A los ojos de la “justicia” humana, específicamente de la iraní, el argentino Samuel Nielsen podría ser señalado de contrabando, y su esposa, Sara Akhavan, de rebelión contra el gobierno y la religión oficial. Se conocieron brevemente en un evento de misiones en Sudamérica en 2010, pero la amistad creció ese mismo año mientras Samuel hacía su primer viaje misionero a la República Islámica de Irán para llevarles Biblias a las seis iglesias secretas que varios creyentes habían abierto desde el 2005.
Empezaron a servir juntos en el 2015 y se casaron al año siguiente. Desde entonces, Dios les ha permitido liderar varias plantaciones de iglesias en Medio Oriente y discipular a exmusulmanes convertidos al cristianismo, específicamente a afganos e iraníes refugiados en Turquía. En ese país vivieron con sus tres hijos Isaac, Hannah y Judah hasta el 2021, momento en el que tanto Samuel y Sara como sus pastores notaron que su permanencia allí necesitaba medidas preventivas.
El mismo año en el que la pareja se conoció, Sara fue llevada a la cárcel en su nación debido al trabajo evangelístico que había realizado, pero fue liberada de forma milagrosa. Sin embargo, hoy en día la posibilidad de ser detenida por el gobierno turco y entregada al gobierno iraní es creciente. Los altos mandos de ambos países han empezado un proceso de cooperación, así que es común que liberen a personas a cambio de pastores, cantantes, actores o periodistas refugiados en el territorio de Turquía, para luego ser enviados a Irán.
La familia Nielsen se trasladó a Latinoamérica en busca de la nacionalidad de Sara, “de manera que si en algún momento la llegan a deportar, que por lo menos lo hagan a Argentina”, comentó Samuel antes de iniciar la entrevista. También aseguró que su viaje ha sido un tiempo de crecimiento necesario para los pastores de las iglesias que ayudaron a plantar en Medio Oriente. Mientras comparten con su congregación actual, en Córdoba, lo que han aprendido, tienen en su radar que una gran cantidad de iraníes y afganos han llegado a las iglesias europeas y estas no saben cómo predicarles, así que planean dirigirse a ese continente para capacitar a las que quieran aprender a evangelizar musulmanes y discipularlos.
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Samuel nació en Ciudad Azul, en la provincia de Buenos Aires, pero creció en el norte de Argentina, en donde sus padres pastoreaban a aborígenes de esa región. Cada noche, los padres de Samuel les contaban historias de misioneros a él y a sus cuatro hermanos menores, y no fueron pocas las veces en que pusieron sus manos sobre sus cabezas mientras oraban para que Dios los llevara a continentes diferentes a predicar el evangelio.
Samuel ha contado que, en su relación con Dios, el tema de ir a los países musulmanes, específicamente a Irán, empezó a resonar bastante y en 2010 sus pastores lo enviaron a su primer viaje misionero.
El castigo para alguien que porte una Biblia en Irán es de mínimo ocho años de prisión o, máximo, la muerte. Samuel llevaba un cargamento. Pero el hambre por la Palabra de Dios que demostraban los cristianos de la iglesia secreta y el saber que habían estado orando durante años para tener una Biblia, fue lo único que lo cautivó, aunque sí estuvo a punto de ser descubierto en varias ocasiones.
BITE conversó con este misionero y pastor de afganos e iraníes refugiados en Turquía sobre los terremotos que han sacudido a esa nación, la posición del gobierno actual con respecto al cristianismo, la evangelización en Medio Oriente y América Latina, la importancia del discipulado y la necesidad más grande de la iglesia cristiana en los países musulmanes: los obreros.
Turquía es el país de Medio Oriente más cercano a Occidente, pero con el último gobierno ha pasado a ejercer políticas mucho más similares a las de los países musulmanes. ¿Qué tanto está afectando esto a la iglesia en territorio turco?
La iglesia turca está muy, muy controlada. El país está tomando un camino como el de China. Cada vez son menos las iglesias que tienen permiso por el Estado, muchos pastores y misioneros han sido deportados silenciosamente en los últimos tres años. Se evidencia una persecución más agresiva.
A principios de la última década, Turquía quería pertenecer a la Unión Europea, entonces trató de mostrar una cara de tolerancia religiosa. Si bien es un país laico, permitió que algunos ministerios entraran porque había unos fines políticos que concretar, entonces se abrió un poco. Pero ya habiéndose deteriorado la relación y el proyecto de pertenecer a la Unión Europea, Turquía se unió al otro bloque, el de China, Irán, Rusia y Corea del Norte. La libertad religiosa ya no es una máscara que a Turquía le importe mostrar.
El país atraviesa un momento muy complejo debido a los terremotos, en el que hay pérdidas humanas y daños materiales. En situaciones así, se suele cuestionar dónde está Dios, ¿cómo enfrenta esas situaciones un exmusulmán que ahora sigue a Cristo? ¿Qué ocurre en su fe?
Como aquí en Latinoamérica, depende de cada cristiano, de la estatura y el momento espiritual, de la relación con el Señor, de la concepción que tenga de Dios. Lógicamente, en este momento suelen salir a flote preguntas como: ¿por qué Dios permite esto? ¿Por qué una niña de cuatro años se está muriendo? Son muy buenas preguntas y vamos a responderlas, es necesario, pero lo que he hablado con los pastores es que no es el momento. Este momento es de extender una mano, entendiendo que la ayuda social no es el fin sino que la Gran Comisión lo es, es una oportunidad para acercarnos a la necesidad y abrazarlos. Quisiera creer que en términos generales hay preguntas, las vamos a responder en el momento adecuado, porque nuestra fe necesita ser fundada en esas respuestas sobre quién es el Dios al que adoramos; necesito revelación de su carácter para seguir adorándole, a pesar de que Él permite esto.
Parte de la iglesia en Turquía, conformada por refugiados iraníes y afganos, está reuniendo ayudas para la gente que se quedó sin casa, están en invierno, todos viviendo afuera. No puedo hablar por la iglesia de Siria, pero la de Turquía está viendo esto como una oportunidad o una puerta para ser las manos y los brazos de Jesús, para abrazar y evangelizar.
Ya que hablamos de cooperación, ¿cuáles son las mayores necesidades de la iglesia en los países musulmanes y cómo pueden los cristianos en Latinoamérica ayudarla?
La iglesia iraní es la de más rápido crecimiento en el mundo y, si bien hemos desarrollado un programa que nos ayuda a discipular rápido, necesitamos obreros. No necesitamos gente que vaya a probar, a tener una experiencia misionera o a practicar, sino a quienes hayan hecho discípulos en su país de origen, que hayan vivido el evangelio y sean enviados desde una iglesia local para ayudarnos.
Son muchos los musulmanes que se convierten a diario. Nosotros tenemos cuatro o cinco equipos de evangelismo, es una de las actividades más fuertes de la iglesia, se está convirtiendo gente todo el tiempo. Pero tú no puedes “dar a luz niños” y dejarlos tirados, tienes que discipular, porque si no, va a ser un problema en el futuro. Necesitamos obreros preparados, no más “proyectos misioneros” ni obras de caridad, sino gente que vaya a discipular, que haya tenido fruto en la iglesia local y que entonces vaya al campo misionero para dar fruto en aquel lugar.
¿Qué debería saber un misionero antes de ir a Medio Oriente?
Estar en Argentina me ha dado la satisfacción de ayudar a gente que está yendo. De hecho, la iglesia donde me congrego se está convirtiendo en una iglesia local que envía misioneros a muchos países. Estamos trabajando en eso.
El misionero debería tener una fuerte y sólida base apologética, sin ella, es muy difícil predicarle a quien estudia todo. La apologética es defender, pero la polémica es estudiar las partes débiles de otro pensamiento para atacarlo, ponerlo en evidencia o corregirlo. Los musulmanes son muy buenos polemistas, están bien entrenados en desafiar la deidad, la muerte y la resurrección de Cristo, así como la autoridad de la Biblia.
Lamentablemente, hemos visto misioneros perdidos y confundidos, sin mucho éxito a la hora de presentar y defender nuestra fe cristiana porque no hay una base segura de lo que se cree. Algunos les dicen: “tú y yo adoramos al mismo Dios”. Entonces, pertenecer a una iglesia local en donde el misionero ame, dé fruto y esté sometido al cuerpo de Cristo, eso es fundamental junto con lo otro.
Viví en el sudeste asiático un tiempo y sé que donde sea te vas a encontrar con budistas, taoístas o hindúes que realmente van a poner en jaque tus creencias.
Aparte de la persecución, ¿qué dificultades se presentan al predicarles a los musulmanes?
La más grande es la errónea concepción que tienen de la Biblia y de las creencias de los cristianos. Por ejemplo, los musulmanes creen que la Trinidad es politeísmo, que adoramos a tres dioses: el Padre, María y Jesucristo. Mahoma nació en el 570 d.C., y ya que era un comerciante, visitó el sur del Imperio bizantino, y probablemente allí vio iglesias que tenían frescos del Padre, María con el Hijo, pero no el Espíritu Santo. Él recogió información a través de la oralidad y de su visita a esos lugares, así que en el Corán escribió que esos eran nuestros dioses.
Ahora, un paréntesis: no hay peor pecado en el islam que el Shirk (la idolatría), por eso ellos dicen que solamente hay un dios y Mahoma es su profeta, porque él habló de monoteísmo en donde había 360 dioses. Así que, cuando le predicas a un musulmán, la preconcepción que tiene del cristianismo ya es una barrera. En Sudamérica y en América, la imagen de Dios viene del catolicismo y del protestantismo, incluso los no creyentes tienen una idea trinitaria de Dios, está en el inconsciente colectivo. En Medio Oriente tienen otra: la de Alá. Hay otras barreras, pero de aquel lado, la principal es la idea equivocada de lo que nosotros creemos.
Ya cuando un musulmán se convierte a Cristo, muchas veces el servicio se convierte en religión, porque si quiere “tener 72 vírgenes”, como le prometió el Islam, o si quiere “ir al paraíso”, tiene que hacer algo. La imagen que tenemos de Cristo, del Padre y de la gracia son difíciles de asimilar para un exmusulmán recién convertido en cristiano.
¿Cómo le compartes el evangelio a un musulmán?
Jesús nos enseñó que el evangelio es una perla de gran precio. Por ejemplo, el primer predicador, que fue Juan el Bautista, no iba a la casa de la gente a tocar la puerta y a decirles: “arrepiéntanse, pecadores… Generación de víboras”. Él se iba al desierto y a quienes querían escucharlo, les decía lo que tenía que decirles, pero no era invasivo; tampoco diluía el mensaje en el evangelio de la prosperidad, nada de eso. Él predicaba el arrepentimiento a quienes iban a oírlo.
Muchas veces malinterpretamos el versículo de Timoteo: “predica a tiempo y fuera de tiempo”. Pablo le está hablando a Timoteo, el pastor de la iglesia de Éfeso, diciéndole: “a la iglesia, a los cristianos, predícales a tiempo y fuera de tiempo”. No a los inconversos, porque hay gente que no está preparada. De nada sirve que pongas una semilla de banano en la Antártica, si no son el clima ni la tierra correctos.
Lo que hacemos en Medio Oriente es crear una relación. Creo que la mejor predicación es el testimonio propio, es nuestro caballito de batalla. Cuando otra persona ve que has cambiado, que dejaste de fumar, de tomar, de pegarle a tu esposa, de ser ansioso, de mentir o robar, te comienza a hacer preguntas. Nuestra estrategia es responderle: “no, no pasó nada. Estoy leyendo un libro, nada más”. Entonces el musulmán va a volver a preguntar, y jugamos con su curiosidad, pero nos aseguramos de que la tierra esté bien, porque nos pueden matar en cualquier momento si hacemos algo imprudente.
De este lado del mundo, ¿por qué predicamos o hacemos campañas evangelísticas? ¿Es porque realmente amamos a las personas o por nuestra vanidad? ¿Predico al taxista porque realmente lo amo o para decir en mi grupo cristiano: “le prediqué al taxista y soy mejor que todos por eso”? ¿Realmente era el tiempo? ¿La tierra estaba preparada para esta semilla? Si no, lo que hago es crear una defensa. El mejor momento para predicar no es cuando yo quiero, sino cuando la persona está interesada, porque hay una apertura.
Cuando llevamos música, un parlante y hacemos ruido, muchos se convierten, pero el resto nos ve como locos, tal vez no estén preparados. Está bueno ser más cautos, más respetuosos. Decimos que en una campaña de siete días se convirtieron 50 mil personas, ¿quién las discípula? ¿Hablamos desde nuestro orgullo? ¿A quién glorifica eso? Es mejor un discípulo bien hecho. Creo que la iglesia de Medio Oriente crece mucho porque el discipulado es uno a uno. Allá no existe el concepto de evangelización como lo conocemos aquí, se recorre un camino con la persona para que crezca hasta cierta estatura y la verdad crece mucho mejor.
¿Cuál ha sido el mayor aprendizaje que te ha quedado de la cultura del Medio Oriente?
Creo que el sentido de honra y de respeto. Nosotros no entendemos la dimensión de respeto que tiene la cultura oriental. Por ejemplo, la puntualidad es una honra. Cuando gente con muy pocos recursos te recibe en casa, la escasez no les impide darte lo mejor que tienen. Si hay 30 personas en una casa pequeña y llega alguien, todos se ponen de pie con las manos adelante; quien llega, saluda a todo el mundo y cuando termina se sientan todos.
Los pequeños honran a los adultos en todo ámbito de la sociedad, no solamente en familias bien educadas. He visto que un hombre mayor tiene el derecho de hacerle un correctivo a un niño en la calle y nadie puede decirle nada.
Otra cosa: a los ancianos tú no los ves hablando mucho, son los que más oyen, pero cuando hablan, todo el mundo escucha. Eso me parece fascinante.
¿Qué puede aprender la iglesia de Medio Oriente sobre la de América Latina y viceversa?
Muchísimo. Ellos nos tienen que enseñar a servir con pasión. La iglesia en Medio Oriente no tiene nuestras estructuras eclesiales, ni el respaldo legal, ni el voluntariado, ni los seminarios, las traducciones de la Biblia o los libros que nosotros sí tenemos. Hoy, en Latinoamérica, si la iglesia no tiene un led o buenas luces, está pasada de moda. Ellos no necesitan todo eso. Tenemos que aprender a ser mucho más simples y cristocéntricos en nuestra liturgia. Como allá no hay puestos de pastor, líder, obispo, director de alabanza, todos trabajan como hormiguitas, todos oran y discipulan, cualquiera puede cantar en una reunión. Me gusta mucho.
De la iglesia iraní también debemos aprender la pasión por evangelizar. Mi suegra se convirtió a Cristo adorando a Alá, Él se le apareció y le dijo: “sígueme, yo soy el camino, la verdad y la vida”. Desde ese momento, tiró todos los coranes fuera de su casa y comenzó a seguirlo. No hay día en el que mi suegra no salga con dos o tres Biblias. Una vez fue conmigo al supermercado y encontramos a un iraní, ella fue a predicarle, pero se le había olvidado llevar una Biblia, ¡sintió mucha culpa! Se puso a llorar mientras decía: “se están perdiendo, Dios me los puso acá para que les hable y no traje una Biblia”. ¡Guau!, nosotros damos por sentado que todo el mundo acá ya escuchó. Esa hambre, esa voracidad por el evangelismo la debemos aprender; no conozco un pueblo más evangelista que los persas.
De nosotros podrían aprender cómo hacer bien la pastoral, las generaciones pasadas nos enseñaron y los casos que han pasado también. La iglesia de Irán no tiene más de 45 años de historia, entonces me he topado con pastores quemados (burn out), que no saben descansar o que, por ejemplo, ministran a mujeres a puerta cerrada y han caído en problemas morales. Creo que los errores de ellos son acordes al tiempo que llevan sirviendo, entonces deberían aprender de nosotros cómo cuidar el testimonio.
Los misioneros en Medio Oriente sirven en medio de la persecución e incluso sus vidas están en riesgo, ¿crees que es válido sentir miedo de predicar el evangelio en Latinoamérica?
¿Por qué no? No podemos pretender que la gente se aísle de sus sentimientos. Somos humanos, si subes a un precipicio y no te da temor caerte, tienes un problema. El miedo es normal, ahora: ¿te va a detener? Eso es otra historia. La posibilidad de ir a la cárcel tiene que guiarnos a tomar una buena decisión, a preservar la vida; si nos paraliza, sí es un problema.
Que un adolescente se pare y diga “soy virgen”, en una sociedad en la que los jóvenes tienen sexo con todo el mundo, da miedo al rechazo y creo que es válido. Ahora, ¿le voy a decir “estás en pecado porque no fuiste luz”? No, depende de su momento espiritual. Lo alentaría a que lo haga, pero entiendo que el rechazo de su grupo puede causar una impronta en su autoestima y afectar su vida. En Medio Oriente, el miedo es a que te cueste la vida, acá es a ser rechazado, a hacer el ridículo, al bullying, pero no puedo decir cuál es mejor, peor o más válido. Aunque en países de Latinoamérica, como Argentina, si eres pastor y no casas a una pareja homosexual, también vas a la cárcel.
Tener temor no está mal, es humano, te puede llevar a pedirle al Señor que te dé la oportunidad y a esperar que la persona te haga preguntas.
¿Qué cambios ha tenido la comunidad cristiana iraní y afgana en Turquía desde que empezaste tu ministerio hasta hoy?
Sería difícil responder esa pregunta, porque diría un montón de cosas positivas sobre la labor que, por gracia, el Señor nos ha permitido hacer. No soy la persona correcta para responderte… Podría decir que la iglesia perseguida en Irán vivía desestructurada, así que pasó a tener un poquito de estructura. Por ejemplo, allá los momentos de adoración son espontáneos, no hay equipo de adoración, no se gastan horas en ensayos, sino en evangelizar y discipular, punto. Pero en una reunión, las canciones son superdesafinadas, fuera de tiempo, entonces, cualquiera que sea tu background teológico o de iglesia, es muy difícil tener un tiempo de adoración realmente profundo. La música es un lenguaje que, si no se habla correctamente, no se entiende. La iglesia sí necesita algunas estructuras, sin que sea rígida.
Te voy a decir algo malo de esas estructuras. En Irán tú no sabes cuándo será la próxima reunión, se hace cuando se puede. Tal vez es todos los días o cada 15, depende de cómo esté la policía y de un montón de factores. Al ir a Turquía y tener reuniones todos los fines de semana, me he dado cuenta de que mucha gente que tenía una pasión muy grande por el Señor se ha acostumbrado, se ha hecho dominguera. Creo que esa es una forma negativa en que nuestra interpretación de lo que es iglesia los ha colonizado, sin querer, la hemos llevado. Son más los cambios que han hecho crecer a la iglesia, pero esa es una autocrítica.
Con respecto a las denominaciones, ¿qué tanto diálogo interconfesional hay entre los protestantes en Turquía?
Gracias a Dios allá no existen mucho las divisiones denominacionales, en realidad quedan a un costado. Yo soy pastor bautista, ordenado por esa denominación, me considero más conservador que otra cosa, pero trabajo para un ministerio de Asambleas de Dios y no he tenido ningún problema.
La iglesia turca lidia con otras cosas. El mayor conflicto puede ser que en un orfanato de Marruecos se convirtió gente y unos querían bautizar a los niños, otros no. También sobre cómo tomar la Cena del Señor, quiénes sí pueden, en qué momento, de qué forma, pero no pasa de eso. En la misión, todos tenemos la misma camiseta. Debería ser así. Cuando llegamos, justo la iglesia en la que nos congregamos estaba en un periodo de enseñanza acerca de la Segunda Venida y mi esposa no entendía por qué eso era necesario. Le dije: “hay gente que hace 50 años va a la iglesia y se leyó toda la Biblia un montón de veces”.
Pero allá no hay tiempo para hablar de escatología, no es lo más necesario para un musulmán que recién se convierte. Acá tenemos tiempo de pelearnos, allá se están muriendo y yendo al infierno un montón de musulmanes, entonces lo imperativo es el evangelismo y el discipulado, no saber si la salvación se pierde o no.