encogen para dar. ...No vacilarás en dar, ni cuando des murmurarás, sino que conocerás quién es el buen pagador de tu galardón. (Epístola de Bernabé 19.8, 9, 11; BAC 65:807-08)
En contraste, quienes siguen el camino de las tinieblas son los que:
(…) no se compadecen del menesteroso, no sufren con el atribulado, prontos a la maledicencia, desconocedores de aquel que los creó, matadores de sus hijos por el aborto, destructores de la obra de Dios, que echan de sí al necesitado, que sobre atribulan al atribulado, abogados de los ricos, jueces inicuos de los pobres, pecadores en todo. (Epístola de Bernabé 20.2; BAC 65:809)
La primera parte del documento tiene un marcado tono anti judaico. Al respecto, dice: “el Hijo de Dios vino en carne a fin de que llegara a su colmo la consumación de los pecados de quienes persiguieron de muerte a sus profetas” (Epístola de Bernabé 5.11; BAC 65:780). Y “el Señor habló de que se practicara una circuncisión, pero no de la carne. Mas ellos transgredieron su mandamiento, pues un ángel malo los engañó” (Epístola de Bernabé 9.4; BAC 65:789).
En conclusión, este predicador les aconseja a quienes le escuchan:
No os asemejéis a ciertas gentes, amontonando pecados a pecados, gentes que andan diciendo que la alianza es de aquellos y nuestra. Nuestra, ciertamente; pero aquellos la perdieron en absoluto del modo que diré, después de haberla ya recibido de Moisés. (Epístola de Bernabé 4:6; BAC 65:777)
Las costumbres de la iglesia primitiva
También es interesante que este documento constituye un testimonio muy antiguo, fuera del Nuevo Testamento, sobre la costumbre que tenían los cristianos de reunirse en domingo: “Por eso justamente nosotros celebramos también el día octavo con regocijo, por ser día en que Jesús resucitó de entre los muertos y, después de manifestado, subió a los cielos.” (Epístola de Bernabé 15:8; BAC 65:803)
Otro dato interesante de este antiguo documento cristiano es que no contiene ninguna cita del Nuevo Testamento con excepción tal vez de una referencia al Evangelio de Mateo.
Una forma alegórica de interpretar el Antiguo Testamento
La Carta de Bernabé fue esencialmente un tratado que usa elementos alegóricos al interpretar el Antiguo Testamento. Muy antijudío, el autor creía que los judíos no podían entender el Antiguo Testamento y que su significado sólo podía ser comprendido por aquellos que lo leían y buscaban tipos o prefiguraciones de Jesús.
El modo en que este predicador entiende e interpreta las Escrituras hebreas es lo que se conoce como “tipología”. Según este método, los acontecimientos, prácticas y mandamientos del Antiguo Testamento eran “figuras” o “tipos” de Jesucristo y de su evangelio. Por ejemplo, los 318 hombres a quienes Abraham circuncidó representan, según la epístola, a Jesús y su cruz, ya que en griego el 318 se escribe IHT, y las primeras dos letras son también las dos primeras del nombre de Jesús, mientras la T representa la cruz.
El término “gnosis”, que significa ‘conocimiento’, es usado por la Epístola de Bernabé para describir su mensaje. De hecho, llama a su mensaje “un conocimiento perfecto”. Sin embargo, el contenido contradice herejías tempranas como el gnosticismo, y parece reflejar una comprensión ortodoxa y temprana de la fe. Al mismo tiempo, algunos escritores han criticado este documento por confiar en gran medida en algunas tradiciones orales sobre el Antiguo Testamento, que después se cristalizarían en la Mishná, así como por el uso de gematría o numerología.
En general, se acepta que el autor era de Alejandría, en vista de su afición por el enfoque alegórico por el cual Alejandría era conocida, tanto entre judíos como entre cristianos, y por el hecho de que las primeras pruebas de la existencia del documento derivan de allí. Parece haber sido escrito después de la destrucción del templo en Jerusalén en el 70, pero antes de que Adriano (76-138) reconstruyera la ciudad tras la revuelta del 132 al 135 d.C. No es posible ser más preciso dentro de estos límites.
¿Quiénes la usaron?
Esta Epístola fue ampliamente usada por la iglesia en Egipto y fue incluida en el Códice Sinaítico (el manuscrito más antiguo que contiene tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento), donde aparece después del Apocalipsis y antes del Pastor de Hermas, y también fue citado por Clemente de Alejandría. Sin embargo, fue menos apreciada en otros lugares, y pocos cristianos continuaron leyéndola.
La mayoría de los primeros cristianos no parecían considerarla parte de la Escritura inspirada. Sin embargo, fue valorada por sus ideas sobre la teología judía. Esa perspectiva se describe mejor como la interpretación del Antiguo Testamento a través de la lente del cristianismo primitivo. Esas explicaciones constituyen la mayor parte de la carta.
El texto de la Epístola de Bernabé que tenemos hoy ha sido reconstruido principalmente sobre la base del Códice Sinaítico y del Códice Jerosolimitano. La Epístola de Bernabé sigue siendo un recurso valioso. Los padres de la iglesia primitiva reconocieron su utilidad, incluso cuando reconocieron que no estaba divinamente inspirada.
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