El escape de Locuacidad
1.
LOCUACIDAD. —Eso mismo digo yo: hablar de esas cosas es muy provechoso, porque por ahí puede un hombre llegar al conocimiento de otras muchas, como son la vanidad de las cosas mundanas y el provecho de las celestiales. Esto en general; y descendiendo a particularidades, puede un hombre aprender la necesidad del nuevo nacimiento, la insuficiencia de sus obras, su necesidad de la justicia de Cristo, etcétera…
***
2.
FIEL. —Una obra de la gracia en el alma (…) le da convicción de pecado, especialmente de la corrupción de su naturaleza y del pecado de incredulidad, por el cual es segura su condenación si no halla misericordia de parte de Dios por la fe en Cristo Jesús. La vista y el sentimiento de estas cosas obran en él dolor y vergüenza por su pecado. (…)
—¿Ha experimentado usted en sí mismo esta primera parte de mi descripción? ¿Dan testimonio de ello su vida y su conversación, o consiste su religión en la palabra o en la lengua y no en el hecho y verdad? Le suplico, si está usted dispuesto a contestarme sobre esto, que no diga usted más que aquello a que Dios desde el cielo pueda dar un Amén y su conciencia pueda justificar (…)
LOCUACIDAD. (Empezando a sonrojarse, pero recobrándose muy pronto.) —Ahora apela usted a la experiencia, a la conciencia y a Dios para justificar lo que ha dicho; no esperaba yo esta manera de discurrir. Por mi parte no estoy dispuesto a contestar a tales preguntas, porque no me considero obligado a ello, a no ser que usted se tome el oficio de catequizador, y aun entonces me reservo el derecho de no aceptarle a usted por juez. ¿Pero querrá usted decirme con qué objeto me hace tales preguntas?
FIEL. —Porque le he visto muy dispuesto a hablar, y me temo que en usted no haya más que ideas sin obras; y además, para decirle toda la verdad, he oído decir de usted que es un hombre cuya religión consiste en palabras, desmentidas por su vida…
El Progreso del Peregrino, fragmentos del capítulo XII
El Progreso del Peregrino de John Bunyan es la obra literaria más influyente en el mundo cristiano después de la Biblia misma. Bunyan logra retratar las realidades más fundamentales de la vida del creyente en su camino por este mundo a través de un mundo ficcional construido por alegorías. En este mundo los personajes son Flexible, Cristiano, Esperanza, entre otros. Los lugares son la Ciudad de Destrucción, la Feria de las Vanidades, la Ciudad Celestial. Su lectura hace vívida la dificultad del paso por este mundo y la fortaleza que traen las verdades bíblicas.
Cristiano y Fiel, como corresponde a los buenos creyentes, siempre están a la búsqueda de nuevos compañeros junto a los cuales andar en el camino a la ciudad celestial. Justo antes de entrar en la feria de las vanidades se encuentran con un nuevo personaje: Locuacidad. El primero en hablarle es Fiel y, luego de escuchar de él tan deliciosa conversación, le dice a Cristiano:“¡Qué buen compañero hemos encontrado; de seguro este hombre será un excelente peregrino!”
En su primer intercambio de palabras, Fiel queda fascinado con la aparente piedad y sabiduría de Locuacidad. Cuando le pregunta si se dirige a la ciudad celestial, le dice que sí, y cuando le pide que vayan por el camino hablando sobre cosas provechosas, Locuacidad habla con total autoridad sobre las Sagradas Escrituras, sobre el evangelio y sobre la importancia de una vida que corresponda a las dos anteriores. Fiel, entonces, siente que el resto de su camino será colmado por la edificación que le traerán las palabras de este nuevo peregrino.
Quizá el ejemplo más explícito de la sabiduría que aparentaba este hombre está en el primer párrafo del pasaje que hemos citado. Dice allí que el “hablar de cosas provechosas” traerá por resultado final el desechar “la vanidad de las cosas mundanas” y aprovechar “las celestiales.” ¡En eso se resume la vida cristiana! En dejar de lado el pecado y en perseguir la piedad que corresponde a la gloria de Dios. Luego, dice Locuacidad, que en la conversación sobre cosas provechosas un hombre aprende sobre “el nuevo nacimiento, la insuficiencia de sus obras, su necesidad de la justicia de Cristo.” ¿Qué hay más fundamental en el cristianismo que la obra de Cristo en un hombre para hacerlo nacer de nuevo y justificarlo en vista de la insuficiencia de sus acciones?
La construcción de Locuacidad es brillante. Todo lo que habla, no solo es verdadero, sino en efecto profundamente provechoso. Podemos decir sin temor a equivocarnos que en nada de lo que dice comete error; de allí su nombre, “Locuacidad”, la capacidad de hablar con fluidez, claridad y apelación. Fiel y Cristiano están lejos de hablar como él, incluso sobre las verdades que tanto aman y en las cuales tanto confían.
Sin embargo, Cristiano le dice a Fiel que se aparte de ese hombre, que él es de los cuales el apóstol manda a alejarse porque viven de forma herética y afectan al cuerpo de Cristo. “Habla de la oración, del arrepentimiento, de la fe y del nuevo nacimiento; pero nada de ello siente, no hace más que hablar…” Locuacidad habla de cosas que no vive y sus palabras no hacen sino avergonzar al pueblo de Dios por la inconsistencia de su religión. Cristiano dice que en el juicio no se les preguntará “¿creísteis?” sino “¿practicasteis?” Locuacidad es, en palabras de Cristiano, como el címbalo que retiñe de 1 Corintios 13, y su religión no es como la de Santiago 1:27, que visita a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones.
Una vez Cristiano convence a Fiel del daño que Locuacidad hace a la fe, tienen que inventar un plan para escapar de él, pues sus palabras no son provechosas si no son respaldadas por su vida. La solución de Cristiano muestra la astuta creatividad de Bunyan: hay que preguntarle sobre asuntos espirituales muy profundos, a lo cual responderá con cosas ciertas o se saldrá con la suya de alguna manera, y luego preguntarle si las pone en práctica. Con esta última pregunta no tendrá más remedio que mostrar su verdadera naturaleza.
La segunda parte del pasaje que hemos citado tiene cuatro párrafos. En el primero vemos a Fiel hablando sobre “Una obra de gracia en el alma”, cuyo resultado es la convicción de pecado, sus efectos en la vida del hombre y la absoluta necesidad de la misericordia de Dios. Todo esto genera vergüenza y dolor, llevando al hombre a una transformación en su vida. Podemos decir que Locuacidad no se opone a nada de esto (dice al final de la explicación “no me toca al presente objetar, sino escuchar”).
El golpe fatal es dado por Fiel está en el segundo párrafo: “¿ha experimentado usted en sí mismo esta parte de mi descripción?” Le pide a Locuacidad que no se atreva a hablar sino de aquello sobre lo cual Dios pueda decir “amén” en el cielo y sea aprobado por su propia conciencia. Locuacidad ya no tiene oportunidad de responder con grandes razonamientos lógicos sobre la fe ni afirmando las grandes verdades de la Escritura. Ha sido cercado en términos temáticos a referirse solo a lo que la experiencia le permite. Ha sido puesto contra la pared para defenderse solo con lo que le proveen su práctica y su testimonio palpable.
En el tercer párrafo, Locuacidad se ve obligado a decir que no va a responder a tales preguntas, pues no esperaba que Fiel apelara a Dios y a su conciencia. ¿Cuál es su excusa? Que Fiel está actuando como un “catequizador”, como un juez al cual no quiere rendir cuentas. Locuacidad ha quedado totalmente al descubierto y desea volver a esconderse tras el decoro de sus palabras, que siempre le han permitido escapar de los juicios reales. Al final de este tercer párrafo pregunta a Fiel por qué le está haciendo esas preguntas, a lo cual responde en el cuarto que ve necesario hacerlo en vista de la poca correspondencia que hay entre sus discursos y su vida real; en él solo hay “ideas sin obras” y “palabras desmentidas por la vida.”
En esta corta discusión entre Locuacidad y Fiel vemos el tremendo poder que tiene el cuestionarnos sobre la experiencia. Las palabras son capaces de abarcarlo todo, incluso el evangelio y la convicción de pecado, pero son derrumbadas una vez que se trae la práctica sobre la mesa.
¡Esta estrategia es de una relevancia brutal, incluso abrumadora, en nuestros días! Abundan los “creyentes” que podrían hablar por horas de cuestiones teológicas y de complicados asuntos doctrinales, pero que cuando les preguntamos por su amor puesto en práctica durante la semana se verán obligados a excusarse o a acusarnos de jueces. También rondan en el mundo aquellos que hablan sobre el Dios que les bendice en todo momento (“qué bendición mi trabajo”, y “Dios se apiade de nosotros”), pero que al preguntarles sobre su devoción deben aceptar que jamás abren la Biblia y son alérgicos a la reunión con otros creyentes. ¿No son así muchos de nuestros amigos y familiares?
Pero basta de mirar hacia afuera. El lector que ha llegado hasta aquí ha concordado con todo lo dicho hasta el momento. ¿Ya te preguntaste por tu práctica de las cosas celestiales? ¿Cómo es tu servicio al huérfano y la viuda? ¿Cómo se vive la santidad en tu casa? ¿Dios diría “amén” a tu odio por el pecado? ¿Tus hermanos son el objeto de tus oraciones? ¿Tu dinero y tu tiempo demuestran que la vida en comunidad y el amor son prioritarios? Asegúrate de ser el Fiel de la conversación y no Locuacidad. ¡Ten cuidado de escapar cuando te pregunten por tu vida real!
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En Cristo,
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